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España España · Jerez de la frontera
Críticas de DavidFilme
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Críticas 237
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Gangs of New York" es un correcto drama, dirigido por Martin Scorsese basado libremente en la novela homónima de Herbert Asbury (1928), que contó con un elenco estelar, como lo fue, Daniel Day-Lewis, Leonardo DiCaprio, Cameron Díaz y Liam Neeson, entre otros. Martin Scorsese siempre ha sido un director muy competente, nominado y ganador de tantos premios cinematográficos que no merece mayor presentación. Siempre se ha sentido atraído por reflejar en el celuloide historias de vida que mezclan pasión, ideales, venganza y bastante sangre, en palabras suyas, “vida”. Y este film no sería una excepción. La intención de llevar a la gran pantalla la obra de Asbury se remontan a inicios de los 70s, cuando el futuro aclamado director quedará fascinado por el retrato criminal de la naciente Nueva York. Harvey Weinstein, productor y presidente de Miramax aceptaría la propuesta de Scorsese de embarcarse en el monumental proyecto. Para recrear los fastuosos escenarios que Scorsese había imaginado, el director artístico Dante Ferretti diseñó y elaboró más de un kilómetro y media de decorados en los Estudios Cinecittá, de Roma, con sus cinco manzanas de Lower Manhattan, incluyendo el sector de los Cinco Barrios, un segmento de la costa del Río Este con sus botes, 30 edificios del bajo Broadway, una mansión, un hall, una taberna, un teatro y un casino de juegos.

La historia se concentra en dos claras subtramas, por un lado, las luchas étnicas, las luchas de clases, las ideologías y por ende, el racismo, la xenofobia, y que por momentos son un verdadero recordatorio que Scorsese hace a los estadounidenses de que el país del Tío Sam fue construido por inmigrantes, en especial, cuando siempre han mostrado tener amnesia y mostrarse claramente en contra de la migración actual. Entonces, estamos ante una situación que es muy actual y que sólo ha cambiado de actores. Y, por otro lado, una historia de venganza cuidadosamente hilada, que se gestó en un joven que presenció cuando niño la muerte de su padre y que regresa, para consumarla, teniendo para ello que disfrazar sus ideales como inmigrante extranjero para así infiltrarse. Ahora bien, una cosa es el contenido del guión y otra cosa es que ese contenido sea bien expuesto, y no es que Scorsese no cumpla con ello, sino que uno esperaría de un director de su talla una película, que si bien tiene una trama interesante y pertinente, entregara una narración que no tuviera momentos flojos y hasta difusos. Especialmente y hasta la hora y quince minutos de metraje, cuando Scorsese parece ir pedaleando la segunda subtrama, que es la de la visión de Amsterdam, y su rollo amoroso con Jenny, que resulta poco creíble.

La excelente fotografía de Michael Ballhaus y el ostentoso trabajo de la dirección artística de Dante Ferreti, que ya describí brevemente, deslumbran y ocultan en cierta medida el hecho de que el ritmo no sea tan sólido como se esperase. Ahora bien, Scorsese nos proporcionará siempre la cuota de violencia y sangre que esperamos, eso no se le cuestiona nunca al director. Pero si bien es así, uno no deja de sentir que tanta violencia, que tanto personaje construido en base al dolor, y al miedo como el mismo Cutting alega en un enfrentamiento final con Amsterdam, no provoca un impacto emocional en el espectador. Y es que el espectador puede echar de menos simpatizar o sentir antipatía o conmoverse derechamente con esos personajes que se baten a vida o muerte todos los días, en el floreciente Nueva York. Quizás, uno de los problemas mayores de la película es que intenta abarcar mucho, en sus casi 3 horas de metraje. Parece que el director pasara por alto el hecho de que su película alegara una sociedad callejera. No encontrar profesionales o gente, diríamos, preparada en los grupos protagonistas, nativos y mayormente en los inmigrantes, aunque están los grupos ricos, parece orillar la estructura de los personajes a grupos que no saben otra forma de organización que no sea la pandillesca. En fin, me quedo con la última media hora, sangrienta, conmovedora por momentos y electrizante, un final dantesco con las hordas matándose una vez más y la autodestrucción que generará el nacimiento de algo nuevo.

