La mejor película de Peckinpah. Más poética que Dead Man. Tan dura como Centauros del desierto, como Sin perdón. Amistad, tiempos que cambian, gente que no. Y muerte. Pero más que la muerte la aceptación de la muerte. Parece que los personajes no sólo la aceptan con resignación y serenidad, sino que la buscan. Lo hace Paco, el amigo mejicano de Billy, el sherif que ayuda a Pat, lo hace Alamosa Bill, y otros muchos personajes. Por supuesto, también Billy. Todos están llamando a las puertas del cielo. Como esta película, que está llamando a las puertas del paraíso de las obras maestras.

Sesión de tarde de hace treinta años. Después de la peli: a jugar a los pistoleros.

No recordaba ni el título, claro, pero estaba loco por volver a verla. Increíblemente no me ha defraudado, como Mazinger Z.

Es una peli que mezcla suspense con los ingredientes típicos del western. Bien hecha. Una peli de calidad que aguantará el paso de muchísimos años.

Para jugar.

La mejor película de Chaplin. Araña por dentro y hace cosquillas por fuera.

¿Quedará en el olvido?
¿El olvido de quién?
¿En el mismo olvido que L´Atalante?
Herir más profundamente que Deseando amar es difícil. Pero esta película hurga en la misma herida. La literatura y el cine se vuelven a encontrar, pero ahora en territorio cinematográfico. Se tocan.

La mandaría en la famosa caja del espacio como ejemplo de lo que se ha hecho aquí. El Landismo y el Terelismo en grado máximo. La película más cruda de los ochenta. Me gustó menos el libro. Una película rodada con pulso firme.