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Críticas de Arponero Sánchez
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Críticas 65
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
8 de octubre de 2022
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su demoledora disección del “El viejo y el mar”, de Hemingway, el legendario crítico Dwigth McDonald le acusa de editorializar emociones. “Soy un hombre extraño” le dice el viejo al niño. Y MacDonald le azota con esta frase: “¡No lo digas, viejo, demuéstralo!”.

Ese es quizá el principal valor de “Fuego”, de Claire Denis. No nos explica, no nos “editorializa” lo que les ocurre a sus personajes: se limita a mostrar con toda crudeza y detalle el comportamiento de una mujer poseída por el deseo, atormentada por los sentimientos contradictorios que eso le provoca, confusa, doliente, y que proyecta su dolor interno en su pareja, a la que como a nosotros, le cuesta entender lo que está pasando.

Claire Denis nos convierte en voyeurs del drama de una mujer desgarrada entre el deseo carnal por François, que le devora las entrañas, y su lado racional, me atrevo a decir que incluso su amor, pues creo que Sara sigue queriendo a Jean. Normal que cause confusión en nosotros pues la misma esencia de “Fuego” consiste en mostrar descarnadamente y sin filtros ni explicaciones los efectos que su conflicto interior producen en Sara. Como dice el título original, “Avec amour et acharnement”, “Con amor e implacabilidad”. Por cierto, otra ocasión perdida para los distribuidores en español de no continuar con su inveterada costumbre de ser patéticamente creativos y j**** el título que le pone el autor…

Ademas de mostrárnoslos cuando están juntos, “Fuego” acompaña a los protagonistas, Sara y Jean, en escenas de su vida cotidiana, en el trabajo o en la compra, y esa vertiente hiperrealista de “Fuego” entronca con el voyeurismo de Warhol en “Blue Movie” e incluso con secuencias de “Blow Up”. No que pretenda comparar a Denis con Warhol o Antonioni pero hay una conexión en el lenguaje, en la forma de mostrar la realidad con una perspectiva propia, que es una de las esencias del cine como arte.

Recuerdo pocas escenas tan realistas de un conflicto de pareja como algunas de las discusiones entre el personaje de Sara y el de Jean: esas argumentaciones sin sentido, ese desvío del tema en el que caemos inconscientemente cuando no queremos discutir un tema incómodo (“No me has mirado en toda la noche” - “¿Es que tengo que mirarte toda la noche? ¿Desde cuando es obligatorio mirarse?”)

“Fuego” no es una obra maestra, tiene debilidades, quizá la más evidente un ritmo no del todo mantenido a lo largo del transcurso de la película (ya sabemos que es lenta, y tiene que ser así, pero hay muchas formas de manejar esa lentitud), y algunas divagaciones innecesarias en la historia del hijo de Jean.

Qué decir de las interpretaciones: Juliette Binoche está magistral, excelsa: soporta los primerísimos planos transmitiéndonos con una fuerza espectacular su conflicto interno, tanto su rostro como su lenguaje corporal aportan al personaje todo lo que la directora buscaba, y más aún.

Vincent Lindon borda su personaje, un ex jugador de Rugby que lo ha perdido casi todo y que conserva un coche que no puede mantener, tiene un hijo al que no sabe cuidar, y vive con una mujer a la que ama apasionadamente y a la que ve escapársele entre los dedos.

A Grégoire Colin le toca el personaje en mi opinión menos conseguido, François, al que apenas dibuja Denis Claire. En François no hay conflicto, tiene claro lo que quiere y pide a Sara explícitamente que deje a Jean. Quizá lo más forzado del argumento son sus intentos de manipulación y su visita final a Jean para convencerle de que Sara le está siendo infiel.

Una película francesa hasta la médula, difícil, intensa, que nos fuerza a ser espectadores, queramos o no, de los destructores efectos del deseo sexual incontrolado, y a la que me resulta fácil perdonar sus defectos. Un merecido 8.

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Arponero Sánchez
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6
6 de agosto de 2022
15 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Prey” ha removido mis contradicciones internas y me ha dejado, como crítico, confuso.

Como apocalíptico se me desatan los comentarios cortantes uno tras otro: Amber Midthunder (Amber Medio-Trueno, por si alguno no lo ha pillado) puede ser una Sioux auténtica, que lo es, miembro de la tribu Sioux de la reserva india de Fort Peek, Montana. Pero es una actriz mediocre, a la que mantienen con un pelazo inmaculado hasta en la escenas más sucias, y que en ningún momento transmite la dureza y determinación de una cazadora implacable. Como mediocres son todos los demás actores, eso sí, todos descendientes de americanos nativos, no sea que alguna tribu se cabree: Dakota Beaver, nacido en Arizona, de los Ohkay Owingeh Pueblo. Michelle Thrush - la madre -, canadiense y miembro de la tribu Cree, Julian Black Antelope como el Jefe Kehetu… del único del que no he encontrado nada es de Stormee Kipp (Wasp), pero desde luego muy caucásico no parece…

