Es realmente una película muy dura que muestra la brecha social que dejó la Guerra de los Balcanes. Escasean los diálogos, lo que permite reflexionar sobre la situación que atraviesan los personajes. A su vez, pone de relieve la capacidad humana para adaptarse a las difíciles situaciones de vida. Trasmite una angustia constante, reflejo de la ansiedad por el desconocimiento del paradero de sus seres queridos.

Por otro lado, es lenta, floja de guión, y además...

Está en la línea de Borat, es decir, una serie de escenas, con más o menos gracia, unidas por un guión más bien flojo. Tiene escenas un tanto fuertes pero por lo demás se pasa un buen rato en el cine. No es para tomarse nada en serio. Es simplemente otra más de Sacha Baron Cohen.

Es otra vez más la fórmula de chico conoce chica, y que sí, que no.... y bla, bla, bla... En este caso la única aportación del guión es el personaje del padre borde. Poco que merezca la pena. Y volviendo a la pregunta título de la crítica, ¿Quién quiere ver esto? Si todos sabemos el final de la película al ver los primeros 10 minutos, ¿quién la ve?

La respuesta es complicada, pero está claro que para mí no es. Sin embargo es la típica película de tarde de domingo, perfecta para dormir la siesta. Nadie se admite entusiasta de este vodevil, pero nadie ofrece resistencia a ver eso.

En resumen, nada nuevo bajo el sol. No me ha gustado y tenía que pregonarlo.
Sucintamente: No merece la pena. Un 3.

Al igual que el Kursk, el cine ruso se hunde con esta película. Entre sus principales defectos destacan entre otros:
- Incoherencia: hay momentos en los que no sabes si sigues viendo la misma película o es otra diferente.
- Personajes vacíos: y por lo general demasiado fríos.

Por el lado positivo, podemos destacar que si ya vimos la primera, podíamos intuir que Bekmambetov no nos iba a deleitar con una magna obra...

Es aún peor que los Guardianes de la noche.