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España España · santiago de compostela
Críticas de berenice
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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
6
27 de diciembre de 2013
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los usuarios de Filmaffinity, (y los miembros del jurado del Festival de Cannes de 1963), alaban sin mesura este melonipón, (melodrama nipón) por lo que, dicen, tiene de lucha contra la impostura y la hipocresía de una rancia tradición que ahoga los sentimientos humanos verdaderamente importantes. Vale, eso está muy bien. En España, de hecho, hemos empezado a sublevarnos contra ese pueblo que lanza una cabra por un campanario.
La tradición en cuestión orbita alrededor de la viril y honorable figura del samurái, sujeto a códigos éticos tan exigentes que hacen parecer un inmoral a Don Quijote. Los señores feudales mantienen en nómina a varios de estos samurái, pero sólo se preocupan por mantener las apariencias y la reputación de su clan. Son simple y llanamente, maniqueamente, los malos. Ignoro si Kobayashi tenía algo en contra de la tradición en un país que empezaba a ser plenamente moderno en el momento de filmar, pero digo yo que habría un término medio. En este sentido, claro que impacta todavía la escena de la espada de bambú. Es la caña, je, je, y nos apela a las entrañas, ji, ji, en un doble juego de poca sutileza: la de la crueldad forzada de los señores Iyi para mantener la tesis posterior; y la de ver sangre, que ha funcionado siempre. Por el contrario, para el ronin, siempre íntegro, tenemos un melodrama redentor que toma elementos plenamente occidentales y aun hollywoodienses, incluso encaja a la perfección con un culebrón sudamericano en su sucesión de desgracias, caras desencajadas y golpes de zoom acojonantes.
Son varias las imposturas y falsedades de la película. Una la comento en spoiler. Otra nace de la sospecha de que Kobayashi preveía un futuro occidental para su cinta, empezando por Cannes, y parece temeroso de que el público del oeste no le comprenda, así que recalca torpemente el mensaje varias veces, masca los interrogantes y devuelve las preguntas trituradas. Nos condiciona sin rubor para probar su tesis, (lean las magníficas críticas de Malkav o, sobre todo, Neathara para este punto. Y la de Luisito, de paso, quien no deja de tener razón cuando dice que la reivindicación llega casi 400 años tarde).
Otra impostura se refiere al soberano estatismo que paraliza todas las acciones de la película, y que, en realidad, no obedece a ninguna finalidad artística. Es que así todo parece más profundo. Los que gustamos del cine japonés despachamos siempre este asunto con un “es que el cine de allí tiene un ritmo más lento”, pero esto es otra cosa: en las reuniones del patio no hay hombres, sino estatuas. ¡Ni pestañean durante dos horas, ni les pica nunca nada! Cuando alguien anda por un pasillo, lo hace en plan solemne. Todo son caras solemnes todo el tiempo. Hasta los niños de la escuela son estatuas de porcelana, inmutables. Incluso para proceder al harakiri se suceden miles de cómicas paradas. Interminables planos medios de hombres hablando con la boca chiquitita, (por eso no se sabe quién habla cada vez). Por eso es tan preciosa la escena del duelo, cuando el bambú se mece al viento. Cumple la función de catarsis, de desperezo tras largo sueño.
Pero la película, ya que no es una obra maestra, es bonita. Un hermoso cuento oriental con bellos primeros planos, un ritmo cadencioso en la lengua nipona que nos subyuga y unas composiciones plásticas no tan apabullantes como señalan los demás usuarios, (hay extraños saltos de eje e imprecisiones en una composición que, en general, se ve facilitada por el extremo estatismo general), pero hermosas. La moraleja es aceptable y se traga sin disgusto, y Takemitsu se abstiene de usar un lenguaje tonal en plan melodía divina, lo cual se agradece. Además, no está mal el actor protagonista, que se fue de cañas con el viejo de Up cuando acabó el rodaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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2
15 de febrero de 2014
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me apetece que me frían a negativos, pero tengo un par de admiradores en filmaffinity y tengo que ponerles sobre aviso porque están dudando si verla o no. Lo hago por ellos.
Lo peor de este bodrio no es que sea una insufrible tontuna inflada con filosofías de barra de bar, sino que esas filosofías baratas, obvias y ramplonas nos las tengan que soltar, de vez en cuando, los personajes, para que no nos perdamos, no vaya a ser que no entendamos de qué va este rollo. No acaban ahí las tontunas: siguen por una continua música estúpida cuyo compositor jamás oyó hablar de la palabra "clímax"; sigue con esas habituales polladas de algunos directores modernetes de empezar a dar vueltas 360 grados alrededor de la escena en los momentos más trascendentes, como en un tiovivo; sigue por presentarnos unos personajes arquetípicos que nunca tienen miedo de nada, y por tanto no son personas; sigue con unos fallos de guión en la caracterización de esos personajes que los deshumanizan aún más, (podría poner muchos en spoiler, pero para qué, con uno basta)... Ni siquiera la parte de acción ofrece nada nuevo: una persecución de coches mil veces vista, unas peleas cuerpo a cuerpo ridículas... Ay, Dios, un nuevo bodrio hinchado hasta explotar. Y eso que sale Michael Caine.
Los cómics que hipertrofian su parte grandilocuente acaban, paradójicamente, pareciendo mucho más infantiles. Tomad nota de la frase, es la mejor de la crítica.
No olvidemos el fallo capital, que cualquier espectador sensible, como yo, sufrirá: el aburrimiento profundo en que desembocarán tantas pretendidas ínfulas.

