Película muy original sobre un futuro cibernético próximo. La película llama a la reflexión sobre el mundo de las relaciones por internet y hasta dónde pueden llegar. Si los seres humanos estamos tan separados de las máquinas como pueda pensarse o si, por el contrario, somos más que las máquinas, puesto que estas son creación del ser humano. Viene a ser un poco como la relación que hay entre Dios y su Creación, entre padre e hijo. ¿Quién es más?, ¿quién es superior?, ¿quién ha creado a quién: dios al hombre o el hombre a dios?. Y la respuesta a este y otros interrogantes que se plantean en la película se puede resumir con dos términos: creencia y felicidad. Creer en aquello que nos hace felices es terminar por materializarlo. Por eso, es una crítica hacia la duda de qué es lo mejor para mí; una crítica hacia lo que nos confunde, hacia las relaciones de pareja que se fundamentan en la duda y la negación de que haya algo mejor fuera de ellas. Es una apuesta por el individuo como ser complejo, capaz de crear, de inventar su realidad distinta a la de los demás y, al mismo tiempo, capaz de enriquecerse de las realidades de otros y las realidades de otros de la de sí mismo. Y también es una apuesta por la realidad de que lo mejor para mí y para otros es aquello que me hace feliz. Que soy lo distinto y lo iguale a los demás que quiera ser, pues en el fondo todos estamos hechos de la misma materia. Es una película que condena al miedo y al temor, una vez vencidos los miedos y temores particulares, a elegir ese grado de distinción o/y cercanía que queremos con el otro. Porque el único factor clave para determinar la elección de ese grado es cuánto me beneficia a mí y al conjunto.

Basada en hechos reales. Me parece una historia con buenos ingredientes, que podían haber servido para hacer una película más entretenida. Pero llega a hacerse pesada, sobre todo por una insistente recurrencia a ciertos elementos simbólicos y por presentar al espectador otros tantos de forma dispersa y no del todo cuidada. Al final quien carga el peso de toda la película es Ethan Hawke, lo cual no me parece justo.

Sorpresa una vez más de una película de cine español. Impresionante final, aunque un poco enrevesado, que reengancha al posible espectador que haya empezado a cansarse de ver a la muerta de aquí para allá. Buena la actuación de Belén Rueda y de José Coronado. Más floja me ha parecido la de Hugo Silva, pero ahí está. Merece la pena ver una película bien hecha, con un guión interesante, aunque con un montaje un tanto apretado y retorcido en ciertos momentos.

No estamos acostumbrados a películas de este estilo. El objetivo del film es hacer reflexionar y también aportar algo de luz al sentido de la existencia. Cada cual que tome el suyo. Cualquiera es válido siempre que sea cada uno quien personalmente le dé el valor que considere con referencia al logro de unos objetivos. Todo dependerá de creencias, circunstancias personales y.., pero el mensaje del film va más allá de eso. El mensaje es que el sentido de la vida particular entronca directamente con el sentido existencial general de la vida. En esta película cada espectador verá cosas diferentes, cosas de cada uno, pues cada persona está en circunstancias distintas. Pero el mensaje final es que lo general corre paralelo con lo particular y ambos hablan de lo mismo. Así pues lo común y lo diferente no se excluyen, sino que están llamados a cohabitar y a entenderse.

Estamos ante un tipo de cine que gira en torno a la idea del sentido de la vida. El gran acierto es que el filme está puesto al servicio de la creatividad del espectador, manejando imágenes y sonidos que pretenden conducirlo al origen mismo de la existencia y, paralelamente, al origen de la existencia personal, envuelto este último y confundido con interpretaciones y experiencias vitales que lo alejan del verdadero sentido de la existencia. Ambos, tanto el sentido de la vida en términos generales, como el sentido de la vida particular están sujetos a interpretación. Cual sea el auténtico sentido, el que no es dado a interpretación ninguna, es quizá el tronco de ese árbol, de ese Árbol de la vida.

El director ha creado una obra para protagonismo del espectador, donde le obliga a reflexionar. No acostumbrado a este tipo de películas el resultado puede ser desde diverso, para los espectadores que han captado la finalidad de la obra inmediatamente, hasta catastrófico e ininteligible, para espectadores que acuden al cine con palomitas y cocacola.

... ¡Y la historia continúa 30 años después!. Tuvimos E.T, luego Los goonies y también La guerra de las galaxias y... 30 años después aparece Super 8, una película que parece haber sido realizada con las anteriores, que se olvidaron de exhibirla en su día y que lo hacen ahora, como salida del fondo de un cajón, como si no hubiera pasado el tiempo. No cuela, Spielberg, no cuela. No sé qué hace en las salas de cine, ¡como si el espectador no fuera a percibir el trueque!. Y no sé qué ha pretendido, si levantar el ánimo de los nostálgicos, reafirmarse como director de su primer gran éxito cinematográfico o hacer llegar su sello artístico a las nuevas generaciones exhibiendo un film suyo en las salas.

A la película le falta originalidad, le sobra artificio y también le sobra la palabra "Dios" en los diálogos, algo que me ha parecido bastante curioso de observar. No sé si esto pueda tener alguna conotación de parodia de lo religioso o, simplemente, que Spielberg no cree en Dios y sí en todo bicho que viene del cielo.