Las teorías de Erich von Däniken, las cuales cimientan esta serie documental, nos ofrecen un punto de vista alternativo a los orígenes de la evolución humana. Haciendo un resumen muy simple, este señor y sus seguidores afirman que nuestros antepasados recibieron las visitas de extraterrestres que les dieron la tecnología necesaria para crear grandes construcciones. Este punto llega a ser interesante, puesto que el origen de las pirámides del antiguo Egipto o los moáis de la Isla de Pascua dan pie al debate por lo colosal de estas creaciones.

No obstante, cuando ya empiezan a desvariar para afirmar que las pirámides sirvieron para mandar energías a satélites que orbitaban la tierra, la cosa no es para tomársela en serio. Y si nos plantean que hace miles de años había batallas aéreas y ataques nucleares, ya es para considerarlo como un puro entretenimiento de ficción. Definitivamente, cuando hay programas dedicados a decir que los nazis construyeron los cohetes V2 y los aviones a reacción gracias a un ovni que se encontraron en Friburgo y que Martin Bormann escapó en un platillo volante a otra Galaxia, la cosa entra en el terreno de la majadería pura y dura.

Echan por tierra y devalúan los progresos realizados por el hombre a lo largo de la historia, explicando absolutamente todo lo ocurrido en nuestro planeta a seres extraterrestres. Es más, insinúan que nosotros mismos somos extraterrestres.

“Alienígenas Ancestrales”, curiosa serie documental de pseudociencia que te entretiene hasta el momento en que empiezan a soltar chorradas más grandes que los monumentos cuyo origen especulan delirantemente.

Estamos ante la mejor serie que jamás haya llegado a nuestros hogares. Se nos presentaba un Chris Peterson que era la antítesis del sueño americano: viviendo aún con sus padres a los treinta años, con un empleo pracario, gordo, calvo y sin éxito social. Es decir, el prototipo de joven español actual.

No he visto nada tan surrealista jamás. Si tienes una idea desparatada en la cabeza, Chris la hace realidad pero con varias vueltas de tuerca. Lo podemos ver cazando a su padre tras una intoxicación por setas, ejerciendo de chico de compañía para heptagenarias (¡y recibiendo una paliza por sus maridos en sillas de ruedas!), hacer una fiesta con marisco pasado, luchando contra un robot repartidor de periódicos, sacrificándose bajo una montaña de objetos para que no destruyan el parque de su infancia...

La serie se divide en dos temporadas. En la primera no ocultan el toque de surrealismo desde el primer momento, y aún tiene su único amigo, Larry, un patético banquero calzonazos que está casado con una bruja que odia a Chris (seguro que conocéis a muchos así). Siendo franco y sin querer exagerar, reconozco que todos los capítulos son memorables, y doy una mención especial "La pila de la muerte", "Animales de zoo sobre ruedas" y "Los obreros de la costrucción".

Debido a los bajos índices de audiencia y sabiendo que iban a cortar la serie, Chris Elliott se desboca. Su personaje se emancipa cuando sus padres hacen un muro de ladrillos, y posteriormente se marcha a vivir en el garaje de un policía expulsado del cuerpo por orinar en los piés de un superior. Los argumentos son aún más disparatados si cabe, y se llega al punto cumbre de las comedias de situación con el capítulo "Vomitón y yo".

Serie de culto, clásica, de referencia. Genial desde los títulos de créditos con la canción "Stand" de REM hasta cualquier final de capítulo, en los cuales Chris muere de las más variopintas maneras. Os la recomiendo 100% a todos los que queráis ver algo distinto.

Cuando acabé de ver este documental me quedé con la boca abierta, maravillado por la historia de cuento de hadas que ha ganado premios cinematográficos por todo el mundo. No obstante, como tengo la mala o buena costumbre de buscar información sobre los protagonistas de los documentales que acabo de ver en internet, me encontré la gran sorpresa que Sixto Rodríguez desde principios de los 70 no fue exclusivamente un pobrecito trabajador de la construcción de origen hispano ganando sueldos de miseria y apartado del mundo musical tras las desastrosas ventas de sus dos discos de estudio en Estados Unidos.

Pues bien, Malik Bendjelloul engaña a los espectadores omitiendo datos muy importantes que cambian la historia. Rodríguez no sólo fue una figura de culto en la Suráfrica del Apartheid, sino en otros países como Nueva Zelanda y Australia. Es más, estuvo de gira por Oceanía en 1979 editando el álbum "Alive", cuyo título jugaba con los rumores de suicidio tan comentados en este documental, y otra en 1981, y no precisamente cantando en bodas, bautizos y comuniones, sino con... ¡los Midnight Oil! Sí, una de las más famosas bandas de los ochenta con el legendario hit "Beds are burning" que todos nosotros hemos escuchado cientos de veces. Después de esa gira Sixto Rodríguez decidió retirarse por voluntad propia de la música y llevar una vida humilde en Detroit, ya que de su éxito allende las fronteras estadounidenses era más que conocedor.

