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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 321
Críticas ordenadas por utilidad
5
22 de enero de 2018
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Walking with the Enemy” (EEUU, 2014), dirigida por Mark Schmidt, siendo este su primer lagometraje. El reparto es, generalizando, modesto (en cuanto sus actuaciones): Jonas Armstrong, Ben Kingsley y Hannah Tointon, entre otros. Esta cinta, basada en hechos reales, narra cómo un judío, en Hungría, a finales de la II Guerra Mundial, salva la vida de varias familias evitando que fueran deportados a los campos de concentración nazis. Ahora bien, la cinta está llena de los clichés propios de los dramas bélicos, todo con el afán de cautivar consumidores: i) un héroe (en este caso, con acciones poco convincentes), ii) un romance (obviamente, la mujer se enamora del hombre por sus actos heroicos), iii) buenos contra malos (una visión maniquea) y iv) un final feliz (a pesar de todo). Hay cosas inverosímiles (VER SPOILER). El hecho de que se base en lo sucedido (suponiendo que efectivamente el héroe haya hecho todo lo que dice la película), no significa que el cine pueda reproducirlo. En este caso, falta verosimilitud en la narración, y cuando esto falta, generalmente también adolece la cinta de la complejidad propia de la naturaleza humana. Igualmente, la película, en su afán maniqueo, muestra a los personajes como buenos o malos, sin trazas medias. Y entre los buenos pone, nada más y nada menos, al dictador húngaro Miklós Horthy, un fascista quien controló desde Entreguerras, con mano de hierro, a Hungría. Horthy evitó, hasta donde pudo, las deportaciones masivas de judíos y buscó terminar su alianza con el nazismo cuando Alemania ya tenía perdida la guerra. Pero esto no lo hace, necesariamente, un ser simplemente bueno. La mirada romántica que se construye del líder húngaro está muy alejada de la realidad. Entonces, el balance final no es el mejor. Es una obra que intenta ridiculizar a las SS, a Eichmann y a Skorzeny (la maldad nazi no se retrata adecuadamente con miradas simplistas, sino a partir del drama que ponga en evidencia la inteligencia desplegada para la destrucción del otro), e incluso a los propios soviéticos. Se perdió así una buena oportunidad para mostrar la complejidad de la situación política húngara, de un lado, y la crisis humanitaria del holocausto, tal como se vivió en dicho país en 1944, del otro. Entretiene, mantiene al espectador con cierta atención durante casi las dos horas en una pantalla, pero el balance que se logra hacer del filme, pasadas algunas horas, no es el mejor, por los motivos antes dichos. De todas maneras, tiene algo positivo, convoca a conocer la historia de muchos personajes que allí aparecen, y eso siempre está muy bien. 2018-01-22.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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7
16 de junio de 2020
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Battle of the Sexes” (“La batalla de los sexos”, 2017, EE.UU.) dirigida por la pareja de esposos Jonathan Dayton y Valerie Faris, quienes cuentan, además, con un gran prestigio como directores de videos musicales, y a quienes recuerdo por su “Little Miss Sunshine” (2006). El guion de esta cinta es de Simon Beaufoy, la música de Nicholas Britell y la fotografía de Linus Sandgren. El reparto es bueno y logra un entretenido equilibrio del que hablaré más adelante: Emma Stone (aplausos), Steve Carell (que sabe hacer reír), Andrea Riseborough (aplausos) y Elisabeth Shue, entre otros. Esta película narra el contexto del famoso partido de tenis entre Bobby Riggs (Carell) y Billie Jean King (Stone) en 1973, partido que se conoció como "La batalla de sexos".
Pasando a las consideraciones estéticas, el filme es correcto, pero no sobresale, salvo en algunas escenas con fotografía meritoria (por ejemplo, la visión de la cancha de tenis cuando Billie Jean entrena sola y Marilyn –Riseborough¬– la mira desde la ventana del hotel), la ambientación detallada (que implica una preocupación por la exactitud del vestuario) y el equilibrio que le aporta a la obra el dúo protagónico. Sobre esto último, resalta la buena interpretación de Stone, quien aporta su capacidad para el drama, y Carell, con su facilidad para la comedia.
