Quiero hablar de esta película pero no quiero adelantar ninguna información sensible a la trama. Ruido de Fondo (Noah Baumbach, 2022) está en Netflix, no es No miren arriba (Adam McKay, 2021), aunque lo parezca. Tampoco es una comedia absurda como la de McKay. Su director, quien realizó el guión de Vida Acuática (Wes Anderson, 2004), elabora una adaptación (imposible?) de la novela homónima de Don DeLillo.

Creo que Baumbach hace una interesante lectura de la novela (Ruido de Fondo, 1985, National Book Award) y la problematiza porque es imposible no leerla en contexto. En cuanto a su estructura respeta las tres partes, y para quienes nunca leyeron a Don DeLillo, el tono de la película se parece mucho al tono que genera su escritura. Hay una desconexión constante, una sintaxis extraña que genera atmósferas muy poéticas con elementos en principio banales. Los personajes siempre parecen repetir un monólogo que se cruza y se superpone produciendo una sensación de extraños y enigmáticos diálogos.

El ruido de fondo es eso que subyace siempre en la vida de cualquiera. Aquí, todo gira en torno de Jack, el personaje principal. El punto de vista que elige la película. Lo más extraño es encontrar este tipo de producciones en una plataforma mainstream, y por momentos reiterativa. Lo importante es que está ahí para verla y disfrutarla. No es una película que se agota en una única visión, ya que pide ser vista desde distintos ángulos. La promocionan como una comedia absurda y creo que eso conspira bastante contra su narración. Si hay que ponerle una etiqueta, diría una tragedia que no se toma a sí misma muy en serio, una historia que sabe que no puede volar, solo caer con estilo.

Raúl Perrone no es un cineasta, es un artista. Su obra se refleja en el formato cinematográfico e imagino que podría haber sido cualquier otro. Como cineasta es auténtico, lo que se dice un autor. Su obra es tan vasta como inhallable.
"Labios de churrasco", "Graciadió", "5'pal peso" y "Ocho años después" forman un diálogo abierto. El escenario es siempre el mismo, Ituzaingo, en el oeste del conurbano bonaerense. A medida que vamos conociendo el desarrollo de la trama, nos adentramos en un universo cerrado. La adolescencia, la marginalidad, la represión.

"Lo único que te pido diosito querido, virgencita de Luján, San Cayetano, Ceferino Namuncurá, es que tenga un buen día" este rezo, como un mantra, conjura la necesitad de lo poco. No hay nada que esperar, ni dinero, ni fama, ni fortuna. El deseo se reduce al día a día. El mundo de la juventud desempleada y desclasada surge en la lucha cotidiana por existir. Ambientada en la década neoliberal nos presenta el problema de los nadies. Estos pibes se construyen en el hoy porque no hay posibilidad de futuro. No hay a donde huir, la cárcel, el delito o la muerte es su único destino.
La vida son esos instantes donde los personajes no están tan solos. Por eso lo cotidiano aparece en primer plano.

La mirada del autor no es cruel, busca comprender a esos personajes que pugnan por existir.