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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Críticas de El Golo Cine
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Críticas 820
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de marzo de 2023
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está basada en una obra de teatro de Samuel D. Hunter. En buena medida es una filmación sobre el sufrimiento y las miserias de un obeso mórbido con tendencias suicidas. Fraser obtuvo una nominación al Oscar.

Por Nicolás Bianchi

Varias de las películas de Darren Aronofsky se caracterizan por mostrar el sufrimiento de distintos personajes hasta límites prácticamente inaguantables. Así sucede en Pi (1998) y Requiem for a dream (2000), donde los protagonistas terminan literalmente destruidos. La bailarina que interpreta Natalie Portman en Black swan (2010) no está muy lejos de ello. Jennifer Lawrence también padece todo tipo de torturas en Mother (2017), un film fallido y prácticamente absurdo.

En este caso, el protagonista es Charlie (Fraser), un profesor de lengua y escritura inglesa que es híper obeso y homosexual, y además está en un viaje de autodestrucción sin retorno. Esto lo hace sin salir de su oscuro y deprimente departamento, ya que su exceso de peso le impide cualquier tipo de movimiento. La vida diaria del personaje consiste en dar clases por internet con la cámara web apagada para que los alumnos no presencien el horror de su figura, recibir las visitas de su amiga y cuidadora Liz (Hong Chau) y comer cualquier cantidad de comida chatarra y golosinas.

Esta rutina comienza a verse alterada por la aparición de Thomas (Ty Simpkins), un joven miembro de una secta cristiana que intenta que Charlie frene su plan suicida de comer hasta reventar. En la vida del protagonista también reaparece su hija adolescente Ellie (Sadie Sink), a quien por motivos que se irán develando con el correr de la historia hace mucho tiempo que no ve.

Casi en partes iguales, The Whale consiste en exhibir la patética vida de su protagonista en el presente y develar las piezas de sus experiencias pasadas que lo llevaron hasta los más de 200 kilos de peso. Por otra parte, Charlie no es feliz ni cuando come, ya que constantemente se atraganta o empieza a sentir dolores cercanos al corazón, que son los que anuncian que su final está cada vez más cerca.

Por estos días, la película ha generado cierto debate. La periodista Maia Debowicz la calificó de “gordofóbica” en una nota publicada en Página 12 en la que dice que The Whale es “un festival de voyeurismo sádico alrededor del dolor”. En parte esto es cierto, ya que una de las “atracciones” que propone Aronofsky es ver al personaje levantándose del sillón, yendo al baño o acostándose en su cama, actividades ordinarias que son prácticamente imposibles por su volumen corporal.

Ahora bien, Charlie tiene otra característica que Fraser encarna muy bien y que salva a la película del naufragio. Por más que ha cometido errores y que hay gente que lo desprecia, como su hija, él todavía tiene un costado querible, bondadoso y hasta optimista. Esto se puede apreciar cuando lee, una y otra vez, un ensayo sobre Moby Dick que lo cautiva y hace que le brillen los ojos. O cuando expresa su cariño por la amiga que lo cuida o la hija a la que extraña. ¿Puede ser que esto genere en la audiencia aún más lástima por lo que sucede? Probablemente sí.

The Whale se basa en buena medida en la exhibición del dolor y de la discapacidad producida por la obesidad. ¿Hay una historia detrás que sostenga esto o es solo voyeurismo, como dice Debowicz? Por momentos la interpretación de Fraser remite a la de Nicholas Cage en Leaving Las Vegas (1995), aquella película sobre un alcohólico que tiene planeado beber hasta morir. Lo mismo hace Charlie con la comida. En definitiva es como suicidarse de un tiro que tarda años en salir de la pistola. Creo que el film cuenta por qué Charlie llegó al lugar en el que está y por qué tiene planeado comer hasta que le reviente el corazón. Eso sí, como suele suceder con Aronofsky, el camino no es para nada placentero.