Las actuaciones son correctas, comenzando con un Daniel Day-Lewis en el rol de William Cutting, que sirve de padrino dentro y fuera del set para Leonardo DiCaprio, que demuestra tener algunas herramientas para sacarse de encima su estigma de joven taquillero. Day-Lewis es el sostenedor de la tensión y se pasea por los diferentes escenarios con cierta autoridad, convirtiéndolo en un villano atípico, que muestra ciertos momentos de nobleza cuando recuerda al padre de Amsterdam, pero que al final de cuentas es el “puto amo”, por algo es el único actor que ha ganado el Óscar al Mejor Actor Principal 3 veces. Cameron Díaz tiene un papel secundario, no deslumbra ni falla en su papel de Jenny, una carterista que ha aprendido a sobrevivir y a convivir con lo que le ha tocado, oportunidades efímeras, pero no convence del todo la química con DiCaprio, teniendo un romance a lo sumo forzado. Brendan Gleeson tiene un papel interesante, como “Monk” McGinn, que creo debió haber tenido mayor protagonismo, en especial cuando se convierte en mecanismo para la venganza de Amsterdam. Liam Nesson, aunque aparece brevemente, genial. Odio que un actor de su nivel haga este tipo de papeles tan repentinos, ya que podría dar mucho más de sí.

En definitiva, una película sólida en líneas generales, pero no perfecta, que se debió haber simplificado más quizás en desmedro del romance para fortalecer el discurso crítico, que sin embargo está ahí, ése sobre la tolerancia, ése sobre las ideologías, ése sobre las etnias, la pertenencia y la supremacía. Me da la impresión de que Scorsese se molestó tanto en hacer una recreación tan perfecta de la ciudad de Nueva York que descuidó la historia, pero aun así hizo un film digno de ver, algo que solo pueden conseguir los auténticos genios del celuloide.
DavidFilme
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7
14 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Lo que Queda del Día" es un elegante y conmovedor drama, dirigido por James Ivory y protagonizado por los ganadores del Oscar, Anthony Hopkins y Emma Thompson. La génesis del film se remonta a inicios de los 90s, cuando el director ganador del Oscar, Mike Nichols encabezaba un proyecto para adaptar la novela homónima (1989) del ganador del Nobel, Kazuo Ishiguro, a partir del guión desarrollado por Harold Pinter. Uno de los grandes y primeros méritos de la cinta es su guión, en donde Ruth Prawer Jhabvala da cuenta de su enorme habilidad para convertir una novela interesante pero no por eso menos densa, en una trama cinematográfica que respeta los principios narrativos de Kazuo Ishiguro sobre lo irrecuperable que es el tiempo perdido y sobre como ciertas decisiones provocan sentimientos de haber desperdiciado oportunidades que pudieron llevarnos a derroteros más satisfactorios. Un melodrama que explorará en lo más profundo del ser los sentimientos que afloran y se reprimen por situaciones contextuales, por deberes laborales o, simplemente, por una dignidad mal concebida. Y en ello, la guionista logra explicar narrativa y visualmente la “curiosa” concepción de amor de Ishiguro, que puede replicarse en cualquier cultura del mundo, pero que evidentemente muestra una esencia oriental, en particular, la japonesa.

Una visión que los occidentales ven con cierto recelo y a la cual niegan cierta comprensión, en que la cosmovisión nipona no esconde su apreciación del amor como una enfermedad. Esa es la visión que el personaje protagónico de James Stevens sostiene y en la que el sentido del deber termina por imponerse sobre el querer. Sin embargo, ello no quiere decir que la trama reniegue de su carácter melodramático, sino que abogará por exponer toda una radiografía psicológica de los personajes protagónicos, el señor Stevens y la señorita Kenton, a base de silencios, miradas y gestos desesperados de cada cual, llantos detrás de las puertas, miradas nostálgicas de despedida y tensión sexual, como aquella memorable escena en que la señorita Kenton arrincona a Stevens aparentemente para arrebatarle un libro, pero que en realidad está esperando que él dé el primer paso. Un momento de máxima tensión dramática protagonizado por un hombre maduro que ha encontrado en el trabajo su única pasión y obligación y una mujer aún joven que pide a gritos comenzar a vivir y que su compañero sea precisamente ese perfeccionista y tímido mayordomo. Narrada con la clásica estructura de memoria y anhelos narrativos, el director expone los recuerdos y esperanzas de un hombre ilusionado por recuperar el tiempo perdido.

