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Colombia Colombia · BUCARAMANGA
Críticas de LEONDELPLATA
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Críticas 23
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
18 de agosto de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film que invita a navegar atravesando mareas turbulentas y luces embravecidas; dejarse invitar al teatro alucinógeno de la vida del maestro Reverón ofrece el tiquete para internarse en viajes oníricos con destino a otros mundos inflamados de insólitas danzas en libidinosas fiestas, donde las cadenas dejan oír dolorosos anhelos de libertad.

Los tormentos de este artista son materia prima de su exótica obra; sus goces delinean los planos del enclave que fundó su desaforada imaginación. Reverón creó un nuevo mundo, lo pobló con sensuales muñecas de trapo, con los fantasmas que lo aturdían, con la vocación que celebraba a diario a través de rituales místicos-lascivos. Sus rutinas masturbatorias aunadas al amor tragicómico por su mujer disputaban el tiempo a su producción artística, tan prolífica como retadora.

Sus trazos de genialidad no eran negociables, tampoco su honesta amistad. Compartía pero no vendía; eso no lo puede perdonar el Estado ni sus manuales de buenas costumbres; si hubiera agradecido con adulación los premios, seguramente no lo habrían internado a la fuerza en esos centros para torturar espíritus denominados institutos psiquiátricos; seguramente no hubieran sancionado su ingenio, no habrían intentado amarrar sus dones, no lo hubieran sometido cruelmente al imperio de la cordura gris.

La fotografía retrata la alucinación que destella una biografía apasionante; no urge conocer la fidelidad del guión con la vida y obra de Armando Reverón; sería desconsiderado con esa otra gran obra que resulta ser el film. Los diálogos fluyen desprovistos de pretensiones frusleras anclándose a una narrativa tierna y salvaje al mismo tiempo; el lenguaje se torna cálido y luminoso como mensajes entre amigos entrañables, como los que se dejan ver participando en los delirios del loco de Macuto: sin vanos juicios morales, incluso conociendo sin prejuicio sus perversiones. Éstas se afincan en las voces tortuosas del padre que transmite la brisa salina, versiones del padre, pero también otras versiones del mundo, de la sociedad, del poder, del amor...sub-versiones.

El film es otra versión performativa del espíritu iconoclasta del mago, chamán y artista. El trabajo de actores y la recreación escénica de la aldea real-imaginaria donde vivió sus luchas Reverón (su Castillete), logra trasladar el gran sentimiento y la atracción por las luces del caribe del pintor.

Además de la extraordinaria actuación del protagonista Luigi Sciamanna , bueno es ver participaciones tan sobrias como dicientes en los personajes interpretados por Antonio Delli, Adrián Delgado, Mirtha Borges, entre otros. Si algún homenaje hace el director, no es a una sucesión de datos biográficos, es a la locura, aquella disposición de visiones del ánimo que aparte de iluminar la realidad y colorear la triste cordura, permite revolucionarla y proponer un mundo mejor, dibujado con matices liberadores. Todo acto ingenioso responde a un llamado de locura; la trascendencia de los actos humanos en la historia han sido impulsados por ese más allá, por ese ímpetu visionario de quien transita lo real sin desatender sus símbolos, sin dejar de imaginar. Ello hablando de la locura irreverente, reveladora, a lo Reverón. Otra cosa es la locura encubierta de quienes suelen traicionarla para percibir beneficios del sistema de control a que se pignoran. La salud de todos no sin la locura de cada quien. Reverón es un nombre muy sonoro, que indica revelación, que se conjuga con la irreverencia; su locura no tuvo precio, por eso lo encerraron en un manicomio. En los mensajes de sus imaginarios portentosos encontraba lo-que-cura: su arte: es así: su arte lo-cura: "a mí la pintura me salva y me cura". Se abona que no hayan querido encasillarlo en estructuras clínicas, que no lo hayan mostrado como un demente “psicoseccionado”, aunque sí enarbolan su locura. Ocurre que esa locura irredenta es la composición del gran cuadro de la vida de Reverón que nos aporta el film.

Otro aporte destacable es la iluminación, teñida de tonos añejos, sepia, pero resaltando claroscuros, para luego capturar los colores febriles del caribe, así como la fuerza y serenidad de su azul; tal esfuerzo refleja la complejidad psíquica del artista y consecuentemente su agradecimiento a la luz: "todo es luz, el teatro es luz, la pintura es luz, la música es luz" . La locura siempre ha sido reprimida por temor a que ilumine los tiempos que se transitan.

