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España España · Xanadú
Críticas de Orson_
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Críticas 121
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de marzo de 2024
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Interesante obra del magnífico Hathaway, que desarrolla un drama romántico en tierras asiáticas durante la II Guerra Mundial, a las puertas de que Estados Unidos fuera atacado en Pearl Harbor y entrara en el conflicto bélico. Aunque realmente se trata de una muestra de cine negro en tierras exóticas que sigue muchas de las directrices del género: personajes turbios que entran y salen de la trama, lugares comunes a los que el protagonista vuelve cada cierto tiempo para recapitular datos y planificar sus próximos movimientos, o un personaje principal autosuficiente y desconfiado que se mueve motivado siempre para sacar el máximo provecho personal de las situaciones.

George Montgomery interpreta de forma solvente a un personaje que llega a resultar antipático por su egoísmo y falta de empatía hacia cualquier empresa que no le reporte beneficios, alardeando que no defiende ninguna causa que no sea la suya, y despreciando a los que arriesgan su vida por los demás.

Todo cambiará, como era previsible, cuando conozca al personaje de Gene Tierney, maestra con ascendencia china (de ahí el “china girl”, del título original) de la que quedará prendado. Tampoco es que se convierta en un santo de la noche a la mañana, ya que seguirá utilizando a los demás a su antojo, anteponiendo sus intereses por encima de todo, pero por lo menos irá germinando en él una semilla redentora que le haga replantearse su conducta. Ya se sabe que el amor todo lo puede.

En el tramo final de la historia Hathaway cambia el tono para mostrar imágenes llenas de simbolismo, con una fotografía y utilización de la iluminación que recuerda ligeramente a “Sueño de amor eterno” (1935), donde muestra el trabajo del padre de Miss Young al frente de una escuela bajo el terror de los bombardeos japoneses. El maestro soltará entonces a sus alumnos un alegato antibélico cargado de metáforas que en el estreno del filme, en plena guerra, tendría un significado especial.

Las consecuencias del bombardeo y la magnífica escena final ponen un broche brioso a una historia de redención y amores exóticos que, aunque no se encuentre entre lo mejor de su autor, resulta entretenida e interesante.
Orson_
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7
14 de marzo de 2024
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Posiblemente, la última gran comedia de Preston Sturges, uno de los padres de la comedia americana que había dejado a principios de los 40 algunas cumbres del género, como “Los viajes de Sullivan” o “Las tres noches de Eva”.

Partiendo de una idea original concebida años atrás, la historia nos muestra a un afamado director de orquesta británico, casado con una chica norteamericana sensiblemente más joven, que comienza a sospechar de una infidelidad conyugal al tomarse de la peor forma posible algunos indicios y comentarios. Con la inminente proximidad del importante concierto su conducta se irá tornando cada vez más nerviosa hasta llegar en estado paranoico a la noche del estreno.

El punto álgido del relato llega en el momento en el que nuestro protagonista debe dirigir la orquesta en un recinto abarrotado de público entregado a su prestigio y fama, e imagina distintas formas de afrontar el problema que lo atormenta, mientras conduce la orquesta en diferentes piezas musicales en sintonía con los pensamientos que le abaten. Estos relatos imaginarios resultan divertidísimos en sus planteamientos y variedad, en uno se sentirá marido despechado y atajará el problema de forma violenta, en otro optará por la condescendencia y aceptación de los hechos, y en última instancia se verá invadido por un sentimiento trágico.

La película se convierte en ese tramo central en una especie de comedia musicalizada con protagonismo absoluto de Rex Harrison, actor que me ha parecido siempre con cierta tendencia histriónica, pero que aquí borda su personaje y desempeña una labor admirable. No son simples retazos sobre la profesión del personaje, sino largas tomas en primerísima línea en las que debe hacernos creer que domina la situación frente a la orquesta, y lo hace de maravilla.

La parte final de la historia nos deparará otro momento cómico cuando el personaje, sobrepasado totalmente por la situación, intente poner en práctica todos los planes meditados, y vaya fracasando estrepitosamente uno tras otro de forma ridícula, haciendo ver que casi ningún plan perfecto soporta el contacto con la realidad. Sturges se deja llevar entonces por el humor físico (slapstick) demostrando su manejo maestro de las diferentes vertientes del género cómico, como había dejado claro sin discusión desde que a principios de la década decidiera dar el paso de la máquina de escribir a la silla de director para dejarnos una filmografía brillante y que ha sido referencia para todo el cine posterior.
Orson_
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7
14 de marzo de 2024
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Interesante noir que tiene reminiscencias de “Luz que agoniza (o “Luz de gas”), y que se sirve de una gran atmósfera que nos mete de lleno en la intriga desde la primera escena en el tren nocturno azotado por una tormenta desapacible. La voz en off del protagonista comienza a narrarnos su extraño encuentro en dicho tren con una mujer que, sin conocerlo previamente, le hace partícipe de las inquietudes respecto a su hermano Nick y su esposa Allida, mostrando además temor por su seguridad.