Aunque aparententemente busque reencontrarse con su ex ama de llaves, aquella mujer a la que amó en secreto y que puede volver a tener cerca, por cuestiones laborales y ahora que el matrimonio de ella parece haber finalizado y le deja disponible. Ivory tiene éxito indudablemente en esta dicotomía de nostalgia y esperanza, reflejado en los recuerdos de la mansión Darlington en los años 30s y el actual viaje hacia lo desconocido de Stevens, en donde Ishiguro ve plasmada acertadamente su metáfora de la negación de la propia identidad y la idea de que muchas veces somos observadores de las decisiones de otros, cuando podemos estar jugando un papel en esas decisiones y negarnos consciente o inconscientemente a ser parte de ellas. Otro de los grandes pilares es la estructura de los personajes, cuyo caracteres definen la esencia narrativa del film. James Stevens podrá parecer el más reprimido e impasible de los hombres, con un sentido del deber y la obligación extremos, impertérrito ante la muerte de su propio padre y la frustración amorosa de la señorita Kenton, pero al mismo tiempo encarna el máximo ejemplo del dolor y la renuncia hacia sus propios intereses en pos de un beneficio o servicio superior, que a la postre reconforta sus sentidos, aunque no por ello deje de sentirse vacío.

Las actuaciones son impecables, Anthony Hopkins regala una de sus interpretaciones más conmovedoras y perfectas, que sin duda merecía el Oscar al mejor actor, que da cuenta del innegable talento del legendario actor para trabajar el rostro y las miradas. Emma Thompson encarna a la señorita Kenton, con una interpretación magistral, si hay un personaje que representa mejor el título de la novela y, por extensión, el de la película es el interpretado por Thompson. Lord Darlington, personificado por el eficiente James Fox simpatizante de la Alemania nazi encabeza gestiones extraoficiales entre diplomáticos británicos, franceses y estadounidenses para ayudar a Alemania a ser lo que era antes del estallido de la guerra. Vale la pena mencionar el acertado reparto que Ivory escogió, con Christopher Reeve interpretando al congresista Jack Lewis, opositor a las intenciones de Darlington con los nazis y propietario final de la mansión. Un jovencísimo Hugh Grant que encarna al entrometido ahijado periodista de Darlington, Reginald Cardinal. Peter Vaughan como el padre de James Stevens. Michael Lonsdale encarnó al diplomático francés Dupont d’Ivry. Rupert Vansittart como el fascista Sir Geoffrey Wren. Y los jóvenes Ben Chaplin y Abigail Hopkins, hija del actor protagonista, como la joven pareja de la mucama y el ayudante mayordomo de Stevens.

En definitiva, un notable melodrama sobre la soledad, la responsabilidad, el abandono de los sueños y la pérdida irreparable del tiempo, con una factura técnica y visual exquisita y costumbrista, y unas interpretaciones altamente sensibles y nostálgicas, a cargo de Anthony Hopkins y Emma Thompson. Fue nominada a 8 premios Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Actriz Principal, sin embargo, no ganó ninguno, lo que constituyó un hecho lamentable. También fue nominada a 5 Globos de Oro, con idénticos resultados, y a 6 BAFTA, quedándose Anthony Hopkins con el galardón al Mejor Actor.
DavidFilme
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7
27 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Atrápame si Puedes" es un entretenido drama basado en la vida real de Frank Abagnale Jr., intrépido estafador juvenil, dirigido por Steven Spielberg y protagonizada por Leonardo Dicaprio y Tom Hanks. Frank Abagnale Jr. en la actualidad es el director de Abagnale & Associates, una compañía financiera de consulta de fraudes, pero en su adolescencia, se haría famoso por ser un hábil estafador y falsificador de cheques, además de impostor. Tan sólo en 5 años, trabajó en ocho identidades distintas, entre ellas la de piloto áereo de PANAM, abogado, médico pediatra, agente de Servicio Secreto, y pasó cheques por un monto aproximado de casi US$ 4 millones. Finalmente fue atrapado en Francia, en donde cumplió condena en la cárcel, Suecia y Estados Unidos, para ser finalmente indultado al aceptar el ofrecimiento del FBI de cooperar en la lucha contra el fraude. A partir de entonces, escribió su propia biografía, varios libros y fundó su propia empresa. Abagnale vendería los derechos de filmación de su autobiografía en 1980, adquiriéndolos el productor Michel Shane en 1990 y finalmente Barry Kemp, quién ficharía a David Fincher para dirigir el film. Sin embargo, por otros compromisos de Fincher, el proyecto pasó a manos de Gore Verbinski, y finalmente al propio Spielberg, quién de productor pasó a ser director definitivo.

