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Críticas de cinedeautor
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
6
18 de noviembre de 2015
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los años 60 y 70, hubo muchos problemas con el narcotráfico. Desde Turquía se enviaba heroína a Francia y más tarde a Estados Unidos. La Frech connection, denominada así a la mafia, tenía su centro de mandos en Marsella donde disponían de una multitud de laboratorios escondidos en distintas partes. Fue una época negra, la mayor parte de heroína que se consumía en tierras americanas era gracias a esta banda. A principios de los años 70, William Friedkin dirigió la película The French Connection, contra el imperio de la droga basada en el libro de Robin Moore escrito en 1969. Aquella mítica cinta, que ganó cinco oscars de las ocho nominaciones, estaba protagonizada por el gran Gene Hackman haciendo de policía y por el español Fernando Rey, tomando el rol del mafioso. La película retrataba el problema de este grupo criminal pero desde el punto de vista americano y lo hacía desde una manera realista y cruda, además de vibrante. Cuatro años más tarde, hubo una secuela con los mismos actores, esta vez ambientada en Marsella, y que resolvía el misterio que dejó el final de la primera parte. La nueva Conexión Marsella, formaría por lo tanto un buen díptico con la obra original de Friedkin mostrándonos las luchas que se viven a un lado y a otro del charco.

Conexión Marsella comienza ya mostrándonos el ritmo que va a llevar la película con una secuencia en la que unos motoristas armados disparan si piedad a un conductor. Tras eso, diferentes piezas de informativos de la época relatan noticias relacionadas con el mundo de la droga. En ese momento, Pierre Michel (Jean Dujardin) entra en escena. Es un juez de menores que se dedica, entre otros casos, a intentar descubrir quién es el encargado de suministrar droga a lo jóvenes. Debido a sus grandes trabajos, se gana un ascenso al departamento contra el crimen organizado.

La película parece centrarse en un primer momento en la figura de Pierre, enseñando su vida profesional y familiar. Un tipo honesto, triunfador, que se ha ganado un gran ascenso, y que además tiene dos hijas y una mujer maravillosa. Lo que vendría siendo el prototipo de hombre perfecto. Sin embargo, y una vez que en el departamento presentan a los objetivos a atrapar, el film cruza la orilla y empieza a coger protagonismo otro hombre: Gaëtan Zampa (Gilles Lellouche), el mafioso a los que todos tienen miedo. Aquel que parece tan culpable pero que nadie tiene pruebas para imputarle. Su carta de presentación es todo un resumen de lo que es capaz de hacer: En un piso franco, no tiene reparo en amenazar – y torturar- a un colaborador suyo haciéndole que esnife toda la heroína que hay en un recipiente con el fin de mandarle un aviso. Pero no solo veremos cómo se comporta en el “trabajo”, también conoceremos su vida personal. Y es que en el fondo, no son muy diferentes. En el ámbito familiar, Pierre antepone el trabajo a la familia, lo que supone que su mujer le abandone, mientras que Zampa no se cansa de tener contenta a la suya, e incluso pasa tiempo con su hijo, como se ve en la escena donde salen a correr. En los negocios, el joven magistrado parece que no le preocupa actuar como su antagonista para conseguir información, pues no dudará en sobrepasar los límites de la ley si con eso alcanza lo que quiere. El duelo que viven llega casi a lo personal, a pesar de que paradójicamente coinciden solamente una vez en pantalla. Ambas son actuaciones a la altura, aunque el problema viene en la construcción, al ser personajes ya vistos en otras películas del mismo género. También hay destacar la falta de profundidad en ciertos secundarios que requerían más atención de las finalmente tuvieron.

Si tenemos que decir un referente argumental para la película, sería el de Lo intocables de Elliot Ness, ya que Pierre es una especie de versión moderna de Kevin Costner. Pero en cuanto al estilo, Cédric Jimenez no tiene duda que el modelo al que debe acercarse es el “Scorsiano”: Montaje muy dinámico, con una cadena de planos que llegan por apuros al segundo, una cámara inquieta y una banda sonora vintage con los mejores éxitos de la época. El director se distancia a la hora de plasmar la violencia, escasa en la cinta, y apuesta más por la crudeza latente en el cine europeo que por la espectacularidad. Conexión Marsella es una película muy musical, que llega incluso a parecer en ciertos momentos una sucesión de videoclips de canciones pop de los 70, pero que van a ser precisamente estas piezas de vídeo las que den vida a un film que peca de estereotipos y de sobredosis de información. Muchos nombres y subtramas que puede llegar a liar a más de uno que se no esté atento a todo. A eso hay que sumarle una duración excesiva (130 minutos) que no termina de pesar pero que se podría haber rebajado fácilmente.

