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España España · BARCELONA
Críticas de MiquelC
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
2
27 de diciembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una verdad absoluta, indiscutible, en la segunda temporada de “30 monedas” de Álex de la Iglesia: nos hace hablar de lo infernal.

Pero veamos qué es eso de INFERNAL según nuestro amigo DRAE -que no Drácula: no se emocionen-.

En la primera definición, adjetiva, que nos ofrece nos cuenta que es lo “perteneciente o relativo al infierno”. Aquí, tanto los acólitos “gentiles” del director como los que no lo son estaremos de acuerdo que señala el tema, al meollo argumental: hay curas, también una estampa infernal con guiños a lo Hellraiser, una jerarquía eclesiástica que vive en la opulencia y la rivalidad, alusiones directas a la maldad y la corrupción bajo la forma del objeto deseado, las 30 monedas, el ángel caído en persona. y un empresario muy woke que los supera a todos.

Hasta aquí, todo bien. El problema es que el camino de esta serie no se transita muy tranquilo, no hay alegorías, ni sugerencias, ni sutiles referencias de enigmas que intranquilicen el espíritu para descubrir el clímax del misterio, ni nada...de historia.

Ese “ni NADA”, se ahoga en las siguientes entradas de la DRAE:

“Muy malo, dañoso o perjudicial en su línea” ¿Pero qué línea es esa?: la de la ficción en formato televisivo, cuando se torna enjundia grosera, sin guion, “sin ton ni son” -que al caso es lo mismo-, que interese más allá de los efectos especiales, visuales y onomatopéyicos que trillan la historia. Una grosería visual sinsentido que hace sentir vergüenza ajena y, en contraste, admiración por aquellos esforzados realizadores ochenteros de serie B que sí se tomaron la molestia, y el tiempo, de presentar, escasos de recursos, heroicas producciones que hoy son veneradas por los que gustamos del cine de terror y fantástico, con o sin sangre. De eso, aquí, escribiendo de Iglesias, de la Iglesia no llega ni a aspirante de monaguillo.

Porque no todo vale, más cuando uno tiene mucha pasta para dirigir y presentarnos algo chulo y bien hecho, por muy desmadrado y gore que esto esté; porque la alegoría no puede ser sustituida por la burda aliteración de voces balbuceantes, ni por la anáfora sistémica en diálogos caprichosos que no llevan a NADA, todo trufado de persecuciones a lo Benny Hill.

Ese "nada" de Álex de la Iglesia me lleva directo, como un escupitajo al ojo, a la última entrada de la Real Academia, en su forma más coloquial: “Que causa sumo disgusto o enfado”. El ruido infernal.

No me ha gustado nada. Me parece un despropósito de mal gusto y desde luego tiene mucho en común con el Azatoth de Cthulhu: una serie que roe, gime y babea en el centro de la basura universal televisiva.

Ni de coña caigo en una tercera temporada, para entonces, parece ser, dimensional.
MiquelC
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6
9 de diciembre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante todo, una pregunta esencial: ¿Qué aficionado al cine no celebra un estreno del realizador Martin Scorsese? A mí que no me miren. Un director capaz de servirnos películas como “Infiltrados”, “Uno de los nuestros”, “Toro salvaje” o “Taxi driver”, entre otras muchas, no es un director cualquiera y, lógicamente, provoca muchas expectativas.

Y ahora, a lo que importa: ¿Qué hay de “Los asesinos de la luna”. Son varias las virtudes que convierten lo nuevo del realizador neoyorkino en una obra ciclópea y musculosa, destacando entre todas ellas lo aceptable, y a priori interesante, de su premisa argumental y el desarrollo técnico de la misma, trasladadas a la gran pantalla siguiendo de forma aparentemente fiel el libro de David Grann; un "True Crime" que desvela una de las conspiraciones más terribles de los Estados Unidos contra el pueblo indio de los Osage. Junto a su "aceptable" propuesta, la película ostenta una factura envidiable, con un diseño de producción y un trabajo de cámara impecables, que aprovechan cada metro cuadrado de los espectaculares parajes ganaderos, convivientes con el incipiente negocio de los pozos petrolíferos, de la Oklahoma del medio oeste en 1920. Un auténtico deleite visual de época que destaca tanto en sus secuencias de plano general como en las del detalle, al milímetro: vestuario, ambientación, pueblo prefabricado, pozos de petróleo, llanuras de pastos, ferrocarril, etc. Hay mucho mimo y profesión invertido en ello.

Por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y activar el piloto automático dejándonos embaucar por el efectivo envoltorio de “Los asesinos de la luna” no evita que nos invada una profunda desconexión emocional con el largometraje, fruto de la marcada y plana, por unívoca, definición de los protagónicos, sean o muy malvados o inocentes, que transmita esa necesaria sensación de riesgo real, de dilema moral, para que el supuesto drama mantenga nuestro interés.

