Entretenido thriller basado en hechos reales en el que el debutante Simone North nos explica la historia de Rachel Barber, adolescente interpretada por Kate Bell (The Cup, 2011), desaparecida en extrañas circunstancias. La historia narra las pesquisas que llevaron a descubrir a su asesina, Caroline Reid, magníficamente interpretada por Ruth Bradley.

La película cabalga entre el thriller y el drama en una atmósfera sundance preciosista y minimalista, gozando de una hermosa fotografía y una excelente banda sonora, que arrullan el moderado tempo en el que se desarrollan unos hechos que nos explican desde el comienzo, por lo que todo el factor sorpresa se limita a encontrarnos el momento en el que se desencadenarán los macabros acontecimientos.

En los primeros compases nos presentan a los personajes, la bella y perfecta Rachel, modelo de perfección para la sociedad y en especial para sus padres, Guy Pierce y Miranda Otto (nuestra Eowin de El Señor de los Anillos). En contraposición tenemos a Caroline, bala perdida emocionalmente inestable, que busca a cualquier precio el reconocimiento especialmente de su padre, encarnado por otro ilustre actor, el veterano Sam Neill, curtido en mil y una batallas.

Pese a conocer de antemano qué es lo que va a suceder, la cinta no pierde interés ninguno gracias al papelón de Ruth Bradley, que encarna la definición de locura en su papel, dotando de una intensa dosis de credibilidad la puesta en escena. Sin duda, In Her Skin, vale la pena sólo por su actuación. La escena frente al espejo es todo un esperpento que suscita tanta lástima como aversión en el espectador.

El resto de personajes se limitan a cumplir su papel de secundarios para la estructura argumental, aunque la película podría pasar perfectamente sin la mayoría de ellos. Podemos rescatar a Sam Neill por su sobriedad y buen hacer, y único papel que enriquece la trama por su relación con la protagonista.

Una agradable elección que no sorprende pero que invita a pasar un buen rato debido a su buena factura en conjunto. Esperemos que su director ruede de nuevo, pues su debut ha sido prometedor.

Rul T
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Me imagino la cara del productor de Armory Films cuando un director debutante le explicara que tenía un proyecto de una película de castores zombies. Y mejor aún tuvo que ser la de Jordan Rubin, el hombre en cuestión, cuando aceptaran su propuesta. Y es que hay que estar muy zumbado para hacer una película así, y además salir más o menos airosos del asunto.

Zombeivers entra de lleno en la serie B y la comedia negra para presentar esta cinta llena de tópicos en la que el típico grupo de jóvenes ávidos de sexo y diversión se enfrentan a un enemigo de más curioso, unos castores asesinos con bastante mala leche.

La cinta no se toma en serio a sí misma en ningún momento, ni pretende del espectador que lo haga. Simplemente promete pasar un buen rato, unas risas entre colegas, chicas en bikini, las tetas de rigor y unos bichos de trapo tan mal hechos como requiere la ocasión.

Una de las cosas que más me ha sorprendido son las quejas sobre los castores, unos muñecos de trapo que parecen sacado de la tienda de los chinos. No entiendo cómo alguien quería que realmente intentaran hacer unos castores zombis que fuesen "reales".

La escena introductoria está bastante bien, y a partir de aquí es cierto que denota una falta de mala leche y una dosis de mayor salvajismo en el acoso y muerte de la carnaza, que hubiera puesto el film a la altura de la brillante Ovejas Asesinas, una de las comedias negras más disfrutonas del género. No es así, y zombeivers tiene un guión muy justito, demasiado para de verdad aspirar a ser algo más que una locura divertida.

A nivel técnico tampoco hay nada objetar. Se ha rodado con cuatro duros y por tanto cuatro duros nos ofrece. Y con eso logra sacar una sonrisa al espectador, que llega hasta los créditos finales y una serie de tomas falsas para acabar de pasar un buen rato.

Evidentemente, no se puede decir que sea una buena película, pero tampoco defrauda; pues otorga lo que ofrece con simpatía y honestidad.

No viene mal de tanto en tanto una ida de olla de tales proporciones.

Rul T.
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Agradable sorpresa para una cinta de presupuesto modesto que cabalga entre el found footage, el mockumentary y el torture porn, pasando de uno a otro con naturalidad y buen hacer.

The Den es una red social en la que los usuarios se conectan por medio de webcam, para conocerse y "ampliar" su vida social en teoría, para pasarse de rosca en la realidad. Melanie Papalia cumple con creces en su papel de estudiante en busca de una buena calificación en su proyecto de fin de estudios. Ésta simple premisa dota a la cinta de una credibilidad total, dando pie a una sólida base argumental para desarrollar la trama, inicio en ocasiones demasiado forzado y surrealista en en el género.