La película de Cedric Jimenez tiene su fuerza en lo visual. La fotografía y la ambientación de la Marsella de los 70 está muy lograda, y por algo recibieron dos nominaciones más que merecidas; cosa que no es de extrañar si costó casi 30 millones de euros su realización. Conexión Marsella supone una cinta más que disfrutable por el ritmo que tiene más que por la historia.

http://www.cineautorweb.com/2015/11/18/la-french/
cinedeautor
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8
22 de septiembre de 2015
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una locura de película. Matteo Garrone reinventa el género de la fantasía con este cuento grotesco, guarro, surrealista, absurdo, gore y, ante todo, maravilloso.

¿Qué pasaría si un día Guillermo del Toro y Alejandro Jodorowsky decidieran adaptar una historia de los hermanos Grimm o, mismamente, hacer una versión de La princesa prometida? Pues saldría algo así.

No esperéis ver un cuento normal de Reyes y princesitas porque todos los estereotipos que nos vienen a la mente al pensar en este tipo de historia queda destruido aquí. ¿Desde cuándo vemos a una reina comer un corazón de una bestia marina o desde cuándo se ha visto a un rey cuidar más de su mascota, una pulga, que de su única hija? Garrone ridiculiza a este tipo de personajes y los lleva al límite.

Son tres historias sobre tres Reyes vecinos. Cada una es independiente de la otra y podrían ir en películas distintas pero si hay algo que les une, es en la desdicha de las figuras femeninas, cosa que es lo que realmente pasa en este tipo de relatos clásicos.

No busquéis el sentido a esta película. Tan solo disfrutad del apartado técnico y de la excepcional banda sonora. No hay muchos diálogos porque no los necesita. Las imágenes, bellísima fotografía, nos guían en todo momento.

https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/09/18/el-cuento-de-los-cuentos-il-racconto-dei-racconti/
cinedeautor
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8
27 de diciembre de 2015
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente este es el año de Irlanda en el cine. Brooklyn y La habitación, la otra película irlandesa que está triunfando, acaparan todas las nomaciones a mejor película y actriz principal en los premios que reparten las diversas Asociaciones de Estados Unidos. Consolidadas como dos de las mejores películas del año, se ha unido también la compatriota Viva, una cinta hispanoparlante que ha roto las expectativas al colarse en la preselección de las candidatas a mejor película de habla no inglesa en los Oscars. John Crowley pertenece a la ola de directores irlandeses que llevan dando guerra desde hace más de 20 años y cuyas películas traspasan las islas británicas para coronarse en los festivales de todo el mundo. Crowley es un caso particular, pues es muy difícil reconocer en él un estilo propio. Comenzó su carrera en 2003 con Intermission, una cinta ambientada en Dublín y que contaba con un reparto coral para así formar una serie de historias cruzadas. Imitando en su desarrollo a Trainspotting, de moda en aquella época, fue una carta de presentación más que digna. Cinco años más tarde abandonó la comedia alocada para meterse de lleno en un drama duro (Boy A) para televisión, el cual tuvo un enorme éxito y ganó cuatro premios BAFTA. Pero a partir de ahí, desapareció. La irregular ¿Hay alguien ahí? no cumplió las expectativas y esta comedia dramática pasó sin pena ni gloria. Peor suerte tuvo su último trabajo, Circuito cerrado, una obra de corte político más que digna pero que no se llegó ni a estrenar en cines por nuestro país a pesar de contar con actores reconocidos como Eric Bana o Rebacca Hall. Tal vez, este fuera su trabajo más impersonal y que parece más el típico encargo de Hollywood que de un director europeo. Con Brooklyn, continúa en el drama pero echa una mirada atrás al retratar la sociedad irlandesa y americana de los años 50. El guion corre a cargo de un especialista en centrar historias en mujeres como es el nominado al Oscar Nick Hornby (An education, Alma salvaje). La película está basada en el libro del reputado escritor irlandés Colm Tóibín, especializado en plasmar la sociedad irlandesa, vivir en el extranjero y la lucha por preservar la identidad de uno mismo.

