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España España · teruel
Críticas de simón
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
3
25 de agosto de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Subvención tras subvención el cine español se enfanga en un reiterado proceso de realización de películas carentes de calidad e interés y, que de no ser por el cuantioso gasto que en ellas vierten las administraciones públicas, difícilmente podrían llegar a producirse.

Historia que avanza lastrada en cuanto a su desarrollo fílmico, a rebufo de la imagen pública que de sus protagonistas se principales se posee y de la cual tanto se han aplicado a la hora de fabricar: el uno como ídolo de féminas adolescentes (que sin duda disfrutarán del desnudo gratuito de éste en una de sus escenas), y la otra como la eterna “lolita” de nuestro cine.
Película sin ritmo, emoción, chispa, garra ni corazón, que consigue que al cabo de pocos minutos perdamos interés tanto en el acontecer de la historia como en el destino final de sus personajes.

Tampoco he podido observar en esta película atisbo alguno de calidad, excusa ésta perfecta en la que argumentar espurias prebendas a ciertos sectores de este país. Ayudas que en otros lugares y circunstancias se verían obligados a justificar, rindiendo cuentas al contribuyente de sus continuados e inexorables fracasos, tanto a nivel de crítica como de público.

Por cierto, que enumeren los encargados de diseñar la estrategia del cine español en lo que a captación de público se refiere, la cantidad de personas dispuestas a perder una tarde de su tiempo de ocio (y los 6€ que cuesta la entrada al cine), después de una dura semana de asfixiante, agotador y rutinario trabajo, en ver esta insustancial y aburrida película, perfecto ejemplo de lo que se ha convertido el cine subvencionado de nuestro país.
simón
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9
10 de septiembre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los seres humanos viven con la seguridad del que se cree inmortal, sin reparar ni un sólo instante en su propio destino, sin detenerse a pensar en la muerte, en la caducidad de sus acciones, en la finitud de sus sensaciones, en la extinción, en definitiva, de su propia existencia.
Vegetan inconscientes de la brevedad de sus días, viven abúlicos y paralizados por la rutina de una vida en absoluto elegida, que, ignaros, les consume día a día; absortos en estériles matices, embolicados en abrevar en el cenagal de sus pequeñas vidas, ignorantes de la inutilidad de sus sufrimientos más mundanos.
Los seres humanos vagan anhelando placeres instantáneos, supuesto clímax de una dicha que nunca llega a puerto; deambulan sin rumbo, errando sin alma, ni acierto, en busca de un mínimo consuelo.
Los seres humanos no son capaces de sobrevivir con la certidumbre de su caducidad, no aciertan a asumir la evidencia de su propia extinción; cierran los ojos a la realidad, no saben ver que todo lo que conocen algún día desaparecerá, de que todos sus seres más amados, tarde o temprano, morirán.
Y de esa forma sobreviven, olvidando sus propios recuerdos, burlándose de su memoria, renegando de su destino, vagabundeando por la quietud de la ignorancia; prefiriendo navegar por plácidos mares en calma, y así, poder aletargar sus almas; con la impostada seguridad del que se satisface auto engañándose.
Y eligen la dulce derrota antes de haber luchado, desdeñando la posibilidad de sobrevivir con la valentía del que sabe que no tiene nada que perder, ya que de lo contrario el miedo los paralizaría e impediría soportar el presente, lastrando, por tanto, su futuro; imaginando un edulcorado mundo que no existe más allá de lo que sus propios ojos les permiten ver.
Y por ello, por no reflexionar, por no afrontar la realidad de un mundo que pronto expira, se enfrascan en detalles, pierden un tiempo precioso embarrados en el barrizal del día a día, hozando en vertederos de ilusiones, merodeando por un sucedáneo de auténtica felicidad, anestesiándose para olvidar, para no sufrir, para no menguar por el pánico a reconocer la verdad, conformándose con los despojos de la realidad.
Y precisamente, por eso, por ese motivo, es imprescindible ver esta película: por la magnífica lección que aprendemos de Kathy, por su heladora reflexión moral, para que nos demos cuenta, para que tomemos consciencia, para que nos detengamos a pensar que la que vida no es más que un instante, un breve suspiro, un parpadeo de apenas milésimas de segundo; que merece ser vivida en todo su esplendor.
simón
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6
4 de diciembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es Gerry Boyle un cínico? Según la RAE el cinismo es la desvergüenza o descaro en el mentir en la defensa y práctica de actitudes reprochables. Evidentemente Gerry no es un cínico, en ningún momento se ve intención de mentir en sus actitudes, más bien al contrario se muestra orgulloso.
¿Es Gerry Boyle un hipócrita? Según el mismo diccionario hipócrita es el que finge sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan. Gerry Boyle no finge, no simula, vive sin perjuicios, con naturalidad, tampoco se atribuye cualidades significadamente positivas. A Gerry le importa más bien poco la opinión que de él tienen los demás.
Gerry Boyle no es un cínico ni un hipócrita, es un hombre sencillo, henchido de experiencia, de vuelta de todo, que ya ha vivido y visto demasiadas cosas; y está cansado de su vida y la de los demás, hastiado de simular, de las mentiras y las falsas verdades, de los grandes gestos y eternos consejos, incrédulo ante las promesas de dicha que casi nunca se cumplen.
Gerry Boyle se ríe de sí mismo y de los demás, se toma la vida con ese puntito de ironía que lo diferencia, que lo protege de la traición, viviendo con la cordura del que se sabe imperfecto.