Una propuesta bien rodada pero demasiado áspera y aséptica, y nada más, que se perjudica a sí misma a base de reiterar, una y otra vez, su misma sencilla premisa (porque no hay otra cosa, más allá) en un metraje excesivamente largo que transforma lo amargo y cruel de su idea principal en languidez e indiferencia.

Las actuaciones están bien, sin más, dignas de sus intérpretes: un Leonardo DiCaprio en su papel que interpreta a la perfección su rol de cómplice de cortas luces, con prótesis mandibular; un perverso Robert de Niro eficiente que planea por el argumento, como inspirador e instigador de los sucesos que se relatan; y una Lyli Gladstone comedida y sobria que interpreta a la protagonista del lado indio, tan inocente que pone a prueba la impaciencia y la credulidad del espectador. Y así una y otra vez, sin ambigüedades ni dilemas emocionales, una y otra vez durante casi tres horas y media.

Algo fallará en este guión adaptado, está claro. Algo falla en este inmenso continente cinematográfico con contenido tan paupérrimo y simple, tan concurrido de personajes como falto de vida, donde lo sórdido del asunto evoluciona y se diluye en una indiferencia emocional del espectador.

Al final, las tres horas y media del visionado se han aguantado bastante mejor que las tres y media de “El irlandés”, que ya fue un dislate de elasticidad, pero la conclusión será muy parecida: “¿Qué le pasa a Scorsese?”

La duración de la cinta no es el problema, en sí misma, como apuntan algunos ¿Acaso lo fue, por poner un ejemplo, con "La lista de Schindler"? No, no fue así.

Demasiado músculo para tan poco corazón.
MiquelC
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7
20 de marzo de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la superproducción Acantilado Rojo (Red Cliff), John Woo ha vuelto a abrazar sus raíces chinas con un compromiso brutal, de magnas proporciones. Estrenada en Asia con un metraje de casi 5 horas, servido en 2 partes, la película se basa en los acontecimientos históricos del año 208, durante la era de los Tres Reinos de la historia china.

Viendo Acantilado Rojo uno no puede dejar de preguntarse el valor de lo que se dejó atrás. Quien sabe. Lo cierto es que por las escasas escenas apacibles que circulan en el modo OCCIDENTAL, dan ganas de tomarse un te, pasearse apaciblemente entre rododendros y tumbarse a la bartola para disfrutar las melodías de la flauta.

Con esta película, el director llena de vergüenza a otras producciones recientes que han tratado de aplastar a su público con enormes batallas CGI y rápidos movimientos de cámara, plagados de escenas de acción, tipo cortar y pegar. Imponentes como pueden llegar a ser, eventualmente se vuelven pálidas y repetitivas: Grandes multitudes, un confuso torbellino de lanzas y espadas, un montón de flechas, un valeroso héroe con sus diversas variaciones, todo termina por ser una conocida secuencia del rompelotodo. Acantilado Rojo rompe con este vistoso pero hueco molde.

Fuera de la acción, pura y dura, el filme es una interesante lección de estrategia militar. No hay honor frente a la deshonra, las alianzas se forjan, las razones se cuestionan, prueban, y luego se afianzan. Pero el mayor triunfo de John Woo está en poner a sus personajes - en particular al consejero y estratega militar de Tony Leung, Takeshi Kaneshiro, en este cinético tablero de ajedrez, y darles la dimensión real.

Puede tomar un tiempo para averiguar quién es quién, qué es qué y donde las alianzas (y traiciones) que no son tales -¿o sí lo son?-, pero una vez que lo hace, las relaciones entre los actores clave añade resonancia emocional a este magnífico cuadro de conflictos bélicos.

En un momento dado, El Arte de la Guerra de Sun Tzu es mencionado por uno de los personajes... Acantilado Rojo ofrece, literalmente, una representación de ese ARTE DE LA GUERRA. Nos recuerda aquello de: La guerra es un infierno. Pero también que, en su mejor momento, las películas bélicas pueden ser frescas, estimulantes y hermosas.

Lo Mejor: El espíritu asiático, sereno pero grandioso, presente en una película histórica de guerra realmente espectacular. Las interpretaciones son correctas, contenidas y despojadas de la irrealidad esteticista de filmografías próximas, a lo Zhang Yimou (que también disfruto), en la coherencia interna del director.
Lo Peor: El filme adolece de una cierta frialdad y de una cierta ausencia de resonancia emocional en el desarrollo del perfil de los personajes, aunque puede intuírse como consecuencia de LOS RECORTES de esta versión.

Un filme bélico bello e inteligente y, para que negarlo, rara pieza cinematográfica en estas lides de la épica, tan fácilmente maltratada.
MiquelC
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