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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 321
Críticas ordenadas por utilidad
3
17 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Da hong zha” (“Air Strike”, China, 2018), dirigida por el desconocido Xiao Feng, quien apenas cuenta con un par de producciones previas (espero que no tan malas como esta), con guion de Chen Ping, asesorada por Mel Gibson y un reparto que prometía acción y entretenimiento: Bruce Willis, Ye Liu, Adrien Brody, Fan Bingbing, Nicholas Tse, etc. Se trata de una mezcla de historias, pero la que más atención ocupa es la de un coronel estadounidense (Bruce Willis) que entrena a un grupo de pilotos de caza chinos durante la guerra contra el invasor japonés. Como dato curioso, esta cinta, la más costosa en la industria china hasta ese momento, no pudo estrenarse en salas de cine por una acusación de fraude fiscal hacia una de sus actrices, por lo que fue estrenada apresuradamente por medios digitales. Además, los productores tomaron la pésima decisión (creyendo que esto favorecería la inserción de la película en el mercado gringo) de doblar al inglés los diálogos originales en chino, utilizando expresiones coloquiales estadounidenses a pesar de tratarse de una obra conmemorativa china, lo que produjo el hazmerreír del público americano, quien tomó esto más como una parodia-cómic en vez de lo que debió haber sido: un drama bélico. Agrego que el filme tiene algunos buenos efectos especiales y se nota que hubo un interés en que la fotografía fuese más que correcta, pero no hay nada más que decir.
En relación con los temas de contenido, estamos ante una pésima película y si bien no suelo hacer reseñas de obras así, creo que ahora es una buena oportunidad para reflexionar qué es lo que hace que algo sea tan malo. En primer lugar, el guion es demasiado disparatado como para mantener la atención del público, ni siquiera del menos formado, especialmente por lo ridículo de los desenlaces y la intención de abarcar demasiadas historias en tan poco tiempo. Parece que la película se hizo por etapas y cada una con una mano e intenciones diferentes, exceso de variedad que la edición final no pudo resolver. Esto nos recuerda que, en el cine, la historia cuenta tanto como la forma en la que se cuenta. Si una de las dos cosas falla, el conjunto cae indefectiblemente. En segundo lugar, queda en claro una intención en los productores de entrar en el mercado de las mega producciones de acción, pero no supieron cómo hacerlo. Creyeron que bastaba con algunas caras conocidas (ni quiero imaginarme lo que cobraron Willis y Brody… ¡Brody!, no puedo creer que se haya prestado para esto… por aparecer en algunas escenas), expresiones coloquiales en inglés y muchos efectos deslumbrantes. Incluso, es un insulto a los actores chinos, que se esforzaron algo más, el que hayan sido desplazados, hasta en la carátula, por dos actores occidentales, con malos papeles, que no aportaron mayor cosa a la trama.
Expliquemos mejor: hay muchas mega producciones pésimas en cuanto su contenido, pero logran, para sorpresa de un público formado, ser rentables. ¿Por qué? Porque se basan en caras conocidas y escenas delirantes desde el mero entretenimiento, pero no se quedan solo en eso, pues saben que deben ofrecer alguna trama que tenga algo de sentido dentro del nivel del auditorio al que apuntan, que si bien puede ser bajo, algo de nivel tiene. Ahora, en este caso concreto, el público que disfrutaría este tipo de cintas no sabe mayor cosa de historia (y para entender lo que hay detrás del filme se requiere cierta información previa) y se enredaría fácilmente con las historias (mal) conectadas que se le presentan, con personajes que no están bien pensados ni mucho menos bien interpretados, y que terminan restando tiempo valioso a la acción. A esta cinta de Feng le faltó conocer el público occidental que pudo haber disfrutado (no digo “apreciado” pues ya es un verbo muy exigente) esta película.
Por cosas como las que he dicho, la obra ha sido destruida por la crítica, pero aun así termina siendo una excelente oportunidad para pensar que un buen filme es el resultado de una valoración positiva que hace el público correcto de un conjunto de elementos que deben interactuar bien entre sí, bajo la certera batuta del director, y todo esto faltó en la cinta que ahora reseño.
Triste momento para el cine chino de rememorar los fatídicos hechos de la Segunda guerra sino-japonesa [1937-1945] y la fuerza aérea china que, heroicamente, se enfrentó a un enemigo muy superior. Películas como está, a la larga, en vez de rendir un merecido homenaje terminan por ridiculizar el drama y la barbarie que vivieron los chinos en aquellos años (2021-01-16).
