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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
6
6 de septiembre de 2021
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Los cuentos nunca mueren, siempre se recrean desde miles de ópticas distintas, y así logran la inmortalidad. Esa es una cuestión que nos queda clara con el escritor polaco Andrzej Sapkowski y la historia del Brujo, un personaje marginado que, a cambio de un par de monedas, caza monstruos en un mundo de corte medieval que juega con los puntos principales de los cuentos de hadas y, a su vez, entre juegos cronológicos y saltos temporales, nos cuenta cómo su protagonista Geralt de Rivia se está convirtiendo en el último monstruo.

El director Kwang Il Han, habitual del cine de animación para Netflix, nos transporta a una historia de orígenes que sirve para aumentar el lore visto en la serie y agregar diferentes aspectos que empezamos ya a ver en la obra principal (la marginación, los complots, el destino de los brujos...). El guion de Beau DeMayo, quien ya escribió para la serie live action, encaja nuevos elementos de los libros, a la vez que concibe su propia mitología a partir de los retazos vistos en los libros de Sapkowski. The Nightmare of the Wolf nos cuenta cómo el joven brujo Vesemir se convirtió en quien es y cómo busca cuál es la naturaleza de los nuevos monstruos que asolan su mundo, monstruos que parece que son dueños de la antigua lengua elfa. La raza de los bosques, que fue casi exterminada tras su guerra contra los humanos, puede tener un nexo con una serie de bestias que están asediando a los mortales. Pero ¿cuál es ese nexo? Mientras, en la ciudadela donde los brujos se entrenan para serlo, Kaer Morhen, nos aguardan las respuestas sobre el pasado de Vesemir y el futuro de los brujos, cuya labor ha llegado a un punto crítico: cada vez hay menos monstruos que cazar y, cuando ellos acaben su trabajo, serán los siguientes monstruos que deban ser exterminados, ya que son considerados aberraciones, como defiende lady Tetra en la corte del rey.

Como vemos, la premisa de la película es muy interesante, aunque no logre siempre el impacto deseado al ir demasiado rápido en su narración (y eso que dura hora y veinte...). El gran problema de la ficción actual (para mí) está en cómo se aprieta el acelerador, como si todo el mundo tuviese prisa, como si creadores y espectadores tuviesen algo mejor que hacer. Quizá con más escenas y más calma, el film hubiese logrado golpear donde debía.

Y es que el mayor inconveniente de The nightmare of the Wolf (y que también llegué a notar en la serie principal) es que echo en falta el empaque que Sapkowski le da a sus relatos, es decir, cómo capta la nostalgia y la melancolía de un mundo que se acerca al precipicio. La trama de la película de animación tenía mucho potencial y, aunque hay momentos muy acertados, como la despedida de los amantes, algunos otros no sorprenden tanto como deberían (la revelación del plan de los brujos) o no resultan tan dramáticos como deberían ser.

Argumentalmente, la serie conectará con la segunda temporada. Recordemos que dado el auge de las plataformas, Netflix necesita su propia franquicia de éxito y ha decidido que The Witcher sea esta, teniendo pronto también una serie live action a modo de precuela, más allá de la serie que sirve de cabecera. Esto hace que Netflix deba currarse su producto.

Por si hay algún despistado que piensa que por ser cine de animación tendremos una obra edulcorada, es todo lo contrario: hay sangre, gore, decapitaciones, muertes atroces… Todo para reflejar ese aire de fantasía oscura que impregna los libros. La película asume riesgos y Netflix cuida de otra pieza más que puede ser clave para su supervivencia en la guerra de las plataformas de streaming. Esto se ve en el reparto, que también se ha cuidado mucho este apartado. Contamos con las voces de actores como Theo James (visto en la saga Divergente) como Vesemir, Lara Pulver (nuestra eterna Irene Adler) como la sombría Tetra y Graham McTavish (El Hobbit) como el brujo Deglan, entre otros. Y podemos apreciar ese cuidado también en la música de Brian D'Oliveira, que funciona bien a la hora de mantener el estilo visto en la composición de la serie principal.

Es así cómo el diseño de los personajes encaja bien con el visto en la serie, teniendo la posibilidad de recrear a las criaturas con más fuerza si cabe, aunque quizá algunas ambientaciones o efectos cojean un poco (véase la apertura de los portales). Si bien la animación oscila entre puntos sobresalientes como los movimientos de Tetra o la acción, hay algún instante donde está menos fluida y se percibe un menor logro, debido a la necesidad de tirar por los efectos generados por ordenador.
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Ozymandias_Iskander
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7
7 de junio de 2018
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Dicen que Stanley Kubrick era un director frío, que le importaban tanto las emociones humanas como a su HAL, pero cualquiera que haya visto el final de Senderos de gloria, sabe que detrás del director había alguien humano. Puede que ahora, con otra película más reciente, pero también sobre el horror de la guerra, titulada Dunkerque nos cuestionemos, hasta cierto punto, a un Nolan más centrado en las sensaciones del espectador que en los propios personajes.

