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España España · SAN LORENZO DEL ESCORIAL
Críticas de félix alonso
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Críticas 59
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
10 de enero de 2021
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reedición del libro de Antonio Drove, “Tiempo de vivir, tiempo de revivir” me ha hecho volver a Douglas Sirk. Ahora que tenemos seis pelis en la plataforma filmin, es un buen momento para recordar su cine. Propuse a un grupo de amigos visionar Shockproof, (a prueba de choques) y que aquí se la tituló: “Más fuerte que la Ley”. No encontramos una versión subtitulada en español y nos tuvimos que conformar con verla con las “letras” en portugués. Me ayudó mucho las lecturas de Miguel Torga y José Cardoso Pires. Sobre los subtítulos, Drove nos cuenta en su libro las dificultades que tuvo para que la entrevista con Douglas en la serie de TVE fuera vista en el idioma original, frente a los que preferían la voz de un locutor. La llegada de Clara Isabel Francia a la dirección de la 2 de TV en el año 82 facilitó las cosas. Por cierto, que bueno sería que nos repusieran la serie “Directed by Douglas Sirk”.
La peli va de una mujer, Jeni, interpretada por Patric Knigth, con aires de Laurem Bacall, que sale de la cárcel tras cumplir cinco años de condena para someterse a la libertad condicional que dirige el oficial interpretado por Corne Wilde. Terminan casándose incumpliendo la Ley, y al ser amenazado por Wesson, su antiguo amante, ella le dispara accidentalmente por lo que tienen que huir y vivir malamente, terminando por entregarse en un falso final que no era el apetecido por Sirk. No hemos conseguido el guión de Helen Deustsch y Samuel Fuller.En la entrevista con Drove no se le hace esa pregunta, así que nos quedamos con las ganas de conocer el final alternativo. Sería un buen trabajo de cinéfilos analizar todos los finales de las películas de Douglas Sirk, nos pondremos a ello si TVE se presta a revivir la serie.
El arranque de la película, que pasa de la privación de libertad a “la vida”, es fundamental en el desarrollo del film, que plantea dos alternativas: la primera la reaccionaria, si ha cometido un crimen (sin analizar nada de las causas) que se pudra en la cárcel, no tiene derecho a sólo cumplir cinco años, y la segunda que se puede cumplir la sentencia en una situación de libertad cumpliendo, como es lógico, una serie de requisitos, entre los que no parece lógico el impedimento a enamorarse.
El oficial de vigilancia, que nos cae bien ya que interpretó al poeta persa Omar kHAYYAM en una película del 56, tiene todo el derecho en saltarse una ley injusta, y enamorarse de Jeni, las leyes americanas del 49 no deberían haber impedido que se pudieran traspasar las barreras del amor.
He conocido a Lourdes Ibáñez, de la Asociación Semilla, que desde Hondarribia se instaló en Villaverde Alto donde se comprometió intensamente con los marginados, algunos devenidos en delincuentes y que se les debería llamar “jóvenes desviados”. Lourdes, con un amor cristiano, les visitaba en la cárcel, les ayudaba a “salir del pozo” en que muchas veces les introducía una Justicia impersonal. En su libro “Desde un balcón se ve un patio” hace un interrogante en lo concreto, terminando así: “…No es verdad, más bien es una contradicción, que aquellas personas que ostentan el poder, los que ejercen el poder, los que ejercen la Justicia la conviertan en su “leit motiv”, pero al mismo tiempo, la incluyen en el discurso político como condición “sine qua nom” para mantener el “status” del PODER. Más que nunca, creo que si no se tiene en cuenta la subjetividad, las personas, las naciones, el mundo puede temer a la Justicia pero perder la confianza en ella.
Gracias Lourdes por tu trabajo y el amor mostrado, por haber llegado a tiempo a acariciar a una persona, para sacar a flote sus valores, por hacerles personas. No pudo ser con Jose, que le encontraste en las vallas del cementerio con una aguja en el brazo.
félix alonso
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8
3 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pregunta que se hacía el escritor Alfonso Peláez, antes de comenzar la propuesta del Colectivo Rousseau de visionar “El nacimiento de una Nación” de Griffith, era si tenía sentido ver una película 105 años después de su estreno. Durante el debate por zoom, después del visionado, se comprobó que la pregunta tuvo respuesta afirmativa, y además, con diferentes visiones: los que la vieron solo como desarrollo técnico, los que cuestionaron su veracidad histórica, los que analizaron el contexto político del racismo, y por último los que mostraron directamente la repugnancia que produce. Dio mucho juego. Bajo mi punto de vista analizar la peli hoy nos invita, sobre todo, a una reflexión sobre el papel de las relaciones raciales en la evolución de la historia estadunidense. Creo, por tanto, que Griffith nos ofrece una visión binaria del pasado que asocia el bien y la virtud con la raza blanca y el mal y el vicio con la raza negra, modificando por tanto la tradicional oposición norte-sur (donde el sur sale perdiendo) por el binomio blanco-negro. Y eso le funciona, pues ese mensaje llega a los espectadores desde un lado emocional.

