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España España · Málaga
Críticas de Nuño
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Críticas 268
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
21 de noviembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al hombre mediterráneo, el azulado frío nórdico, además de resultarle un elemento climático casi erróneo, le provoca desaliento.

En la dorada Europa meridional, los días sombríos y de cielo tenue son la incidental anomalía, y un sol naranja y cálido es sinónimo de bienestar. ¿Cómo podría uno vivir allí donde el mismo paisaje parece un terrón de hielo, donde la noche parece cerrarse tan pronto, a cal y canto?

La Finlandia de Kaurismäki tiene una imagen apagada y melancólica; nos resulta exótica. Es un lugar donde Arto Paasilinna contaba que la gente se suicidaba en grupo el día de San Juan; una fiesta que nosotros asumimos como de luz y júbilo.

[Puedes vivir en el contenedor del hijo de Erik, que murió helado hace un invierno]

La gelidez ambiental, no obstante, no enfría el candor de lo que narra Kaurismäki. El plano no brilla menos, y la música no se silencia.

...

[Destellos de su genio e ingenio]

El absurdo aparato burocrático, febrilmente kafkiano si no fuese por el gesto taciturno y despreocupado con el que su víctima cae en él.

La vida es algo que se hace al momento. Limpiar el suelo del nuevo cuchitril que será nuestro hogar, tumbarse a fumar, cocinar unos guisantes, conversar lacónicamente, mirar el mar... Nadie nos arrebatará lo que ya estamos haciendo.

La providencia, tan discreta y oportuna.
— Yo no tengo dinero.
— Da igual, se iba a tirar de todos modos.

El recuerdo irrescatable.
— ¿Discutíamos mucho?
— Cada vez más, por eso lo dejamos.
— Lo siento, no lo recuerdo.
Nuestra historia, velada por la bruma. Y, ¿qué más da, para seguir?

...

La más templada naturaleza humana vive más allá de las vaharadas de frío y de las manos ateridas. Sus entrañables seres, los de Kaurismäki, no están congelados bajo su piel.

Gracias.
Nuño
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10
18 de noviembre de 2016
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Amanecer

Homínidos dispersos, poco más que primates agrupados en parentelas, pueblan la enormidad de una Tierra en sus albores; intacta y de un exotismo casi mitológico.

Incipientes humanos conviven junto a especies animales; pacen con ellos, como tranquila hermandad de mamíferos. Durante el día, hay ocasionales disputas territoriales con grupos foráneos de simios, con el agua como objeto. Además, cazadores felinos acechan. Las noches las pasan avizores, por miedo a ser depredados.

Aparece un monolito; le gruñen y piruetean a su alrededor. No entienden su presencia.

El origen del monolito es una incógnita, pero su consecuencia no lo es: con una lógica inexorable les ha conducido a sostener un hueso y entender que con él pueden golpear. Llegan las primeras muertes. Los compañeros animales ahora son carne a devorar y el encuentro con el grupo rival deja el primer cadáver.

El hombre ha aprendido a destruir y, en éxtasis, arroja el hueso hacia el cielo.

...

[En el segundo infinitesimal de una elipsis queda comprimida la gesta de la Humanidad. El Neolítico. Los egipcios y Babilonia. Grecia y Roma. El Cristianismo y el Islam. La Filosofía y el Arte. Las guerras de religión y las Guerras Mundiales. La URSS. Ahora, estamos en el espacio: hemos trascendido nuestra Tierra, nos hallamos ante la recta final].

...

2. Los límites

El humano, ya racional, ha pasado de gañir y bramar a explayarse en jerigonza científica. De ser empequeñecido por rocas y árboles, a estarlo por cuerpos celestes. De la carne cruda arrancada de los tapires a la ración liofilizada.

Hay un segundo monolito, que reciben los caballeros del espacio. La toma de contacto con el monolito, pese al secretismo mediático, es ceremoniosa y protocolaria: contrasta, y mucho, con la simplicidad con que lo recibieron los simios. Es irónico que la solemnidad y pompa científicas no alteren los ineluctables designios de la piedra, lo cual nos relega a una posición algo ridícula.

[Hay un corte brusco, y la acción pasa a cinco hombres en expedición secreta a Júpiter: tres de ellos, dormidos]

HAL 9000 es la más elaborada creación del hombre; un no-humano que imita al humano a la perfección. HAL Razona mediante heurísticos complejísimos, es capaz de operar con emociones complejas y ambiguas. Interpela al hombre, inutiliza sus estrategias de ajedrecista y juzga sus capacidades artísticas. Es todo lo taimado, calculador y temeroso que puede ser una persona; por ello, oculta información, miente convenientemente, finge con propósitos estratégicos, predice reacciones y, ante la amenaza, defiende su desconexión como nosotros defenderíamos nuestra vida.