Andres Botero
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8
18 de noviembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “The Favourite” (“La Favorita”, 2018, RU), del director griego Yorgos Lanthimos [1973- ], con guion de Deborah Davis y Tony McNamara. El reparto es de lujo (incluso se instaura un triunvirato femenino difícil de olvidar): Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz. La narración, ligeramente biográfica pero que no puede considerarse como histórica completamente, y con algunos toques de comedia negra y humor excéntrico, se centra en la última reina de los Esturdos, Anne (Colman), quien gobernó entre 1707 y 1714, y cómo ella afronta (o delega) los temas del gobierno en dos mujeres: Lady Sarah (Weisz) y Abigail (Stone). Es de señalar que la cinta ha merecido muchos premios, destacándose, sin ser el único, el Óscar a mejor actriz concedido a Olivia Colman. Estéticamente, la película tiene el sello propio de Lanthimos, al que se suma el extraño pero interesante manejo de cámaras, la buena fotografía (mérito de Robbie Ryan) y la contundencia de la música. Es de señalar que el director busca conscientemente reflejar la soledad de los personajes al ubicarlos en grandes espacios, así como inquietar al espectador al poner la cámara en lugares poco convencionales. Agrego, con aplausos, que las actuaciones protagónicas femeninas son de altísimo nivel. Ahora, pasando a temas de contenido, la obra toma elementos biográficos, pero no está interesada en modo alguno en reflejar con veracidad lo que sucedió, por lo que el espectador no puede creer que el filme le expone un pasaje de la historia política inglesa. Sin embargo, sí tiene valor político en tanto que la cinta logra expresar cómo la vida privada de los gobernantes termina por fundirse con la vida pública de sus organizaciones políticas. Si se me permite ser algo reduccionista, aquí la ambición, travestida de amistad, se retrata perfectamente en la conquista del cuerpo (y por ende del poder) de la reina. Los pecados se difuminan para terminar siendo políticas públicas. Una buena película para meditar los detalles privados del poder público. Podría pensarse que esa privatización de lo público, que permite que los asuntos íntimos de los poderosos terminen siendo políticas de Estado, fue algo muy presente en las monarquías, pero sigue siendo un sello propio de culturas donde se cree que el poder es moneda heredable entre familias poderosas. Otro aspecto que rescato, para un análisis posterior, es cómo se refleja el sistema de gobierno inglés, en este caso el cogobierno existente entre Parlamento y Reina, que si bien ha mutado mucho hasta nuestros días sigue, por el peso de la tradición, manteniendo algunos elementos que han logrado sobrevivir hasta nuestros días (para empezar, el espacio donde sesiona el Parlamento). Finalmente, debo señalarlo, la obra exige un compromiso del espectador, porque su forma narrativa (con su particular comedia grotesca), tan diferente a los usos comerciales a los que estamos acostumbrados, la hace lenta y, en algunos momentos, un poco aburridora. Pero si el espectador piensa, en los momentos en que el filme le permite divagar, en la fotografía, las actuaciones y el manejo de cámaras, podrá darle un merecido sitio a lo que ve. La recomiendo, con los matices ya vistos. 2019-11-15
Andres Botero
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7
23 de abril de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “A Star Is Born” (“Ha nacido una estrella”, 2018), dirigida por Bradley Cooper [1975-], siendo este su primer largometraje, con guion del propio director junto con Will Fetters y Eric Roth, basados en una historia que ya lleva tres versiones, hasta donde conozco, en el cine (1937, Dir. William A. Wellman; 1954, Dir. George Cukor; y 1976, Dir. Frank Pierson). Eso sí, el argumento original es mérito de William A. Wellman y Robert Carson. Esta cinta está protagonizada por el propio Bradley Cooper (aplausos), Lady Gaga (aplausos), Sam Elliott y Rafi Gavron, entre otros. Ahora bien, estamos ante un drama romántico mezclado con el género musical. El filme narra cómo un cantante superestrella, Jackson Maine (Cooper), se enamora de Ally (Lady Gaga), una cantante que lucha por ser reconocida en el medio artístico, a la vez que le ayuda a salir adelante en la industria de la música. Pero el amor sucumbe ante el manejo de la fama y los vicios que suelen atornillarse en las personas del espectáculo. Antes que nada, quisiera resaltar cuatro aspectos estéticos o, si se quiere, formales: el primero es el buen manejo de cámaras (mérito de Cooper y de su director de fotografía Matthew Libatique), el sonido, las actuaciones protagónicas y la música (con buenas canciones de Lady Gaga, Bradley Cooper y Luke Nelson) que logra volverse un protagonista más, como es de esperar en un musical. Y sí, como puede leerse, Cooper está en todo en esta película. No dejen de prestar atención en estos asuntos, pues realmente son