El título de la crítica alude a la primera reacción que me sobrevino al terminar de ver esta pseudopelícula, que más bien se ajusta a lo que podría ser un título americano sacado directamente al mercado de vídeo. En su afán por ser una película estadounidense sin serlo al mismo tiempo, Urbizu sólo consigue quedarse a medio camino entre ambas cosas, dando lugar a una película irrisoria:

La trama, que pretende ser interesante, se consigue convertir en un auténtico batiburrillo sobre la mitad del metraje, y culmina en una especie de anticlímax sin tensión ninguna, en el que más bien te da igual lo que suceda. Muerte más, muerte menos.

Las interpretaciones son de chiste, con frases increíbles, dichas de forma increíble, acompañadas de tics y gestos de la papelera del Actor's Studio. Y si los protagonistas dan pena, los secundarios ya son de prisión preventiva. Sirva de ejemplo el ayudante del alcalde barbudo. Hasta ese momento había esbozado alguna sonrisa, que devino en carcajada frente a la actuación de este ¿actor?.

Como punto fuerte, la cutrez de toda la cinta desde luego consigue reflejar el panderetista y multimillonario sector inmobiliario de la Costa del Sol.

Recapitulando, un capítulo de CSI:NY (que ya es decir) me parece más interesante, intrigante, emocionante y auténtico que este thriller a la spanish.

Me parece realmente triste que esta película sea una de las joyas del último cine español y me sigo preguntando por qué todo mi dinero que se va en subvencionar bazofias como esta, no me lo devuelven para que pueda ir al cine a ver la peli que a mí me dé la gana...

Heme aquí que me encuentro frente a un espacio en blanco donde me dispongo a blasfemar. Sí, porque eso es lo que se considera hacer una crítica negativa a esta película ampliamente refrendada por público y crítica. No diré que incomprensiblemente, porque no es así. Se entiende que, al igual que los discursos de más de un político innoble, el mensaje de este folleto propagandístico llegue a la masa bienpensante, como se entiende que la retórica más demagógica de cualquier fulano megalómano entre por la puerta grande en el imaginario colectivo.

Pero la triste realidad es que "La chaqueta metálica" no deja de ser una especie de programa electoral para niños de diez años; un anuncio eterno acerca de la inconveniencia del ejército y las guerras, que no va más allá de cuatro escenitas efectistas, a través de las cuales, el director manipula e induce al espectador hacia una opinión única. La obviedad de lo que nos quiere contar es tal, que no existe ningún resquicio en el que refugiarnos a pensar un rato, sino que avasalla con sus propias ideas sin dejar respiro.

Es a la vez curioso y paradójico, que una película tan pacifista se valga de un ardid tan reaccionario como es el de que el fin justifica los medios, y ejecute toda una lluvia político-publicitaria de imágenes con el único argumento de la bondad e idoneidad de su moraleja final.