En una cosa estoy de acuerdo con toda esa gente que cree haber visto Cine Puro (con mayúsculas) en esta modesta cinta rumana de tintes dramáticos, y es que se trata de una historia que va directamente a golpearte, sin avisos de por medio.
Hiperrealista, claustrofóbica, deprimente, pesimista y atrevida, la película pretende meter al espectador en una historia de terror real sin darle un solo respiro, ni una nota musical, ni una risa o palabra de afecto entre las protagonistas, ni un atisbo de esperanza, sino que se limita a mostrar la deshumanizada sociedad rumana de finales de los 80, tan asombrosamente triste que casi parece sacada de un futuro post-apocalíptico milleriano.
El director hace gala de un virtuosismo ya habitual en este tipo de cine, recordando en ocasiones a un joven Haneke, con esos planos larguísimos que a tantísima gente sacan de quicio, y que a tantísima gente le parecen auténtico cine, los únicos momentos en los que se llega a intimar con la protagonista, casi a ver lo que está pensando.
He tenido sensaciones similares al ver otras películas como «Requiem por un sueño», «Gummo» o «Kids», y me veo en la obligación de reconocer que no es el tipo de cine que más aprecio, sobre todo por las malas vibraciones que deja, una especie de mal rollo en el cuerpo que no se despega ni con «Mary Poppins». NO recomiendo su visionado nocturno por nada del mundo.
Una vez más, una cinta «culta» que recibirá múltiples elogios «gafapastas», quienes no entenderán su escaso éxito en taquilla, alegando la falta de inteligencia del ganado humano.
Yo, personalmente, me quedo con «Mary Poppins», que la vida ya es lo bastante triste, joder.