Qué gratificante es empezar a ver una película de la que no tienes ni idea ni del argumento, ni del director, ni de los actores... (sólo un par de recomendaciones y un rato libre), y que ésta resulte al final un aprovechamiento del tiempo perfecto.

Básicamente es una historia de amor, y es cierto que eso, en principio, pueda echar para atrás a alguno que otro, pero es que se trata de la, probablemente, historia de amor más original con la que me he encontrado en los últimos años. Conforme la película avanza y uno descubre el ingrediente fundamental de ciencia ficción que tiene, te atrapa y no te suelta hasta los títulos de crédito.

Por eso lo mejor es recomendarla sin más, y no avanzar ningún detalle del argumento, ni siquiera en spoiler.

En la cuestión de las formas, es el inconfundible estilo coreano que últimamente tan buenos frutos está dando, tanto en la bellísima fotografía, como en la música, como en esa peculiar manera de contarnos las historias -intencionadamente caótica, pero tremendamente inteligente-, con pequeños flash-backs muy acertados, y ese ritmo suave de la cámara y del transcurrir de la línea argumental. En el caso de este film no podría ser de otra manera, evidentemente.

Tierna sobremanera... y deliciosa. Vean Il Mare.

Valiente remake a cargo de Brian Helgeland -un director novel por aquel entonces-, de la anterior y estupenda "A Quemarropa" de John Boorman, donde un Lee Marvin cabreado buscaba venganza por un dinero robado y una traición de un antiguo compañero suyo compinchado con la que fue su mujer.

Ambas se basan en la novela The Hunter, de Donald E. Westlake, y en este caso es Mel Gibson el cabreado. Y mucho, pues la dureza con la que dota a su personaje, no sólo no es envidiable a la de aquel Lee Marvin, sino que aguanta la comparación con el mismísimo "Janfri" de aquellos filmes tan negros perpetrados en los 40, si no caemos, por supuesto, en intentar tomar en serio los excesos e hiperbólica dureza del personaje que encarna, como se debe hacer en el cine de este calibre, o sea: el negro.

Porque negra es Payback hasta la médula, y eso es lo que nos gusta de ella: ese juego de traiciónes, de violencia, de corrupción, de gangsterismo, de tríos amorosos y mujeres fatales. Con una fotografía decolorada -según se dice, por la impotencia del director al ver que no le dejaban rodarla en blanco y negro- muy conveniente para el resultado final. Y un guión retocado a petición de Gibson, ya que, contrariamente a lo que muchos piensan, inicialmente era más violento y dejaba al protagonista en una posición más perversa aún.

En cualquier caso reconozcamos que la película es una suma estudiada de los tópicos del cine negro, sólo que, como es un género agradecido y está narrada con bastante corrección, pues yo le pongo el 8. No obstante, ese regodeo en los clichés y excentricidad en el personaje ha provocado el rechazo de muchos, que la han encontrado más autoparódica que fiel a las características del género. Eso, y Mel Gibson, por supuesto, que ya sabemos no cae bien a más de uno.

A los fans del film noir diría que les gustará, o al menos parecerá simpática; y los que sólo busquen un thriller sin pretensiones y entretenido tendrán en Payback un buen candidato.

Eso sí, absténganse enemigos irracionales del amigo 'Mad' Max: en esta cinta está, desde luego, en toda su salsa.

... siempre adoré esta peli.

Indiscutible obra maestra del cine contemporáneo. Catedralicia autopsia de la mafia de las últimas décadas del pasado siglo, sólo mirable de tú a tú por otras epopeyas del cine de gangsters pergeñadas por Coppola o Leone.

Scorsese da una vuelta de tuerca en lo que termina siendo su estilo habitual en los noventa e incluso hasta nuestros días. Es un género donde se mueve como pez en el agua y que domina a la perfección. Sus coreografías de cámara van llevando al espectador a permanecer atento en cada toma, en cada escena. Y al llegar los créditos, se da uno cuenta de que ha estado bailando toda la película y ni se ha enterado. Qué maravilla.

La inclusión de una banda sonora compuesta completamente por temas ya existentes y escogidos por él le dan la oportunidad de no dejar ni siquiera un ápice de creatividad que no sea la suya a un compositor externo. De esta forma, elige los momentos precisos donde colocar cada canción, y, con cámara y Rock & Roll para allá, cámara y Swing para acá, y Laylas de Eric Clapton en momentos clave va componiendo una sinfonía de casi tres horas donde nunca la voz en off, siempre tan denostada, había sido tan bien utilizada, pues se convierte en una especie de director de orquesta del conjunto. Ni siquiera la excelente interpretación de Robert de Niro eclipsa el trabajo de este monstruo de la dirección.

Goodfellas es la mejor película de Martin Scorsese. Quizá no tan reflexiva como Taxi Driver, no tan clásica como Toro Salvaje. Sólo es la historia de un tipo que se metió donde no debía al fin y al cabo, pero realizada con tal maestría, que no puedo ponerla por debajo de ninguna de sus otras grandísimas obras. Se percibe esa madurez en el oficio que le hace albergar menos pretensiones que en otros momentos donde pensamos que el deseo de una estatuilla dorada le ha cegado en cierta forma.

Scorsese es quizá, junto a Tarantino, el director más imitado de los noventa, aunque tan sólo un reciente director americano, Paul Thomas Anderson, ha conseguido, creo yo, captar con notable energía la esencia de este inconfundible estilo cinematográfico, realizando esa especie de "Goodfellas del porno" que es Boogie Nights.

Nos gusta el cine de gangsters, es un género muy agradecido. Por eso mismo es tan difícil marcar la diferencia, y de manera tan solvente. Scorsese lo ha hecho de todas todas, por lo que le damos un 10 sin vacilar.

Nos encontramos ante una película que promete mucho en un principio, con unos 10 minutos iniciales casi perfectos, y que poco a poco se va desinflando.

La razón no es la habilidad que tiene Tykwer para rodar las escenas y cierta clase en el manejo de la cámara, ni la interpretación de una cate Blanchett más que estupenda. No. Es que la peli comienza a hacer aguas desde abajo a arriba a partir del minuto 15. Y mientras el guión comienza a no sostenerse por ningún sitio haciéndose menos y menos creíble en cada vez más puntos de la película, la pareja protagonista va perdiendo química -si es que alguna vez la encontró- y el pánfilo que lleva dentro el "encasillado" Giobanni Ribisi -con una actuación manifiestamente mejorable- aparece para mostrarse en todo su esplendor hasta el final.

Tykwer no convence, pero la película tiene una bella factura que no podemos dejar pasar por alto. Y reconozco que es el director que mejor ha exprimido a la Blanchett. No obstante, el sopor y los fallos en la segunda mitad de su duración es tal que no podemos pasar del 4.