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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ciudadano ilustre

Como en las mejores familias, aquí todo se queda en casa. Mariano Cohn y Gastón Duprat, argentinos, cuarentones en efervescente plenitud, socios y amigos, fundadores y propietarios del canal norteño "Televisión Abierta", en el que han cosechado éxito tras éxito en numerosas producciones para su cadena, se encargan de la dirección de esta soberbia y demoledora cinta que es "El ciudadano Ilustre. El hermano de Gastón, Andrés (director del Museo de Bellas Artes), escribe el guion y la fotografía también corre a cargo del mismísimo Mariano Cohn. Desde el altar de la excelencia en donde sólo ofician los elegidos, este trío de formidables talentos ha construido un estupendo relato. Como justo reconocimiento mereció la Copa Volpi en el último Festival de Venecia y ha sido recientemente elegida por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina para representar a su país en la carrera de los Oscar a la mejor película extranjera. Así que no estamos ante cualquier producto manufacturado para consumir y arrinconar de inmediato en el desván del olvido. Sería temerario conjeturar sobre si el destino que le espera a esta contundente realización en tan extenuante prueba son los laureles del ganador, pero sí me atrevería a asegurar que llegará muy lejos porque reúna todos y cada uno de los elementos que hacen de ella una seria candidata al título.
El espectador tendrá al comienzo la sensación de que va a asistir a un sainete costumbrista algo engolado y presuntuoso, no exento de casposo humor gaucho en algún extraviado lugar alejado de Buenos Aires sobre los interminables horizontes de la pampa argentina. Pero a medida que la historia avanza, lo que en un principio son gruesas pinceladas de hilarante comicidad provinciana pronto se convertirán en la más profunda y espeluznante de las pesadillas. El retrato de la bestialidad humana, su feroz e ilimitada ignoracia, la envidia y el odio eternamente adheridos como una segunda piel, el desprecio por todo lo que nos eleva y dignifica están fielmente reflejados en una comunidad estancada y condenada a permanecer en los orígenes cavernícolas del tiempo. Una despiadada crítica, irónica y punzante, se expresa a través de un humor ácido, correoso, casi tenebrista y unos diálogos brillantes y descarnados, donde la narración enfrenta la civilización a la barbarie, el juicio y la reflexión a la estupidez y, en cierta forma, recrea el mito salvaje de la caverna que Platón nos expuso con pasmosa lucidez.
El veterano actor, autor y director de teatro Óscar Martínez, que como ya he dicho, consiguió en Venecia el premio a la mejor interpretación, es el ilustre ciudadano que vuelve -en mala hora y después de 40 años- a sus humildes orígenes luego de haber conquistado fama y prestigio mundial muy lejos del terruño que le vio nacer. En él recaerán todas las miserias, el egoísmo y la recalcitrante pobreza intelectual y moral de un rebaño asilvestrado que se enerva hasta la locura cuando no entiende más argumentos que la sinrazón que ha conocido desde que tiene memoria.
Y si el deseo subconsciente, o esa incorregible vanidad porteña que todos cultivamos con mayor o menor perseverancia, se ha proyectado o no en la evocadora ensoñación de sus geniales creadores es algo que tampoco me atrevo a aventurar. Pero no deja de ser muy llamativo que la gloria universal que exhibe su imaginario personaje, el escritor Daniel Mantovani, pampero de pura cepa, desgraciadamente adversa a la realidad argentina, sea una distinción que ni siquiera el inmortal Borges pudo alcanzar.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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6
30 de abril de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El secreto de una obsesión