La hipérbole queda expuesta de forma diáfana: el hueso, natural, con que el humano da muerte. La máquina no natural, que al humano da muerte.

[El momento más emotivo de '2001' (una película que no se proyecta en dramatismos íntimos) lo protagoniza HAL 9000, entonando la melancólica "Daisy bell" para despedir su existencia electrónica, ante su irremisible desconexión. Que sea una máquina la que brinde este momento, denota un pesimista y sutil sentido del humor].

...

3. El crepúsculo

El Último Viaje del Último Hombre, convertido ya en vestigio de su propia raza, entre la lisergia, el sueño terminal y la recapitulación.

Y, antes de ser relevados por alguna nueva especie que no nos concierne, toma el anciano hombre su Última Cena, en una habitación de decoración clásica que bien pudiera ser la antesala de la misma nada. Con la fragilidad del vaso que se rompe, el Anciano expira.

...

[4. Algunos detalles...]

El ritmo, el de la ópera. Strauss, "Así habló Zaratustra", György Ligeti, "Lux aeterna", "Réquiem". El movimiento cadencioso, combinación de danza y geometría, envolvente y armonioso // El escalofriante silencio absoluto que reina, inalterable, en las ominosas fauces del espacio // El astronauta a la deriva, cortado su cable, como un recién nacido arrojado a la voracidad del infinito, por su propio semejante, como Caín y Abel // Las funciones vitales claudicantes de los pasajeros en hibernación; momias en sarcófagos espaciales, cadáveres en tumbas asépticas // Antes de la aparición del segundo monolito, que anuncia el fin, las naves flotan con fastuosidad y ostentación, y la música es altilocuente. En la misión a Júpiter, vaticinado el final, el viaje es más discreto y resignado, entre lo siniestro y lo triste. Ha habido un cambio de tono en la película // En la última habitación, pinturas y esculturas como últimas posesiones del moribundo. El Arte, nuestro legado más noble, del que rodearnos antes de desaparecer.

...

Kubrick vacía de emoción y palabras la historia, y enfoca el peso dramático en la racionalización de la odisea en base a la observación de las imágenes. Esto es significativo, porque es signo de confianza en la inteligencia del espectador.

La Humanidad queda clausurada entre las estrellas, en un viaje que un día comenzó con el polvo que levantó el impacto de un hueso.

Gracias.
Nuño
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4
9 de noviembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Trepidante espectáculo visual", dice A. O. Scott, en 'The New York Times'.
"Boyle sacude cada fotograma con adrenalina cinematográfica", señala Travers, en 'Rolling Stone'.
"Las aportaciones exteriores son de una ejemplar espectacularidad", apunta Ocaña, en 'El País'.
"Un tiro de adrenalina pura", comenta Cuéllar en 'ABC'.
"Ruidosa y desatada", rematan en 'La Vanguardia'.

Trepidar, sacudir, adrenalina, espectáculo, otra vez adrenalina, ruido... Los últimos epítetos que cabría esperar de una película que trata sobre un hombre inmovilizado. Leídas las críticas tras leer la sinopsis, sorprenden; leídas tras ver la película, se evidencia dónde está, a mi modo de ver, el fallo.

...

La música no para de atronar y no deja paso al silencio: no hay desasosiego. El montaje es acelerado; no hay una imagen que permanezca lo suficiente para anegarnos de impotencia. El plano cambia continuamente: movilidad anulando inmovilidad.

El planteamiento dice una cosa. La cámara, lo contrario.

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La insólita premisa, que parte de un espeluznante acontecimiento real, y la pulcra labor de entretenimiento de Boyle no me resultan suficientes. No me alcanza el drama. En mi opinión, el director entiende que su película trata sobre un hombre atrapado, a merced del tiempo y de la desesperanza, pero se ocupa, pertinaz, de que el espectador no sea dicho hombre.

[Opción alternativa: 'Touching the void' (2003), de Kevin Macdonald]

Gracias.
Nuño
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9
30 de octubre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
[A Julien, la guerra le robó muchos amigos. Su pesaroso rostro, superpuesto sobre cruentas imágenes de campos de batalla donde hombres sanos abrevian su tiempo, es la expresión desgarrada no ya del que sufre, sino del que no comprende. Rescato de mi memoria las palabras del Louis-Ferdinand Céline combatiente: "Nunca me sentí tan inútil como entre todas aquellas balas y los rayos de aquel sol"].

