Parece increíble pero Kirk Douglas y su socarrón cinismo a la hora de poner a parir a su esposa por dejarse alienar por las cuñas publicitarias radiadas y las radionovelas a lo Corín Tellado, está anticipando su portentosa interpretación, muy posterior en “El Compromiso” de Elia Kazan.

"Carta a tres esposas": Original guión. Buenas actrices (pese a que la esposa de Kirk Douglas parezca su madre), recurso a la narración en off de la cuarta protagonista, la que lía todo el cotarro y a la que sólo se le ve un hombro, de espaldas al público. La dichosa Addie Ross no aparece ni por asomo.

Como jode que Mankiewicz haga eso…Es desde luego, la mejor baza de esta entretenida película de tres mujeres desesperadas que se ahogan en un mar de dudas con respecto a la fidelidad de sus hombres, repasando los errores cometidos en su vida conyugal en una serie de tres flashback que convierten por obra y gracia de Mankiewicz una sola película en tres. Qué fácil que lo hizo el maestro y qué poco que aprendió de él Peter Jackson con sus puñeteros hobbits.

Lo mejor de “Carta a tres esposas” no son las esposas. Es Kirk Douglas que está que se sale. En plenitud arrolladora, se come la pantalla. Y por supuesto la empleada doméstica de siempre: la grandísima Thelma Ritter, la misma que sirve con guasa y desgana a:

- John Dall en “La Soga”
- James Stewart en “La ventana indiscreta”
- Bette Davis en “Eva al desnudo”


Sólo por Ritter y Douglas, la película vale la pena.
¿Qué digo? ¡Mankiewicz siempre vale la pena!

Ya de entrada, las películas coloreadas me provocan profundas antipatías.
Si de por medio me encuentro a Jane Wyman (le falta sal) y a James Stewart (se repite como el ajo), lo más probable es que acabe viéndola por turnos. Así fue.

Stewart, un topo de una empresa de estadísticas y sondeos de opinión se hace pasar por agente de seguros en Grandview, un pueblo de gentes que cambian de parecer como tránsfugas profesionales: ahora construimos el centro cívico, ahora no, ahora vale, ahora no podemos. Y sin embargo, el hallazgo de Stewart radica en convertir a Grandview en la muestra poblacional representativa de toda la nación. No habrá pues porqué despilfarrar medios haciendo encuestas por todo el país. Basta con acercarse a esta Ciudad Mágica para saber qué opinan los americanos sobre extremos tan dispares como la reforma educativa o la posibilidad de elegir presidenta a una mujer.

Cuando la noticia salta a los medios, Grandview se convierte en un reclamo turístico donde todo americano medio desea vivir. Por un revés absurdo al minuto siguiente todo americano medio desea escapar de un pueblo que se convierte en algo parecido a Lepe (con perdón). La Ciudad Mágica y sus habitantes salen humillados y el país entero se ríe de los pueblerinos de Grandview. Jane Wyman lleva semejante cara de mala virgen toda la película que no entiendo cómo no espanta a Stewart desde el minuto uno.

Las gracietas son estúpidas e inocentonas. Se mire por donde se mire la película no tiene chispa pese a que lo pretende y además retrata a los americanos como a ganado y sin pudor. Cosa que me provoca vergüenza ajena. Claro que, si a ellos les falta debería importarme bien poco.

Una chorrada representativa del humor mojigato de la época, con un himno de por medio tipo el "Auld Lang Syne" que tanto dignifica a los americanos en grandes historias de pequeños pueblos rebosantes del sentido de la fraternidad ("¡Qué bello es vivir!") pero que tanto aburre en esta película absurda dirigida por el hacedor de “Caravana de Mujeres”.
Aquí, “Caravana de borregos”.

Así es como me he quedado después de encontrar por pura casualidad esta coproducción desconocida (con apenas 150 votos en este momento), interpretada por Sydow, Liv Ullman y el grandísimo Trevor Howard. Casi nada.

Si bien es cierto que ella apenas tiene oportunidad de demostrar su cariz como intérprete, el hecho de verla enfrentada de nuevo a Max Von Sydow aunque sea por séptima vez (si mal no llevo la cuenta) hace que la película gane enteros. Una película que desconcierta de principio a fin, en la que Mancini compone una banda sonora desacorde, desagradable y hasta estridente para acompañar las peripecias bien tramadas de un Max Von Sydow que entra y sale del manicomio en medio de la noche y del frío estepario de ese remotísimo lugar.

No es una cinta de terror. Es un thriller de bajo presupuesto, austero, sin afectación o efectismos frusleros que sin embargo atrapa como ninguno. Logros de un notable guión y de una ambientación sombría de lo más hosca y huraña. Fantasmal por momentos.

Imagino la rudeza del rodaje, especialmente por la parte que le toca a Sydow, semidesnudo durante la película entera en esas tierras intratables urdiendo la venganza contra su familia.