El desarrollo del argumento está lleno de esas coincidencias que sólo suelen darse en las historias de misterio e intriga, y una de esas casualidades del destino hace posible que sus equipajes se mezclen y acabe llegando a sus manos un maletín de la misteriosa mujer, en el que encontrará un diario detallando todas las intimidades de la familia. Gracias a esa narración, el protagonista, y por ende los espectadores, tenemos conocimiento del pasado familiar, que a priori sería el de cualquier familia normal, pero conociendo los extraños acontecimientos previos, los observamos con un halo de desconfianza y misterio subyacente.

George Brent resulta solvente, pero no brillante, y su voz pausada y suave me ha resultado particularmente acertada para los pasajes narrados en primera persona. Paul Lukkas es de lo mejor de la función, dota de misterio aristocrático a su personaje, y el resto de secundarios apuntalan muy bien la historia con sus breves pero importantes apariciones.

Como en toda historia de triángulo amoroso que se precie, con personaje femenino objeto de deseo y desconcierto, la importancia de una actriz que encarne dichos ideales es fundamental, y la presencia de Hedy Lamarr se convierte en el eje principal de la trama. La belleza que desprende cada aparición suya en la pantalla hace perfectamente creíble que todos los hombres que se cruzan en su camino crean haber encontrado al amor de su vida. Así de impresionables somos las personas ante lo sublime, casi no dando importancia a sus limitaciones interpretativas.

Tourneur adapta las habilidades de su estilo, puesto de manifiesto en sus obras de cine fantástico, al cine negro, desarrollando una atmósfera inquietante apoyado en el juego de luces y sombras (prácticamente todas las escenas se desarrollan por la noche), y acentuando la carga psicológica en las relaciones de los personajes. Nunca sabemos con certeza en la relación entre los miembros de la familia Bederaux quién es la víctima o quién es responsable de la paranoia de los otros.

La cinta se hace muy entretenida desde el primer minuto, y aunque su desenlace no termine de cuajar en cuanto al desarrollo de personajes se refiere, sí lo hace en cambio en el argumento con un final explosivo que cierra con contundencia las conspiraciones familiares. El guion no termina de resultar solvente en cuanto a la actitud de los personajes, y puede decirse que es el manejo del director en la ambientación y puesta en escena el que mantiene en alza el interés del relato. La forma por encima del contenido, materia en la que resultaba un maestro.

Tourneur seguiría afinando su manejo del género en obras como “Berlín Express”, “Retorno al pasado” o “Círculo peligroso”, interesantes todas, ya que su estilo, pulido en la etapa colaborativa con Val Lewton, se desenvolvía perfectamente en los ambientes misteriosos y amenazantes.
Orson_
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4
12 de marzo de 2024
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Lástima de película, empieza con aires dickensianos mostrando la vida de un chico que se enrola en la marina bajo la tutela de un capitán amigo de la familia, desoyendo los consejos de su padre, y la amistad que entabla con el resto de alumnos navales, para ir desviándose hacia la aventura juvenil inverosímil y extravagante.

Incluso el personaje principal al que se refiere el título, que comienza sorprendiendo por su locuacidad ingenua y su determinación para no seguir las normas establecidas, acaba resultando pedante y cargante en su empeño por salirse siempre con la suya y creerse el rey del mambo. Por momentos parece un Woody Allen adolescente, con su verborrea y disconformidad característica.

La galería de secundarios está plagada de personajes estrafalarios que actúan de forma exagerada y gesticulante, sólo Roger Livesey y Robert Adams salvan el tipo, y la presencia de la bella Margaret Lockwood es testimonial, de mujer florero que apenas tiene líneas de diálogos con sustancia.

Por lo menos debemos agradecer el ritmo vertiginoso de la aventura, que va encadenando situaciones pintorescas una detrás de otra, y que si uno consigue pillarle la gracia a las situaciones puede pasar un rato simpático.