meritorios. Pasando a temas más de reflexión, recordemos que estamos ante una obra con un argumento ya expuesto anteriormente, un argumento predecible, pero que, a pesar de todo ello, es garantía de éxito comercial en la medida que estamos ante una historia que tiene que ser muy mal contada como para que no genere emociones en el auditorio. Por eso no les extrañe que en un par de décadas se reescriba (remake) en el formato dominante de ese momento. En este sentido, podría decirse que estamos ante un contenido de lujo (emociones bien transmitidas) en un envase comercial transnacional. Es decir, en este largometraje se dan cita todos los elementos requeridos para un éxito comercial en una cinta dramática: un romance de fondo que mueve el interés de las personas (en especial porque son artistas famosos), rodeados de gran éxito y, justo por ello, siempre en peligro pues está al acecho el fracaso más estruendoso (me refiero a ese difícil equilibrio entre éxito y fracaso de los que la sociedad pone en la cúspide social, difícil equilibrio que atrae las miradas voyeristas de todos, aspecto que da lugar a trabajos de la sociología de la fama). A esta receta exitosa se le suma que estamos ante figuras emblemáticas por su belleza y su talento (en este caso, Lady Gaga demuestra una capacidad sin igual, no solo como cantante sino también como actriz). Agrego que la fórmula del éxito se logra prolongar con la decisión de Ally de no abandonar a Maine… que habría sido lo de esperar si dicha historia se hubiera dado en la realidad. Esta decisión narrativa de alargar el drama logró sacar suspiros y anhelos entre los espectadores, al hacerles creer que nadie, ni siquiera las personas más famosas, están exentas de las pasiones de los demás mortales. Invito pues a reflexionar sobre este punto: estamos ante una radiografía de nuestros miedos y aspiraciones que solemos reflejar en los nuevos semidioses (deportivos, artísticos, etc.). Esa necesidad de contar con ídolos (dioses de carne y hueso) no es banal ni mucho menos reciente: está en la naturaleza humana. Pero de nada serviría reflejarlos solo como dioses, ajenos a nuestras pasiones, como tampoco lo sería verlos solo como humanos, sin ese algo sobrenatural que le atribuimos a sus acciones. Por todo lo anterior, la fórmula dramática aquí usada, algo cursi y predecible, funciona a la perfección, para bien del negocio, por un asunto humano, demasiado humano. En conclusión, un filme que crea mucho aspaviento, en tanto que conmueve e inspira, pero cómo no hacerlo atendiendo a la receta que le da origen. Por eso no creo que estamos ante un hito del séptimo arte, pero sí ante un peldaño importante de la industria del cine. ¿Vale la pena verla? Sí, entre otras cosas porque no solo entretiene, pero tampoco pedirle peras al olmo. 2019-04-22.
Andres Botero
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4
15 de abril de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Queen of the Desert” (“Reina del Desierto”, Alemania, 2015) dirigida por Werner Herzog [1942-], un autodidacta que fundó, junto con otros cineastas como Rainer Werner Fassbinder, el “Nuevo cine alemán”. Estamos ante un director que, en cierto sentido, ha cimentado una estela de leyenda en el séptimo arte. El guion es del mismo director y el reparto es de lujo, por lo menos comercialmente: Nicole Kidman, James Franco, Robert Pattinson y Damian Lewis, entre otros. La cinta está enmarcada en el género biográfico. Narra la vida de Gertrude Bell (Kidman), exploradora inglesa quien colaboró activamente con el gobierno británico, luego de la Gran Guerra (1914-1918), en la repartición del Medio Oriente, antes territorio turco, entre Francia y Gran Bretaña. Empiezo señalando que, en cuanto los asuntos estéticos, la película es correcta; a fin de cuentas, fue hecha por alguien que sabe muy bien su oficio. Lástima, eso sí, ciertas escenas en espacios cerrados donde se nota a leguas que estamos ante habitaciones remodeladas en pleno siglo XXI y no ante espacios propios de inicios del siglo XX (verbigracia, en una de las escenas, una habitación tiene en el techo lámparas “ojos de buey”). Pasando a otros asuntos, el espectador siente que algo falla desde mediados del filme. El problema está, a mi modo de ver, en el guion mismo, lo que hace que el biopic se pierda en el desierto. El relato no trasmite las emociones que debió transmitir, de manera tal que las opciones dramáticas quedaron solo como eso, meras opciones. Parece un registro cronológico, poco emotivo, de una mujer aguerrida, pero de la que poco se nos informa acerca de sus ángeles y demonios. A esto se suma un error imperdonable: el contexto no se cuestiona. Por ejemplo, no se lanza una mirada crítica al colonialismo británico ni a la forma absurda mediante la cual las potencias europeas crearon “naciones”, “Estados” y “fronteras” entre la arena. No se indaga con rudeza la manera por la cual los países hegemónicos, encabezados por Inglaterra, se repartieron las tierras y los recursos otrora