Tarantino se muestra desmedido y exagerado. Toma a Sergio Leone y lo emula sin éxito. Y todo se debe al guión. Tal parece que el cineasta no lo pulió, así como terminó de escribirlo, comenzó a rodarlo. El filme se vuelve soso, pretencioso y aburrido. Le sobran fácilmente 40 minutos, sobre todo al final, pues da la impresión de que Tarantino no quiere terminar su película y la alarga innecesariamente.
Sin embargo, no todo es malo. El reparto está soberbio, comenzando por Waltz (que da una lección de actuación otra vez), DiCaprio (que está sencillamente soberbio) y L.Jackson (exquisito).
La fotografía de Richardson es preciosa, planos italianos y movimientos de cámara elegantes y cadenciosos que evitan que el ya de por sí lento ritmo de la película caiga en lo insoportable.
Los diálogos están espléndidos y las secuencias de acción bien filmadas.
Pudo ser la mejor película de Tarantino (después de Pulp Fiction y Reservoir Dogs, por supuesto), pero falla en el intento de superarse a sí mismo. Inglorious Basterds la rebasa gracias a su elegancia, formalidad y sobre todo, su contenida sobriedad.
Django Unchained indiscutiblemente debe verse, pero no para tomarla tan en serio como sí lo hizo su propio creador.

Bardem está sublime. Su actuación es sin duda lo mejor de este gran filme.
Amenábar sabe cómo llevar una historia sencilla pero profunda. Su dirección es exacta, idónea, su guión es preciso, la fotografía es maravillosa y la banda sonora conmovedora.
Estamos ante la que es quizás la mejor cinta del director (que ya es mucho decir).
Aménabar es un cineasta que ha explorado diversos caminos y se ha labrado un sello autoral distintivo. Esta película logra separarse del terror y suspenso que parecía encasillarlo desde hace años. Este dramón logra sacarle jugo al talento del español, que seguramente ya tenía planeado rodar este peliculón para demostrarle al mundo que es algo más que el hombre que dirigió Tesis y Los Otros.

Kieslowski filma el principio del fin de su polémica carrera de una forma tan asombrosa como inquietante.
Kieslowski nos regala un filme tan certero como incómodo. Incómodo porque nos hace reflexionar sobre el verdadero significado de la libertad y lo que es moral e inmoral. ¿Qué implica la libertad?
Una premisa incómoda, incómoda como la fotografía soberbia del señor Idziak, una cámara empalagosa que no guarda distancia entre el espectador y el actor, creando esa relación emocional palpable y delicada. Kieslowski también se encarga de que el color azul nunca salga del encuadre, ya sea mediante el color de las paredes, del cielo, el reflejo del agua o por el camino que sea, el director polaco nos deja saturados de tanto azul.
Una vez más, Kieslowski filosofa sobre la vida misma, nos muestra situaciones cotidianas, humanas pero con ese toque de realismo tan rotundo que hace que parezca fantástico, ficticio.
Una obra maestra filmada por un artista en plenitud de todas sus facultades y recursos. Tal vez la mejor de la trilogía y la mejor de su filmografía.

Payne es un cineasta americano que se somete al hollywood de antaño; historias sentimentales, entretenidas, tiernas, accesibles y solventes. Alexander Payne saber mezclar con maestría la comedia con el drama, crea personajes masculinos sensibles y sumamente entrañables. Nebraska representa su película más madura porque posee una manufactura impecable. La fotografía es preciosa, las actuaciones gigantescas y la cadencia con que seguimos esta historia sencilla y humilde parece increíble. Éste es el tipo de filme que encesitamos, que buscan resucitar el espíritu humano y los valores familiares.

P.T. Anderson es un cineasta consumado. No tiene que demostrárselo a nadie con este filme. Él es un autor en regla, un hombre que matiza y dibuja a sus personajes con una precisión quirúrjica y que sabe entretejer historias como si fuera un dios. Es un gran director de actores, sabe manejar bien la cámara (su puesta en cámara y su puesta en escena son siempre soberbias) y exige lo que necesita de la banda sonora. Ya demostró todos estos aspectos en toda su filmografía anterior. Pero con THE MASTER, hay que decir que Anderson se queda corto. Es la historia del retorcido mundo interior de un hombre resquebrajado física y moralmente. Hasta aquí, nada nuevo. El problema comienza cuando el cineasta se va por las ramas, dice cosas que no tienen sentido aparente y descuida al personaje de Amy Adams. Se toma demasiado en serio una historia ficticia y termina por ser devorado por la misma. La fotografía, las actuaciones y el diseño de producción son inmejorables. Pero paradójicamente, estamos ante la obra menos lograda de Anderson, la más descuidada, la más pretenciosa. Pero no es para alarmarse. Él no tiene nada que demostrar. Sigue siendo uno de los tres mejores cieneastas norteamericanos en activo.