Se estrenó en cines y está online. Contacto: [email protected]
El Golo Cine
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7
15 de agosto de 2020
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Une Fille Facile (2019), estrenada como An Easy Girl en Netflix, cuenta la historia de dos primas durante unas vacaciones en la ciudad balnearia mediterránea y transita por un fino límite al abordar temas como la prostitución, el deseo y la libertad.

Por Nicolás Bianchi

Naïma (Mina Farid) cumple 16 años, termina su año lectivo y comienza las vacaciones, una época agitada y muy concurrida en Cannes. Su familia trabaja en la cocina de un hotel, donde ella podría empezar a entrenarse en el oficio gastronómico. También cuenta con la compañía de su amigo Dodo (Lakdhar Dridi) que es gay y quiere ser actor de comedia, camino al que la invita a unírsele. Tan es así que consigue una audición para ambos, una prueba. Pero todo se altera ante la llegada de su prima Sofía (Zahia Dehar), la chica fácil del título de la película dirigida y escrita por Rebecca Zlotowski.

Zahia Dehar es también, o ha sido, la ‘chica fácil’ en la vida real. La ahora actriz saltó a la fama de manera controversial a los 17 años, en 2009, cuando fue involucrada en un caso de prostitución ilegal, por su edad, junto a los por entonces futbolistas de la selección francesa Franck Ribery y Karim Benzema. Dehar declaró luego que ella fue “el regalo de cumpleaños” de Ribery. A partir de entonces inició una carrera como celebridad, modelo y actriz.

De vuelta a Une Fille Facile, Dehar es Sofía, una joven mayor a su prima adolescente, de físico exuberante y actitud sensual que le muestra otro camino posible a la adolescente Naïma. Con solo instalarse a tomar sol en la playa Sofía comienza a ser circundada por hombres. Descarta rápidamente a los de su edad, ella en algún momento dice tener 22 años, y comienza una relación con un millonario brasileño, de alrededor de 40 años, que posee un yate. Como fruto, por decirlo de alguna manera, de ese contacto Sofía podrá comprarse lo que quiera para ella y su prima en uno de los negocios más exclusivos de Cannes.

Zlotowski no realiza un juzgamiento sobre sus personajes femeninos. Sofía es libre, hace lo que hace porque quiere, disfruta del sexo. Cuando es confrontada por una amiga de su ocasional pareja, de la misma edad que él, que le cuestiona por qué siendo tan joven se sometió a cirugías estéticas, quien queda en una posición más incómoda no es Sofía sino quien pregunta. De todas maneras Sofía también tiene un costado de tristeza interior y de cierto hermetismo emocional. Su personaje no es para nada un estereotipo.

Pero la clave de la película está en Naïma, sus dudas y sus elecciones. En principio la sigue a su prima, lo que se marca en el film cuando ella se hace un tatuaje en la cintura, idéntico al que tiene Sofía. Cuando la acompaña al yate la película entra en una zona de mayor oscuridad. Ella tiene 16. Su prima se junta con Andrés (Nuno Lopes), mientras ella queda con el asistente Phillippe (Benoit Magimel), incluso un poco mayor. La película mira de cara al abismo pero maniobra y sale airosa. En la escala moral el lugar más bajo, casi despreciable, no es ocupado ni por la más joven ni por el más grande.

Une Fille Facile es una historia de vacaciones, de un verano. Es también, como se suele decir, un ‘coming of age’, o sea el despertar de una adolescente. A la película, tras su desarrollo, le cabe mejor lo de drama que lo de comedia, que puede aplicarse a una cuestión de tono en las primeras secuencias y a alguna escena aislada luego. A favor de Zlotowski y su film se puede decir que por momentos es inquietante, que nunca se pierde interés en el devenir de los personajes y que corre varios riesgos de los que sale con elegancia.
El Golo Cine
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6
14 de agosto de 2021
28 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Reino (2021), gran apuesta de Netflix por la ficción realizada en Argentina, es una miniserie de ocho capítulos que cuenta un momento de crisis durante una campaña política luego de un magnicidio. La realización técnica sostiene un relato con muchos agujeros e inconsistencias.