No hace falta irse muy lejos para pensar en una película parecida y que trate este tema de manera similar. Imposible que no se venga a la mente de uno El sueño de Ellis (The Immigrant), dirigida por James Gray, y que, casualidad o no, el título en español contiene el nombre de la protagonista de Brooklyn: Ellis. Y es que en el film protagonizado por Marion Cotillard, ese nombre hace referencia a Ellis Island, la isla que actuaba como entrada a todos los inmigrantes que llegaban en barco desde Europa. Aunque luego en el desarrollo se va a distanciar, ya que la cinta de Gray es mucho más oscura y trata temas tan delicados como la prostitución, sí que es parecida en cuanto al tema de la inmigración y el triángulo amoroso en la que se ve envuelta Cotillard.

A lo largo de la historia del cine, ha habido dos directores que han hecho del humanismo y la nostalgia sus dos principales características reconocibles en sus trabajos. El primero fue el japonés Yasujiro Ozu, que contaba perfectamente la descomposición familiar -muy presente en Brooklyn- a causa del abandono de los hogares por parte de los hijos. Para siempre quedará el duro retrato de Cuentos de Tokio. El segundo fue John Ford que, casualidades de la vida, era de origen Irlandés. Supo plasmar perfectamente la añoranza por los tiempos pasados y la identidad territorial que tiene uno. La patria jugó un papel muy importante en todos sus trabajos, al igual que las personas que uno va dejando atrás. De esta manera, rebosaba a sus protagonistas de una melancolía palpable y que tocaba a uno el corazón. El hombre que mató a Liberty Valance, Río Grande o Qué verde era mi valle son algunos de los ejemplos más claros. En Brooklyn podemos encontrar todo ello con un lirismo que adorna todo el relato y evoca continuamente al maestro californiano. Tal vez, la diferencia más palpable es que John Crowley se centra exclusivamente en los sentimientos de Ellis y se olvida en parte, intencionadamente o no, de hacer una radiografía clara de la sociedad de la época y su continua evolución como sí hacían los otros dos; aunque sí podemos ver un poco las diferencias que existían entonces entre la vida americana y la irlandesa. Ya sea en la forma de vestir o en la manera abierta o cerrada que se comportaban las diferentes personas. Lo que sí concuerda con Ford o con Ozu es en la capacidad de dotar a los secundarios de un humanismo que no todas las películas son capaces de dar; pues todos ellos rebosan de vida y están presentes incluso fuera de plano.

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cinedeautor
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7
10 de marzo de 2016
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Angelina Jolie le ha cogido el gusto a escribir y dirigir. Desde su debut en 2011 con En tierra de sangre y miel ya ha rodado tres películas, y a eso hay que sumarle sus dos próximos proyectos que se estrenarán en principio a finales de este año y en 2017. A diferencia de la estela de otros actores que han tenido la oportunidad detrás de las cámaras y en el guión, Jolie aun no ha tenido la suerte de haber sido reconocida por su trabajo. El año pasado, con Invencible, se habló de su posible candidatura a los premios, pero lamentablemente tendrá que seguir esperando. Lo que no hay duda es que año a año se confirma como un nombre a seguir, pues con cada trabajo, sigue creciendo. Precisamente en Invencible ya mostró una gran madurez situando la cámara, con elegancia y dándole su identidad a un trabajo puramente academicista Una pena que el guión firmado por los hermanos Coen no le acompañara. Frente al mar sigue situándose en una época lejana pero este supone su trabajo a priori menos ambicioso, aunque más intimista. Tras relatar dos hechos crueles -Segunda Guerra Mundial y Guerra de Bosnia-, ahora se centra en el amor y sus problemas.

