Últimamente me ha resultado tremendamente difícil valorar algunas de las películas que he estado viendo. Muchos han sido los motivos, y diversos los casos. En ésta ocasión, el sentimiento encontrado entre la calidad fílmica de lo que estoy viendo, y la ambigüedad de la lectura, incluso la excesiva sutileza del mensaje, me llevan a dudar del producto. No sabría decir si es genial en su conjunto, o si solamente resulta genial porque una parte de la producción de alta calidad arrastra al conjunto y diluye las fronteras. Un ejemplo para que se me entienda: tenemos una cita con una persona que no es nuestro tipo (pero eso aún no lo sabemos), en este caso, para acercarme al caso del film, diré que intelectualmente hablando. No tenemos inquietudes comunes, nos interesan aspectos de la vida distintos, nuestros objetivos divergen... Escogemos para ésta un lugar magnífico. La decoración es imponente, el ambiente está conseguidísimo, la cena es una delicia, nuestra cita (él o ella) es una belleza. La noche ideal. ¿No sería razonable engañarse y ver en la otra persona, sólo motivado por el entorno, cualidades que a priori no veríamos, que hubieran permanecido ocultas, o habrían sido inexistentes si esta se hubiera realizado en otras circunstancias? Justo eso me pasa con tren de sombras. Me gusta la forma, pero el fondo está sólo matizado.

He leído en alguna crítica en esta misma página comentarios acerca de la validez del primer tramo y de lo absurdo de los restantes. Alguien comentaba que si bien las imágenes encontradas en blanco y negro tenían gran nfuerza, la parte que rodó Guerín era un añadido que estorbaba. Me gustaría sacar del error a éste usuario y comentarle que "todo" fue rodado por Guerín. Que las imágenes en blanco y negro son sólo una reconstrucción, que la familia Fleury no existió, que ahí reside la genialidad de la propuesta. Esto resta algo de magia al asunto, pero le añade una ración de cretividad y originalidad rara vez vista. Para mi gusto la indagación puramente estética es muy buena, sublime (aunque a mí me sobran unos minutos), pero el misterio que subyace, y que es lo que le aporta interés como producto (si no quedaría en un ensayo preciosista más destinado al mero disfrute sensorial que al intelectivo), está demasiado diluido y es tratado sólo como excusa, cuando posee un potencial enorme. A fin de cuentas esas son las cosas que nos mueven a los humanos: la belleza, el amor, el deseo, lo desconocido.

Si una película aglutina todos los tópicos y todas las "dolencias" del cine de terror moderno, esa es sin duda Cementerio del terror. Poseedora de un guión malo y absurdo donde los haya, hilvanado a partir de fragmentos de películas anteriores en ocasiones no mucho mejores que la que nos trae al caso, Cementerio del terror (ahí es nada) consta de actuaciones amateurs que obviamente no hacen sino ensombrecer aún más el libreto; de efectos chapuceros de barraca de feria y de ritmo entrecortado y evidente.
La recomiendo como objeto de estudio porque dada la concentración de chapuzas de alto calado, el alumno podrá aprovechar bien sus escasos 90 minutos de metraje para obtener un claro patrón del que huir como alma que lleva el diablo.

No recuerdo párrafo a párrafo la novela de Henry James, han pasado los años y mi memoria no da para tanto. Recuerdo, sin embargo, la sutil decadencia, la discreta elegancia, la silente amenaza que se desprendía de sus páginas; el duelo de poder entre el tormentoso pasado, paradójicamente representado por la inocencia de la infancia contaminada, y la cálida (y cándida) novedad de la visitante. Narrada en perfecto blanco y negro, The Innocents se alza como uno de los relatos de fantasmas más originales y mejor contados que recuerde, arropado en todo momento por unas actuaciones excelentes y por una dirección tan precisa como certera.

Una película muy intimista en la que todo sucede sin prisas pero sin pausas. Realizada con una enorme economía, sin excesos, sin fabulaciones innecesarias; sustentada por un entramado sonoro que resulta más útil que de costumbre. Fontaine parece estar a nuestro lado, haciéndonos partícipes de sus planes, que por el título ya sospechamos fructuosos; sin embargo ese conocimiento no resta emoción a la obra.

Mientras veo la película, y ante el derroche de ingenio (y osadía) del que Keaton hace gala, me pregunto si más de uno no sentirá vergüenza tras visionar esta obra. Me explico. Pese a la larga trayectoria del invento lumierano, pocos son capaces de facturar genialidades como esta, a pesar de contar con más posibles y mejores medios. Qué sería del cine actual si disfrutáramos de la presencia de un par de cerebros tan bien amueblados como el que nos trae al caso... El ya no tan moderno Sherlock de Keaton es más moderno hoy que nunca.