Por Nicolás Bianchi

Lo más destacable de El Reino se encuentra dentro de los llamados rubros técnicos. La serie se ve y se escucha como un producto de primera clase, por lo que es destacable el trabajo de fotografía de Christian Cottet, la dirección de arte de Daniel Gimelberg y la música original de Nicolás Cotton, dentro de lo que se debe incluir al tema de apertura, muy bien lograda también, a cargo de Cazzu.

En una Argentina en la que se resaltan varios componentes de la actualidad post 2001, como los movimientos sociales, las desigualdades, los escándalos mediáticos y la opacidad de un sector del poder, El Reino se apoya en una trama política, contada a modo de thriller, a partir de un magnicidio que se produce durante un acto de campaña. El candidato Badajoz (Daniel Kuzniecka) muere luego de un atentado y su candidato a vicepresidente, el pastor evangélico Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), queda en el centro de la escena.

El operador y agente de inteligencia Rubén Osorio (Joaquín Furriel), ex asesor del fallecido candidato, comienza a apuntalarlo para que llegue a la presidencia, a lo que en principio se opone la mujer de Emilio, la pastora Elena (Mercedes Morán). Así, el personaje que interpreta Peretti se encuentra tironeado entre dos personalidades fuertes que buscan subyugarlo. De todos modos, lo que debe develarse es lo que hay detrás del asesinato, que es lo que hila a la trama de la serie hasta el final. Es, de un modo muy complejo y con muchas subtramas, un relato en el que la intriga recae en quién cometió el crimen.

El magnicidio que dispara la acción en El Reino, que fue dirigida por Marcelo Piñeyro quien coescribió el guión junto a Claudia Piñeiro, provoca la colisión de distintos mundos. Los evangelistas manejan un tráfico de dinero en negro en el que está puesta gran parte de su energía, mientras desde el púlpito abogan por valores en los que se resaltan lo que ellos llaman “la vida” y la familia. De forma exageradamente subrayada los personajes son presentados como militantes del ‘pañuelo celeste’, imagen que se reitera en la serie hasta el hartazgo (y que es difícil que el público fuera de la Argentina capte).

Uno de los principales problemas de la serie es la sobre explicación de todo, como si el guión no confiara en los personajes que construye ni en la audiencia a la que se destina el relato. A pesar de los diálogos informativos y repetitivos, se destaca el trabajo de Nancy Dupláa como la fiscal Roberta Candia, sobre quien recae la investigación del caso, y el de su jefe, el oscurísimo procurador general interpretado por Alejandro Awada, el mejor personaje secundario que presenta El Reino.

En oposición a la mayoría de los personajes adultos, que están construidos como seres opacos, egoístas e inescrupulosos, además de otras cosas peores que no conviene adelantar, la serie presenta una galería de personajes jóvenes que están retratados de manera noble. El asesor del pastor Julio Clamens (Chino Darín), el sacerdote hippie Tadeo (Peter Lanzani) y la intrigante Celeste (Sofía Gala), empleada de una oficina que se dedica a transcribir escuchas telefónicas ilegales, son los más destacados.

Hay muchos más personajes. Demasiados. Otro de los defectos de la serie es la sobre abundancia de tramas secundarias y de tonos. Las derivas por el lado de la comedia, que se da con una de las hijas del pastor y su pareja, o por el camino de lo sobrenatural, con el personaje de Tadeo, lucen como si fueran escenas de otra serie. El Reino por momentos luce como un cambalache aunque se sostiene por su gran despliegue técnico y un puñado de actuaciones meritorias que, no sin tropezones, permiten que el espectador pueda llegar al final de la historia.

