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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Ratofante
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de mayo de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí que un crítico descalificó la película diciendo que era "una experiencia frustrante y bastante confusa", y "que no deja de tropezar consigo misma". Acaso sin saberlo el crítico ha descrito a la perfección el estado de ebriedad.

Ya sabemos que, para ver una película de Vinterberg hay que dejarse inocular por la fatalidad. Porque el lenguaje de este director anula la negación que nos permite elevarnos con la tragedia, y nos abandona en una zozobra, que para colmo tiene un enunciado dramático siempre impecable.

Por eso, aunque algunos hemos vuelto a ver Festen (La celebración), ya que es una obra maestra de original perfección, pocos nos atrevemos a volver a ver Jagten (La Caza), porque su horror veraz nos invade sin contemplaciones. Y aunque no hayamos sido nunca perseguidos, no podemos evitar identificarnos.

Tampoco hace falta ser borrachos para sentirse identificados con Druk. Porque la premisa que da origen a la trama es tan caprichosa como cualquiera de nuestros caprichos, con lo que hunde en el lodo a los personajes de modo muy reconocible para cualquiera.

Druk no es ideológica. Ninguna buena ficción puede serlo. Una película no es un ensayo académico, ni un manual de autoayuda. Druk tampoco es verdad. Ninguna ficción que se precie puede decir eso de sí misma. Es en cambio verosímil, y de tal modo que asusta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ratofante
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8
27 de abril de 2021
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si es cierto que en la infancia está la patria, que el corazón es un músculo y como tal es sensible al desgarro, que la sabiduría es un bien esquivo que deja ver su luz siempre tarde, puede ser cierto también que la libertad responde a veces a interpretaciones, y que el ser más libre no es el poderoso, sino a menudo el que despierta su poder de los pliegues más íntimos de sus temores.

La rareza de las formas de gobierno inventadas por el hombre ha establecido, aún en el siglo XX, que la monarquía puede ser símbolo de libertades. Y esa verdad tan paradójica se vuelve transparente cuando la muerte acecha, cuando la violencia del oscuro Reich pretende muy otra monarquía.

El miedo a perder la maravilla de ese prado verde, que fue mapa de la infancia, lleva a personajes temerosos a acciones de las que jamás se creyeron capaces.

Así los militares noruegos llegan a pensar un pacto con Hitler, así el príncipe Olav envía a su familia a América, y así la princesa Martha despliega su vuelo y pide armas, mientras en un melancólico despertar del letargo de la nobleza, se siente atraída por un presidente democrático.

La mirada de la mujer, inexplicablemente relegada, cobra aquí su importancia y su realeza. Sofía Helin nos lleva de la mano por esa angustiosa búsqueda para hallar la fuerza que hace falta para torcer el rumbo de la historia e impedir la colonización de su Pueblo.

Después está la historia, que más o menos puede parecerse a lo que aquí se cuenta. Pero la historia nunca es más que una excusa para que una buena ficción cobre vida. Ya puede uno ir a buscar las precisiones de la historia a su cuna de libros. O puede uno creer que Lacan no está tan loco cuando sostiene que la realidad tiene estructura de ficción.

Porque cuando una ficción alcanza el señorío de poblar nuestro entendimiento con nociones renovadas aunque conocidas, inolvidables aunque ya olvidadas, podemos entender que estamos ante un trabajo cuyos alcances están aún por definirse, porque ya no importa si es bueno o malo, cuando en el fondo sabemos que lo llevaremos siempre en un rincón de la memoria.
Ratofante
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9
1 de mayo de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante un buen western le preguntaba a mi padre si siempre ganaban los buenos. Él tenía la sabiduría de sonreír sin responderme. Mi entendimiento no estaba a la altura de la respuesta. Porque en los western buenos siempre hay quien sobrevuela las rencillas de los vaqueros, y deja que se peleen. Es un personaje casi oculto, que se beneficia gane quien gane.