En los últimos años, Nolan ha protagonizado alguna que otra polémica al hablar de cómo es solo cine para él aquello que se estrena en la gran pantalla y su punto de vista, discutible o no, es enteramente comprensible tras ver su última película Dunkerque, un film que más que una cinta cinematográfica en sí, es una experiencia sobre la guerra.

En Dunkerque, Christopher Nolan nos sumerge en el campo de batalla por tierra, mar y aire de los soldados aliados que intentan ser evacuados, mientras el enemigo avanza en la Segunda Guerra Mundial. Es una película desde el punto de vista de los aliados, una recreación histórica que, salvo algún toque más humano como ese pequeño barco que va a buscar a los soldados, busca ser un cúmulo de piezas más que una cinta con personajes de los que sepamos más, como el Bolton encarnado por Kenneth Branagh (quizás el que sale ganando es el personaje de Mark Rylance, frente a papeles más breves como el de Cillian Murphy o cameos como el de Tom Hardy). A cambio de sacrificar en estas tramas, la película gana en tensión, pero pierde en otros aspectos que hacen de la película un ejercicio corto donde el propio Nolan sabe a qué juega tras otras películas más largas como Interstellar. Nolan ha comentado su "obsesión" con el cine mudo antes de hacer la película y, más allá de la escasez de diálogos, esto se nota en su tratamiento de la trama.

Nuevamente, Nolan opta por un juego con el montaje que busca concebir la batalla desde diferentes momentos y planos, pero una vez más se centra más en las situaciones que en los propios personajes, de los que poco sabemos, como seguramente ocurriría en una guerra auténtica. Puede que sea lo que redondea la película para muchos: tener poco que contar, pero contarlo de un modo particular.

En este film, sin duda, el director sabe qué contar y cómo contarlo mediante la narrativa cinematográfica. Sabe buscar el realismo. No hay duda de ello. Omite muchos de los aspectos de los que los críticos se quejan de sus filmes y se centra en la creación de sensaciones a través de un conflicto bélico, y no se puede negar que la recreación del frente es abrumadora. El enemigo nazi permanece, casi todo el tiempo, en la sombra, como una fuerza cercana a los hados, un final inexorable. Por su parte, la música de Hans Zimmer y el diseño de sonido atronadores, con un uso de la fotografía y un diseño de producción que nos conduce a plena lucha.
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Ozymandias_Iskander
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6
28 de marzo de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crítica... El público... Qué gran abismo separa ambos mundos, ¿no? Pocas películas recientes han generado tanto debate como Bright, la producción más cara realizada por Netflix hasta la fecha. Dirigida por David Ayer y escrita por Max Landis, la audiencia se ha visto dividida entre los que la adoran y los que la odian, mientras que la crítica no ha dudado, casi de modo unánime, en suspenderla o vilipendiarla. Pese a todo, Netflix sigue para delante con la idea de realizar una secuela. ¿Y en qué quedamos? ¿Es una película entretenida o aborrecible? Puede que sea hora de reivindicar el pensamiento y la opinión propia (¡oh, herejía!) antes de seguir los "dictamines" de páginas como Rotten Tomatoes. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que una web que forma parte de un conglomerado mediático nos dice qué tenemos que pensar, ¿no?

Max Landis crea un mundo de fantasía épica que ha evolucionado desde las guerras contra señores oscuros, donde elfos, enanos, orcos y otras criaturas combatían por el poder de la magia o una varita. Una vez desterrado el Señor Oscuro, el mundo ha seguido girando hasta llegar a una versión de nuestra sociedad actual, pero donde los pandilleros suelen ser orcos y los ricachones suelen ser elfos. A todas estas, el agente de policía Ward (Will Smith) y su compañero orco Jakobi (Joel Edgerton) deben hacer frente a diversas amenazas que pueblan las calles: pandillas, guerreros borrachuzos, hadas... Y, en medio, unos elfos, los inferni, conspiran para, mediante una varita mágica, hacer regresar al Señor Oscuro.