Está disponible en Netflix. Contacto: [email protected].
El Golo Cine
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4
6 de febrero de 2021
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Malcolm & Marie (2021), reciente estreno de Netflix escrito y dirigido por Sam Levinson, se centra en una noche de discusiones entre los protagonistas mencionados en el título. Está filmada en un blanco y negro sumamente elegante pero su fórmula se agota mucho antes del final. Con Zendaya y John David Washington.

Por Nicolás Bianchi

En plena pandemia, durante la fase más estricta de confinamiento y cese de actividades, Levinson se las ingenió para filmar una película con solo dos actores y una locación. Previsiblemente el resultado es más parecido al de una obra de teatro filmada que al de un producto pensado íntegramente para el cine, ámbito en el que el film se destaca solo en el rubro de fotografía. Malcolm & Marie se ve muy bien y ambos actores probablemente saquen de allí los mejores y más sensuales posters de sus incipientes carreras, aunque la obra resulte en un tedioso repetitivo esquema de peleas y reconciliaciones al que le sobra, al menos, media hora.

Malcolm (Washington) es un director de cine que acaba de presentar la película más importante de su carrera con cierto éxito. Ambos vuelven vestidos de gala de la noche del estreno a una modernísima y vidriada casa, en la que en principio él se muestra exultante. En cambio ella, Marie (Zendaya), es una actriz por ahora más frustrada que realizada, que lejos está de presentarse eufórica. Cuando las energías dispares de ambos no confluyan, o en otras palabras cuando él quiera coronar la noche con un poco de sexo y ella se muestre apagada, comenzará la primera de las varias disputas.

En las primeras escenas, y en buena parte del resto de la película también, hay un mecanismo que se repite hasta el hartazgo. Todo lo que el espectador sabe de los personajes es por las críticas sumamente expositivas que hace el otro. Muy poco se muestra porque todo se dice. Así, se puede construir el perfil de Malcolm como alguien con igual dosis de talento e inseguridad, que por momentos es soberbio al punto de rozar el maltrato. A la vez, Marie es una adicta en recuperación un tanto dañada por dentro que todavía no logra encauzar su vida profesional.

Todo comienza con un único reproche que sobrevolará durante toda la noche, durante toda la película. Él no la mencionó a ella en los agradecimientos cuando hizo uso de la palabra en esa noche tan importante. Allí se desata la primera discusión de varias. Los personajes luego se acercan y en breve comienzan nuevamente a enfrentarse. Así sucesivamente durante una eterna hora y 45 minutos. Por favor que alguien toque el timbre y suceda algo más, podría pensar cualquier espectador desde el living de su casa.

La estética elegida, el blanco y negro, la grafía de los títulos y luego una serie de enumeraciones de Malcolm, que al ser director revolea nombres de clásicos del cine en distintos momentos de la narración parecen construir una suerte de homenaje al Hollywood clásico. Las tomas en las que se muestra a Marie fumando una y otra vez (porque todo se repite mucho en la película) también tienden un puente con un cine de otra época. Pero nada sucede naturalmente en Malcolm & Marie. Todo luce impostado, artificial y forzado.

En el trabajo actoral de Zendaya hay un punto interesante, ya que logra una performance convincente al mismo tiempo que despliega toda su sensualidad. Washington, por la naturaleza de su personaje, siempre está dos pulsos de energía más arriba que su coprotagonista, lo que le quita posibilidades de mostrar matices en su trabajo. Malcolm & Marie podría haber sido un buen capítulo de un unitario para televisión, una obra de teatro independiente y de bajo presupuesto o incluso un cortometraje atractivo. Como película le sobran reiteraciones y le faltan elementos cinematográficos que apuntalen una historia por demás insustancial.
El Golo Cine
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5
27 de junio de 2020
30 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El thriller canadiense Becky (2020), dirigido por Jonathan Milliott y Cary Murnion, parece salido de una cruza entre la saga de Mi pobre angelito con Duro de matar. Si bien consigue algunos momentos logrados de comedia gore el film tiene fallas muy visibles.