La morbosidad innata del ser humano pronto nos engancha a The Den, que gestiona muy bien la introducción a la red, con imágenes divertidas, chorras, de contenido sexual y grotescas que sirve de perfecto enlace a la historia central.

Otro punto a su favor es que vemos la historia a través de una webcam, lo que hace que tengamos planos fijos, o de movimientos lentos, evitando el traqueteo característico y mareante de muchos found footage, obteniendo una imagen más nítida de lo que estamos acostumbrados.

A base de un buen guión, la película gana intensidad, a medida que crece la intriga y los actos macabros se suceden dirigiéndonos hacia un desenlace poco previsible y bien construido final que te deja con una sensación fantástica en el sofá, asintiendo de placer.

No estamos ante una peli muy original, pero está muy bien hecha y eso es un motivo más que suficiente para dedicarle un visionado donde quedaremos contentos con unas dosis suficientes, aunque no excesivas, de sobresaltos, sangre y sorpresas.

Rul T.
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Desempolvamos este clásico del 92 que se convirtió en un gran éxito de taquilla y público y que lanzó el mito erótico de una Rebecca de Mornay que daba, y estaba, de miedo en aquellos años.

Revisionada ahora, conociendo la historia, podría resultar un film algo descafeinado, pero para mi sorpresa, aunque la echaran a media tarde en la Sexta 3, resultó una gran diversión.

Hay que reconocer que aún pasado todos estos años, el personaje de Rebecca consigue ponerte los pelos de punta, con esa maldad perfectamente estructurada, la frialdad con la que actúa el personaje y la obsesión con la que Peyton traza su plan para llevarlo a su fin.

La estructura de thriller clásico engancha desde el primer momento, manteniendo una tensión continua en el espectador, que observa como una y otra vez, las víctimas de la niñera caen ante sus argucias sin poder evitarlo.

El personaje de Rebecca no tiene ningún pudor en arremeter contra todo lo que pueda cerrarle el paso, sin importar niños, discapacitados, hombres o mujeres. Es verdaderamente espeluznante como consigue atraer de tal manera tanto a los niños del matrimonio como al marido, que tiene que soportar una lucha interna demoledora para no verse arrastrado por los encantos de Peyton.

El único punto flojo es el final, y es que aquí es donde podían haber hecho una película sobresaliente, pero la ridícula obstinación de muchos directores americanos de que la película tiene que tener un final feliz, hace que el desenlace sea poco creíble y desafortunado.

Un final con Peyton consiguiendo sus fines y marido y niños locos con ella viviendo en su antigua casa hubiera sido la leche. Pero bueno, nos conformaremos con el resto del metraje, que sí que vale bien la pena.

Aunque como dice mi mujer: "¿Quién se va a creer que una esposa va a contratar una niñera que esté así de buena con tu marido en casa?"

Rul T.
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Hay películas que han pasado a ser obras maestras u obras de culto por muy diversas razones, por tanto, cuando alguien se atreve a hacer un remake sobre ellas, tiene muchas posibilidades de salir escaldado del asunto. No siempre ocurre, pero normalmente las nuevas versiones suelen quedarse muy por detrás del original.

En este caso, la osadía de Oliver Hirschbiegel ha sido mayúscula, pues La Invasión de los Ultracuerpos permanece en la retina de todos los que tenemos una edad como una de las mejores películas de alienígenas de la historia; la escena final con Donald Sutherland como magnífico colofón. En mi opinión, el resultado final destroza por completo todas las virtudes que encumbraron a la cinta de Philip Kaufman a los altares del género.

Invasión no dejaría de ser una película entretenida para el gran público, ávido de palomitas y poco más, pero aquellos que hemos disfrutados con la versión de 1978 no podemos más que despotricar con todas nuestras fuerzas ante este insulto.

Nichole Kidman está simplemente horrorosa, en uno de los papeles menos creíbles y peor resueltos de la veterana actriz. No hay escena en que la frialdad y la simpleza de la actuación de la australiana destroce por completo la intensidad y la tensión que plasmaba Dutherland en todo momento.

Para colmo, tienen que meter con calzador una historia de supermamá para edulcorar el producto a la mass media americana, con el fin de justificar la típica moralina americana y ofrecer un final para que la gente sonría y se coma su último puñado de palomitas con la alegría de que el mundo está de nuevo a salvo.

Rul T
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