Es una alucinante película que habla de la bella locura de un pintor en su santuario-teatro, El “Castillete” que él mismo erigió; su magia y su arte. El teatro para los tormentos de Reverón donde “se pinta como danzando” revela la maestría iconoclasta y al tiempo devota de nuevos símbolos, de un pintor o mejor Artesano, para quien el mejor lienzo es el cuerpo de una mujer, y el acto de pintar, un proceso dramatúrgico. En el teatro-Castillete se pude escenificar desde un permiso para amar disfrazando a un mico de sacerdote, hasta una sociedad que como norma, organiza orgías semanales. Un teatro erótico para bailes carnestoléndicos alrededor de la muerte. Verla sin pre-juicio, jugar a descubrir algo en ella, produce la magnificación de lo inesperado: cuando sólo se espera un docu-drama a través de un canal público de tv, en una mustia noche de viernes esperanzada sólo en el sueño, de un sacudón puede extinguirse el tedio, al visionarse una expresiva película, imponente en su relato, que incita a datarla, a promocionarla, a reseñarla.

Se puede ver en “Reverón” una puerta abierta a la imaginación sin trabas, aún a través de los muros de la cárcel para la imaginación que representan los manicomios; allí el Artesano de la luces del caribe, pintó su escape, su puente a la libertad, tal como los pintaba en su aldea y tribu reales-imaginarias, sobre el fique, bajo la lluvia y meciéndose en un columpio. Es una película Fantástica, delirante, dolorosa, onírica…
LEONDELPLATA
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9
12 de agosto de 2012
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El dolor resbala por las lágrimas invisibles de un joven de 17 años; el invierno congela las expresiones que su infierno aprisiona. Asiste a un casting donde no se busca un actor más que un cúmulo de emociones que satisfagan los requerimientos fílmicos del director; a éste la película de su vida se le sale de las manos, se escapa por la ventana dejando orificios de frías culpas pero, al tiempo, lazos lívidos y débiles, casi imperceptibles, para perseguir la salvación de su más cruda - aunque desconocida- creación.
Tan densa como las anteriores impresiones, se orquesta un des-concierto como obra fílmica. El edificio viejo y destartalado donde se inicia y transcurre buena parte de los acontecimientos se presenta como un teatro fantasmagórico vestido de albergue para personajes ligados por cadenas de ausencia, miedo y por los espantos de una sutil perversión que arropa la psique del muchacho desorientado. Sus gestos quedos delatan la distorsión de su origen negado, de la miseria con que se erigió su tenebrosa aparición en las vidas desencajadas en el entorno donde hurgará las líneas mal trazadas de su orden generacional. El amor, como siempre, se ofrece como refugio de desazones; como trinchera contra lo ominoso y esta vez como paliativo de culpas, como protector frente al crimen. La seducción desatada por lo mórbido, por la curiosidad ante sucesos en los que se entretejen hilos malvados y tiernos, se traduce en el inquietante amor de una joven sobre el extraño en la casona vieja; poco le importa si sus manos todavía presentan señas de sus crímenes. Esos amores redentores orbitan los temores y delirios en los que se mece, desequilibradamente, el vacío de la muerte, el impulso de matar.

Sin que obren dramáticas confesiones, el Director y el muchacho se descubren como Padre e hijo por las sendas espantosas que conducen la trama; sin mediar mayores resentimientos ocupan el poco tiempo que les queda en escalar magnos paisajes para prodigarse amor. Cuando de la boca del muchacho brota el vocablo "padre" se experimenta una sensación calma que lleva indefectiblemente (el tema y la propuesta fílmica) al menos a un suave vuelco catártico, y al más, a la aparición de un lazo subjetivo que sacia la sed espiritual de los personajes en conflicto. El hijo le entrega al padre la mirada perdida de su historia y éste al contra responderle con fragmentos de su vida, al atarlo a su presencia, comienza al fin a crearlo. El film expone un nada pretencioso intento de re-creación de un sujeto perdido tanto como sus orígenes, como su fecha nacimiento, como su irresponsable madre, quien también cae en el abismo en el que hasta el inicio de la redención solían empujarse los miedos. Cuando el padre dice: "hijo mío" enruta su autoridad y ternura, hacia una culpa que debe com-padecer, pero que también puede salvar. El infierno gélido que atraviesa señala la búsqueda de la sanación (la cual urge en el cuerpo accidentado del muchacho) para los tormentos de su descendiente.