Viendo L'effondrement me preguntaba qué haría yo en cada una de las situaciones que se plantean. Y entiendo que sería como un vaquero de aquellos westerns. Pelearía por proteger a mi familia. No podría ver que no tengo posibilidades. No podría ver, como sucede con los personajes de L'effondrement, que el mundo avanza para que muchos de nosotros seamos un engranaje de la gran máquina que salvará a muy pocos

La serie nunca nos dice qué pasa, lo que constituye una de sus principales maravillas.

Los episodios son tan cortos el tiempo vuela, de angustia en angustia, sin cortes, en planos secuencia que nos hacen olvidar de la técnica y nos vuelcan literalmente en la acción como un personaje más.

Y no hay héroes, salvo el infausto joven del capítulo de “La residencia”. Nosotros tampoco tenemos héroes, salvo raras excepciones. Es hora de que lo reconozcamos.

Ideológicamente, la serie no acciona partidariamente. Por el contrario, es de una sinceridad aterradora. Y artística y técnicamente se trata de una obra maestra:

1.- Está concebida íntegramente en planos secuencia (lo que en el séptimo capítulo, que ocurre en alta mar, bajo el agua y sobre ella, es ya un milagro)

2.- Nunca explica las causas del colapso, no porque las escamotee con ingenio, sino porque todos somos capaces de sospecharlas.

3.- Los guiones son veloces, no intentan comprarnos. No tienen lucideces vanas. Sólo el silencio inminente, la inutilidad del esfuerzo, las batallas que el amor no puede vencer, la tristeza infinita de sabernos débiles.

4.- Cuando hemos transitado siete veces la tragedia, en siete inconcebibles y memorables episodios, el octavo capítulo retrocede a los prolegómenos del colapso, donde unas voces tratan de advertirlo, y otras ignoran todo con imbécil arrogancia.

5.- Cada episodio es un cortometraje independiente, pero su conflicto nos deja avizorar una desdicha mayor en el siguiente.

6.- No hay espacio para reflexionar. No podemos saber si está o no bien actuada. Los personajes no son tales, son personas que viven la situación con nosotros. Es álgida y tan verosímil, que asusta.

7. Aún con la calidad de las grandes obras, cada episodio usa la adicción a seguir viendo de modo más efectivo que cualquier telenovela.

8.- Reniega de principios y finales, reniega de géneros, reniega de estilos y tradiciones. Nada se le parece.

Es vano emparentar este trabajo con la crisis de la pandemia. El mundo ya era éste, antes. No quiero ser iluso. El día que estallen los reactores, falten los alimentos y volvamos a fojas cero, sé quiénes sobrevivirán. Y sospecho que ustedes también.
Ratofante
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7
2 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No dejo de reconocer que la trama de esta serie nunca es una sorpresa. La administradora de una firma de abogados se enfrenta a sus jefes que tienen detrás a un magnate corrupto. Descubriremos de entrada qué cosas va a sufrir nuestra protagonista, y efectivamente las sufre. Nos queda sólo el final, cuya resolución puede tener opciones, y la serie elige una sobresaliente.

Pero aquello, que usualmente se denomina con el apelativo de previsible, no tiene ninguna importancia en la serie. Esta historia no busca sorprendernos, sino llevarnos a un mundo de tensiones a veces insoportables y logra que las vivamos. Un reparto sencillamente perfecto da vida a criaturas antagónicas, que a veces forman interlocuciones de más de dos puntas. Así, no termina de saberse nunca, ni siquiera al final, donde quedan parados la prensa, la policía, el ministerio de defensa, las firmas de abogados, los magnates, los acusados, los acusadores.

Por ello, este ejercicio dramático no es, según mi modo de ver, un juego de astucias para adivinar la trama, como en un policial. Es en cambio una red donde atrapar el comportamiento humano en muchas de sus funciones. El miserable puede ser el de arriba o el que se sienta con nosotros a almorzar.
Ratofante
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9
18 de diciembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Concebida con importante producción, "Dave" fue bien recibida en los cines, pero rápidamente saltó al circuito del videoclub, por lo que su público principal fue éste, y no el anterior.