Incluso recordará a Alien nation, pero con un cruce con El Señor de los Anillos. Y, aunque busquemos excusas, Landis propone todo esto mediante unos juegos que, a veces, hace que pensemos que estemos ante un mundo más interesante, quizás, que la trama que nos cuenta. Durante los primeros treinta minutos de la película, la construcción del mundo de Bright se mueve entre la ironía, la alegoría y un par de recursos entretenidos. Nunca habíamos visto grafitis de orcos en las calles ni a elfos conduciendo deportivos. Puede que lo macarra nunca sea lo suficientemente satírico, otra cuestión es si el film va detrás de esos derroteros.

¿Se imagina un mundo alternativo donde J. R. R. Tolkien se hubiese dedicado a escribir guiones para series policiales y hubiera decidido incluir su pasión por otras lenguas, criaturas y razas como El Señor de los Anillos? ¿No? Bien, Bright no es tan brillante como Tolkien, pero puede servir para que se haga una idea de lo que es este film. En el mundillo del cómic tenemos el equivalente con Top Ten de Alan Moore y Gene Ha, donde los policías eran superhéroes. Bright no es tan incisiva como la obra de Moore, pero, quizás, ayuda a las comparaciones (aunque estas, como todo el mundo dice, siempre son odiosas).

Bright no deja de ser una película de una pareja de policías que deben hacer frente a asesinos, delincuentes, pandilleros y conspiraciones dentro del propio cuerpo policial. Sin embargo, a todo esto se le mete el tema de los elfos asesinos, los inferni, el poder de la varita y otros elementos del género fantásticos que se mezclan en un cóctel que, si bien no es indigesto, tampoco es realmente sorprendente, porque la película muestra unos fallos que no sabemos muy bien si proceden de Ayer y sus cámaras lentas, su "vamos a poner una canción" o su acción muchas veces rematada en la sala de montaje, o del guion de Max Landis, que quizás no brilla tanto como en la fantástica Dirk Gently. Por ejemplo, nos presentan a los elfos asesinos como unos psicópatas imparables en la escena del club y, en el alargado clímax, mueren sin poner muchos problemas (salvo, quizás, el personaje de Noomi Rapace, que vuelve pues... pues porque sí, porque "es la más mala y es la que más mola de todos", pensarían sus creadores). A lo que añadimos que el "realismo" de la propuesta se va a hacer gárgaras cuando cae en los clichés de la fantasía épica y su "vamos a resucitar personajes mediante la magia" (la escena de Tikka en la iglesia).

Y, pese a todo, aunque parezca que he vomitado la bilis al verla... Me lo he pasado bien. Bright es entretenida. Dura dos horas (y, a veces, se nota en demasía con ese humor algo infantil, poniendo notas de "dame una patada" en la espalda del orco) y sus diálogos a modo de latiguillo (algunos terriblemente forzados, como esa súplica de Altamira en el duelo), pasan entre lo divertido y lo risible (muchas escenas entre Jakobi y Ward acaban resultando graciosas cuando supuestamente no deben serlo), si es que somos capaces de abstraernos y nunca tomarnos demasiado en serio esta cinta de fantasía épica urbana, si es que podemos inventar una especie de género. Aquel que desee hacer profundos análisis sobre la monstruosidad convertida en símil de la marginalidad o las diferentes razas "mágicas" como una versión de la magia real, puede que se dé con un canto en los dientes. No estamos ante un film filosófico, estamos ante un mero entretenimiento que no busca ser sesudo ni tan brillante como su nombre indica.

¿Y es horriblemente mala como ha señalado algún crítico? Si nos centramos en otras películas estrenadas en cines en 2017, el mismo año en que Bright debutó en Netflix, hallamos horrores como La Torre Oscura o Death Note que nos hacen replantearnos si la crítica no se la tiene guardada a Ayer por culpa del Escuadrón Suicida.

Mientras esperamos que Bright vuelva a Netflix con una segunda entrega que aguardamos que pula algunos de los defectos de su inicio, nos preguntamos en qué punto las críticas de los expertos (y no tan expertos) comienzan un murmullo que pocas veces es real. No será la primera vez que la vox pópuli hable de que algo es horrendo y a un servidor le parezca, cuanto menos, entretenido... Y es que quizás no está mal ver ciertas películas sin tener empuñar una daga con la que atravesar hasta un film digno o no de Mordor.

Crítica publicada originalmente en: https://bit.ly/2pLgxM1
Ozymandias_Iskander
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6
28 de febrero de 2018
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Puede que dentro de la filmografía de Tim Burton Charlie y la fábrica de chocolate no ocupe uno de los lugares más destacados e incluso divida a los aficionados al séptimo arte: muchos la odian, otros la ven como uno de los gestos inequívocos de la caída de la trayectoria de Tim Burton. En mi caso, sigue pareciéndome una de las películas más interesantes del director estadounidense, en parte por la atmósfera fantástica de fábula, que transmite a través del cuento original de ese gigante de la imaginación que fue Roald Dahl, escritor del libro original en el que se basa el film.

