Cuando el cine se crea para espolear la imaginación, la estética, cuando se funde con la recreación cultural de lo que en occidente llamamos “fantasía y complejidad oriental”; cuando nos asomamos al discurso del relato ingenuo y gozamos de una buena colección de clichés y parámetros arquetípicos —en este caso de la civilización de la India—, puede ocurrir que esbocemos una sonrisa y una complacencia emergente en nuestro foro interno. El Maestro Lang es el artífice. Quiere y puede transformar una narrativa (en apariencia sencilla y modesta) en un producto con pedigrí, fuste y solera; es capaz de seducir al espectador con limaduras gratas y amables como muy pocos. La versatilidad temática del autor es formidable y, una vez más, nos premia, con algo notablemente digno en su trayectoria fílmica. Película apta para someterla al tamiz del deleite y nostálgico entretenimiento.

"The Artist" ofrece al cine actual un nuevo aroma de delicia y confort al asomarse a los vestigios del séptimo Arte. Es bello observar que con una historia sencilla, lineal, rodada en blanco y negro y rescatando del ostracismo el cine no sonoro puede conjuntarse, armarse un título muy digno, que origina al espectador interés (y, por supuesto, seducción). Los papeles interpretativos de Dujardin y Bejo rayan un nivel alto y la película atrapa desde el primer momento con unas secuencias amables y melodramáticas que nunca distorsionan, y tratan de mantener un ritmo lo más similar posible al género original.
Cine familiar, sencillo,sin grandes pretensiones que gusta sin empalagar y puede complacer a un amplio abanico de público.

A lo largo de la vida, y sobre todo de la de los degustadores de películas, hemos visto cintas de casi cualquier tipo de clase, naturaleza, fuste y condición. Desde filmes aburridos, planos, de línea débil argumental y trama y puesta en escena mediocre hasta referencias filmicas de primer orden. Sin llegar a la exageración este "Increíble hombre menguante" puede considerarse un ejemplo icónico en mi ranking particular. La ciencia ficción de los 50 -por lo general desprovista de grandes recursos para la creación de efectos- sí concentraba virtudes interesantes:agilidad narrativa, ritmo frenético, vivo y heredado del género de aventuras. También se comprometía con la difusión de códigos éticos hacia un público popular donde la tecnología o los avances científicos en ocasiones podían suponer algún género de conflicto o amenaza.
La película me produce siempre entrañables recuerdos. Existen fotogramas que ya se han soldado eternamente en mi memoria cinéfila. Inolvidable.

Película sugerente, inquietante, perturbadora que, a principios de los sesenta, el señor Powell llevó a rodaje con el deseo de experimentar en la forma y, provocar, en el espectador, más de una mirada plana y convencional. El personaje protagonista -encarnado por un hierático y enfermizo Böhm- es portador de un extenso catálogo de fisuras y grietas mentales que abocarán a unos sucesos que, si bien predecibles, consiguen exponer una compleja caja de Pandora de perversiones y delirios afincandos en el territorio del mal.

Hoy en día sumidos en un mundo masivamente visual, instantáneo a través del auge de la tecnología, contemplamos y asumimos el voyerismo como una actividad cotidiana más; aquí, en ésta pieza, se presenta como un medio que el enfermo convoca para paliar unos traumas del pasado retroalimentados por un enfoque emocional y sentimental distorsionado a niveles de trastorno severo, hondo, nocivo.

El film es un producto que indudablemente bebe de las fuentes de influencia de Hitchcock, con ciertos rasgos de serie B, e incluso para algunos llega a ser considerada "cine de culto" dentro del segmento fílmico al que pertenece. Sin tantas oriflamas yo les convoco a que la disfruten, la gocen, la observen y analicen buena parte de los perfiles y aristas que ofrece para el debate post-visionado. Eso sí, una nota final: recelen a veces de las miradas almibaradas.

Cuando uno exhala y escapa del visionado de una película con el buró de las emociones atestado de ellas, es manifiesto: el nubarrón catártico se ha producido. Narración moral en un drama singular, sencillo, personal, de cortinaje poético que socava el sentido vital de cada individuo, con el apósito magistral de Kurosawa. Pieza de nácar condenada a reposar en el dispensario del no olvido.