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Argentina Argentina · mendoza
Críticas de nahuelzonda
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
Shoah
Documental
Francia1985
8,4
4.104
10
11 de agosto de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuántos artilugios hemos empleado los unos para eliminar y ultrajar la dignidad de los otros?
¿Cuánta ha sido la fuerza creativa aplicada a la confección de inauditos catálogos e inventarios de la miseria y el horror?
¿Cómo entender, sin descorazonarse, los numerosos e incontables procesos creados para socavar y minar la integridad de los seres humanos?

Estos métodos no han sido privativos de ningún credo, raza, religión o doctrina: Han sido utilizados bajo le égida de las más disimiles ideologías a lo largo de todas las épocas. Los espantosos métodos de destrucción personal que se han implementado a lo largo de la historia del hombre comprenden una abultada gama repleta de matices, un oscuro patrimonio que destaca por su versatilidad y su lamentable efectividad. Un estandarte de la villanía que ha sido enarbolado por muchos. Casi todo el repertorio de colores políticos e ideológicos, de credos y de razas han hecho uso y abuso de espeluznantes métodos de humillación y de degradación psíquica, moral y física para someter al "enemigo".

¿Cuántas justificaciones le podemos encontrar al horror aplicado contra otros hombres?

Es desolador reflexionar y encontrar que han sido muchas.
Para hacer el mal, dice Solzhenitsyn, antes el hombre debe concebirlo como un bien o como un acto meditado y legítimo. Afortunadamente, el hombre está obligado, por naturaleza, a encontrar justificación a sus actos. Las justificaciones endebles son aquellas que carecen de sustento ideológico. Es la ideología la que proporciona al hombre la justificación anhelada y la firmeza prolongada que necesita. Así, vemos que el objetivo que sustenta la ideología legitima el accionar, ya que ésta es, para el devoto, suprema y en última instancia, benévola para la mayoría.¿No es bueno, por ende, que el enemigo sea eliminado de la faz de la tierra?

Pero.
¿Hay límites para la obsecuencia? ¿Se trata de sometimiento inconsciente a la autoridad o de malevolente complicidad? ¿Somos un lobo para el hombre? ¿Es que Tánatos ganó la contienda? ¿Es que la vida creadora sucumbe ante el poder del caos y se rinde ante la evidencia de la tragedia de la muerte y la destrucción?

Estas son preguntas ciegas, aún no habitadas por respuestas clarividentes. Poco sabemos todavía de la materia prima que conforma a los seres humanos. Hay indicios, más no certezas. Lo que sí es seguro es esto: El hombre puede anular al hombre. Decía Primo Levi: “Destruir al hombre es difícil, casi tanto como crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve, pero lo habéis conseguido”.

Lo que mayor desasosiego me causa de la impresionante obra de Claude Lanzmann no es la dimensión y la magnitud de la violencia que se llevó a cabo en los campos de exterminio, ni su lúgubre y variopinta manifestación; sino la aceitada maquinaria que se puso a su servicio, el accionar diligente de esa factoría de muerte que produjo en abundancia, delegando en cada trabajador una función específica y especializada. Un acto de inaudita eficacia que se aplicó de modo conveniente y ordenado.

El Holocausto fue la tecnocracia del espanto y un bosquejo para el horror total.
nahuelzonda
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4
20 de febrero de 2024
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay, Nolan.
Curioso caso el de este hiperbolico director.
La pregunta: ¿sabe dirigir una película? Sin dudas que sí.
Pero.
¿Sabe Nolan hacer cine?
Está respuesta escuece: De ninguna manera.

¿Y cuál es la diferencia? La misma que existe entre un abundante plato de arroz sin sal y una fabulosa comida preparada con mimo. La primera, sólo sacia la ingente necesidad básica del momento mientras que la otra te llena el alma, ocupando un lugar indeleble en la memoria. La magia culinaria se asocia a momentos allende el mero refrigerio, que crecen más allá del estímulo inicial. Igual con el cine. Las películas exquisitas dejan un remanente. Una inolvidable experiencia residual que crece positivamente.

Pero, ¿qué sucede entonces con el cine de Nolan?

Es indudable que Nolan entiende las partes fundamentales de la mecánica filimica, pero no sabe cómo integrarlas en un todo superador. Sabe sumar pero no multiplicar. Su película es acumulación, saturación de datos, fría lectura analítica y desapasionada. Su método narrativo es pedagógico, cansino, deslavazado. (Spielberg hacía pedagogía pero jamás olvidaba la magia, el pulso emotivo de sus historias. Sabía oprimir los botones adecuados).

Nolan es como un autista del gran cine. Sus personajes no dejan poso, parece un director robot o lo que podemos esperar en un futuro de una inteligencia artificial dedicada a hacer Blockbusters.

Ninguna de sus películas transmite emoción. Sí, quizá, "Batman el caballero de la noche". Pero, en efecto, Batman se hace grande por la interpretación tridimensional de su potente villano, no por la sensibilidad de Nolan como director.

"Oppenheimer" ganará el Oscar, su protagonista también lo hará.
Es una lamentable perogrullada.

Una más para engrosar la lista de reaccionarías películas norteamericanas dedicadas a lavar la imagen de sus inquietantes y ambiguos personajes históricos.

