Al principio de la película, las dos hermanas Hilary y Jackie, aún niñas, se funden en un abrazo que es captado con un plano que gira alrededor de los personajes. Este plano se repite posteriormente, pero sin Hilary. En su lugar, el violonchelo se fusiona con Jackie. Y, básicamente, la película trata sobre los dos grandes amores de la gran violonchelista Jacqueline du Pré, su hermana y su instrumento, y sobre sus más y sus menos a lo largo de la corta pero intensa vida de la concertista. Curiosamente, a su marido, el célebre pianista y director de orquesta Daniel Barenboim, se le presenta como un personaje insustancial y con apenas relieve para Jackie. La narración está dividida en tres partes. La primera relata el proceso de aprendizaje musical de ambas durante la niñez y la adolescencia. Las dos restantes se ocupan de su vida adulta, con la particularidad de que cada una está narrada desde el punto de vista de una de las hermanas, por lo que ambos bloques narrativos se complementan.

Para mi pasmo, al leer los créditos finales, me entero de que el filme está basado en el libro Hilary and Jackie, escrito por la propia Hilary (con su hermano Piers). Entonces, repaso las dos horas anteriores y me doy cuenta de que todos los personajes, desde Jacqueline hasta Barenboim, pasando por el mismísimo violonchelo, eran personajes con claroscuros, incluso con más oscuros que claros. Y únicamente el personaje de Hilary es presentado como un ser que se sacrifica, que se solidariza, que se consagra a los demás y que es capaz de renunciar al éxito y al amor por el bien de su hermana. En fin, pienso que como biografía, Hilary and Jackie no debe de ser muy fiable, pero como drama, sinceramente, es muy hermoso.

La historia del hombre desgraciado o sin gracia (no es lo mismo pero tanto da) cuya excitación por una perversa mujer le conduce al adulterio, a la vileza y, finalmente, al crimen, ya fue la excusa argumental de James M. Cain para crear dos grandes novelas negras: The postman always rings twice y Double indemnity. Hazlo por mí es una previsible historia sobre el crimen y la pasión, narrada con una sobriedad tal que, por un lado, consigue que la película en su conjunto sea compacta pero, por otro lado, que algunas escenas (de sexo, o de violencia, o de ambos) resulten demasiado mortecinas.

El problema de Hazlo por mí es que carece de tono, es decir, de un estilo que dote al filme de vigor. Además, el argumento no solo recuerda a tantos y tantos del cine negro por lo expuesto anteriormente. También trae a la cabeza del espectador un filme estrenado solo un año antes, Fargo de los Coen (pero con una vuelta de tuerca, que diría Henry James).

Si un profesional del cine pergeña un relato con visos de profundidad, eso está bien. Si, además, dota de humor al relato, eso está mejor. Pero nunca, jamás, aceptaré una obra que carezca de estilo; todo lo demás no importa si el relato carece de una personalidad cinematográfica propia y reconocible.

Woody Allen es un autor con estilo porque, aunque recurra a los tópicos (como en esta película: familias aburguesadas cuyos problemas derivan del contacto con los estratos de abajo, amoríos en románticas ciudades europeas, fiestas tradicionales para juntar a la familia y los amigos...), sus trabajos se sustentan sobre su particular percepción de la vida y del humanismo, del humor y de la ironía, de los escenarios y de los personajes, de la humildad y de la cámara. Porque no solo de nutrientes vive el espectador cinematográfico, que también precisa de las salsas.

Aunque las situaciones vistas en Eraser sean de lo más manidas y la realización se acomode al estilo habitual de las superproducciones con "estrella" hechas en Hollywood, hay que constatar que esta película se deja ver, no es estridente y algunas escenas de acción son, como cabe esperar, espectaculares. Sin embargo, al contrario de otros filmes de índole similar, no se olvida con la facilidad con que se visiona; al menos eso le ocurre a un servidor, por la inquietud que producen las opiniones que destilan las imágenes, a saber:

-Las armas no son malas en sí, su bondad depende de quién las sostenga y de quién sea atravesado por sus proyectiles.
-No hay que fiarse de nadie, cualquiera que se fije en uno seguramente estará urdiendo una conspiración.
-Si se desea justicia lo ideal es que uno mismo la imparta, y a la fuerza, por supuesto. La única ley justa es la del Talión, en cuyo nombre un asesinato es perfectamente justificable.

Breaking The Waves encierra una historia cautivadora, dramática, hermosa. El gran mérito de la película se debe, por encima de todo, a la urdimbre del relato y a la magnífica interpretación de Emily Watson. Sin embargo, la planificación, la filmación y el montaje no están a la altura. La película bascula entre el drama del relato, perfectamente retratado en el rostro de la protagonista, Bess, y los planos nerviosos, desencuadrados y cortados con brusquedad (abundan las panorámicas a toda velocidad compuestas por un par de planos). Ambos estilos no engarzan, aunque el drama alcanza cotas melodramáticas, el infortunio desgarrado de Bess no halla en la formulación visual ejecutada por Von Trier una certera adecuación. Más bien, el estilo del director intenta adelantar la respuesta emocional en el espectador a las desventuras de la protagonista con imágenes entrecortadas y desenfocadas que todo lo más que transmiten es desasosiego.

Además, la ingente cantidad de planos de la protagonista en los que lanza una mirada de complicidad al espectador redunda en echar a perder la capacidad conmovedora de la historia. En suma, Breaking The Waves es un curioso filme de un realismo casi documental pero, por otro lado, de una artificialidad casi abrumadora.