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España España · Tramacastiel
Críticas de Luis
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Críticas 126
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
26 de diciembre de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pelotari fracasado y obsesionado por salir de la miseria (Jorge Mistral) intenta hacerse rico robando a unos ladrones las joyas que han robado a su vez y que viajan en tren, en un paquete. Con esa base de partida Rovira Beleta realiza un film negro neorrealista, ambientado en el Rastro y en una triste corrala, con personajes convincentes y originales, desde el joven ingenuo que cree practicar un juego divertido (Vicente Parra) al propietario de una tienda de antigüedades que financia delitos (Carlos Casaravilla), pasando por un delincuente aficionado que padece vértigo (Ignacio Bálsamo), una cantante y bailarina que no sabe de quien se ha enamorado (Mara Berni) y una vendedora de gafas de segunda mano (Marisa de Leza) que ama inútilmente al hombre que no puede corresponderle.
La frustración general preside el film y se concentra en el drama del jefe de la banda, quien se ve obligado a matar continuamente para evitar que le detenga la policía, aunque personalmente lo lamenta. No es un ladrón ni un asesino, sólo un triunfador humillado que trata de recobrar su antigua dignidad. También es un hombre de los que no se rinden, aunque se quede sin amigos, sin su amante; aunque la policía le acorrale. Y que lo traiciona todo por su ambición de ser rico.
El film no tiene moraleja. El criminal no es malo. La policía cumple fríamente con su deber. Se pierde por una extraña fatalidad. Igual se podía haber ganado. La vida es así: obliga a lo que no se quiere hacer para salir adelante, para no ser un don nadie.
Considero "El expreso de Andalucía" el mejor film de Rovira Beleta y una de las muestras de cine negro más logradas del cine clásico español.
Luis
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8
25 de diciembre de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film que no recordaba bien ni su director y que sin embargo me parece uno de los títulos realistas más logrados del cine clásico español. Los guiones de Sáenz de Heredia solían mejorar las obras literarias que adaptaba. En éste la novela de Pardo Bazán queda convertida en el retrato de un triángulo amoroso esperpéntico y trágico.
Una especie de bruto de pueblo (Pedro Armendáriz), tras violar a una vecina (Concha Velasco) acuerda con la madre de ésta casarse con ella a cambio de dinero, pero con la condición de que no la vuelva a ver jamás. De esa manera se salva la dignidad de la joven ante los habitantes de la localidad, al tiempo que se la protege de futuros malos tratos. Sin embargo el forzado marido no cumple lo acordado y cuando se gasta el dinero hace chantaje a la vieja para obtener más. La falta de escrúpulos de ese personaje está descrita por el realizador con mano maestra: es un tipo simpático, capaz de tener una amante, amigos y hasta la confianza de los guardias de la cárcel donde le encierran. Engaña a quien le conviene sin el menor remordimiento de conciencia. Mata convencido de que su crimen está justificado. Es una especie de loco al que odia su propio hermano (Manuel Monroy), quien se esfuerza en ayudar a la víctima sin lograr otra cosa que el fracaso.
El miedo de la mujer acosada se trasmite al espectador. Y la impotencia para defenderla expresa brillantemente las ventajas del mal contra el bien. Pues es la misma corrupción de la sociedad la que indulta a un asesino que merecería, por su crueldad y su cínica hipocresía, cadena perpetua o pena de muerte.
"El indulto" no es un melodrama o un folletín, aunque sus ingredientes lo prometan. Es una crónica negra del fatalismo de un carácter malvado, así como una ilustración de que de nada sirve tener la razón cuando se carece de fuerza para hacerla triunfar.
Lo que más conmueve en esta película es el contraste entre las esperanzas de la protagonista de librarse de su verdugo y la astucia con la que éste consigue burlarse de toda precaución y destrozar esas esperanzas.
Ni antes ni después de esta película Sáenz de Heredia escribió y dirigió un guión desoladoramente pesimista como éste. A pesar de algunas fugaces notas de humor, recuerda la áspera visión de la vida de su amigo Buñuel.
Luis
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7
25 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El bien cuidado guión de "El diablo también llora" recuerda el de "Muerte de un ciclista", puesto que en ambos existe la inesperada traición de un/una amante para poder alcanzar/mantener una posición social privilegiada. Con un lenguaje cinematográfico de gran calidad visual, Nieves Conde nos narra el crimen camuflado de autodefensa con el que una mujer (Eleonora Rossi Drago) se libra del marido al que odia (Fernando Rey),marido que pretendía hacer lo mismo con ella.
