Drew Goddard debuta en la dirección con esta peculiar cinta de terror, en la que ha vuelto a colaborar con Joss Whedon (Los vengadores), aquí coguionista y productor, con quien ya trabajó en la mítica serie de TV Buffy, cazavampiros. Goddard también es conocido por colaborar con otro mito de la TV, J. J. Abrams, en Alias y Perdidos, así como en la creación del guion de Monstruoso, otra original propuesta del cine de catástrofes.

Goddard y Whedon se convierten en afortunados cómplices de este sentido homenaje a las películas de terror que es La cabaña en el bosque. Tal como Wes Craven hiciera en Scream, donde planteaba abiertamente los principales mecanismos de una típica película de miedo, director y coguionista incluyen todos los clichés de los filmes de terror, no sólo como muestra de su amor a este género, sino yendo mucho más allá, creando una parodia desenfadada y gamberra al mismo tiempo.

La propuesta, en principio, no puede ser más típica: cinco adolescentes deciden pasar unos días en una aislada cabaña en medio del bosque, encontrando un sótano siniestro que desatará la ola de terror y muertes truculentas esperadas en este género cinematográfico. Pero el tándem creativo de La cabaña en el bosque va mucho más allá, incluyendo elementos originales y toda una galería de monstruos tan variada como su imaginación.

Una de las principales diferencias de esta propuesta es la parodia y el sentido del humor con los que están tratados todos los tópicos del género, y que resulta francamente refrescante. De esta manera, el filme, pese a ser un homenaje y revisión de las películas de terror, parece no tomarse en serio a sí mismo en ningún momento, jugando con todos los clichés hasta darles la vuelta.

Los actores protagonistas (Kristen Connoly, Chris Hemsworth, Anna Hutchison, Jesse Williams y, especialmente, Fran Kranz y Richard Jenkins) están correctos, y los efectos especiales están al servicio de hacernos creer lo increíble. La parte más cuestionable del filme se encuentra en la última parte del mismo, donde quizás la orgía de sangre, monstruos y muertes pueda ser considerado por algunos como un divertido y gamberro fin de fiesta, o como una exagerada y delirante pérdida de papeles de unos guionistas que sin duda han debido divertirse creando este curioso filme.

Lo mejor: el sentido del humor y la parodia de los clichés del género de terror.

Lo peor: el alocado desenlace puede resultar demasiado “creativo”.

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Cuando uno se dispone a disfrutar de una nueva producción de Pixar, existe un “problema” fundamental: los antecedentes son tan fascinantes (Toy Story, Los increíbles, Wall-E, Up), que es inevitable exigir un mínimo de calidad. Cierto, Pixar nos tiene tan malacostumbrados, que cada nueva cinta debe ser igual o mejor que las anteriores.

Otro día hablaremos del rumbo que ha seguido Pixar últimamente y su abuso en la apuesta por secuelas o precuelas de sus grandes éxitos. Es el caso del largometraje que nos ocupa. En 2001, Pixar presentó Monstruos S.A., una fantástica cinta, muy divertida, tremendamente entretenida y original, y con una ternura (no confundir con cursilería) incomparable, encarnada en esa puerta decorada con flores y su dueña y detonante de toda la trama: la pequeña Boo.

Esta Monstruos University es la precuela de aquel gran éxito, y nos muestra como Sulley y el inimitable Mike Wazowski llegan a conocerse y convertirse en amigos, a pesar de no empezar con buen pie. Es inevitable comparar esta nueva producción con el original, la maravillosa Monstruos S.A., y, en ese sentido, resulta patente que Monstruos University no se encuentra a la altura de su precedente.

Perdido el elemento de sorpresa ante ese fascinante mundo donde los monstruos dependen de la energía que proporcionan los gritos de los niños humanos, esta cinta resulta casi un homenaje a esas pequeñas producciones de los años 80 sobre los desmadres de los jóvenes en las universidades norteamericanas.

También tiene un componente de las llamadas buddy movies, o cine de colegas, en el cual dos personajes que en un principio se detestan aprenderán a trabajar juntos para conseguir su objetivo, llegando a crear una amistad imperecedera.

Si nos olvidamos de su estupendo precedente, Monstruos University es un filme muy entretenido y divertido, plagado de guiños que disfrutarán todos los amantes de la cinta original. Así, veremos cómo el incombustible Mike Wazowski debe luchar para convertirse en un asustador profesional, embarcándose, junto a un grupo de marginados, en una competición de sustos, que demostrará quiénes son los monstruos más terroríficos del campus.

Por supuesto, la factura técnica es sobresaliente, y supone una gran elección si lo que se desea es pasar un rato entretenido y divertido, siempre teniendo en cuenta que carece de la magia, originalidad y calidad de su predecesora.

Lo mejor: Pixar suele ser sinónimo de entretenimiento y diversión, tanto para niños como adultos, y ésta no es la excepción.