En este engaño llamado Searching for Sugarman no se nombra ni una sola vez Australia o Nueva Zelanda. Nos venden a un Rodríguez totalmente alejado de la escena musical desde 1971, todo ello con la complicidad de los surafricanos que colaboran en el documental, cuyos "estoicos" intentos por encontrar a Rodríguez no serían para tanto. Gente supuestamente metida en el mundo de la música tienen acceso a bases de datos de álbumes, y no hay que ser un agente de la CIA para haberse dado cuenta que Rodríguez fue exitoso también en Oceanía. Aparte, ya tenía su propia página web en los 90 gestionada por una de sus hijas.

Todas estas omisiones de hechos me han decepcionado bastante porque han creado una historia ficticia, irreal. Una matrícula de honor para la productora por su capacidad de sacar oro con esta historia y un suspenso a su honestidad. Le doy un aprobado por el hecho que gracias a este documental he descubierto la música de Rodríguez, sólo por eso.

La ESPN lo ha vuelto a hacer. Esta es una miniserie deportiva excepcional sobre una rivalidad que no sólo cambió a la NBA, sino al deporte mundial. Sin ir más lejos, ayer leí una entrevista a ‘Magic’Johnson de 1991: “Nuestros compañeros de selección tienen mucho que agradecernos, a Larry y a mí. Sólo hay que ver los salarios de la liga en 1980 y los que había a finales de la década, proporcionales a sus ingresos. Nos deben muchos dólares de sus cuentas corrientes”. Y no le faltaba razón.

El primer capítulo sirve para para poner al espectador en antecedentes. Primero con los orígenes de ambos equipos para después esbozar las pinceladas de la rivalidad primigenia que empezó en los 60, cuando la dinastía de los Celtics se imponía una y otra vez, como si fuese una maldición, sobre los Lakers independientemente de las plantillas de uno y otro lado. Sigue en los 70 detallando la idiosincrasia de ambas franquicias y sus respectivas ciudades, antagónicas hasta decir basta en multitud de aspectos, como la actitud hacia otras razas o los ambientes que se respiraban en el Boston Garden y el Forum de Inglewood.

Se pasa por la década de los 70 como una época en que la liga caminaba por el abismo. Unos años oscuros llenos de conflictos y peleas que despertaban tan pocas pasiones que la NBA acabó marginada en un rincón. Como muestra de este ostracismo sólo hay que decir que las primares finales de la década de los 80 se retransmitieron en diferido y tenían hasta menos repercusión que las de la liga universitaria.

Pero todo cambió con Magic y con Bird, y empezamos a ver desde el final del primer capítulo un análisis muy preciso (mejor que el resumen de una final de fútbol al día siguiente en los informativos de la actualidad) sobre cada uno de los partidos de las tres finales que protagonizaron estos dos conjuntos en cuatro años (1984-1987), dándole voz a primeras espadas como a secundarios: Jabbar, Rambis, Scott, Maxwell, Walton, McHale, Carr, Ainge, Worthy, etc. Y no sólo a jugadores, el Dr Buss tiene su merecido hueco por ser el primer dueño con capacidad visionaria, y Pat Riley por su influencia más allá a juego (¿por qué pensáis que los entrenadores visten de traje en la actualidad?).

En resumen, esta serie documental es de obligado visionado para todo aficionado al baloncesto. Son más de tres horas de puro placer y deleite de esta rivalidad, clave en el desarrollo posterior del deporte profesional.

Señores, "Awaydays" como historia es un truño, y su argumento tiene menos interés que un depósito a plazo a fijo en vuestra entidad bancaria. Sus protagonistas principales tienen una actuación... cómo diría yo... ¿descafeinada? ¿sosa? ¿sin brillo? ¿indiferente? ¿muy mala? Bueno, ¿y qué decimos de los "palabros" de estos muchachos? Yo pertenezco a ese tipo de gente que trata de sacarle partido a las academias de inglés y al "John Brown is a little indian, one little indian, two", y me gusta ver las películas en versión original, y vaya telita lo que sueltan esta gente por la boca, ¡no hay quien pille algo!

A pesar de lo que puedan suponer estos incovenientes, esta película podría durar cinco horas y seguirías pegado a la pantalla viendo modelos casuals de la época, escuchando temazos de grupos del nivel de Joy Division, Ultravox, The Cure o The Jam, o disfrutando con la decoración de las habitaciones. Y, como no, las peleas son geniales, empezando por cánticos amenazantes de "we are evil!" hasta las zurras que le dan los chavalitos a los puretas de las hinchadas rivales, por muy dudoso que sea el resultado final.

Sí, esta película sólo tiene envoltorio, ¡pero menudo envoltorio! Quédense con la estética y el ambiente que se respira y echen a un lado lo que le pasa a Elvis, Carty, su hermana y a todos los demás personajes de esta película. Dá lo mismo, créanme.