La vida de los comanches está seguro muy bien reflejada, de eso se han asegurado en Disney contratando a la co-productora Jhane Myers, una Pies Negros y miembro de la nación Comanche. Nos da detalles continuos, y bienvenidos sean, de la vida cotidiana de los comanches y de sus ritos, pero nos los muestra como una de esas idílicas sociedades cazadoras-recolectoras tan queridas al imaginario ecologista donde todos van limpios y cuidados, tienen dentaduras perfectas (no habéis intuido las ortodoncias en los niños indios?), las medicinas tradicionales funcionan como si las hubiera producido Pfizer, y donde el conflicto de la protagonista con los roles tradicionales comanches se pinta con una suavidad que resulta completamente inverosímil.

Vale que no hay que pasarse al otro extremo y pintar a los comanches como los crueles salvajes de “Centauros del Desierto”, que un poco crueles si eran (sólo hay que documentarse un poco), pero negar la realidad y aplicar a las sociedades antiguas los criterios de hoy día es uno de los síntomas más inequívocos de la corrección política, ese cáncer imparable que devora la producción artística contemporánea y que tiene en Disney uno de sus seguidores más devotos.

Tan es así que el director ha incluido una referencia deliberada a “Centauros del Desierto”: cuando en la primera escena Naru sale de la tienda y su figura se recorta contra la abertura, es John Wayne en “Centauros…” saliendo de la casa. Y no me lo invento, lo cuenta el propio Dan Trachtenberg en una entrevista.

En resumen, un saco de incoherencias que rezuma corrección política por todos los poros, la antítesis perfecta de lo que debe ser la creación artística.

Todo eso me sale en mi vena apocalíptica, y sin embargo…

Sin embargo, me he dejado llevar por la belleza de los paisajes de las praderas, y por esa valentía innata de los comanches que se enfrentan a pumas, osos o Predators sin dudar un momento y sin dar un paso atrás, soportando estoicamente el dolor y las penalidades (y por lo que se sabe de ellos, así eran).

Me he dejado llevar por esos guiños a la franquicia, sobre todo por ese “si sangra, se le puede matar”, que dicho por un cazador comanche no desmerece un ápice a San Arnold, y por esa estremecedora escena de los bisontes despellejados, un cuadro cruel y realista de lo que ocurrió en las praderas americanas con la llegada de los tramperos blancos, sobre todo franceses que bajaban desde Canadá (los “voyageurs” les llamaban).

No importa que el proceso de entrenamiento como cazadora de la protagonista tenga más lagunas que Ruidera, ni que el guiño de la pistola esté metido con calzador y sea inconsistente, pues en la segunda de la serie la pistola la tiene un Predator. No importa que el Predator haya quedado regular (todavía me pregunto dónde estaba en el casco el visor infrarrojo, al menos el puntero láser si lo muestran), ni que las escenas de lucha sean algo confusas y - marca Disney - descafeinadas…

No me importa todo eso, porque Amber con todas sus limitaciones y a pesar de su baño de corrección política, me ha capturado como a un conejo, y porque tengo una debilidad incorregible por las historias de superación y valentía.

Por eso mi lado integrado le ha pegado una patada a mi mitad apocalíptica, he disfrutado la película como un enano, y le pongo un 6, que considerando todo lo dicho, es más que generoso.

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Arponero Sánchez
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6
3 de julio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Os propongo un ejercicio: por favor pasad por alto la impresión inicial que os da "Kitz", obviad que el tema de los roces entre la población local y los pijos de vacaciones está más que visto, y pasad también por alto el primer capítulo, que no les ha salido nada bien.

Olvidaos de todo eso y centraos en disfrutar el verdadero valor de esta historia: la elaborada, inmisericorde, sangrienta y cruel venganza de Lisa.

"Kitz" es la historia de la aparentemente inocente Lisa, que va dejando a su paso un camino plagado de cadáveres, algunos emocionales y otros muy reales. La inocente Lisa recurre sin ningún problema moral al engaño, la calumnia y la manipulación, y es esa amoralidad y cinismo, esa rabia por la pérdida que lo justifica absolutamente todo, lo que acerca a Lisa al mito de Némesis y convierte en fascinante al personaje.

A ver, dentro de un orden: esto no es una obra maestra ni se le acerca, pero gracias a esa vuelta de tuerca sobresale en el mar de mediocridad y sosería que es Netflix.

El personaje de Lisi Madlmeyer le cae cómo un guante a la joven Sofie Eifertinger. Una joven camarera de pueblo que empezamos viendo como una pobre adolescente traumatizada y a la que poco a poco descubrimos unas capacidades de maldad y planificación dignas de Maquiavelo. Interesante el giro final del guión, que conociendo a nuestra inefable Lisi puede dar perfectamente lugar a una segunda temporada.