Los alemanes y los japoneses siempre fueron más severos al retratar sin tapujos su propia crueldad y el saldo de infortunio que dejaron en esta tierra.

Los norteamericanos siguen realizando películas reivindicativas, muy visibles y espectaculares, con la intención de mejorar la reputación y adornar las historias de sus "destructores de mundos".

En fin.
nahuelzonda
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10
22 de octubre de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gatopardo, conducida por un Burt Lancaster en la cima de su talento interpretativo, es una de las películas más líricas y apasionadas que ha dado el cine. Evocadora y nostálgica, nos recuerda aquella despedida del poeta Ramón Jiménez cuando dice:

"…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
Mi espíritu errará, nostálgico…"

Porque detrás de su afectada vocación pictórica y su osamenta de colores El Gatopardo destila un acusado lamento, una infinita tristeza. Es una obra intemporal e indeleble que la memoria transforma en disposición elegíaca, en llama viva que se extingue al final, para que no olvidemos que todo seguirá cambiando para que todo siga igual.
nahuelzonda
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8
21 de octubre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los chicos de la banda” es una excepcional obra de teatro que se estrenó en 1968 y que fue llevada al cine por William Friedkin en 1970. Cuenta la historia de un grupo de amigos que se reúnen para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Lo que inicia como jolgorio transmuta en desvelamiento paulatino y en doloroso proceso de exploración y catarsis.

Nueve hombres en perpetuo aislamiento, ensimismados, cercanos al delirio: la copa rota alzada al revés donde el sexo ansioso se destila gota a gota. La carne en carne viva. Un hervidero de variedades, de madeja humana que aspira al desahogo. Entre vapores nerviosos va la cosa y los traiciona la modesta pose. Avanza la confusa nave de la camaradería masculina y su compendio de etiquetas: hetero, macho, gay, afeminado, maricón, mariposa, mariquita, sodomita.

(El calor es más dañino si lo cubre la lluvia, sobre todo si es de noche y aún estamos despiertos.)

La banda: Cowboy, Harold, Donald, Larry, Michael, Emory, Alan, Hank y Bernard.

“Juguemos el juego inclemente de decirnos las cosas, donde el verbo lacerante nos ataque a destajo, bien de frente. Es que la ofensa está cansada de callarse la boca. Y los muchachos insistentemente goteamos, el alcohol se ha filtrado por todos nuestros poros empapando el paño inmaculado de las convenciones y hemos trazado una línea fronteriza entre lo que se queda afuera y lo que permanece dentro. Por ese incontrolable afán de andar buscando lo uniforme para emparentarnos. La insolente quimera de exigirnos únicamente lo idéntico a nosotros mismos.”

Muchos juzgan “Los chicos de la banda” de forma categórica, unos descubren una estocada audaz y prematura a favor de la inclusión y el derecho a la diversidad sexual y otros tantos perciben un intento reaccionario de patologizar la homosexualidad, pero yo creo que su mordiente llega más profundo y se extiende a todos los mundos posibles. Representa la crisis del reconocimiento, el vivir avergonzados, el sabernos solos y escasos, incapaces de ser otro distinto al que somos, con nuestra identidad velada y estigmatizada por el peso de las convenciones. Pero también, y sobre todo, es una película sobre la compasión y el sentido profundo de la amistad.

Debería ser de visión obligada.
Es una película maravillosa.
nahuelzonda
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8
27 de abril de 2022
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una época signada por una titubeante austeridad y un pasmoso agotamiento creativo, he vuelto a sentir emociones bulliciosas y alegres (es que, tal vez, estoy agradecido). Me refiero a la experiencia del buen cine, esa dimensión que hace tiempo sufre de un penoso desfallecimiento y se agota, exigua, segundo a segundo en un doloroso y cansino estertor. ¿Acaso debo decirte adiós, preciosa linterna mágica?

Hace mucho que Hollywood no me regalaba un blockbuster pletórico de sentido. Padecí con los recientes visionados de "Dune", "Matrix Resurrecciones" y "Spider Man". No he vuelto a acariciar una sala de cine en mucho tiempo. Lamento no haber vuelto a casa antes. Hubiera valido la pena.

Es que resurgió algo de aquella magia. Despacio, con sigilo y en penumbra se irguió, en un inesperado rincón como una sombra taciturna y sorpresiva, un viejo amigo. Un aliado de la imaginación. Con su hechizada capa y sus portentos. Con su altura de demiurgo encapuchado.

Es cierto que su director Matt Reeves no inventó la rueda, es real que abunda en solapados discursos retrógrados y hasta sexistas. Su esquemática historia es de perogrullo y su lineamiento moral es sesgado y conservador. Es un relato simplista, maniqueo. Sería inútil negar que abundan los tópicos y que el universo del murciélago tal vez ya estaba agotado.

Pero eso no impide que se despegue una jubilosa sonrisa entre mis cansados labios, que vuelva el anhelado fulgor de los sueños de antaño: de aquella vieja historia de los buenos contra los malos, de la ruidosa maquinaria que opera en la entraña del celuloide (maravillosa fábrica itinerante con su peculiar tensión dinámica y explosiva que se abre paso entre una escena y la otra). Testosterona renovadora y liberadora que brinda el - casi extinto - buen cine de entretenimiento.

Se lo debo a "The Batman".
nahuelzonda
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