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Julien se consagra a los que ya no están. Siente obligación de dedicar su vida a honrarles. Ha llenado su vida de todo lo que ya no vive.

"Nuestros muertos, nuestros pobres muertos. Piden tan poco que reciben menos aún".

Intenta reproducir sus presencias, y se sirve de materiales insuficientes. Prendas, retratos, pertenencias... Está convencido de poder emular el brillo del alma humana mediante su alquimia. El sucedáneo que consigue, torpe y exiguo, le consuela profundamente. A su mujer no sólo la sigue amando a través de sus enseres, sino que "se siente aún más cerca de ella". Superar la ausencia es, para Julien, ingratitud y traición.

"De aquí a algún tiempo, conocerá más gente muerta que viva".

La imagen de 'La habitación verde' es cenicienta, marchita. La iluminación crea un efecto de fantasmagórica vetustez. Lo más vivo en pantalla son las llamas rutilantes de los cirios.

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Todos tenemos una consciencia de la muerte, sabemos qué será de nosotros dentro de 100 años. Sin embargo, nuestra naturaleza está diseñada para arrinconar esta certeza; de lo contrario, nos paralizaríamos. La sensibilidad de Julien es demasiado inerme, esa certeza camina libre en su ser. No ama a una mujer viva, aun pudiendo; no cambia de trabajo, por fidelidad a los ancianos.

Se siente más feliz en la inmutabilidad de la muerte.

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El final de esta película es emocionalmente ambiguo. En parte, uno siente que Julien no debería haber malgastado su derecho a intentar alcanzar la plenitud y las mieles que la vida nos reserva, que son muchas. Por otro lado, él se sentía dichoso de poder ser un cirio más alumbrando la oscuridad, y quizás fue bravo por abrazar sin temor aquello de lo que el resto huimos despavoridos.

Cualquier posición ante la muerte nos hace parecer algo ridículos; apenas sabemos si es nuestra cruz o nuestra redención.

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Enciendo yo otra vela, y la dejo junto a la de Servadac, por el alma de Julien, que no era otra que la del mismo Truffaut.

Gracias.
Nuño
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7
29 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manoel de Oliveira estuvo en el mundo durante más de 100 años. Su camino abarcó la práctica totalidad de la historia cinematográfica. Esa antinatural longevidad es un dato del que no sólo cuesta abstraerse al acercarse a sus obras, sino que ayuda a explicar, y explica, su libertad formal. Un hombre centenario, y que sigue creando, ha de ser forzosamente audaz.

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La piedra angular de su Cine: la palabra.

Para Oliveira, tan importante como la imagen. El pálpito de la música, de la imagen, a menudo son inefables. La palabra, en cambio, es la expresión principal del raciocinio. La emoción, mediante el filtro de la palabra, es intelectualizada. De su propia boca: "Cuando una persona está muy emocionada, se cierra a la razón. Yo creo que en las antiguas tragedias griegas, que todavía están en lo más alto de la expresión artística, se limitaba la emoción para que siempre prevaleciera la razón". Oliveira extrae el subtexto que alberga toda imagen. Su pretensión es que, así, sus películas sean, ante todo, pensadas.

...

'Singularidades de una chica rubia', tiene mucho del cuento, en su proverbial esquema. Formalmente, Oliveira se apoya en el plano fijo, el montaje ordenado (enfatizando la cualidad estructural, teatral y literaria de sus relatos); en la economía estética: escenarios espartanos y personajes no sé si hieráticos pero sí de semblante casi siempre adusto (no pretende la depuración extrema de Robert Bresson, pero habla en esos términos).

Y la historia en sí, plagada de los ingredientes del relato romántico. El propio protagonista narrando su desdicha, en forma de lamento melancólico, al desconocido que, por su condición de extraño, pensamos que emitirá el más justo de los juicios sobre lo que nos ocurre. La idea de prendarse de la mujer asomada al balcón es de un feliz y desnudo exaltamiento de lo platónico. La arquetipo del enamorado que no puede ofrecerle a su amada más de 3 monedas en el bolsillo. La figura del familiar benefactor.

[Hallazgo visual] Oliveira muestra el paso del día a la noche, abrupto, en varios escenarios. Ante el arrebatado anhelo de poder amar con plenitud, los días se vuelven inquietamente lentos; creemos que sólo una brevedad nos separa de ello.

Gracias.
Nuño
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