Pese al imprescindible pintoresquismo y cierto aceptable melodrama, es una excelente película llena de imágenes hermosas, diálogos y emociones. Casi ningún personaje es maniqueo. Son seres humanos no sólo de celuloide sino también de carne y hueso. Se ve el antisemitismo desde el otro lado. El de la colonia británica y el de la propia comunidad judía afincada en África que da la espalda a judíos en necesidad. Y tiene escenas memorables como esa del tren y las bananas. Y diálogos memorables como el que parafraseo en el spoiler refrerida a la aceptación de la diversidad.

Esperaba mucho más de una película que me resultó maniquea y poco lograda. Después de haber visitado Camboya y visto de cerca los horrores de los campos de la muerte, el filme se me queda en un intento mal plasmado de pintar uno de los peores genocidios de la humanidad, llevados a cabo por los ideólogos comunistas-maoístas en medio de las peores etapas de la Guerra Fría.
Camboya, un país de exterminio, un genocidio del que no se habla mucho. Tan oculto como los crímenes de Stalin. Esperaba más de esta película, aunque tiene escenas sobrecogedoras como aquella durante la fuga, como aquel "encuentro" con cadáveres. El infierno estuvo en la Tierra... y fue Camboya. La película, lamentablemente, no hace justicia al tema.

Magnífica. Sólo quiero responder a los que hablan de "narración caótica". Cuando uno pisa la India desde el primer momento se da cuenta de que el caos es la nota dominante de la vida diaria. La película refleja muy bien ese caos con orden, o sin él, que cubre el subcontinente como una epidermis (¿mejor decir como una película?)

Ese caos es una manera de celebrar, o de vivir la vida, no ajeno a otras coordenadas. Esa fiesta de bodas, ese sentido de clan, bien pudiera ser la fiesta de boda o el sentido de clan, no sólo de los punjabis en Delhi, sin también de los italianos en Australia, o de los griegos en Nueva York, o de los cubanos en Miami, o de muchos otros. Ese caos y esa celebración son reconocibles, y por eso la película llega lejos y se sitúa lejos de toda artificialidad.

Es Bollywood pero también es Hollywood

Es caos, es orden y es monzón

Un libro íntimo, de reflexiones y planteamientos filosóficos sobre la vida, el amor, lo cursi, el totalitarismo, la búsqueda de la libertad... ¿cómo -pese a la belleza cinematográfica de Praga- podría llevarse al cine?, me preguntaba.

A pesar del larguísimo metraje, Kaufman logró cierto lirismo, las actuaciones son de primera, y la belleza plástica de las ideas de Kundera hace volver a vivir la vida que ya uno vivó con el libro entre las manos.

"Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca.
Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto".

La película tiene tiene el peso del ritmo y la levedad de las imágenes.

¿Pero qué es lo que vale: el peso o la levedad?

Película de culto en su época y ahora. Clásica. En latín. El eremita se hizo carne. La canonización de la homoerótica. Indispensable en la historia de la cinematografía gay. ¿En algún lugar se juntan más las iconografías homosexual y cristiana?

Rodada en bases semi-profesionales, con actores improvisados que encima decían sus parlamentos en latín de los cuarteles, Derek Jarman -el avant garde director británico- quiso experimentar con el arte e hizo arte con la experimentación.

Entre el poder y la rebeldía, entre la sumisión y el martirio de la carne y de la fe se mueven emperadores, sátiros danzantes y soldados romanos para exhibirnos 86 minutos de imágenes inolvidables.

Una de esas pocas películas que una vez terminadas las deseas empezar a ver de nuevo.

Le di la máxima calificación, pero ¿quién califica a los clásicos?

Algún crítico calificó esta opera prima como gloriosamente gay y poderosamente universal.