De esta forma, Steven Spielberg dejará de lado el cine de ciencia ficción para rodar la entretenida e increíble historia de este adolescente y hábil delincuente que burla al FBI en varias ocasiones, en concreto al agente Carl Hanratty, y que en términos de guión puede identificar dos esencias argumentativas. Primero, un drama íntimo, que enmarca a un adolescente de 17 años que tras la ruptura matrimonial de sus padres, busca no sólo llamar la atención de éstos estafando a cuanto se deje estafar sino inventándose vidas alternativas para tratar de llenar el vacío familiar y encontrar una identidad con la que a todas luces no logra dar, por más que intente maquillarla. Segundo, y no menos importante, la aventura independiente de un adolescente que también aprovecha la libertad de ser un hijo “divorciado de sus padres” para divertirse y burlar a la autoridad. En cualquier caso, Spielberg, gracias a un buen guión de Jeff Nathanson, logra una historia equilibrada, que en líneas generales tiene un ritmo correcto y dinámico, aunque algunos le critiquen ese afán de reducir ciertos comportamientos sociales y sus análisis al rol que juega la familia estadounidense como base de la formación de individuos responsables, íntegros y decentes. Este aspecto intrínseco en casi todas las películas de Spielberg, más lo increíble que resulta que el FBI sea tan inepto para no poder cazar a un adolescente defraudador, puede jugarle un poco en contra, aunque al parecer así fueron los hechos.

Con todo, Spielberg, que rara vez falla en controlar el ritmo de sus películas, tiene el tino de contar esta historia de forma agradable y controlada, con cierta nostalgia a las comedias de épocas y con una acostumbrada y destacada fotografía del polaco Janusz Kaminski, quién nos sumerge en los Estados Unidos de los 60s, una época por lo demás idílica para los nostálgicos de los ideales frustrados de igualdad y justicia social, y la represión política siempre presente, que ahoga esas esperanzas sociales. El trabajo de Kaminski no está completo sin el gran aporte de Jeannine Oppewall y Sarah Knowles, diseñadora y directora artística respectivamente, quiénes recrean de forma bastante sólida el New York histórico citadino así como las incursiones aéreas de Abagnale en la desaparecida PANAM y sus persecuciones por aeropuertos y hoteles. El eterno John Williams, que fue nominado a los Oscar por este film, aportó con la partitura musical, que tiene una especial esencia intimista, que recuerda por momentos al trabajo del también legendario Henry Mancini. Por cierto, mencionar que el propio Abagnale actúa en el film como el policía que captura a Leonardo DiCaprio, quien lo interpreta en el film. El único defecto que tiene la cinta es su duración que desemboca en una pérdida de ritmo notable cuando la película se acerca a su fin.

Las actuaciones son correctas, la cinta cuenta con un trío protagónico sólido, compuesto por un sorprendente y refrescante Leonardo Di Caprio que personificó a Frank Abagnale Jr., el cual comienza a participar en producciones más serias como ésta. el siempre pragmático y efectivo Tom Hanks, encarnó al agente Carl Hanratty, quién después de varios intentos por cazar a Frank, termina por simpatizar con él y hasta admirar su habilidad para engañar a empresas y corporaciones, habilidad por la que él apostará al sugerirlo para que trabaje para el FBI. Y finalmente el gran Christopher Walken encarna a Frank Abagnale Sr. en mi opinión, es el que se lleva todos los elogios como el patético padre de Frank, ex veterano de la II Guerra Mundial, evasor de impuestos y empresario fracasado, cuya decadencia personal y económica sirve de modelo a seguir por su hijo, para bien o para mal. En el reparto secundario, destacar a Martin Sheen como Roger Strong. Y a Amy Adams que encarnó a Brenda Strong la hija de este.