La estética, en consecuencia, está puesta al servicio de una explicación histórica, por lo que la forma no puede separarse del contenido. Rocchio mantiene incluso que sin su contenido racista el film no tendría el estatus que tiene hoy en día. Explicación histórica que no difiere de los mitos en los que se basa cualquier construcción nacional, y aquí tenemos bastante experiencia. ¿Qué historia nos quería imponer Esperanza Aguirre cuando fue Ministra de Educación? Ahí lo dejo.

Estamos, sin ningún género de dudas, ante una nueva forma de ver el cine, con primeros planos, montajes paralelos, flas back, profundidad de campo, y el mantenimiento de una tensión dramática. Hay intimismo de enamorados frente a la grandiosidad de una batalla. Pero estamos también ante la exaltación del racismo, hasta el punto de que su proyección hizo renacer el Ku Kus Klan.

La parte de la guerra la vemos con claridad, la batalla de Bull Rum, el General Lee, el General Ulises S.Grant, los bailes de despedida, la aparición de Lincoln y su muerte… lo que nos confunde bastante es la época de la Reconstrucción, que nos ha llevado a tener que consultar el libro de Philip Jenkins “Breve historia de los EEUU” y es que, efectivamente, muchos radicales norteños (representados por Stoneman) están en contra de la clemencia política de Lincoln hacia el sur rebelde. Con el asesinato del presidente se pierde la armonía entre las partes y el Senado aprueba enmiendas muy importantes como la igualdad de los hombres, lo que fuerza a los blancos a reconocer la nueva condición de los negros. Stoneman, pide a su protegido mulato Silas Lynch que ponga en práctica el ejercicio del voto negro. De este mulato (cuya existencia se puso en duda) da cuenta la enciclopedia Fandom y un trabajo de Mariana Piccinelli(de la que saco algunas notas).No tengo la Británica ni he consultado la Labor, pero lo cierto es que en la primera legislatura de Carolina la asamblea tuvo mayoría negra como se refleja en la película.

Nos deja perplejos uno de los intersticios que aparecen en la peli atribuido al presidente Woodrow Wilson. “los hombres blancos fueron despertados por un nuevo instinto de autoconservación (…) hasta que por fín surgió un gran Ku Kus Klan, un verdadero imperio del Sur, para proteger a la nación del Sur”

No si esa atribución será cierta, lo que si podemos constatar es que siendo Bush gobernador de Texas, se oponía a la legislación de los delitos de odio, en el mismo momento que James Byrd era asesinado en Jasper por supremacistas blancos. Chantal Akerman nos ofrece en el documental Sud, y que vimos en la desaparecida Sala Juan Negrín, la imagen subjetiva del camión en el que llevan al muerto para dejarlo en la cuneta. Diez minutos mirando a la carretera en una imagen fija y sin música nos dejaron a todos impresionados. Hemos visto lo que dice Trump respecto a la violencia policial contra los negros, le han votado más de setenta millones de personas. ¿Estaba Griffith desenfocando un problema clave en la historia de EEUU?