Vanessa y Roland llevan 14 años casados. Donde tendría que haber cariño, hay frialdad; y donde tendría que haber susurros, hay silencios. Juntos se van a pasar el verano a la costa francesa. Allí, frente al mar, Roland espera recuperar la creatividad que ha perdido para escribir su nuevo libro. La página en blanco no es la única que le tormenta, puesto que con su mujer vive una situación tensa. ¿Qué es lo que ha pasado para llegar a vivir de esta manera? No lo sabemos. Roland tampoco ayuda con sus escapadas al bar para tirarse todo el día bebiendo mientras que Vanessa contempla desde su balcón el pueblo. Tan cerca, tan lejos. La llegada a la habitación de al lado de una pareja que se acaba de casar les llama la atención. Y esa envidia que va creciendo primero en ella y después en él se transforma en un espionaje a través del agujero de una pared. ¿Será esta obsesión la que reavive el amor que se esfumó mucho tiempo atrás?

Dicen que el francés es el idioma universal del amor. No sabemos si será por su acento, por el carácter de sus habitantes o por la belleza de su paisaje, pero lo que es cierto es que Angelina Jolie ha decidido que sus dos protagonistas (Brad Pitt y ella) hablen en la lengua de Molière. Y no resulta cuanto menos anecdótico que haya utilizado dicha lengua con el fin de plasmar los problemas sentimentales. Es decir, todo lo contrario a lo que representa. Quizá haya sido por el carácter rebelde de Jolie y las ganas de tocar las narices a los franceses o, simplemente, porque quiere alejarse de las producciones americanas que se han hecho sobre estos temas; porque de destrucciones de pareja, Hollywood sabe un rato. Desde el cine mudo con Amanecer hasta Un tranvía llamado deseo o La gata sobre el tejado de Zinc. La californiana no ha parado de incidir en todas las entrevistas que su película es muy “europea”. Y es que su película es todo lo contrario a los filmes de Richard Brooks o Elia Kazan. Donde en las dos primeras encontramos a Marlon Brando y a Paul Newman al borde del asesinato, y a Kim Hunter y, sobre todo, a una Elizabeth Taylor cerca de la locura, en Frente al mar, tanto Brad Pitt como Angelina Jolie prefieren guardarse sus rencores en el interior y combatir con ellos de manera silenciosa. Y es por eso que Jolie dice que su película se acerca más a las europeas y, más concretamente, a Michelangelo Antonioni y a su fantástica trilogía de la incomunicación.

La pareja se asemeja mucho a la que conformaban Marcello Mastroianni y Jeanne Moreau en La noche. Antonioni exploraba el desinterés, el cansancio y la utopía del amor perfecto. La incapacidad de comunicación que terminaba surgiendo entre las dos personas y que provocaba distanciamiento. El director italiano no echaba mano de las palabras para contar este desengaño. Le bastaba con el juego de miradas, las metáforas y las sugerencias que te dejaba en cada plano. Y Jolie, precisamente, en todos esos pequeños detalles es en los que se ha fijado para armar su obra. Porque todo lo que vamos conociendo lo hacemos gracias a esos regalos que nos da. Con un plano corto de las gafas de Vanesa colocadas en una mesa, nos insinúa el desinterés de ella por todo; con la sonrisa de una niña pequeña, la tristeza que le invade; con un plano-contraplano de varias mujeres tomando el sol mientras hacen topless, a la vez que Vanessa está también tumbada en una hamaca pero vestida hasta el cuello, el poco amor propio que se tiene. No solo se asemeja a La noche, también guarda ciertos parecidos con La aventura. Recordemos que en aquella película, la primera parte del metraje tenía lugar entre los barrancos de las islas sicilianas y con personajes desorientados y sin un rumbo fijo. En Frente al mar, Jolie parece situarse en la misma tesitura que tenía Lea Massari -por algunos momentos tememos lo peor-, pero con diferente resultado.

------ Sigue en "Spoiler" sin spoilers -------
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cinedeautor
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7
8 de abril de 2016
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar del genio tailandés Apichatpong Weerasethakul resulta complicado, pues es un director tan misterioso que hace que sus películas resulten herméticas. Sus mensajes cifrados y sus continuos planos metafóricos se han ganado la admiración de un público, que se ha vuelto fiel a todo lo que hace. Pero ese estilo tan peculiar, como el que pueden tener otros como Terrence Malick, ha hecho que le odien también. Una técnica basada en planos prácticamente fijos – como las últimas películas del recién fallecido Manoel de Oliveira – y sin un argumento férreo, el cual va navegando entre el surrealismo y el documental para hablar en su mayor parte sobre la historia pasada de Tailandia, la religión y la política.