En definitiva, una película entretenida y agradable, con buenas actuaciones y un buen ritmo, que pretende principalmente mostrar una historia increíble sin llegar a adoptar una actitud crítica respecto a su contenido. La reconstrucción de ambientes es excelente: las calles, el vestuario, la fotografía... Todo nos transporta a esa América de los 60. No es una obra maestra a la altura de otros grandes trabajos del director, pero es una comedia dramática realmente infravalorada además de divertida y emocionante.
DavidFilme
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8
20 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Arma Letal 2" es una efectiva y exitosa secuela del clásico policíaco “Arma Letal", nuevamente a cargo de Richard Donner, y protagonizada por Mel Gibson y Danny Glover. Tras el éxito de la precuela, considerada la primera película del subgénero “Buddy Cop", los directivos de Warner Brothers amarraron rápidamente con los legendarios Joel Silver y Richard Donner una secuela directa con la pareja dispareja conformada por el demente policía Martin Riggs y el equilibrado detective Roger Murtaugh desbaratando alguna red criminal o negocio del hampa organizado. Rápidamente, se contactó al guionista original Shane Black para que escribiera el nuevo guión, quién después de trabajar 6 meses en ello decidió abandonar el proyecto luego de que Silver y Donner rechazaran el borrador de lo que llamó “Play Dirty” por ser demasiado oscuro y sangriento. En este borrador, desarrollado en conjunto con su amigo el novelista Warren Murphy, Black proponía la brutal muerte de Riggs en el clímax, en un acto de sacrificio redentor hacia los Murtaught, lo que fue totalmente descartado por Silver y Donner ya que tenían en mente otras secuelas en caso que esta segunda entrega resultara también exitosa. Sin embargo, el mayor problema que Black debió enfrentar fue el giro a la comedia de acción que el productor estaba imponiendo, y que Black rechazó porque atentaba contra la naturaleza intrínseca de lo que es el cine negro, después de todo era un film neonoir, con elementos de acción y uno que otro de comedia.

Finalmente, Jeffrey Boam reformó el guión y lo convirtió de una trama oscura y melodramática en donde incluso los sudafricanos torturaban a una mujer policía, en una dinámica comedia de acción que sería el tono que seguiría en sus dos siguientes secuelas. El mayor mérito del guión es permitir que los caracteres de Riggs y Murtaught fluyan naturalmente de tal forma que el espectador siga conociendo la personalidad de ambos y llegue a sentir cada vez mayor simpatía, un aspecto clave en el éxito de la precuela. Es así como el espectador terminará por encariñarse con Riggs y Murtaught, con el primero que sacará su lado más romántico y cariñoso como si de un quinceañero enamorado se tratara luego de la trágica pérdida de su esposa, Mel Gibson en su mejor momento, y con el segundo que mostrará su lado más carismático e infantil como padre de familia avergonzado y contrariado por la madurez de su hija adolescente que ya filma comerciales de preservativos. De la misma forma, y como parte de una evidente crítica al racismo aún imperante en la Sudáfrica de fines de los 90s y su enconado Apartheid, el personaje interpretado magistralmente por Danny Glover se da maña para pasearse entre la situación cómica (notable escena en que despista a los funcionarios de un banco para que ingrese Riggs) y la crítica ácida sobre el tratamiento que aún se les daba a los negros a fines de los 80s en Estados Unidos.