Si les he de ser sincero, he sopesado mucho reseñar esta película ¿por ser, tal vez, una cinta de poco calado, insustancial o definitivamente aburrida? Pues no, por ninguna de esas tres razones, o al menos, no precisamente por ellas. Trataré de explicarme.
"El secreto de una obsesión" es un thriller solvente, sólido, bien logrado, muy al estilo norteamericano. Su director, Billy Ray, ha realizado un buen trabajo; la banda sonora que acompaña a la película mantiene en tensión al espectador en cada instante. Aunque Nicole Kidman resulta fría y algo distante en esta ocasión, continúa siendo una gran y bellísima actriz a pesar de su recauchutada imagen y Julia Roberts y Chiwetel Ejiofor interpretan sus respectivos papeles de manera soberbia y convincente.
¿Luego entonces? Pues sencillamente porque "El secreto de una obsesión" es un remake o más bien 'una adaptación' para ser más exactos (ya que trastoca el género de uno de los principales personajes e incurre en importantes modificaciones por exigencias de su ubicación) de la maravillosa e inolvidable "El secreto de tus ojos" que Juan José Campanella filmó en 2009.
Y claro, ahí es donde estriba gran parte del problema. Uno no puede dejar de pensar en el alma sofisticada que latía bajo la piel de la versión argentina; imposible tampoco sustraerse a la fina ironía que salpicaba sus diálogos, ni olvidarse del sutil y delicado tratamiento narrativo, de la ambigüedad y riqueza de matices de sus personajes con un inconmensurable Darín, para variar, al frente del elenco. En general, la cinta aglutinaba felizmente todos aquellos detalles que hacían de ella una obra maestra indiscutible.
Así pues, mis queridos amigos, si no han visto la versión de Campanella, no lo duden, vayan a ver este estreno, les gustará e, incluso, puede que mucho. Pero nunca ha sido muy recomendable, y este es el caso, acometer segundas partes si no pueden mejorar la primera.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
19 de marzo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
BROOKLYN

No sé si el paso del tiempo y la carga de los años han ablandado la resistencia de mis emociones y como consecuencia soy más sensible o vulnerable a determinado tipo de cine. Sea como sea, "Brooklyn" me ha gustado mucho.
No hay nada en esta cinta que no discurra por los cauces de la más absoluta normalidad. Es más, diría incluso que la historia que nos cuenta su joven director irlandés John Crowley, es de una candorosa sencillez aunque verazmente humana.
"Brooklyn" es una delicia que se paladea sin esfuerzo. Conserva el aroma inconfundible de aquellas películas antiguas a las que siempre nos referimos como clásicas. Discurre sin sobresaltos, avanza lenta, suavemente, sin prisas y el resultado es una película tan delicada, afable y elegante, que se disfruta de principio a fin con solo dejarse mecer por la suave cadencia de un guion elaborado con exquisito buen gusto. No existe nada criticable en esta realización. Técnicamente es una película perfecta. Los personajes están retratados con admirable exactitud, la ambientación, el vestuario y la música se ajustan como unos guantes de seda confeccionados a medida.
En el año 52, Ford estrena en Nueva York, "El hombre tranquilo" y Stanley Donen su gran éxito musical, "Cantando bajo la lluvia", la ciudad respira un aire de incontenible optimismo, atraviesa por una etapa de magnífico esplendor en donde la prosperidad y la esperanza de una vida mejor atraen a miles de inmigrantes que acuden a la gran metrópoli como abejas a la miel y Crowley dibuja con asombroso oficio ese nostálgico escenario en el que sitúa su conmovedora historia.
El personaje protagonista, Eilis Lacey, recae sobre la encantadora actriz estadounidense, también de origen irlandés, Saoirse Ronan, que sublima un papel por el que luchó como candidata a la mejor interpretación femenina en los últimos Oscar.
No es pretenciosa ni efectista, no hay violencia ni personajes malvados, ni tortuosos caminos al infierno por donde el alma humana transite sin remedio y hasta los momentos más duros, tristes y dolorosos fluyen con naturalidad, sin excesivo énfasis dramático.
Una película, en fin, que les habrá de procurar un rato de saludable esparcimiento en el que podrán abandonar, felizmente anestesiados, buena parte de sus conflictos cotidianos durante las casi dos horas que dura esta hermosísima cinta.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
22 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jimmy’s Hall

Cómo me gustan las películas de Ken Loach y siempre es motivo de celebración un estreno suyo. Jimmy’s Hall es pura vida, jubilosa y desbordante vida en una pequeña comunidad de seres sencillos, humildes, valientes, que celebran, festejan y expresan la alegría incomparable de vivir.
Porque Loach mima a sus personajes, los conoce, siente por ellos una compasión infinita, aspira el aire que respiran, capta el aliento que caldea sus almas, sus anhelos y preocupaciones. Loach sabe de lo que habla. Es su gente, su territorio, sus costumbres y él forma parte indisoluble de ese mundo. Sus películas son siempre reconocibles pero singularmente distintas. Nunca se traiciona ni nos traiciona, es un cineasta honesto, fielmente comprometido con sus ideas. 