Y esto nos lleva al guion: estamos ante una obra con formato comercial (de allí los abundantes clichés y las formas estéticas llanas), que apuesta como fórmula de negocio plantear varias cosas al mismo tiempo: presentar un partido que fue famoso en su momento, divertir con las ocurrencias de uno de sus personajes, plantear un drama amoroso prohibido en aquellos años y, por ahí derecho, denunciar la doble discriminación a la que se vio sometida Billie Jean, por ser mujer y por ser lesbiana. El resultado de esta combinación es ambivalente, pues, de un lado, cuando se apuesta a tanta cosa, se dificulta sobremanera lograr niveles de satisfacción en todos esos niveles; pero, del otro, el drama romántico aportado por Stone-Riseborough logra cautivar junto con el toque cómico de Carell, toque que, por demás, evita que su personaje caiga en el estereotipo del villano.
Ahora bien, digo que la cinta se queda corta por plantearse tantas metas, en la medida que tiene que dedicar tiempo y espacio a desarrollar los diferentes aspectos propuestos, por lo que se descuidan elementos que, de no haber sido una película tan ambiciosa, habría dado lugar a otro tipo de filme, uno con mayor carácter. Pienso que se le pudo sacar más provecho a la lucha por la igualdad de género y la no discriminación basada en la orientación sexual, pero también al drama que se presenta con la infidelidad de Billie Jean con su esposo. Dicho con otras palabras, por querer abarcar mucho se perdieron opciones interesantes para profundizar en aspectos que habrían aumentado la dramaticidad y la fuerza de la obra, aunque posiblemente habrían significado un riesgo para la apuesta comercial.
Agrego, como componente adicional a las reflexiones en torno al contenido, que cintas como esta (lo que me trae a la memoria “I, Tonya”, 2017), recuerdan que el deporte de alta competencia no es un mundo sustraído de los contextos sociales y culturales, y que un buen cine es aquel que deja de idolatrar al deportista para plantearlo en su continuo estar como persona, en ambientes que no siempre le fueron favorables. A fin de cuentas, detrás de todo héroe se esconde el sacrificio, de un lado, pero también una persona atravesada por sus ambiciones y las estructuras de verdad y poder que circulan como obvias en su momento, del otro.
Para dar un caso, en la antigua Academia platónica, siguiendo los estereotipos atenienses, el deporte era considerado un complemento necesario para el saber filosófico, en tanto significaba disciplina del cuerpo y de las pasiones, prerrequisito para un buen gobierno de la razón, de una parte, y garantía de la supervivencia del honor de la polis en los juegos olímpicos como en la guerra, de la otra. En la actualidad, porque estamos ante otro tipo de cultura y de economía, el deporte de alto rendimiento se asocia al capitalismo y a los prototipos estéticos sobre el cuerpo que se desea circule en lo social. Esto pone en evidencia la importancia de rastrear las relaciones del deporte con los imaginarios sociales y las representaciones colectivas que lo atan a un tiempo y un espacio concretos. En el caso de esta película, de este partido emblemático, a una sociedad machista, homofóbica y mercantilista.
La recomiendo, en especial, porque logra divertir. Se le puede sacar provecho en otros aspectos, pero sigue siendo ante todo un producto comercial. 2020-06-15.
Andres Botero
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8
15 de junio de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Lady Bird” (EEUU, 2017) obra prima de Greta Gerwig [1983- ] (quien además la escribió en solitario, cosa rara hoy día). Antes que nada, es importante señalar que Gerwig ya tenía un camino recorrido como actriz, pero es en este rol donde muestra su mayor fortaleza artística; además, estamos ante una cinta con fuertes rastros autobiográficos, aunque esto se intentó matizar en un principio. El reparto es interesante: Saoirse Ronan (aplausos), Laurie Metcalf (excelente) y Lucas Hedges, entre otros. Esta obra ha sido clasificada como comedia dramática, aunque, a mi modo de ver, es un drama, sin más. La trama es sencilla en su superficie, pero muy compleja en sus emociones de fondo. Trata de una joven estudiante de secundaria, que se hace llamar Lady Bird (Ronan), la cual se siente asfixiada en su ciudad natal y conviviendo con su familia, por lo que vive en un constante roce con su madre (Mecalf). Sus sueños de no pasar desapercibida en el colegio, irse a una gran ciudad y estudiar en una prestigiosa universidad, marcan sus angustias. Empecemos diciendo que esta obra ha recibido excelentes críticas, especialmente dirigidas al magnífico guion (de lo que hablaremos luego), la buena fotografía y las actuaciones convincentes. Me quedo en el primer aspecto: el guion. La cinta se centra en un momento muy común, pero no por ello fácil: la adolescencia y su contexto. En este caso, es una joven que busca formar una identidad en relación con los otros, en una comunidad y una familia que siente que la asfixian, pero