Lo peor: no se encuentra a la altura, en ningún sentido, de la maravillosa Monstruos S.A.

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Neill Blomkamp, director de Elysium, sorprendió a todos con su anterior trabajo, Distrito 9, donde realizaba una recreación del apartheid sudafricano, donde las víctimas, en esta ocasión, eran unos seres extraterrestres. Gracias al éxito de su debut en el largometraje, Blomkamp ha podido disponer de un gran presupuesto para una nueva cinta de ciencia-ficción, Elysium, donde también encontramos una parte importante de crítica social.

Un presupuesto significativamente mayor que también ha permitido a Blomkamp contar con grandes estrellas de Hollywood para encarnar a los protagonistas de la cinta. Matt Damon (Tierra prometida) encarna a Max, un joven con pasado problemático, que sobrevive como puede en un planeta Tierra contaminado, exhausto y masificado, donde sólo permanecen aquellos que no disponen de recursos. En cambio, los más pudientes viven en una estación espacial, Elysium, donde la pobreza, la enfermedad o la delincuencia han sido erradicadas. Gobernando con mano de hierro esta utopía clasista encontramos a Jodie Foster (El silencio de los corderos), como la secretaria de defensa Delacourt.

Debido a un accidente laboral, Max se verá obligado a intentar llegar a Elysium por todos los medios posibles para salvar su vida. Delacourt será la encargada de impedírselo, contando con la ayuda de su secuaz, Kruger, que está interpretado por Sharlto Copley, el que fuera protagonista de Distrito 9.

A causa de la crisis económica que estamos sufriendo desde hace varios años, el actual sistema económico, las recetas de los gobernantes para atajar el problema y que sólo consisten en eliminar los derechos sociales adquiridos durante tantas décadas, no es difícil imaginar como verídico el futuro que nos presenta Blomkamp, donde la brecha entre ricos y pobres es inmensa, los trabajadores no poseen ningún derecho laboral, la sanidad se encuentra saturada y sin recursos y la injusticia domina el día a día.

Así, la primera parte de esta cinta de ciencia-ficción contiene una interesante crítica social, donde, de nuevo, un colectivo (los más desfavorecidos) se encuentra discriminado por aquellos que ostentan el poder, en un mundo claramente dividido en clases.

Esta breve muestra de conciencia social da paso a una espectacular (y mucho más amplia) segunda parte, dominada por una trepidante acción, que resulta bastante entretenida. Las escenas de acción están muy bien rodadas, en muchas ocasiones con la técnica de la cámara en mano, lo que aumenta todavía más su frenético ritmo.

Debo destacar los increíbles efectos especiales de esta propuesta, que alcanzan un nivel de realismo pocas veces visto. Aquí, nada parece creado digitalmente, sino una realidad. Ese inusitado realismo aporta una gran belleza a las imágenes que tienen lugar en el espacio, ya sea observando el planeta Tierra o la estación espacial que da nombre a la película.

La mayoría de las interpretaciones son correctas, y se agradece la naturalidad de Diego Luna (que interpreta a un amigo del protagonista) y la contención de Matt Damon. Sobre todo si las comparamos con la actuación, bastante pasada de vueltas e histriónica, de Wagner Moura (como Spider) y Sharlto Copley, como el temible Kruger.

En definitiva, Elysium es un filme de ciencia-ficción que cuenta con una buena dirección, producción e interpretaciones, y con unos excelentes efectos visuales, que gustará a los amantes de las cintas de acción trepidante.

Lo mejor: un futuro terriblemente verídico y que no resulta tan lejano; y unos efectos especiales sobresalientes.

Lo peor: que al final se trata, en esencia, de una mera cinta de acción, aunque entretenida.

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Guerra Mundial Z, dirigida por Marc Foster (Quantum of Solace), es la adaptación de la novela escrita por Max Brooks, sobre una pandemia zombie, que amenaza la supervivencia de la raza humana en todo el planeta.

Además, supone un vehículo para el lucimiento de Brad Pitt, que ejerce también como productor, y que se erige como protagonista absoluto del filme. Pitt interpreta a un empleado de la ONU, que deberá investigar el origen de la epidemia zombie y ayudar a conseguir una cura, antes de que la humanidad desaparezca.

Toda historia, por muy fantasiosa que sea, necesita tener un mínimo de credibilidad para sostenerse o para resultar interesante. Aquí, el problema no es la premisa zombie, sino como ésta se desarrolla, ya desde las primeras escenas.

Cualquier tipo de epidemia, antes de que pueda asolar todo un planeta, debe comenzar de manera escalonada, aunque posteriormente pueda expandirse mundialmente, amenazando la supervivencia de la humanidad. Sin embargo, aquí la pandemia parece surgir y propagarse en tan solo unos minutos, entre la ignorante población, sin que nadie tenga noticias de ello previamente.