Gerry Boyle es un escéptico, los golpes de la vida lo han convertido en un hombre falto de dogmas y sin fe, incrédulo ante el drama de la vida, practicando un sano desapego del que sabe que tiene poco que peder.
Gerry Boyle es sabio y experimentado, conoce a la perfección las leyes en las que se desenvuelve el ser humano, y juega con ellas, retorciéndolas hasta convertirlas en papel mojado.
Gerry Boyle sin desearlo nos proporciona las claves de la dignidad, nos regala el secreto de la vida sencilla, invitándonos inconscientemente a seguirlo en su devenir excéntrico y existencial.
simón
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6
19 de diciembre de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién (de una cierta edad) no recuerda su periodo de adolescencia, aquél en el que creías que el amor era el sentimiento más maravilloso del mundo, aquél en el que estar enamorado suponía el pasaje directo para la exuberante felicidad, aquél en el que hacías todo tipo de locuras para llamar la atención de esa chica que tanto te gustaba, y hacía que con sólo una sonrisa el cielo se acercase a tus brazos?
¿Quién no recuerda ese periodo en el que cada mañana creías haber encontrado la chica soñada, la mujer de tu vida, y que el desengaño no era más que el intervalo de tiempo que precedía a la pasión del enamoramiento más desmedido?
Tiempo aquél. Después, con el paso del mismo, unos años más viejo, más vivido y ajado, con unos cuantos chascos de más apañados, y con tu alma ya más amargada por la desilusión del amor no encontrado, comienzas a desconfiar de todo esto, y piensas que quizá todo sea un cuento chino inventado por la aviesa cabeza de algún escritor interesado, que jamás haya, de verdad, estado enamorado.
Y los chascos continúan, y los desengaños te lastran en una agónica letanía, y sientes que las heridas duelen un poco más cada día; pero te sigues arriesgando, y apuestas por esa persona que no te acaba de llenar.
Y sigues pensando que te han engañado: que el amor no existe y que cuando antes asumas esa realidad antes dejarás de deambular.
Y pasa el tiempo, y ya por fin te convences, definitivamente, después de innumerables desencuentros, de que el amor simplemente no existe y que el mejor de los sentimientos que puedes sentir por esa persona a la que tanto quieres es el apego, y que lo demás no puede conducirte a nada bueno.
Pero un buen día, cuando ya habías perdido la esperanza, y hacía tiempo que habías dejado de creer en el amor, se produce el milagro y casi por casualidad te cruzas con esa persona con la que siempre habías soñado, esa persona que sólo con su presencia consigue iluminar un presente que considerabas oscuro y lastrado, ilusionando un futuro que creías ya dejado y enterrado.
Porque sin duda, eso es lo mejor que nos ofrece la vida: la posibilidad ( aunque sólo sea una vez en la vida) de encontrar a esa persona que nos pueda acercar a la tan anhelada felicidad.
simón
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6
12 de septiembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuidado con lo que deseas, no siempre lo que habías imaginado tan sumamente maravilloso es finalmente lo que parecía ser.
Nunca te olvides que el ser humano tiende a pensar que el jardín del vecino siempre brilla más verde que el suyo propio.
Lo que hace feliz a otra persona no tiene necesariamente que hacerte feliz a ti, es más, probablemente nunca lo haga; no conjetures imaginando tu vida bajo los presupuestos de otra que crees mejor que la tuya.
No te fíes de tus instintos, sólo cumplen una misión efímera y frugal, deja espacio para la razón.
Podrás encontrar la salvación a todas tus dudas existenciales en los lugares más insospechados, por tanto no desesperes y espera pacientemente a que por fin llegue tu momento; dale, por un tanto, una posibilidad a la oportunidad.
La felicidad nunca reside en aquellos lugares ya transitados por terceras personas, crea tu propio mundo sin que nadie te imponga sus prejuicios.
Todas las conjeturas sobre nuestros futuros sentimientos hacia una persona, objeto o situación son erróneas; disfruta el presente y que no te lastre la previsión de un futuro sufrimiento, que probablemente nunca nos asalte como suponíamos.
Es imposible preveer nuestra reacción ante los problemas que seguro obstaculizarán el camino, no te recrees en su construcción, sólo genera frustración y desconcierto.
El disfrute del presente es la única forma de construir un futuro.
La búsqueda constante de la felicidad produce el efecto contrario al deseado, sólo se es feliz en el momento en el que uno no es consciente de su encuentro definitivo.
Evocar la dicha del pasado nunca conduce a que sientas lo que sentías, por muy feliz que creyeras haber sido; no añores lo que has perdido.
Los viejos estereotipos perviven, pero no por ello son más ciertos que los que la sociedad contemporánea está moldeando, los cuales son igual de dañinos, pero diferentes.
A largo plazo la propia satisfacción sólo se convierte en frustración, no pierdas más tiempo en alimentarla, deja que el tiempo trascurra con naturalidad, sin forzar situaciones que infieres te aportarán un momento de satisfacción instantánea.
Añorar lo que todavía no has conocido, sólo incrementará la sensación de vacío que supone el reconocimiento de no una vida no satisfecha.
Que nunca te venza la desesperanza, está continuamente al acecho en cuanto dejas de creer en tus propias posibilidades.
No naufragues a las mareas de las cambiantes y caprichosas modas.
Aunque no te lo creas, y nos intenten convencer de lo contrario, dar proporciona más placer que recibir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
simón
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