Kevin Smith tuvo momentos de gloria con Clerks y Persiguiendo a Amy. Sin embargo, las buenas ideas de ese cine destinado a cinéfilos juveniles se le acabaron.
Abordar el tema de las sectas sin caer en tópicos ni en un festín sangriento con el diablo de por medio requería a alguien con cultura cinematográfica y ambición. Las limitaciones en ese sentido del director, más las intelectuales, generan un producto fallido, que se queda a medio camino en todo lo que se propone y que abusa del humor grueso, sobre todo al principio, y de los tiros a diestro y siniestro, típicos de un telefilm juvenil estadounidense.
La falta de ideas para ofrecer algo nuevo se agudiza con la explicación infantil de la aparición de las campanadas.
Por decir algo positivo, la buena dirección técnica de la película demuestra que Smith ha aprendido algo de su oficio en estos años.
A la espera de una gran película sobre sectas modernas, tenemos Marcy May Marlene que toca todos los puntos que debe, aunque no profundiza en todos.

Ante la mediocridad del cine policíaco y de acción actual, este film propone discusiones morales muy interesantes, pero entre fallos en el guión, situaciones inverosímiles y vueltas de tuerca tramposas la cosa no cuaja. La pésima actuación de la pareja protagonista le resta credibilidad a la cinta, que se deja ver un fin de semana en el que no tengas nada mejor que hacer.
Sirva como halago al director la escena del bar entre los clientes y el sicario: la tensión y el humor negro se mascan; de igual forma en la escena de la casa del pedófilo la tensión la equipara a una película de terror, y es ahí donde Affleck debería haber incidido