a la que termina añorando. Parecería que iba a ser una película más sobre los “años maravillosos” (en alusión a aquella serie de televisión que marcó rumbo en las narraciones nostálgicas sobre la juventud), obras que por su contenido melodramático suelen ser exitosas. No obstante, este filme va más allá de eso: no cae en la sensiblería y ofrece un muy buen producto que invita a reflexionar (i) sobre la crisis de identidad propia de esa edad y del cambio que supone terminar la secundaria, (ii) sobre la amistad incondicional (los mejores amigos suelen ser aquellos del colegio, aunque poco se vean, siempre están allí) y (iii) sobre la añoranza por los años maravillosos. Pero tener buenos tópicos no es garantía, per se, de una buena película. Es necesario algo más: una narración atractiva, la cual sí se tiene en este caso. Así las cosas, considero esta película dentro de las mejores sobre los “años maravillosos”, junto con “The Perks of Being a Wallflower” (EEUU, 2012), por dar un caso. Finalmente, la cinta obtuvo varias nominaciones al Oscar (Mejor Película, Mejor Actriz para Ronan, Mejor Actriz de Reparto para Metcalf, Mejor Guion Original y Mejor Director). Pero fue en los Golden Globe Awards, donde sí ganó como Mejor Película y Mejor Actriz (Ronan). Además, fue un éxito comercial: durante sus primeras semanas en cartelera, la película recaudó 77 millones de dólares en Estados Unidos, lo que superó con creces el costo de realización: 10 millones. 2018-06-15.
Andres Botero
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6
26 de agosto de 2015
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Mortdecai” (USA, 2015) dirigida por David Koepp (quien cuenta con varios filmes, que suelen salir mal librados ante la crítica especializada, pero que logran tener alguna salida comercial) e interpretada por grandes estrellas del cine pseudo-independiente y pseudo-comercial como Johnny Depp, Ewan McGregor, Gwyneth Paltrow, entre otros. Narra la historia de un mercader de arte inglés, de linaje pero en bancarrota, quien sigue la pista a una obra de arte robada que, al parecer, tiene grabada la clave para acceder al dinero escondido de los nazis. El filme es, claramente, comedia, pero la verdad no es una comedia para todos los gustos. Se necesita un alto toque de tolerancia y una actitud muy relajada para poder disfrutarla, puesto que en varios tramos no deja de ser aburridora, aunque en otros hay gracia. Depp, por ejemplo, logra encargar al aristócrata inglés con ingenio y humor, pero de forma tan exagerada que para algunos da paso a lo fastidioso. Paltrow, por su parte, hace de Paltrow (¿no se han fijado ustedes que en las obras de esta actriz predomina el mismo rol, con muy pocas excepciones?). Igualmente, los giros de la narración son poco coherentes y los personajes (salvo Mortdecai) son insulsos; pero la comedia, generalmente, se permite estos lances dado que su finalidad es diferente a la de presentar un cuerpo sólido narrativo. El final me pareció de menor nivel que el clímax logrado a mediados del filme, pero no podía ser de otro modo para seguir en la comedia. Me quedo, entonces, con algunas buenas escenas, divertidas (pienso por ejemplo en el viaje que hacer Mortdecai a California, a las “colonias” como él las llama), pero en cuanto conjunto debo decir que, simplemente, entretiene. 26-08-2015.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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8
29 de junio de 2021
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “J'accuse” (“El oficial y el espía”, 2019, Francia) dirigida por Roman Polanski [1933-] y escrita por el director junto con Robert Harris, autor británico, basándose en una novela de este último: “An Officer and a Spy” (2013). El reparto es de lujo: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner y Grégory Gadebois, entre otros. La película narra, desde un ángulo diferente, una historia que todo francés sabe: el aberrante proceso judicial por traición, a fines del siglo XIX, contra el capitán francés Alfred Dreyfus, judío, quien fue el chivo expiatorio del gobierno y el ejército para quedar bien ante la opinión pública, una vez se supo que había un espía dentro de la milicia que pasaba información al enemigo histórico: Alemania. Digo que es una historia narrada desde otro ángulo, porque no se centra tanto en Dreyfus ni en el escritor que hizo inmortal la canallada de la sentencia condenatoria, Émile Zola [1840-1902], sino en el coronel Georges Picquart, encargado de una unidad de inteligencia quien descubre al verdadero espía y lucha porque se declare la inocencia de Dreyfus. Hay que agregar que esta cinta ha merecido muchos premios como, por ejemplo, el gran premio del jurado y premio FIPRESCI en el Festival de Venecia (2019), tres premios César 2019 (mejor director, guion adaptado y vestuario), nominación a mejor filme, mejor director y mejor actor para los Premios del Cine Europeo (2019), nominación a mejor película europea en los Premios Goya (2020), entre otros.