La vitalidad de la segunda parte del trabajo, riñe con la opacidad de la cadencia en la primera; la composición fotográfica y la construcción escénica están dispuestas para servir a al desarrollo de las personalidades superando una simple necesidad decorativa. Del terror enclaustrado de la introducción se pasa a un viaje liberador del encierro de los vacíos físicos que amenazan constantemente la seguridad de los personajes. Pese a la innecesaria dilación narrativa que en no pocos tramos distancia al espectador de la tensión propuesta al principio, se logra vincular elementos vívidos a una historia tan sombría. La corporeidad de las sensaciones se presenta como una forma actual de explorar lo inconsciente; las aparentes poses inexpresivas de los protagonistas en realidad hablan lo suficiente, logrando estructurar un lenguaje que a su vez aporta vigor a la presencia de cada quien. Para lamento de teclas, está la sobriedad excesiva de la película, porque sin enredarse en entelequias y posturas intelectualoides, se torna un tanto difusa para que pueda ser disfrutada en toda su extensión y en todo tipo de cinematecas.
Tras esta crítica, es menester anotar que aunque Tender Son adolece de ritmo, se inscribe muy bien en momentos irregulares que permiten bordear la temática sin abandonar al primer intento de descubrirla y disfrutarla. La insistencia en tomas aéreas posibilitan la vista de la fragilidad de los sujetos que habitan la obra; lo ínfimo que resulta lo humano, potencia a su vez la idea central de una creación, de un padre, que pugna por recrearse a sí mismo en época de crisis de la paternidad. No en vano, el Director embala al padre de este film en el personaje de un Director de cine, un re-creador de guiones, un hacedor de vínculos subjetivos: un director que comienza a.crear un hijo en un casting. La figura paterna de Geppeto pareciera donar madera para el film: el director no se sabe padre y al percatarse de su mala siembra decide re-construir "un hijo en su hijo", al comprender su ánimo que el muchacho es un monstruo creado a sí mismo al no conocer siquiera el nombre del Padre. Del padre creador se pasa al constructor; del Frankenstein al Geppeto.
El director que produce al director de la ficción no se ocupa en demasía de hallar la perfección artística; es la razón de los desconciertos psíquicos a los que da forma esta hermosa pieza sobre lo siniestro. El lenguaje propuesto trasciende la fuerza de la palabra para instalarse en las miradas y los olores. El descubrimiento del padre llega al hijo con el olor de una camisa olvidada por éste, y el re-conocimiento del padre llega al hijo con el calor de un abrigo impregnado del olor y la agitación contenidas en su tejido...así se arropa al hijo Rudi frente al camino que las luces del Director tiernamente le señalan.
LEONDELPLATA
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6
6 de junio de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta particularmente difícil emitir un juicio alrededor de este filme, pues, muy a pesar que a leguas se huele un guión bien construido, el desarrollo cinematográfico es muy voluble. La primera hora presenta la estrecha relación entre dos guionistas y las variaciones que produce la estancia en un monasterio, pero las situaciones son tan calmas, que no parecieran introducir el conflicto pasional que centrará la historia; quizás en parte por el humor soso de los monjes que comienzan a especular sobre la temática de la película que se ha comenzado a inventar dentro del claustro. Demasiada ternura para un lugar tan fantasmagórico, donde se supone que las almas del viejo y el joven comenzarían a descentrarse.
El filme cambia de locación en la segunda parte para escenificar el mundo de la chica inquietante que ya ha logrado la atención virulenta de sus futuros huéspedes; es la mejor parte, se mezcla una atmósfera cautivante por la suma de leyendas fantasmales con la sensualidad de un triángulo amoroso, que desorienta aún más a los escritores (personajes). Los acercamientos mutan drásticamente en juegos eróticos que de a poco van entrelazándose con la ficción estructurada por los dos protagonistas como guión de una película que de tanto desvanecerse se convierte en realidad.
Los personajes -empero - no llegan a transmitir el aura de misterio necesaria para que la historia atrape; en ellos el tono es un tanto desapasionado, casi aséptico, no se hace notorios los tambaleos de sus personalidades, en suma, no tienen fuerza dramática suficiente…no hay libido.

