Biutiful es agly, sí y además es una deshonesta y manipuladora exhibición de la miseria. Probablemente es la película más mugrienta que se haya rodado en muchos años. No da respiro. Todas las escenas muestran la fealdad de la vida, y es una fealdad omnipresente. Por eso es manipuladora, no juega limpio, y todo está llevado al extremo. El arte de la elipsis ya no se lleva, y esta película hace exhibición de la miseria, como en un reality show. Alejandro, ¿dónde se han quedado la frescura y la magia de Amores perros?

Incomprensible película. Un desperdicio de buenos actores y de ambientación y fotografía, más que correctas.
Para los amantes de la música, y de Beethoven, no nos retrata ni su vida ni su compleja personalidad, ni su proceso creativo. Sólo basta con pensar cómo está dirigida Amadeus por Milos Forman. Está claro que ésta no era la intención de la directora.
El problema es que no hay intención. El personaje de la copista está metido con calzador, es increíble, y lleno de tópicos: Mujer medianamente liberada del siglo XVIII, quiere ser compositora, pero acaba siendo sirvienta para todo.
El personaje del sobrino y su relacion con Lugwig, mucho más interesante, están totalmente desaprovechados.
Con tantos desaciertos, esta película, que podía ser prometedora, no sirve ni para melómanos. Una lástima.
Como melómana y como mujer, este guión me parece una afrenta.

Ya el título tiene reminiscencias a los siete magníficos y a los siete samurais
Y debería estar traducido como Los siete invisibles, o Las siete personas invisibles.
Por que los siete, por cierto, no son todos hombres. Hay tres mujeres entre ellos.

La película tiene dos partes. La primera es de acción y huida (la road movie), y después llega el western.
El rodaje duró cinco años, lo que habla de la meticulosidad de Sharunas Bartas. Una luz cuidadísima, magníficos encuadres. Solo tres de los actores eran profesionales, el resto, personas que han probado el estar delante de una cámara por primera vez. Ello hace que algunas escenas de la cinta, rodadas a tiempo real, parezcan de documental.

La acción tiene lugar en alguna parte del sur de la ex Unión Soviética, no se especifica dónde. Los personajes son siete personas al margen de la vida, cuatro hombres, dos mujeres y una niña, cada una con su propio pasado y su propia historia, que no se nos termina de contar, aunque algo se intuye. Algunos de ellos huyen de la justicia, algunos de ellos mismos. Su viaje desesperado, su huida del mundo, es personal e intransferible, no pueden ni cambiar su pasado ni adecuarlo al entendimiento de los demás. La historia se presenta como una saga sociofilosófica, cuyos personajes están sobre el filo de la navaja, no saben cómo sobrevivir las dificultades de la existencia y se encuentran en un pozo vital.

Hermosa y valiente película pero fría como un iceberg.

Las preocupaciones existenciales de Malick esta vez no consiguen conectar con cada espectador. Tal vez por el exceso de flashback, recuerdos, e introspección. Tal vez por los colores y la atmósfera neblinosa de la niñez (en Texas parece estar siempre nublado aunque haga 40 grados y se mojen todos con la manguera para refrescarse). Tal vez porque la historia está desgajada en demasiados pedazos y no hay diálogos fluidos.
La técnica y la poética de la película están elegidas cuidadosamente para emular la mente humana, sus asociaciones libres, sus saltos en el tiempo, la difuminación de los recuerdos, pero por eso mismo peca de frialdad. Lo que gana en intelectualidad lo pierde en emoción. Falta pasión en esta cinta, y son demasiados minutos echándola en falta.

Ni siquiera el uso de partituras especialmente emotivas logra el efecto deseado, por el exceso de preguntas redundantes. Ni Gorecki ni Brahms, ni Dvorak (con acento en la r) transmiten lo que en otras ocasiones, aunque vayan acompañados de maravillosas imágenes dignas de un documental de la BBC. Porque no hay emoción, solo preocupación racionalista. Y en el fondo uno se pregunta: ¿pero todo esto no lo dijo ya Kubrick en su odisea espacial?

Maravillosos todos actores, especialmente los niños, que son un regalo para los sentidos. Y en fin, sí, es una buena película, pero no es esa obra maestra que algunos esperábamos.

Muy interesante y muy bello este acercamiento a Teresa de Avila. Loriga se centra en los comienzos de esta mujer, pionera del feminismo asceta, inteligente hasta dar miedo, con ataques de epilepsia que rozaban la locura. Hoy en día Teresa estaría bajo tratamiento psiquiátrico. En la España del siglo de oro sólo podía ser endemoniada o santa.
Loriga nos muestra a la mujer, no sólo a la mística. Sus éxtasis voluptuosos están mostrados con delicadeza y poesía. Tras un comienzo un poco vacilante, la película se levanta en torno a la vida interior de una mujer que transforma su inconformismo y su sensualidad en un amor exacerbado a Dios. Sin entrar a juzgar el contexto histórico, el mayor o menor realismo de la película, su mayor valor es dejar hablar a Teresa, a través de sus pensamientos (tomados de sus escritos) y de las imágenes.
Con una digna ambientación y una cuidada fotografía, asistimos al crecimiento interior de una mujer que sabe que ha sido elegida para reformar y “limpiar” la vida monástica. El miedo que le inspiran sus propios ataques se transforma paulatinamente en un valor y perseverancia férreos.

Paz Vega nos regala a una Teresa hermosísima y creíble, a pesar de sus defectos de dicción (esta mujer necesita un logopeda).
Las actuaciones de Eusebio Poncela, Leonor Watlin y Geraldine Chaplin son de lo mejor de la película.
El pobre Francisco de Borja se merecía un actor mejor que Javier Mejía (otro que necesita un logopeda).