Basada en una novela popular del siglo XIX, obviamente debió estar destinada al público juvenil sin más pretensión que entretener y hacer pasar un rato divertido.

Filmada a mediados de los años 30, aparece como la primera película dirigida en solitario por Carol Reed, que la utilizaría a buen seguro como banco de pruebas y modo de sustento para ir perfeccionando el oficio, dejándonos a partir de los años 40 magníficas muestras de su talento. “Larga es la noche”, “El ídolo caído” o la obra maestra “El tercer hombre” jalonan una filmografía magnífica de uno de los mejores cineastas británicos de la época.
Orson_
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7
6 de marzo de 2024
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La producción fílmica de William A. Wellman en esos primeros años 30 resultaba febril, siendo capaz de estrenar 5 o más películas al año, una media que resulta asombrosa hoy en día y que seguían de cerca otros cineastas ilustres de la época como Henry Hathaway, Frank Capra o Michael Curtiz.

Sin duda el estilo vigoroso y directo de Wellman en la narración facilitaba semejante producción, sólo hay que tener en cuenta que la gran mayoría de sus filmes no llegaban a la hora y media de duración, y eso que muchas de sus historias abarcaban largos períodos de tiempo en la narración.

Muchas de las obras del director de esos años resultan un poco desconcertantes en el devenir de sus argumentos, nos encontramos a unos personajes en unas situaciones iniciales para luego cambiar radicalmente el tono, el género e incluso el escenario, y seguir por otros derroteros. “A salvo en el infierno”, “Enfermeras de noche”, “The purchase price” o “Barrio chino / Frisco Jenny” se ajustan a esta singularidad, entre las que he podido ver. Y eso mismo sucede en “Los conquistadores”, la escena inicial muestra a los protagonistas en un ambiente romántico donde parece que la mayor preocupación va a ser la negativa del padre de la chica a dicha relación, pero de repente el marco cambia bruscamente y el relato se traslada al lejano oeste, en tiros y en dura lucha por la supervivencia.

En “Los conquistadores”, asistimos al desarrollo de tres generaciones de una familia luchando por sobrevivir en el mundo de las finanzas, sorteando las grandes crisis económicas que azotaron Estados Unidos desde finales del siglo XIX hasta el famoso Crack de Wall Street en 1929 que dio inicio a la denominada Gran Depresión, uno de los episodios más duros y terribles del país.

Las vicisitudes de esta familia, desde su migración a las tierras salvajes, recién pobladas y en expansión en el Oeste, hasta su consolidación al frente de una de las entidades bancarias más importantes del país, sirven como pretexto para ensalzar el espíritu aventurero y valiente de las personas que impulsaron la economía norteamericana haciéndola crecer vertiginosamente hasta liderar la economía mundial, y su constancia y capacidad de reinvención para resurgir de las cenizas.

Todo este periplo complejo lo ventila Wellman en ochenta y pico minutos utilizando para ello vertiginosas elipsis, cerrando muchas de las etapas con sucesos dramáticos que abren a su vez una nueva era familiar, y separando el grano de la paja para contar lo esencial y dejar algunas escenas violentas e impactantes que son de lo mejor de la película. El ahorcamiento de los bandidos asaltantes de bancos o el accidente del tren el día de su llegada al pueblo para inaugurar la estación, quedan en la memoria del espectador como momentos puntuales a destacar.

Resultan también magníficos los montajes que describen los acontecimientos financieros y bursátiles que se van sucediendo, realizados con imágenes simbólicas muy descriptivas e imaginativas.

Reconozco que a la pareja protagonista formada por Richard Dix y Ann Harding no los tengo muy controlados, pero la presencia de los formidables secundarios que son Edna May Oliver y Guy Kibbee enriquecen las escenas con su presencia y regalan los mejores momentos de tono cómico de todo el relato.

Destaca igualmente la caracterización de los personajes en su vejez empleada en el tramo final, mientras en el primer salto generacional se limitan a cambiar los peinados y vestimenta de los protagonistas para señalar su madurez, en los últimos años de la historia resulta muy esmerada y creíble.

En conclusión, una historia de pioneros entretenida, capaz de alternar el drama con la comedia sin resentirse, que seguramente en las intenciones del afamado David O. Selznick aspiraría a mayores cotas, pero que se deja ver con agrado aunque resulte demasiado esquilmada en su intención de retratar una época turbulenta en el crecimiento del país americano.
Orson_
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