A Lisi la rodea un plantel de secundarios jugoso y variado, tanto en el lado de los pijos muniqueses como en el de los lugareños: Hans, el bombero homosexual, Dominik y sus conflictos familiares, y el mejor, Kosh Ziervogel, el arquetipo de niño rico malcriado. Un personaje a priori simple, pero al que su autoconsciencia y capacidad de análisis le aporta un valor inesperado.

“Kitz” nos da también pinceladas interesantes de la vida en las localidades turísticas de Tirol, esos valles aislados del mundo donde el nivel de vida es más que alto y donde todo joven tiene que decidir al hacerse mayor entre escapar o quedarse para siempre.

Y un detalle para los aficionados al esquí: en un momento dado el personaje del hermano sale descendiendo la pista Streif. No es una pista cualquiera de esquí. La Streif es una pista mítica de Kitzbühel en la que se corren pruebas de descenso desde 1931, y que forma parte del circuito del campeonato del mundo desde sus inicios. En alguna web de esquí la describen como “la pista de competición más difícil del mundo”.

“Kitz” nos da un poco más de lo que podemos esperar, y en estos tiempos eso ya es mucho, así que he decidido darle un 6, con un cariñoso voto particular a la inocente y despiadada Lisi.

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Arponero Sánchez
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8
16 de mayo de 2022
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Clark” ha sido un sorprendente y agradable hallazgo, una serie que nos genera una mezcla de sonrisas y escepticismo conforme se desarrolla una historia demencial y divertida a partes iguales, ambientada en la Suecia de los 60 (y en otros países), en lo más álgido de la cultura hippy.

La serie empieza diciendo que está basada en hechos reales; tanta era mi incredulidad al ir avanzando el visionado, que dediqué un buen rato a investigar por internet, descubriendo para mi asombro que no solo está basada en hechos reales, sino que la mayoría de los episodios, incluso los más estrambóticos, sucedieron de verdad al auténtico Clark Olaffson.

Es cierto que la serie cambia algunas cosas, pero no lo básico: sí, en una de las primeras correrías del Clark real acabaron asaltando la residencia del primer ministro sueco y robando allí comida y bebida, aunque el que los pilló fue el jardinero, no el propio primer ministro. Y sí, el Clark real fue reclamado por el atracador del célebre robo con secuestro del Kreditbanken de Estocolmo, y sí, lo que pasó allí con los rehenes fue el origen del llamado “síndrome de Estocolmo”. Alucinante, por no hablar de una foto que he encontrado del Clark real acompañado por la policía y por una de esas novias superguapas y forradas a las que seduce sólo con mirarlas…

Creo que ha sido un acierto el tratamiento que se le da a la historia, una combinación de psicodelia y humor salpicado de toques políticos de la época y con sexo omnipresente muy propio de los 60, muy explícito, pero con poca piel a la vista. Entre las muchas curiosidades, la visión desde la óptica Sueca de la España de aquella época, a la que Clark huye en un par de ocasiones.

Las actuaciones son muy buenas en general y la de Bill Skarsgård como Clark, fantástica: creo que el Clark real no debía ser muy distinto a ese chico alto y guapo, impetuoso, medio loco, traumatizado, inteligentísimo y absolutamente carismático que tan bien y creíblemente construye Skarsgård.

En resumen, muy recomendable: un biopic diferente sobre un personaje singular, imprescindible si eres un nostálgico del movimiento hippy.

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Arponero Sánchez
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8
12 de abril de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Maniac” es una serie original, atrevida y sofisticada: un dibujo elaborado y detallado de los procesos de una mente afectada por la esquizofrenia.

Es un complejo trampantojo, en el que necesitamos fijarnos y pensar para tratar de adivinar qué parte de lo que nos cuentan sólo ocurre en la mente del protagonista y qué parte ocurre en la realidad.

A veces es obvio, sí, como los sueños que tienen lugar durante las pruebas de las pastillas… a veces no tan obvios, como cuento en spoiler.

Y por favor, que NO es una serie de ciencia ficción… pero lo contaré también en spoiler no sea que a alguien le fastidie el disfrute.

Una pieza especial, con detalles muy sabrosos, y con un fondo de reflexión sobre la mente humana, sobre la realidad y la fantasía, y sobre lo que es el bien y el mal.

Una vez, hace mucho tiempo, tuve la ocasión de conocer a un esquizofrénico paranoide, que tras un rato de conversación me confesó casi entre lágrimas, porque sabía que no iba a creerle, que tenía insertado en una muela un micrófono a través del cual le llegaban mensajes diciéndole lo que tenía que hacer… me he acordado de esta persona viendo “Maniac”, y si esta serie sirve para que entendamos un poco el drama de esta horrible enfermedad, ya habrá cumplido de sobra.

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Arponero Sánchez
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