Pasemos a los elementos estéticos: el filme es un muy buen producto, y no se espera menos de un director tan experimentado y reconocido. Destaca el excelente manejo de los detalles, no solo estéticos sino narrativos. Por ejemplo, se nota a leguas cómo se cuidan todos los aspectos en las locaciones y el vestuario. Agrego que el guion es muy interesante, y atrapa al espectador a la vez que lo conmueve ante tamaño acto de corrupción militar y judicial. Para concluir lo estético, la obra es más que correcta, aunque no es, ni será, la más importante del director.
Pero en lo que quisiera centrarme es en el tema político. En primer lugar, la película, que a su vez es fruto de una novela histórica, está bien narrada, aunque no podemos pedirles a dos piezas artísticas (la cinta y la novela) precisión ni mucho menos fidelidad con los hechos. Saber, entonces, qué tan apegada a los hechos ha sido la cinta es tarea imposible, a la vez que innecesaria; sin embargo, el filme logra narrar con gran destreza, afectando las emociones del espectador, un acto de corrupción militar y judicial que quebró la historia del estatalismo en Francia. Me explico mejor: durante todo el siglo XIX la ideología dominante señalaba que el Estado, al ser soberano y máxima expresión del contrato social, no podía ser cuestionado, moral ni jurídicamente, en sus actos (durante mucho tiempo se creyó que el Estado era inmune jurídicamente por ser soberano). En este sentido, cuando alguien cuestionaba al Ejército de inmediato se enfrentaba a la doctrina dominante que señalaba que el Estado y sus fuerzas armadas eran buenas y sabias per se.
No obstante, ante la injusticia del caso Dreyfus, una pluma altamente reconocida en su momento, Émile Zola, decidió no dejar que esto cayera en el olvido y, sabiendo que esto le saldría caro (incluso, hay quienes sospechan que su muerte en 1902 no fue natural sino orquestada por el Estado), escribió una obra, “J'accuse”, que además de exhibir la corrupción existente en su momento, de lograr que muchos de sus lectores entendieran que lo mejor para el Estado es denunciar sus hechos inmorales, cimentó un concepto que va a durar hasta nuestros días, el de “intelectual comprometido”. Zola reclamó que los intelectuales (entre los que él ubica a los artistas) no pueden quedarse con brazos cruzados ante el malestar de su época. El intelectual tiene un compromiso político con la transformación de su entorno y la denuncia de los hechos repudiables del poder. Sin embargo, en la obra que ahora reseño, el rol de Zola apenas es mencionado, pero aun así va al mismo punto: hay que volver parte de la memoria colectiva a las víctimas de la historia y del Estado, como una forma de evitar que situaciones como esas se repitan, y Polanski así lo hace con este filme.
En segundo lugar, muchos han querido ver que Polanski se ubica como un nuevo Dreyfus, una víctima judicial del sistema estadounidense, que lo acusa de diferentes delitos, como pederastia y violación. Realmente en la película no se infiere esto necesariamente, pero quedo con la duda de si el director se cree una víctima de la historia por esas acusaciones que recaen sobre él desde 1977, y si él quiso que la cinta fuese su forma de confrontar al poder judicial que lo acusa desde hace varias décadas. Al respecto, sugiero leer: https://www.efe.com/efe/espana/cultura/el-j-accuse-de-polanski-se-vuelve-en-su-contra-francia/10005-4109404
Ahora, sin duda alguna, el que vea el filme dejará de presumir ingenuamente que el Estado, sus fuerzas armadas y el poder judicial son buenos y sabios por naturaleza, pues gracias al arte y a los intelectuales, se han podido conocer algunos casos (de los muchos que ha habido) pero que han bastado para poner en duda el estatalismo y su positivismo ideológico (presuponer que la norma estatal, por ser el Estado soberano, es buena y sabia).
La recomiendo entonces, por sus detalles, su buena narración y, especialmente, sus aristas políticas, pues propicia reflexión y debate. 2021-06-28.
Andres Botero
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