otomanos. Es bien sabido que esas fronteras imaginarias, que personas como Bell ayudaron a trazar, lo único que hicieron a corto y mediano plazo fue encender el Medio Oriente. Millones de seres humanos perecieron en guerras que surgieron en buena medida por la estrategia franco-británica aplicada en dichos territorios. Incluso, parece que el filme ofrece una postura positiva de la labor de “consultora” que dicha mujer realizó para su gobierno. Agrego que el tema del machismo (en especial en el mundo árabe) y la esclavitud, por dar dos ejemplos más, pasan sin ser revisitados por la protagonista ni por el director, como si no fuesen fuente de dramas humanos sino características lejanas y casi que intrascendentes del paisaje. En fin, nada de esto se cuestiona a profundidad. Ante estas fallas (poca dramaticidad en el relato y falta de criticidad histórica), el espectador, por lo menos el que exige del cine algo más allá que entretenimiento, fácilmente se puede sentir afectado y, tal vez, ofendido. Esto me lleva a otra pregunta: ¿cómo Herzog pudo escribir y dirigir esta obra? Inicialmente, estuve considerando la posibilidad de que Herzog tuviese en mente hacer una cinta con el molde de película rentable de Hollywood, pero no creo que esta sea la respuesta completamente acertada, pues este filme, a mi modo de ver, ni siquiera es entretenido, que es el requisito mínimo de una producción comercial de la industria del espectáculo. Tal vez Herzog quiso hacer la versión femenina de Lawrence de Arabia, quien aparece más de una vez (interpretado por Pattinson), algo desentonado, en la obra. Pero esto no explica los yerros ya señalados. Realmente, cualquier respuesta está en el campo de la especulación y prefiero evaluar el resultado final: estamos ante una cinta más larga de lo necesaria, poco entretenida, que no toca la esencia del drama al que estaba llamada y, finalmente, no evalúa ni permite evaluar los hechos históricos de ese momento. Poco bien le hizo a la memoria de Bell este filme. No la recomiendo. 2019-04-11.
Andres Botero
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8
21 de noviembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Mother!” (“¡Madre!”, EEUU, 2017) dirigida y escrita por el reconocidísimo
Darren Aronofsky [1969- ], quien no necesita mayor presentación. El reparto es de lujo, como es de esperar: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer y Domhnall Gleeson, entre otros. Narra la vida de una pareja en una retirada casona en medio del bosque. El esposo (Barmen), un escritor en espera de inspiración, deja que entren a la casona varios desconocidos, todo ante la mirada suspicaz de la esposa (Lawrence). Estos extraños empiezan a apropiarse de la casa, con la bendición del hombre y el rechazo de la mujer. El primer asunto a tocar es lo referente al género. ¿Terror o drama? Realmente estamos ante la apuesta más arriesgada del director: una alegoría que busca conscientemente incomodar al espectador, hacerlo vivir una pesadilla, para que una vez terminada la cinta, se pregunte por lo que representa y, en ese momento, podrá apreciar su valor. En este sentido, la película puede ser entendida como de terror, pero no al que estamos acostumbrados, sino aludiendo al terror que generamos, como especie, en el planeta. Al ser una obra que solo puede apreciarse plenamente luego de verla y meditarla, cabría mejor considerarla como thriller psicológico o incluso cine experimental. En segundo lugar, es que el filme ha sido tan criticado que estuvo nominado (tanto el director como sus protagonistas) a los premios Razzie (que premia lo peor del séptimo arte cada año). ¿Por qué este rechazo? Luego de la reseña el lector podrá responder esta pregunta. Pero pasemos al tercer punto: la cinta logra crear una atmósfera sombría y densa, toda una pesadilla para el espectador. El director busca incomodarlo desde el principio hasta el final, a un punto que muchos no soportan esa atmósfera continua, sin momentos de respiro. Pero como lo dije antes, cuando el espectador hastiado se da cuenta de que es una alegoría, entiende lo ambicioso de la obra. ¿Y de qué es alegoría? Solo daré unas notas muy generales (VER SPOILER). Entonces, cuando se observa el sentido alegórico –después de ver el filme– es que el espectador se sobrecoge de la pesadilla que fue verla, para apreciar así su sentido crítico. Solo con este salvavidas puede evitarse considerar este filme como uno de los mayores fracasos del año. Una locura que toma dimensiones catárticas solo cuando se comprende el sentido simbólico de la cinta, y eso solo puede suceder luego de padecer 120 minutos la propuesta visual de Aronofsky. Por lo anterior no me atrevería a sugerirla, pero tampoco lo contrario. El lector debe tomar su propia decisión. Empero, si decide verla, cosa que creo sería lo más conveniente, que se prepare para dos horas de golpes al hígado. 2018-11-21.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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