Cemetery of Splendour ha causado polémica hasta antes de ser proyectada. Ya en mayo sorprendió a la mayor parte de los críticos al ser elegida como parte de la sección “Un certain Regard” del Festival de Cannes, cosa que no se entendía cuando era la primera película del tailandés tras haber salido victorioso del certamen francés cinco años atrás con El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas. Una decisión que le restó protagonismo al film, que hubiera podido lograr algún premio perfectamente.

La película comienza con un grupo de soldados haciendo una excavación un tanto misteriosa para momentos después presentarnos a la protagonista, una ama de casa que va a empezar a trabajar en un hospital improvisado y construido sobre una vieja escuela. Allí, unos militares descansan en una cama debido a una extraña y misteriosa enfermedad que los induce al sueño. ¿Qué les ha ocurrido? No lo sabemos. Los médicos han instalado unas máquinas para que no tengan pesadillas y, en su lugar, sueñen cosas tranquilas. La protagonista conocerá allí a una médium que hace de intermediaria entre el paciente y los familiares.

Cemetery of Splendour bebe de las dos películas más importantes de Weerasethakul. Primero porque el tailandés vuelve a situar su historia en un hospital, como ya hizo con Síndromes y un siglo, un drama romántico basado en la historia de amor real que tuvieron sus padres, y segundo porque, al igual que “Tío Boonmee”, la fantasía se entremezcla con la realidad para contar la historia, pero a diferencia de su anterior trabajo, aquí lo onírico está todavía más impregnado, convirtiendo el film en un realismo mágico que hace imposible casi separar las dos partes. Pero eso no supone ningún problema, puesto que el director pretende hacer una radiografía intimista de la sociedad tailandesa y, como bien es sabido, la mayor parte de la población es budista, por lo que supone una visión inteligente con el fin de mostrar esas preguntas que se hacen todos acerca del cielo, la reencarnación y demás.

Con los continuos planos estáticos con los personajes merodeando por el cuadro mientras hablan acerca de sus vidas o acontecimientos personales, Apichatpong no se cansa una y otra vez de utilizar una técnica que parece que ya está más que pulida. La vaga línea narrativa que sus películas siguen ha sido una de las grandes críticas de sus detractores; sin embargo, la realidad es que el alejamiento de las formas convencionales de contar una historia no hace otra cosa que elevar a la película a la categoría de universal para plasmar las cuestiones presentes como algo general que ocurre en su país en su totalidad y desde hace mucho tiempo.

Le da igual utilizar diálogos intrascendentes – de hecho la mayoría podríamos catalogarlos de poco importantes o son tan codificados que no los entendemos -, pues lanza sus ideas a través de las imágenes. ¿ Quién no se acuerda del potente plano de un extractor de humo en Síndromes y un siglo? Y es que tanto los personajes y la acción al final no tienen relevancia porque lo importante radica en el entorno, aunque no sea mostrado directamente. Así, el terreno donde se encuentra el hospital improvisado, siglos atrás era un palacio habitado por los reyes de la antigüedad que libraron batallas para defender al pueblo de la ciudad de Khon Kaen. Todo lo contrario a la crítica ingeniosa que lanza el director a la dictadura presente en su país y que es personificada en los soldados durmientes. “Dormía mucho para escapar de la realidad, y escribía mis sueños. Esta película está vinculada a la necesidad de despertar” dijo Apichatpong en una entrevista. Por ello, Cemetery of Splendour también acepta una línea política, la cual le ha acompañado desde siempre, pero es aquí donde quizá podemos apreciarla mejor por la aparición del ejército. Como esa secuencia en el que se ve al soldado principal durmiendo con la máquina puesta y acto después se nos muestran planos de gente durmiendo en la calle y en una parada de autobús. O también cuando la acción tiene lugar en un bosque “mágico”, de cuyos árboles cuelgan carteles que podríamos decir revolucionarios (“El tiempo que se pasa sin hacer nada es un tiempo sin final“).

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