Por Nicolás Bianchi

Casi como si tuviera un complejo de personalidad, Becky, la película no el personaje, no termina de decidirse a ser graciosa o hilarante y permanece en una suerte de limbo entre géneros donde combina elementos que no siempre maridan bien entre sí.

Becky, el personaje interpretado por Lulu Wilson, es uno de los puntos altos de la película. Se trata de una adolescente de 13 años muy enojada con el mundo, con el hecho de que su madre murió recientemente por una enfermedad, con su padre que está por casarse, con su futura madrastra y con todo lo que da vuelta por allí
menos sus dos perros mastines.

Lo importante en la película va a ser el cómo. El qué ya está dado. En la primera escena Becky empieza a declarar sobre lo que pasó en el bosque cerca de la cabaña por lo que tentativamente al final ella se salvó. Luego en paralelo un grupo de presos comienza a ser trasladado, y por lo tanto evacuado de una prisión, mientras Becky sale de la escuela. El paralelo entre la educación que aprisiona a la protagonista y la cárcel es un tanto burdo pero bueno, tampoco es que el film sea un tratado sociológico.

Los malos, los presos que se van a fugar, quizás sean el principal problema de la película. Son tan exagerados que su único lugar posible es una comedia. El jefe de la banda es Dominick (Kevin James), un gordo anchísimo con una esvástica y el símbolo de las SS tatuados en la cabeza. Su principal ad láter es Apex, que se podría traducir como ‘simioide’ o ‘goriloide’, interpretado por el luchador retirado Robert Maillet, un hombre ridículamente alto y grueso, con brazos que parecen troncos y manos que se asemejan a una pala mecánica. Los acompañan dos cómplices que apenas están desarrollados. Lo importante es que uno de ellos le tiene miedo a los perros.

Becky, con su enojo, su padre y sus perros, va a pasar el fin de semana en una cabaña en el bosque. Para su desagradable sorpresa la novia de su padre con su hijo, un niño de menos de 10 años, también son parte del plan. Mientras la adolescente lidia con su furia se retira a una casita en el parque de la vivienda donde guarda juguetes y recuerdos de su infancia, recientemente terminada. Dominick y su banda tocan a la puerta. Buscan una llave misteriosa que Becky tiene en su poder. Es un plan que estuvieron pensando durante mucho tiempo.

Los criminales quedan en la casa principal con el padre de Becky, su novia y el niño mientras que la protagonista se esconde en el bosque. Mediante un walkie talckie se comunica con los villanos. Lo primero que hace es amenazarlos. Ahí se completa la personalidad de Becky: tiene 13 años, no mide más de 1,50, está muy enojada y, además, como dirían los españoles, es muy cojonuda.

La película utiliza bien a los perros y a una serie de objetos con los que Becky va a comenzar a combatir a los invasores. Pero varias cuestiones aparecen descolgadas. El gigante Apex se encuentra traumado porque antes de llegar a la cabaña liquidaron a un padre y sus dos hijos, lo cual se sugiere elípticamente, sin mayor justificativo. Lo necesitaba el guión para traumar al personaje del urso que ahora tiene reparos en ejercer violencia contra los niños pero no está sólidamente justificado. A medida que avanza la película el personaje de la madrastra (Amanda Bruguel) va a quedar desdibujado, solo útil para llorar y gritar de vez en cuando. El niño directamente es un adorno que respira.

De todas maneras, en una época de escasos estrenos, Becky puede ser una opción divertida para una tarde de cuarentena. La adolescente cuasi niña que lucha contra nazis de dos metros y doscientos kilos logra algunos momentos de entretenimiento y desparpajo. No hay mucho más que eso. En los títulos del final la palabra Becky aparece en distintos colores y tipografías, símbolo de una película que no logra encontrar su personalidad ni en los créditos.
El Golo Cine
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