Se nos describe un matrimonio cuyos cónyuges se traicionan el uno al otro y más tarde se nos sorprende con la verdadera causa de un asesinato inútil. Es una historia en que todos los personajes fracasan en su intento de unirse a la persona que aman, bien sea a causa de su egoísmo, caso del abogado acusador (Alberto Closas), bien de su altruismo, caso del también abogado-víctima (Francisco Rabal).
El ritmo pausado del film, subrayado por la adecuada y excelente banda musical de Riz Ortolani, no impacienta; al contrario, acentúa tanto el suspense del argumento como el sentimiento de frustración de la protagonista. Se nos dice que quien no juega limpio no puede esperar que se juegue limpio con él.
Nieves Conde nunca se sintió satisfecho de esta película y sí de títulos como "Surcos" (un folletín neorrealista) o "El inquilino" (una sátira malograda sobre el problema de la vivienda). Tampoco estaba orgulloso de "Los peces rojos". Sin embargo con "Los peces rojos" y "El diablo también llora" alcanzó sus mayores aciertos temáticos y estilísticos. Y aunque la primera es más original que la segunda, ésta resulta más persuasiva que aquella.
Luis
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7
25 de diciembre de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro del mejor cine policíaco español de los sesenta, "El salario del crimen" destaca más por su tema y la excelente dirección que por el desarrollo del guión. No alcanza la perfección de "A hierro muere", "Rueda de sospechosos" o "El diablo también llora", si bien posee la originalidad de ofrecer en el panorama de la censura de entonces la imagen de un policía (Arturo Fernández) que roba y mata para satisfacer el alto nivel de vida de su amante (Françoise Brion). Esta, sincera en su falta de escrúpulos, le exige un dinero que él sólo puede ganar con el delito. En el cine negro norteamericano ya se habían dado títulos como "La calle 322", pero en el español franquista la policía debía ser respetada al máximo. Por ello el protagonista de este film debe arrepentirse.
"El salario del crimen" tiene un argumento atractivo, el robo está bien planificado y ejecutado. Se da en el desenlace una pelea entre el policía y su enemigo muy lograda. También aparece un chantajista convincente. Pero el personaje del cómico agente (Manuel Alexandre) resulta artificioso. Y el del comisario (José Bódalo) peca de un paternalismo moral nada realista.
El malogrado Julio Buchs, fallecido a los 47 años, demostró buen pulso para el cine de acción. Su caligrafía cinematográfica recuerda a los artesanos de Hollywood. Poco antes de morir dirigió otro interesante y mucho más realista título negro, "Alta tensión". En cuanto a Arturo Fernández es en estos papeles de los cincuenta y los sesenta donde dio su mejor medida como actor, con verdadero estilo, sea en "Distrito quinto", "Un vaso de whisky" o "Trampa al amanecer".
Luis
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7
20 de diciembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lástima que esta película no hubiera sido dirigida por un buen director de comedias, como Forqué o Sáenz de Heredia, porque la originalidad y el ingenio del guión, lleno de divertidos diálogos, gags y situaciones insólitas, estilo Jardiel Poncela, hubiera tenido un mejor marco. Aún y así, la elemental labor del argentino Cahen Salaberry es suficiente para transmitir la atmósfera de humor fantástico que hace de la historia un festival cómico tan visual como literario.
El actor Georges Rivière, que recuerda a Dany Kaye, y la escultural Abbe Lane intercambian sus cuerpos y sus personalidades volviendo loco a todo el mundo, desde los compañeros de trabajo a la familia. La comedia se mezcla con el musical para lograr una diversión pura, hecha de equívocos, con una mujer convertida en hombre que no sabe interpretar su papel y un imbécil que se vuelve listo (Juanjo Menéndez) para desahogarse del rechazo de una novia que le desprecia.
Luces que se encienden cuando se apaga un tocadiscos, un paragüas que se abre solo, una bruja que quiere cambiar el sexo a un gato, un científico chiflado, un colegio que prohíbe suspender a los malos alumnos y un teléfono que electrocuta cuando se descuelga. Ese es el surrealista contenido que, a pesar del mediocre director, consigue alegrar el ánimo y que el espectador pase un buen rato.
Luis
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