Durante años, confieso que me sentí entre atraído y repelido por esta película de Tim Burton. Había algo en su estética que me chirriaba y, en ocasiones, me llamaba. A finales del año pasado, sin embargo, la vi de nuevo con mi familia y... No sé si fue un milagro, pero entendí de qué iba realmente la cinta, más allá de cualquier defecto propio o ajeno.

No negaré que Burton puede que pierda el horizonte en algún momento, cuando los desbordantes y coloridos decorados imposibles (que, a menudo, usaron golosinas de verdad) y el uso de los efectos especiales crean un mundo dentro de esa fábrica de chocolate que a todos nos gustaría visitar algún día, pero considero que sigue siendo una historia lo suficientemente humana gracias a Charlie (Freddie Highmore, quien ya había trabajado con Depp en Descubriendo nunca jamás) como para que funcione.

Y es que Johnny Depp, como Willy Wonka, interpreta a un personaje al que no le terminan de gustar los demás seres humanos, extravagante y supuestamente inspirado en Michael Jackson según algunos apuntes de la época. Además, la cinta cuenta con las apariciones de actrices como Helena Bonham Carter o ese titán de la interpretación al que siempre echaremos de menos, Christopher Lee.

En la película, el mensaje del cómic, el subtexto de la educación a los niños y la crítica a los padres, está ahí, al igual que la defensa de que el héroe más puro, más bondadoso, el que elige a su familia y la pobreza antes que la soledad y la riqueza, siempre será capaz de cambiar las cosas a mejor. Toda una moraleja que no está de más recordar.

Por su parte, la música de Danny Elfman cumple como un elemento más de toda película de Tim Burton, incluso cuando se vuelve más lunática por culpa de esos oompa-loompas de Deep Roy que, en su versión en español, contarán con un doblaje todavía más chirriante que las voces originales, que rinden culto a diferentes estilos musicales.
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Ozymandias_Iskander
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5
15 de febrero de 2018
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Cuando vi Sin City allá por 2005, pensé que era una gran película por su fidelidad a Frank Miller y su cómic, su extravagancia y su homenaje al cine negro. Con los años, he aprendido que una adaptación cinematográfica de un cómic o un libro puede ser más fiel al espíritu de este que a su propia forma. Por mucho que incluyas transiciones o elementos del tebeo, hay cuestiones de un medio que no suelen funcionar en otro, como decía Alan Moore. En el caso de Sin City y su secuela, que tardíamente ha llegado a España (y de manos de Netflix), se confirma que Robert Rodríguez y Frank Miller pensaron que una adaptación sería coger el cómic de Sin City y sacudirlo para que tenga movimiento, porque la cinta es exactamente eseo: un cómic en movimiento. ¿Qué es lo malo entonces? Que en esta secuela, esos elementos no funcionan como en su predecesora, y que, a veces, no parece cine.

A dame to kill for, pese a sus intentos de ser un homenaje al cine noir y recoger todo lo grande que ha hecho Frank Miller, se resiente por unos diálogos que son mejores cuando se leen que cuando se pronuncian y por una historia de historias que resulta finalmente deshilvanada y carente de la efectividad y los golpes que nos propinaba la primera entrega de Sin City. Las situaciones resultan tan caricaturescas y exageradas, dignas de parodia, como el maquillaje de Mickey Rourke o las chicas de Gail (el personaje de Rosario Dawson), por no decir que repetitivos: como esa Jessica Alba que no se cansa de bailar (aunque tenga una loable profundización en el último tercio) o ese Dwight de Josh Brolin que parece que tarda en comprender en demasía a Ava, el personaje de la siempre genial Eva Green. ¿Es una mala película? No lo creo. Considero que si el espectador acepta las reglas del juego y decide saltarse cualquier problema, puede que la película le encante.

En el apartado técnico, tanto los efectos especiales, como el maquillaje, el vestuario y la fotografía luchan por trasladar la estética del cómic a la gran pantalla, pero, en muchas escenas, resulta chocante, forzado y un ejercicio de estilo que poco aporta para una película que podría ser mucho más de lo que es, con un reparto de estrellas encabezado por Josh Brolin, Joseph Gordon-Levitt, Eva Green, Jessica Alba, Bruce Willis, entre otros. Es más, la sensación que queda es que muchos de los efectos especiales han empeorado (véase el maquillaje de Mickey Rourke) o que los actores no pueden salvar unas tramas que no dan para más (véase el personaje de Joseph Gordon-Levitt).
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Ozymandias_Iskander
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