Impecable en cambio es la dirección de arte, que logra unas cuantas escenas matizadas de claroscuros, que informan al espectador sobre situaciones lujuriosas y al tiempo poéticas; la fotografía neutraliza las debilidades de las actuaciones- que no son siempre débiles-, aunque por momentos no pareciera ofrecer más que un decoroso estilo de tele film. También se cuenta con buenos diálogos y una línea argumental vívida, pero hay algo que no seduce. Tal vez se quiso cuidar la entereza moral de los dos personajes protagónicos, su amistad limpia e indestructible- en varias escenas sus manos estrechadas en señal de amistad imperecedera aparecen en primerísimos planos- . Sea como fuere se debió jugar más con el aspecto psíquico del triángulo, aprovechando la diferencia de edades entre el maestro y su colaborador; tal situación permitía extrapolar la relación padre-hijo, en relación a su objeto de deseo, echando mano del tabú del padre muerto y la consecuente culpa, vale decir, el contradictorio amor-odio al padre, producido, esta vez por las tentaciones de una mujer lasciva…bueno, al respecto algo se sustrae, pero con fórceps, porque teniendo un argumento para perturbar, como que les dio miedo o vergüenza hacerlo. Es una historia seductora que no logra seducir., y eso, en una película sobre el Amor y la Muerte, es francamente lamentable…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LEONDELPLATA
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10
6 de junio de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan prolija como desconcertante; así se arma esta otra joya artística de Alexander Sokurov. Su logrado trascendentalismo, esta vez campea en los subterráneos de una relación filial; la unión de un padre con su hijo, personificada, con vida propia, se alza como conductora y protagonista de esa indagación metafísica que resulta ser el guión. La narración fanstasmal es la fuerza propulsora de la belleza escénica y fotográfica, como en otros films pulidos en preciosismo del megalómano director. Los tonos ocre de la fotografía suman razones para sentirse extasiado con la fuerza estética de la película; con la contemplación de un oficio estético que sublima , que invita a trasegar por unos sentidos al borde de la santificación. Otra cosa son las pulsiones, cuyo laberinto vertiginoso se intenta también tornar sublime. Los lazos afectivos de padre e hijo son tan férreos y cálidos que en múltiples escenas en las que éstos se prodigan una suerte de irrebatible e inmortal amor, llegan a provocar otra suerte de rebatibles sospechas sobre límites morales-sexuales-culturales transgredidos.

"El amor de un padre crucifica y un hijo que ama se deja crucificar"

La pulsiones de estos modelos que el Director talla con cuidado detalle, son innegables, pero dudo mucho que a él le guste esta mirada, porque siempre intenta brindarle existencia independiente y perpetua a las sensaciones. Es un artista apologético y conservador, en esta obra no hay tiempo medible, no hay instituciones a criticar, todos los recorridos de la cámara sólo delatan el sino vaporoso de su majestuosos campos donde la acción queda inhibida por lo absoluto. En Padre e Hijo, ese absoluto es el amor filial, que sin embargo halla sus propias fronteras, más bien las contruye, so pena de contrariar un orden armonioso y eterno, evidenciado en la espiritualidad. Esta es una espiritualidad que pugna con lo animal, es decir con lo perecedero, con lo mortal.

En un extremo intrincado en la mística relación paterno filial, aparece un joven afanoso en su misión personal por hallar sus orígenes; es un hijo sin padre, que al buscarlo por doquier, denota las fátigas anímicas que puede soportar un hombre si en su imaginario no ha existido la figura de un Padre o más aún, si lo que ha se ha experimentado es precisamente la carencia de ese amor etéreo,consagrado, enérgico y entregado.

"Sí, tú tienes un padre.Pero ni siquiera te envidio"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LEONDELPLATA
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10
19 de mayo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seis letras resumen el film, seis suspiros que elevan a canto la inmensidad del mar; Poesía: magia de lo que es y de lo que intenta ser. Colores grisáceos que se confunden con la brisa salina; palabras ahogadas en el espejo de lo cotidiano, de todo aquello que se convierte en rutina...

Y en medio de todo, la amistad; ese lazo inexplicable que une a dos seres, a dos hombres con diferentes modos de ver la vida pero que en el fondo se identifican en el núcleo de su esencia.
Es simplemente la vida de un hombre. El roce incesante con lo inmediatamente posible. Es simplemente un acontecimiento, aquel que un momento dado marca caminos y encuadra pensamientos.

Y en medio de todo, el amor; ese amor puro y simple que hipnotiza el alma. Es esa mirada ingenua que todos, alguna vez, lanzamos al horizonte.

Y en medio de todo, el desencuentro; es ese sabor amargo de las caricias del olvido: Es la dulce nostalgia que atormenta suavemente el alma a través del sin sabor de los recuerdos; es ese instante perdido e irrecuperable, ese sentimiento vacío en medio de la gloria. Es grabar el sonido del firmamento y otorgar el más bello sentimiento a través del silencio...

Es "El Cartero", aquel hombre que se limitó a los pedaleos monótonos de siempre en la misma línea; aquel que odió la tradición del pescador porque causaba resfriados; aquel que en un cuaderno no pintó más que una luna, aquel poeta de la vida que superó el contenido de cualquier libro y cualquier reconocimiento...

Y luchó, sintió, llamó a su hijo Pablo, como el poeta y notificó la aparición de un testamento de olas y poemas...

Poesía simple y cotidiana.
Palabras de unos ojos tristes y melancólicos; misterio y magia, mar y Beatrice; poeta y poeta...soledad de un destino feliz a pesar de la muerte...
LEONDELPLATA
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