Por otra parte, si bien descartó la muerte de Riggs a partir del borrador de Black, y creyendo que de las dos versiones que había hecho una era demasiada melodramática y la otra demasiado cómica, Boam incluyó varios elementos de drama que permitieran mantener la esencia dramática de la primera película. Es así como alude constantemente a la muerte de la esposa de Riggs y explora tanto el remordimiento como el trauma en la psique del perturbado policía, a la par que introduce al personaje de Rika, la secretaria holandesa del diplomático sudafricano, de la cual Riggs queda prendido inmediatamente y con quién tiene un fugaz romance. El director solicitó a Boam que matara el personaje a pesar de que en el guión sobrevivía y se convertía en la pareja de Riggs, para otorgarle mayor dramatismo y motivación al policía para acabar con la banda de narcotraficantes sudafricanos. El film contiene bastantes secuencias de acción que pasarán a la historia, como la persecución en la que Riggs se aferra a la parte delantera de un camión tras forcejear con Vorstedt, la emboscada que los helicópteros enviados por el diplomático corrupto Arjen Rudd hacen a Riggs y Rika en la que apenas sobreviven (notable trabajo del fotógrafo Stephen Goldblatt quién repite), las cómicas escenas de Riggs cayendo con Vorstedt una piscina y Roger “anclado” al inodoro y, por supuesto, la apoteósica escena en la que Riggs destruye la mansión de Arjen Rudd. El clímax en el muelle, en tanto, al igual que la lucha entre Riggs y Joshua en el epílogo de la cinta.

Las actuaciones son notables, al igual que en la precuela, Richard Donner acierta con un reparto sólido y variado. Además del evidente carisma e histrionismo de Mel Gibson y Danny Glover, (ambos impecables) encontramos al ganador del Oscar Joe Pesci como Leo Getz, un personaje neurótico y exagerado como pocos que define el carácter cómico que la saga estaba adquiriendo y que le servirá de tubo de escape a una trama que aunque menos oscura que su predecesora, no deja de tener momentos altamente dramáticos. Joss Ackland y Derrick O’Connor encarnan a los principales antagonistas de la dupla policíaca, el magnate diplomático Arjen Rudd y su mano derecha matonesca Pieter Vorstedt. En el reparto femenino secundario encontramos a Patsy Kensit que personificó a Rika van den Haas, la secretaria de la embajada sudafricana. Darlene Love como Trish y Traci Wolfe como Rianne Murtaught, esposa e hija de Roger respectivamente. Y finalmente a Jenette Goldstein que encarnó a la detective Shapiro.

En definitiva, una efectiva y espectacular secuela, que aprovecha fielmente el tirón de la original y hasta continúa las historias personales de los protagonistas otorgando una nueva dimensión a sus respectivas historias. Además de una acción más trepidante y evolucionada con un ritmo potente y dinámico. Que tiene en la consolidación carismática de sus dos protagonistas y una buena cantidad de escenas de acción dramáticas y tragicómicas como su mejor plusvalía. Simplemente cine de evasión y policíaco de calidad.
DavidFilme
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8
25 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Cabo del Terror" es un notable film de suspenso dirigido por J. Lee Thompson y protagonizado por los grandes Gregory Peck y Robert Mitchum. El director J. Lee Thompson y el productor Sy Bartlett se reúnen en un nuevo proyecto cinematográfico, esta vez en el género de suspense con la primera adaptación al celuloide de la novela “The Executioners” (1957) de John D. MacDonald, sobre el acoso y venganza de un ex presidiario acusado de violencia sexual, que culpa a un abogado, de haber sido condenado a prisión hacía 8 años. El resultado sería un sólido y controversial thriller en donde se retrata cómo un delincuente sexual logra burlar el sistema judicial de Estados Unidos y a la Policía, aterrorizando a una familia completa. El guión de James R. Webb contiene una serie de elementos narrativos de la obra original, bastante bien llevados, que conviene detallar. En primer lugar, la exposición de un sistema judicial con recovecos y vacíos legales que permiten a un ex presidiario darse maña de molestar, acosar y aterrar a terceros con su presencia y supuestos encuentros fortuitos, en los que realmente no está cometiendo un delito y donde la Policía está imposibilitada de poder detenerlo y encerrarlo. Ello nos lleva a la paradoja de que a pesar de que Bowden es un abogado y experto en el uso de las leyes y su interpretación, se muestra absolutamente impotente de poder hacer siquiera algo para mantener a Cady lejos.