Mala de cojones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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5
14 de agosto de 2013
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué hay que descojonarse de un tío que salva una vida? ¿Dónde está la acidez? ¿Qué es ser libre: mancharlo todo, escupir en los libros, cagarse en el pasillo y ponerlo todo desordenado por medio? Ay, qué gracioso, qué libertad más grande. En cambio, el pobre librero, cuyo defecto es estar imbuído de enciclopedismo voltaireiano, (aquellos ilustrados que una vez creyeron en el progreso material y espiritual de la humanidad); el pobre librero, que cree en una compensación personal de la fraternidad universal, ese es un tonto patético. Qué prodigio de sutileza, qué fina crítica social, mira, todos los urbanitas mirando desde el puente, como si fuera un espectáculo. Qué previsible. Y, aun así, hay uno que se la juega para salvar una vida.

Por supuesto que el librero es patético; él, que no es mala persona, queda como un ridículo por culpa de una farsa de trazo tan grueso que resulta tremendamente envejecida para una sociedad actual, la nuestra, no exactamente desclasada, sino universalizada en extravagancias y que ya no se sorprende de nada. Especialmente anodino es el retrato sexual de la casa burguesa. Aun así, ¿qué preferís? ¿Invitar a vuestra casa al librero o al cerdo repugnante?, (por cierto, insufrible Michel Simon, qué plasta de histrión, para ser un bufón hay que ser muy grande, y este es un pesado de cojones).

Menos mal que queda la carne de las mujeres. A través de ellas se llega al río, que no sale mucho pero es lo verdaderamente importante. En el prólogo y en el epílogo, Renoir, mezcla de pez y hombre, se encuentra en el río, elemento natural para su cámara. Es entonces cuando una salaz alegría de vivir se escapa a borbotones de la película, por más que haya extraños en encuadres, enfoques y montaje. Ya no es la pesadez de farsa pretendidamente transgresora, sino un vals lejano desde un merendero, visto a ras de agua. Al fondo, pasan los protagonistas de "Una partida de campo", sin querer o queriendo. Y es que todo está pidiendo a gritos que se produzca ya la explosión de sensualidad que llegará unos años más tarde en esa maravillosa obra maestra. Boudu no sirve ni como aperitivo de aquella, por más que el plasta de Simon intente fingir joie de vivre al final.

En fin, mediocre película y con un sentido plúmbeo del ritmo narrativo en la mayor parte del metraje. Pero, ya que me dedico a la educación, no estaría mal que la viera algún conocido director, o jefe de estudios, de instituto, hechos de trazo más grueso aún que el librero en su concepciòn de la bondad natural rousseaniana, manifestado esto último en el sempiterno trato paternalista que suelen dar a los pequeños y más terribles boudus de libre espontaneidad que pueblan las aulas.
Me despido con una maravillosa reflexión traida por Bloomsday, (me gusta su crítica), a propósito de la cinta: "La finalidad de la disciplina es la libertad". Yo añado: no nos riamos de la clase media que es la única que hoy verá, y acaso disfrutará, esta película. Y el guarro ese, no merece ahogarse en un río de Renoir.
berenice
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6
7 de febrero de 2012
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si un profesional del boxeo viera esta película probablemente se sonreiría por sus ingenuidades y sus patéticas peleas-ballet con servicio de peluquería entre asalto y asalto. También resulta patética la sonrisa perenne de Flynn, tanto si da como si recibe; pero me encanta, en cambio, su cada vez más sofisticado vestuario y lo bien que le sienta. El mundo del boxeo es un mundo de lechuguinos en esta película; las apuestas se apalabran y, simplemente, se cobran porque el mundo es honrado. Es mucho más bonita la irrefrenable alegría de vivir que la historia misma que se cuenta. Cada pelea, sobre todo las de familia, es un canto a una virilidad rancia que ya no existe en el coeducado mundo socialista. Pero, de verdad, donde está la clave del film es en ese Club Olímpico donde caballeros y aristócratas hacen deporte e ironía a partes iguales, e intentan hundir al paleto siempre con buen humor, pero empleándose a fondo. Un concepto tan deportivo y alegre de la vida se transmite a la chica, bastante inteligente y a cuyo cargo están algunas de las mejores escenas, (como la frase que grita cuando lanzan al aspirante al agua).
La almibarada escena final es honrada y se somete uno a ella sin sonrojo si se olvida uno de la milagrosa transformación del derrotado. Y la cosa fluye con buen ritmo supongo que gracias a ese que los demás críticos ponen tan bien, y del que yo apenas he visto un par de películas, el director Walsh. Se puede ver.
berenice
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6
30 de diciembre de 2013
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es maravilloso que una película lance un mensaje humanista de amor y esperanza, así, sin más, sin esconder las cartas. Aunque venga del lejano oriente se entiende, porque es sincero, sencillo y universal, casi conmueve por sí solo y más en estos tiempos de naderías nihilistas digitales. Es precioso, además, que ese mismo film cuide la estética visual de una manera tan mimada. Y es digno de recordarse que alguna secuencia, como ese final, sea para llorar de bonita. Sólo por esto se perdona, casi, la constante irregularidad, algún poco convincente bloque argumental, (el muchacho ejerce de alcalde, je, je, y luego llaman a Spielberg sentimental), algunas simplezas de guión…
Pero, coño, ¿qué trabajo costaba cuidar el realismo para sostener mejor la lírica? ¿Por qué no pusieron más palos, y más altos, en la empalizada?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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