Es en filmes como estos donde un director deja de buscar a su público, para que su público sea quien lo busque a él.
El trato académico y analítico del guion retrata una sombría y sublevada etapa de nuestra historia, demostrándonos que somos lo que fuimos y que nunca dejaremos de ser lo que somos: un país dividido y siempre a la gresca.
Amenábar ha sabido imprimir en su película una rotunda lección de historia y, por inviable que parezca, ha sabido dejar la opinión partidista a un lado, para contarnos un relato veraz y tremendamente literario. Es quizás en esa ecuánime visión donde provocará el mayor de sus rechazos entre el público, pues a menudo no sabemos discernir entre literatura o cine, y panfleto político. Sin embargo, Alejandro no se ha alejado del conflicto, su ausencia de partidismo ni resta rigor ni establece censura en su retrato, todo lo contrario, permite colocarse en los dos lados del frente para narrar desde la verdad y la realidad de un pueblo que a menudo no sabe dónde lucha, ni para quién lucha.
A todo ese texto, hay que añadir una contundente y cautivadora dirección artística y ambientación. Una banda sonora nostálgica y unas poderosas interpretaciones de Karra Elejalde y Eduard Fernández. El segundo con su merecido Goya (actor de reparto) bajo el brazo, el primero con el mío, pues de no haber sido casi de obligado cumplimiento para Banderas, hubiese sido él quien se llevase el cabezón de mejor actor protagonista a casa. Sí Miguel de Unamuno se levantase de su tumba, querría reencarnarse en Karra, y eso es mucho decir siendo Unamuno el encarnado.
Como dijo Pérez Reverte en su patente de corso, Alejandro Amenábar merece el honor de formar parte del club de los fusilables, pues no contenta a nadie, ni a uno ni a otro bando. Tan solo satisface a su cine.
El acuse negativo, un pelín de falta de intensidad en algún tramo y un Franco algo menos impostado.

Una acuciante tensión basada en memorables silencios, en alargadas escenas y una progresiva desesperación que angustia a cada paso. Un thriller cargado de sensaciones adversas que llega a corroer los principios morales, hasta hacértelo reconfigurar. Fotografía y montaje más que correctos y un Coronado que completa quizás uno de sus mejores trabajos como actor. De haber redondeado mejor el final, estaría nombrandola como una de las mejores cintas españolas del 2018.

Una película imprescindible y nostálgica para todo el que sea escritor, editor o amante de la literatura, y puesto que está basada en hechos reales, confiere una dosis instructiva para todo aquel que tenga en ciernes ser alguna de esas tres cosas. Partiendo de esa base, diré que el film está deliciosamente rodado. La escenografía, la iluminación la época y la trama están bastante bien logradas hasta el punto de recordar a grandes clásicos como Casablanca o los Intocables de Eliot Ness (no por el género, claro). Aún así, en ocasiones la narración se hace plana y el magnetismo con la historia se diluye un poco para los espectadores que no sean muy proclives a biografías o al tema que trata. Pero al margen de valoraciones puramente técnicas, me centraré en la esencia del argumento. Y es que vemos una historia de pasión, de vocación, de esperanza y de inversión. Todo ello en un momento financiero atroz, durante la crisis bursátil de 1929. Pero en ese páramo económico incierto es donde nace la fuerza y el combate de dos hombres viscerales y apasionados, (un editor , Maxwell E. Perkins; y un escritor, Thomas Wolfe), por sacar a la luz las obras tituladas “El Ángel que nos mira” y “Del tiempo y el río”. Si bien las interpretaciones de los actores (Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pierce… Un gran reparto no reparado en gastos, sin duda) son algo histriónicas o sobreactuadas, percibimos durante el desarrollo de la historia un brote de teatralidad y retórica shakesperiana muy atractiva. De alguna manera, más que una película, la cinta es un libro abierto al espectador en el que entran en juego constantes alusiones, apariciones estelares y parrafadas literarias, los egos y excentricidades de los escritores, la soberbia e imposiciones del mundo editorial y esa relación tan cercana como lejana entre escritor y editor. Pero hay momentos en los que de repente se abandona todo ello y aparecen dramas familiares un tanto surrealistas y personales, que no sé si vienen a cuento o no, pero que ahí están. Me ha dejado algo confuso. Y como nota curiosa, a mi parece, el actor que interpreta al editor (Colin Firth) se parece más a Wolfe que el actor que interpreta a Wolfe (Jude Law). Como nota sentimental, que lástima que se esfumara esa época en la que los libros eran un bien de consumo habitual, las librerías eran librerías y los escritores podían aunque solo fuese mal vivir siendo escritores. Y como moraleja final: “No es lo mismo una obra maestra que un best seller”.

Lo que parte como una aventura bien interpretada, con una atmósfera y estética muy lograda y sólida, se convierte en un suceso sectareo y fantástico poco original y algo falto de cuerpo. Aún así te mantiene durante bastante tiempo en tensión por su correcto uso de los recursos del género de terror. Para ser la primera cinta en solitario del director David Bruckner, no está mal.

El cruento y apabullante comienzo se va diluyendo en una marcha fúnebre pausada que acompaña a gran parte de la cinta. Hostiles mantiene los arquetipos narrativos de los western de toda la vida, y vuelve a hacer primar la supremacía redentora del hombre blanco sobre la perspectiva de los nativos americanos.
Scott Cooper no ha confeccionado, a mi juicio, un filme conciliador, tampoco es complejo, ni profundo, pero mantiene perenne un melodrama inmersivo muy bien interpretado por el excelente reparto, quizás malgastado en una trama que queda muy lejos de obras como Sin perdón, Río bravo, fort apache, La diligencia, Centauros del desierto o Hasta que llegó su hora, entre otros. Sí, quiere mantener esa impronta sobria y meticulosamente definida pero no termina de romper y de mostrar algo realmente diferente o interesante, más allá de la grandiosa interpretación de Christian Bale, Rosamund Pike o Wes Studi, y de la lograda ambientación. Se va a tener que conformar con un 6, pero como amante de los western, la recomiendo por su calidad escénica y por la potencia de sus interpretaciones.