En segundo lugar, nos encontramos con la actitud de la sociedad, en la violencia contra la mujer. El segmento de la trama en que Cady golpea y amedrenta a la chica Diane Taylor, luego de haberla seducido y haber tenido sexo con ella, para que no lo denuncie, es reflejo de la ideología machista imperante que condena a la mujer abusada y la apunta con el dedo, en lugar de preocuparse en atrapar y castigar al agresor. Lo más grave de todo es que es ella misma la que renuncia a denunciar a su agresor y escapar en un bus hacia donde nadie la conozca y, por ende, se le pida explicaciones y recriminaciones, mientras Cady puede seguir caminando impune y descaradamente por las calles de la ciudad. En tercer lugar, lo anterior nos llevará a la desesperación del acoso. Bowden subestima a Cady en primer término al encontrárselo, pero paulatinamente se dará cuenta que lo que el ex presidiario busca no es sólo molestar y acosarlo a él y a su familia, sino vengarse con la persona más importante en la vida de Sam, su hija. Ello lo llevará a cometer una serie de impertinentes decisiones, que hábilmente Cady utilizará a su favor para complicar la situación de Bowden, como el de solicitar informalmente la ayuda de su amigo, el jefe de Policía, el de contratar a un par de matones que le den una buena paliza a Cady, y finalmente la elaboración de un peligroso plan para engañar al acosador sexual y acabar directamente con él.

En cuarto lugar, la naturaleza de la venganza de Cady, con la hija de Bowden. El abogado había participado como testigo de cargo en el juicio que condenó a Cady como delincuente sexual, y es precisamente ese tipo de crimen el que el ex presidiario pretende consumar con la menor. Un tema especialmente polémico, más aún a inicios de los 60s en que pocos directores se habían atrevido a tocar temáticas de acoso sexual en sus películas. Sin embargo, la solidez de la cinta no radicará solamente en este interesante guión, sino más bien en la habilidad de J. Lee Thompson para narrar con bastante dinámica la siempre arriesgada y descarada estrategia vengativa de Cady, desde sus inocentes y recurrentes apariciones en el quehacer laboral de Bowden hasta sus poco convenientes encuentros "fortuitos" con la familia del abogado, en el muelle y en sus jornadas de bowling, desde las primeras advertencias y amedrentamientos de la Policía en ser detenido por vagancia, hasta el del detective privado que Bowden contrata para seguir al ex presidario donde quiera que vaya y tratar de encontrar algo que pueda inculparlo, desde el acoso “superficial” de Cady a la hija de Bowden en el colegio hasta el asalto final a la mujer y la niña en la barcaza del abogado, en donde se producirá el tan recordado clímax entre ambos.

Las actuaciones son impecables, cuenta con dos protagónicos de lujo, Gregory Peck y Robert Mitchum, como el abogado Sam Bowden y el ex convicto Max Cady. Peck interpreta al epítome del hombre honesto y correcto, que ante la ineficiencia del sistema judicial y la impotencia de la Policía, toma decisiones incorrectas que ponen más en peligro a su familia, pero teniendo el coraje finalmente para enfrentar la amenaza. Por su parte, Mitchum estaría brillante como el delincuente sexual, que regresa para vengarse de Bowden, con una mirada tan intimidante como fría, en una de sus mejores actuaciones como villano. El reparto lo completan un joven Telly Savalas quién encarna al detective Charles Sievers, contratado por Bowden para averiguar más información penal de Cady. Y el ganador del Oscar Martin Balsam quién interpreta al jefe de Policía Mark Dutton. En el reparto femenino, nos encontramos a la ganadora del Premio Emmy Polly Bergen quién personifica a Peggy Bowden, esposa de Sam y a la joven Lori Martin como Nancy, la hija del matrimonio, actriz de 15 años que terminaría sufriendo cierto síndrome paranoico postfilm.

En definitiva, un entretenido y sólido thriller psicológico, con una esencia polémica y rompedora en su época de estreno, a inicios de los 60s. Toda la parte en interiores es potentísima a nivel narrativo y en cuanto a la creación de la tensión que culminará en el segmento que tiene lugar en la casa flotante, un tramo que destaca especialmente por su hermosa fotografía en blanco y negro y ambientación. Acompañada de la magestuosa música de Bernard Hermann, y un más que correcto duelo interpretativo de Gregory Peck y Robert Mitchum.
DavidFilme
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