Hemos metido en descargas un trabajo del profesor Javier Maestro titulado “El Dilema Norteamericano. De la esclavitud a la Institucionalización de la discriminación racial” que nos puede ser de utilidad. Cine para leer, el lema del Colectivo. www.colectivo-rousseau.org
félix alonso
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7
27 de octubre de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Don Camilo tiene paralelismos en mi pueblo respecto al cura, “Don Teodosio” se llamaba nuestro párroco, pero no respecto al alcalde rojo. Desgraciadamente no había votaciones. Don Teodosio campaba a sus anchas, organizaba romerías, procesiones y todos le besaban la mano al pasar. Mi madre me contaba la anécdota de que me preguntó cuántos años tenía, y como yo llevaba manoplas le hizo mucha gracia que no pudiera mostrar los tres dedos que correspondía a los tres años.
Don Camilo hoy nos hace gracia, y sus diálogos con la cruz nos recuerda a Marcelino Pan y Vino, pero al mismo tiempo, la preponderancia del Nacional Catolicismo que llega a nuestros días en forma de “acogida en la Almudena” hace que no podamos imaginarnos en ningún pueblo de España que se pudiera despedir a un cura cantando la Internacional. Aquí sigue el besamanos.
félix alonso
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9
20 de octubre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos reunimos para ver cine una vez a la semana un grupo de amigos, esta semana nos tocaba El Elemento del Crimen, después que la semana pasado viéramos El extraño amor de Martha Ivers.
Normalmente buscamos el fundamento del crimen sin preguntarnos siquiera si no estará en la naturaleza misma del hombre. Esto es justamente lo que nos propone Osborne, autor del libro que da título a la película.
Advertíamos en la convocatoria que se abstuvieran de verla los enamorados de los productos NEFLIX. La vi por primera vez en el Alphaville en el año 85, y luego en proyecciones con Diego en casa de mi hijo Alex. Diego, que ya estaba estudiando para director de cine, me sugirió que viera dos cuadros: “El sol naciente” de Giuseppe Peliza, y “Tras el silencio” de George Frederick, y que luego analizara los encuadres pictóricos de Tom Elling. No me he arrepentido de esa experiencia, como tampoco ellos se habrán arrepentido que les pusiera “la genoux de claire"
No se puede dudar de la creatividad visual de la peli, pero es cierto que la historia no se da masticada, y está contada con una sordidez de ambientes por laberintos sombríos. Sería para nota identificar a Von Trier como el recepcionista del hotel, pero el agua, el fuego, el aire y la tierra, nos tiene que llevar necesariamente a Tarkovski.
El aire estancado de la película es el aire estancado de Europa. Siempre está oscuro.Siempre es de noche. Parece que aquí ya no hay estaciones. Queda abolido el paisaje y queda abolido el tiempo.
Aquí viene la vela/ y en la cama te iluminará/ Aquí viene el hacha/ y la cabeza te cortará. / Chip Chop/ Chip Chop. / La última muerta estará/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
félix alonso
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9
19 de julio de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un artículo reciente de Petros Márkaris recordando a Theo Angelopoulos y la realidad actual de los refugiados nos ha llevado a visionar nuevamente: “El paso suspendido de la cigüeña”, una profunda, a mi juicio, meditación sobre la historia contemporánea. ¿Cuántos helicópteros buscando polizones en el mediterráneo desde que Angelopoulos rodó su película allá por el 1.991? Nos duelen las imágenes y es inevitable la emoción, con la música de Eleni Karaindrou y el saxo de Gargaref.
El periodista, antes de iniciar el reportaje nos recuerda a Dante: “no olvides que otra vez, ha llegado el momento de viajar. El viento arrastra muy lejos tus ojos”. No se puede forzar mejor el límite de lo real cuando un joven recluta al pasar revista el coronel dice “Sólo me asusta el sonido del ruido por la noche” ¿algún militar de frontera diría esas palabras al paso de un superior jerárquico?
Si doy un paso más… y el coronel acompaña al periodista a unos arbustos, al lado del rio, de donde parte una música lejana, una balsa cruza una cinta de casete con los sonidos de una vieja canción: “el amor es una luna llena, trato mi cuerpo con locura, y sueño contigo”
La “sala de espera” llena de kurdos, albaneses, polacos, iraníes…, se amontonan en espera de un mundo mejor a “otro lugar”. Hay una escena memorable, en una película que he visto recientemente de Eugene Green que a la pregunta a un refugiado ¿Cuándo has salido de Irak? Éste le responde: “soy caldeo cristiano y me fui de Irak hace 1.300 años”. No hace tantos años que se fueron los personajes que, a modo de fotografías de Walter Evans, nos muestra Angelopoulos en una larga toma de los compartimentos de un tren a ninguna parte, mostrando familias de refugiados con sus trajes típicos y sus miradas silenciosas.
“La desesperación en el fin de siglo” es el título del libro del político que huye del parlamento y que juega un papel significativo y desconcertante en la película. El periodista, después de una relación amorosa rodada en silencio y con miradas de más de 70 segundos pero que parecen una eternidad, lee el final: “¿Cuáles son las palabras clave que podríamos utilizar para que un nuevo sueño colectivo se hiciera realidad? Sueño y realidad, con el único sonido del agua del rio, es la boda a distancia con una toma de cámara y secuencias sólo al alcance de los grandes. Iñaqui me sugería que el final de la película podía haber sido el final de la boda cuando todos los invitados se suben a un camión, que va desapareciendo lentamente por un camino y el padre (Mastroniani) abraza a su hija tiernamente. No le puede faltar razón, pues el libro “Imagen y Contemplación” de Andrew Horton dedicado al cine de Angelopoulos, tiene en la portada una fotografía de ese plano. A mí me parece más potente la iconografía bizantina del final, con esa conexión con la crucifixión, ese sacrificio que hacen esos hombre voluntarios de amarillo (iconos de Theo) que subidos a un poste como estilitas, llenan de comunicación a los hombres simbólicamente por medio de la colocación del teléfono. Si la película hubiera terminado cuando el reportero estaba sólo junto al rio o como el final “Iñaqui”, evocaría las escenas de la boda a la orilla del rio, pero habría excluido los otros grandes temas que transitan por la película. Al ver a los hombres de amarillo subidos a los postes, tanto el periodista como nosotros, somos trasportados más allá de nosotros mismos, de él mismo. Esa imagen final, leo a Horton, tiene fuerza como contacto, comunicación extendida, que nos hace recordar los cuerpos ahogados de los refugiados. El “mito” de cruzar la frontera es fundamental en la película, de ahí la importancia del plano final, concienzudamente elaborado por Angelopoulos, en el que nos muestra al periodista acercándose al rio mientras la cámara lo cruza. En una toma inversa, nosotros pasamos al otro lado de la frontera, casi como si nos estuvieran invitando, a ir más allá.

A Iñaqui
félix alonso
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