El filme fue surtido junto a la imponente cantidad de entretenimiento liviano que ofrecían los videoclubes en los 90, y quedó perdido en esa bolsa de oferta. Incluso su título de distribución en Latinoamérica fue el imberbe e incorrecto "Presidente por un día"

Es posible que para aquella audiencia fuera difícil distinguir la gran obra que esconde este filme, porque apela a recursos que también pueden aparecer en aquellos entretenimientos livianos, como el humor, o la fe en la humanidad.

Sucede que estos recursos, aquí empleados con pericia, no son el fin, sino el medio para llegar a un hilo narrativo de inusitada solidez. Acaso, a los efectos de la elaboración de un conflicto serio, tanto el humor como la fe en la humanidad no gozan de prestigio, o no tienen efectividad inmediata, lo que promueve el error de juzgarlos como atributos secundarios.

Como ya estamos previendo, el problema es más complejo. Elaborar una trama seria y potente empleando estos recursos puede ser incluso más efectivo, pero es más difícil de concebir. Requiere de gran autoridad en la escritura, gran conocimiento del comportamiento humano,requiere saber filmar muy bien, y sobre todo, requiere de mucho trabajo.

Los antecedentes que la película honra sin esconder, están en las comedias de Frank Capra, como “Mr. Smith goes to Washington (Caballero sin espada)”, o en el mismísimo “Prisionero de Zenda”, que tuvo en los ’30 una perenne versión de John Cronwell con Ronald Colman en el papel central.

Aquellas obras maestras han pasado a la historia, no ya porque el auditorio de entreguerras fuera más crédulo, ya que los conflictos de ambas entregas son intensos y llegan a profundos clímax, sino porque era un público con menor necesidad de lobreguez para encontrar seriedad. Esto no reduce mérito a las historias oscuras que poblarían luego la cartelera. Sólo señala que la falta de oscuridad no le resta jerarquía a los recursos múltiples de la comedia.

La premisa es sencilla. Una asombrosa coincidencia hace que dos hombres se parezcan mucho. Uno es dueño de una agencia de trabajo temporal, y su naturaleza gentil y afectuosa. El otro es el presidente de los Estados Unidos, un político con muy buena parte de los defectos que ello puede conllevar, sumado a que es un sujeto autoritario y estafador.

Entonces se produce la magia de Zenda, y la indisposición de uno le hace ocupar el sillón al otro. Y aquí viene el viejo asunto de los recursos. Que el guión, la dirección y la magistral interpretación de Kevin Kline se valgan de la comedia, no es sino un camino directo para abordar los problemas profundos de todo sistema democrático representativo.

La obra atraviesa sin tropiezos por una trama de gran complejidad, cuyas muchas capas pueden apreciarse sólo si se está con ojo atento. La probable ingenuidad del presidente sustituto, que hace su trabajo literalmente, es decir, representa al pueblo, promueve un examen de conciencia que no a todos nos gustará aceptar ¿Por qué nos resulta ingenua la honestidad, y verosímil la corrupción?

Creo escuchar la respuesta. Pero cuidado. La corrupción tiene en cada ciudadano, como mandante, una ínfima aunque decisiva responsabilidad. Y si un presidente que se ocupa de lo que debe nos despierta la ternura (o el desprecio) de lo ingenuo, hemos naturalizado el horror.

De todos modos la película también se ocupa de eso. La farsa no puede seguir, porque es una farsa, y porque el pasado del presidente auténtico cae como una bola de fuego sobre el sustituto.

“Dave” es un magnífico cuento que se vale de la ficción para simbolizar una siniestra realidad consentida por todos. No es una pavada para ver con pochoclos cuando no tenemos nada que hacer. Pero la probable coincidencia con este juicio, depende de verla con la misma atención con que la hubiéramos visto en el cine. Solo entonces, las muchas capas significantes completarán la superficie de la aventura, y la enorme humanidad de la propuesta cobrará su verdadero sentido.
Ratofante
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