Resulta increíble ver, además, como Brad Pitt no deja de mostrar un ligero gesto de interés o confusión, cuando una gran explosión tiene lugar a pocos metros de él y su familia o cuando diferentes personas comienzan a atacar, de manera irracional y sumamente violenta, a cualquiera que encuentren por el camino.

Más increíble resulta la torpeza en resumir ciertas situaciones. Por ejemplo, en la eliminación del personaje del reputado virólogo que debe encontrar una cura para la epidemia, y a quien Pitt acompaña en su misión. Debido a que Pitt debe convertirse en el héroe absoluto de esta superproducción, aunque la amenaza zombie pone en bandeja a los guionistas mil posibilidades para finiquitar a quien pueda hacerle sombra, se escoge la muerte más irrisoria y absurda que he podido contemplar en la gran pantalla, para dejar así todo el protagonismo a la gran estrella. O toda la parte que tiene lugar en Jerusalem, y que parece patrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel.

También podríamos criticar a estos zombies, que se mantienen en un segundo plano y que o bien parecen poco verosímiles, al estar recreados de manera digital y comportarse como una marabunta o una marea de no muertos capaces de escalar muros infranqueables en segundos; o resultan ridículos, como en la escena donde Pitt debe hacer frente a un amenazante zombie, en una de las escenas a priori más intensas o importantes de la trama, y que recuerda a uno de esos juguetes con forma de mandíbula que no paran de chasquear los dientes.

Asimismo, la resolución de la trama se encuentra demasiado fácilmente, por lo que, en vez de Guerra Mundial Z, esta película debería pasar a titularse Pitt y el Breve Episodio Z.

Como ya he comentado, todo el protagonismo se reserva para Brad Pitt, que hace la peor interpretación de su carrera, y al que el apocalipsis y la posibilidad de perder a su familia sólo arrancan un leve gesto de confusión. El resto de intérpretes, Mireille Enos (serie The Killing), como su esposa; Daniella Kertesz, como un soldado israelí; David Morse (Bailando en la oscuridad), como un exagente de la CIA; o Fana Mokoena (Hotel Ruanda); sólo son el necesario, pero banal, acompañamiento del héroe en la realización de su misión.

Lo mejor: poder disfrutar, en varias ocasiones, de las notas del tema The 2nd law: Isolated system, compuesto por Matt Bellamy, del grupo Muse; en 3D, la escena con la ceniza en suspensión, espectacular.

Lo peor: la interpretación de Brad Pitt; la falta de verosimilitud de la propuesta en general; se echan de menos más ataques zombies.

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El debut en Hollywood del director surcoreano Park Chan-wook (Old boy) es una fascinante y oscura vuelta de tuerca al clásico de Alfred Hitchcock, La sombra de una duda, y adapta un guion escrito por el que fuera protagonista de la serie Prison Break, Wentworth Miller.

Como parte del homenaje o reinterpretación de la obra del mago del suspense, aquí también encontramos a un turbio tío Charlie (Matthew Goode, Watchmen), que aparecerá en escena tras la muerte de su hermano, y que decidirá quedarse en la casa con su cuñada Evelyn (Nicole Kidman, Las horas) y su sobrina India (Mia Wasikowska, Alicia en el país de las maravillas).

La joven India, solitaria e inadaptada, sufre especialmente la muerte de su padre, mientras establece una relación contradictoria de atracción hacia su recién descubierto tío Charlie, que también llamará la atención de una no demasiado apenada viuda y distante madre de India.

Sin duda, lo más destacable de esta película no es lo que cuenta, sino cómo se cuenta. El interés no está por tanto en unos diálogos más bien escasos, sino en las fascinantes y casi hipnóticas imágenes que un omnipresente director imprime en todas sus escenas.

Una puesta en escena muy personal, que crea una atmósfera oscura, sensual, turbia, magnética, acerca de la relación de ese incierto personaje, el tío Charlie, con las mujeres de la casa: madre e hija.

Lo mejor lo encontramos en la relación entre tío y sobrina, donde la joven India se encuentra atraída hacia el hermano de su padre como una polilla a una llama. Matthew Goode y Mia Wasikowska están maravillosos en sus respectivos papeles, y hacen unas interpretaciones perfectas en este duelo de voluntades y malsana atracción, donde destaca cada mirada y cada gesto, en un sensual y tenebroso juego del gato y el ratón.

Se trata de una cinta que debe disfrutarse por su puesta en escena, sus fascinantes imágenes, su atmósfera macabra y cargada de sensualidad y sexualidad; y por las miradas hipnóticas de un perverso Matthew Goode y una ambivalente joven que lucha por encontrar su verdadera identidad, interpretada por Mia Wasikowska.

Lo mejor: la puesta en escena, sus poderosas imágenes, la atmósfera enrarecida y la relación y química entre Matthew Goode y Mia Wasikowska.

Lo peor: quizás tarde un poco en coger ritmo, con un pausado inicio.

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