Desde el principio de los ochentas, cuando la señora Tacher comienza a dinamitar los cimientos del sistema social inglés, Loach marca la línea inconfundible de su discurso y defiende con pasión sus convicciones. Las mismas que los hombres justos han defendido desde el principio de los tiempos. Cómo olvidar si no, “Lloviendo piedras”, “Tierra y libertad” o “El viento que agita la cebada”, entre otras muchas.

En este drama de la Irlanda de 1930, todavía queman los rescoldos de la confrontación civil que diez años atrás había asolado al país y, Loach nos muestra la solidaridad con los desamparados, los humillados, con aquellos que no participan -ni siquera de la migajas- en el banquete de los poderosos, de los oprimidos y explotados por el sempiterno poder, permanentemente cobijado, cómo no, tras la sinuosa y espesa sombra en la que se oculta el dominio de la Iglesia.

Y aunque en Jimmy’s Hall, nuestro longevo y entrañable maestro británico nos relate un drama, nunca abandona, como ya es habitual en él, su peculiar sentido del humor, haciendo más liviana la carga de la tragedia. Ojalá la envidiable vitalidad de Loach le permita, durante largo tiempo, seguir haciendo cine, porque muchos disfrutamos de su enorme talento, aprendemos de su profunda mirada y admiramos la delicada ternura con que arropa a sus personajes. Larga vida para usted, míster Loach.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
31 de octubre de 2020
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacia el lago - To the Lake

¿Quién imita a quién? ¿La realidad a la ficción o viceversa? ¿O tal vez ambas se han conjurado para plantearnos un indescifrable enigma? Porque cuando el director de cine moscovita Pavel Kostomarov estrenó el pasado año la serie “Hacia el lago”, la humanidad entera no tenía la menor idea de la pesadilla que se avecinaba. Por eso, por su profética e intuitiva revelación, ver ahora los ocho episodios de este sobrecogedor presagio resulta mucho más aterrador. El miedo es una percepción que se agiganta cuando se aproxima el peligro, cuando sentimos en la nuca el fétido aliento de la bestia. Y lo que hace tan sólo un año nos hubiera parecido una extravagante distopía, hoy se nos presenta como una realidad tan cercana que produce escalofrios.
Ante la inminente muerte que les depara el estallido de una epidemia de efectos letales, un reducido grupo familiar huye de Moscú en busca de su salvación. Se dirigirán hacia el norte. Su objetivo será un lago solitario situado a mil kilómetros de la capital rusa. Durante ese largo y tortuoso camino helado donde la nieve cubre un desolado e inabarcable paisaje y en el que la humedad y el frío taladran los huesos, la pequeña comitiva se enfrentará a todo tipo de horrores antes de alcanzar su meta. Y a este cronista le resulta difícil discernir qué le produce más miedo: si la mortífera plaga que amenaza la vida de los afligidos viajeros o el monstruoso instinto depredador que envenena la condición de nuestra especie.
Y por si no fuera suficiente tanto espanto, Kostomarov escarba en las zonas más sombrías de sus personajes. A medida que la serie avanza, afloran traumas que permanecían ocultos. Es entonces cuando empezamos a entender ciertas vertientes de su conducta, el porqué de algunas de sus reacciones, la inquina escondida tras las miradas, el rencor que supuran determinadas alusiones o sus encarnizados enfrentamientos a cara de perro. Todo ello explica la carga de penalidades que cada cual soporta, el daño que se infligieron en el pasado, los sentimientos de culpa que les atormentan y el descubrimiento de inconfesables secretos que mejor hubieran permanecidos eternamente guardados en el infranqueable cofre del tiempo.
La apocalíptica historia que nos cuenta Kostomarov es demoledora, pavorosamente cruel, muchas de sus imágenes son difíciles de afrontar y retrata con absoluta crudeza el abominable instinto depredador que domina nuestra naturaleza.
Y una última reflexión: ¿de extenderse en el tiempo la plaga que estamos viviendo, hasta cuándo aguantarían los cimientos que sostienen la sociedad sin acusar los estragos del caos? Porque esto no ha hecho más que empezar y ya empieza la vorágine a mostrar su lívido rostro.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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