El “acabose” es el final aunque suene redundante: final sorpresa que puede dar lugar a reacciones diversas: unos prorrumpirán en carcajadas, otros patalearán la mesa. En mi caso, yo de piedra y medio muerta de frío. Qué desconcierto...

Producto ad hoc para lucimiento de la rubia más encasillada del cine americano.

El otro día tuve la desgracia de toparme con "Algo pasa con Mary". Hoy, porque mi compañera de piso secuestró el mando a distancia, me tragué el bodrio protagonizado por la Cameron: "La cosa más dulce".

Es una película infantil donde las haya pero catalogada para mayores de 18 años por su carga explícita de contenido sexual, llegada al punto de que a la Díaz le introducen un pene por el ojo. Tan campante, se echa un poco de colirio y sigue con sus gilipolleces, en bragas, claro. Sin pies ni cabeza y lo que es peor: sin argumento.

Eso es. La película es una vomitona de situaciones a cada cual más absurda, grotesca, de un gusto pésimo que fuerza la náusea y el odio visceral que le estoy pillando a la tipeja esta, la Charlie's Angel.

Qué tremendo desatino... Claro que con Cameron a la cabeza, poco podemos esperar. Ahorrad vuestro precioso tiempo y no lo perdáis dándole audiencia a esta auténtica mierda de película. Tan torpe es que ni siquiera se le saca provecho a esa maravillosa ciudad: San Francisco.

Como las tías vayamos así por la vida lo mínimo que debería caernos encima es que nos retiren el derecho al sufragio por comportarnos como enajenadas mentales. Y suscribo lo escrito por la usuaria elultimoska: ¿qué tipo de mujeres aceptan papeles así?

Kate Winslet debiera haberle prendido fuego a la casa de Cameron en "The Holliday". Es lo mínimo que se merece la rubia palo por desmerecer el trabajo de Winslet en "Revolutionary Road" o de otras tantas como la triada Moore-Kidman-Streep en "Las horas". No es de recibo que unas tiren hacia delante para que venga esta absurda actriz a deshacer el camino andado echándoles una meada encima y jactándose de que no le huele el chumino (literal en la peli). Que aunque el cine es entretenimiento, también ha de ser responsable.

Denigrante.

Son disertaciones mías pero creo que encajan.

Prevengo: que a nadie se le pase por alto que MacGraw es la musa de Peckinpah. Y enamorado hasta las trancas que estuvo de ella. Él? un personaje resentido definido al cine como genio, misántropo del celuloide y de su puta vida que llevó.
Gran cineasta, EVIDENTEMENTE, por obra y milagro de un caprichoso don genéticamente transferido. Eso por un lado. Vendría a colación lo de los cerdos, los panes y los dientes pero prefiero dejarlo en distensión. Si me ensaño con este malnacido no acabo.

Por otro: Me jode una cosa: Ali MacGraw es una chica muy guapa que sólo pasa por ser guapa porque Sam le extirpó todo su potencial. El mismo potencial que le faltaban siempre a las mujeres de su cine cuando por tratar, se trataba de abordar relaciones humanas para él, perturbadoras; porque miedo y no otra cosa le tenía este hombre a las mujeres (hago referencia a su obra total).

Sam Peckinpah era un ser acomplejado hasta ante su madre. Cosa que me recuerda a la caja oscura, llena de arañas (en referencia a LAS VAGINAS) del deplorable Blier: ese cerdo francófono que se corre por única vez en su vida dirigiendo “Calmos”. Una cosa lleva a la otra y no dejan de ser contemporáneos. Pero me voy por los cerros de Úbeda.

En LOVE STORY (sin ser dirigida por Peckinpah), la chica de Sam, interpreta un papel denostable. Es una bella durmiente, una cenicienta. Es caperucita sin lobos y Blancanieves sin enanos. Y lo milagroso… todo, pasando a dar alfombra a una película reservada que se profirió en fenómeno de masas. Otra de las grandes películas mitificadas por el piano sensiblero, que sí, es muy bonito.

Para remachar: Ryan O’Neal está fabricado para perder el sentido porque es imposible estar tan de buen ver como este hombre en esta película. Buenorro no. Está impresionantemente cachondo.

Ya en la peli: ¿Que se plantea sin ir más allá un conflicto familiar obviando el dinero que haya de por medio…? Lo dicho: no entiendo esta película: ni su trágico final, ni su estupidez, ni la tozudez de los padres, ni la imbecilidad supina del chico, ni su mitificación, ni lo sobrada que va la MacGraw... nada, ¡no entiendo nada!

No se entiende, (no lo entiendo yo), de una película que entra de tal manera, que no siga pataleando el inconformismo hasta las últimas.

Y además. Aly, no tiene amigas en la película.
Amigas que le dirían que amar también significa cagarla de vez en cuando.
¿Amar significa decir ...