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España España · Madrid
Críticas de jokinr
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
3
20 de septiembre de 2016
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que ante una película musical nos encontramos ante un filme con canciones, protagonizado por una cantautora que ha compuesto las mismas y cuyo fin principal no queda muy claro, si es la denuncia de la expropiación masiva efectuada por la banca española (es decir, por la burguesía) contra el patrimonio de la clase trabajadora o la promoción de los discos de Silvia Pérez Cruz, la cantante en cuestión. En cualquiera de los casos, y dando por válido que ambos fines puedan ser compatibles, en lo que respecta al primero la cinta peca de una cortedad y una simplicidad notables. Dirigida fundamentalmente a la sensibilidad morbosa del espectador ya concienciado, provocará seguramente una solidaridad sin duda aplaudible pero temémonos inútil, pues se basa en una ausencia absoluta de cualquier tipo análisis de la realidad que pretende denunciar y por tanto de afán de conocimiento y, por tanto, de comprensión. Tan sólo parece pretender la conmoción del espectador. La presunta denuncia, así, no va más allá de mostrar los sufrimientos casi insoportables de una familia ante la ejecución de una hipoteca responsabilizando de ellos al empleaducho de una oficina bancaria lleno de remordimientos, a la insensible directora de la misma y de manera un tanto difusa a un pelotón de policías en el que los problemas de conciencia no son algo extraño. Sobre ellos están los bancos, acusados como mucho de apropiación indebida, y sobre los tejados de las instituciones financieras los guionistas nos señalan a unos “ellos” invisibles, jamás identificados, como responsables, o si se quiere “culpables” de todo. ¿Pero quiénes son ellos?, ¡ah!, no parece interesarle a nadie y mucho menos a los que han elaborado el filme.
En medio de las peripecias dramáticas de los protagonistas a éstos de repente les da por cantar y en una ocasión hasta por elaborar una coreografía tipo Esther Williams, con unas canciones cuyas letras parecen tener algo que ver con la trama o con el estado psicológico de los personajes. Aquí aparece el segundo objetivo: promocionar los discos de Pérez Cruz, el cual, seguramente, es más factible que cualquier otro que se propongan los hacedores del filme.
Desde la perspectiva musical, “Cerca de tu casa” dispone de unos cuantos modelos de los que echar mano. Por ejemplo el Jacques Demy de “Una habitación en la ciudad” de 1982, o de la más lejana “Las señoritas de Rochefort”, de 1967. Claro que por lo menos esta última tenía un número estupendo de Gene Kelly. Una referencia más cercana y más útil para la publicidad musical la tiene esta cinta en las películas de Marisol, las cuales se constituyen como una especie de negativo de esta de Cortés. Donde en aquéllas la vida es una tómbola de luz y de color en ésta es un destino en sombras y tonos oscuros, si aquéllas abundaban en risas y alegría de vivir en ésta en tristeza y desesperación, donde en unas aparece un abuelito cascarrabias, en otra tenemos una madre con muy mala leche; eso sí en ambos lados el personaje gruñón acaba transformado en una fuente de amor redentor o redimido; si Marisol es rubia Pérez Cruz es morena... Además, como en las pelis de la inolvidable Pepa Flores, en la de Eduardo Cortés también hay un sitio para la esperanza final: ambos mundos comparten clausuras igualmente estúpidas por ingenuas y falsas. En el de Marisol, porque todo se soluciona siguiendo los fantásticos planes de la mente limpia e inocente de la rubia de ojos claros; en el de Cortés, porque parece que los problemas de la familia protagonista quedan, si no resueltos, sí subsumidos por arte de birlibirloque en la adhesión militante, como una familia unida y reconciliada, al activismo antidesahucios. Y aquí paz y después gloria.
jokinr
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6
13 de noviembre de 2012
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir de una película de Ozores que es una de sus mejores es, por una parte, aventurarse demasiado, ya que con cerca de cien títulos no creo que haya habido muchas personas que hayan visto ni la mitad (yo desde luego no); por otra, no es decir mucho, porque es bastante complicado toparse con una de ellas que ofrezcan al espectador atractivos cinematográficos. En este caso, el valor de este filme puede tener, más que en otros de este director, un peso sociológico. Aguarda, así, al espectador la sorpresa del tema, en un director de claras tendencias conservadoras (lo mismo pasa con ¡Que vienen los socialistas!): la lucha de una mujer médico rural para hacerse respetar como profesional en un ambiente claramente machista en la España de los setenta. Tema que, no escapa en su desarrollo, de muchos toques claramente sexistas, aunque parezca una contradicción. En su haber se puede mencionar igualmente el hallazgo del trío de personajes encabezado por Antonio Ozores que, la verdad, tiene mucha gracia (a pesar del propio Antonio Ozores), la estupenda interpretación de más de un actor (destaquemos a M. Carmen Prendes) y una dirección y montaje siempre ágiles en Mariano Ozores. Es una pena que este director, con el buen hacer de su cámara, se especializara en guiones rápidos, baratos, de escaso vuelo y humor chabacano. Pero como decía él, y sostengo yo, sufre nuestra industria una dicotomía tal que el profesional del cine sólo (o casi), ha podido elegir entre el éxito populachero y el fracaso "de qualité", y Ozores, como bien expresó en sus memorias, se decidió, para bien o para mal, por lo primero.
jokinr
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7
15 de noviembre de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El error principal de este interesante y pionero filme sobre la guerra del Vietnam, o mejor dicho. sobre los sufrimientos de la soldadesca yanqui durante la guerra del Vietnam, es su carencia de tema principal, o mejor dicho la disolución del tema de la miseria de la guerra, y dentro de ella de la mezquindad y villanía de la oficialidad de un ejército racista e imperialista, en una anécdota, un partido de fútbol, que priva de la fuerza que desde el primer minuto parecía tener. Así nos encontramo con una especie de mezcla entre "La chaqueta metálica", "Apocalipsis ya" y "Evasión o victoria", sólo que en lugar de profundizar en cada uno de los temas propuestos abandona el primero, la denuncia antibelicista, sin desarrollarlo hasta el fondo, para no llegar hasta las últimas consecuencias del segundo, el amaño del resultado de un partido como símbolo de la falsedad de la propaganda bélica y del desprecio de los oficiales a los soldados. Aun y todo, la primera parte tiene tanta fuerza en la denuncia, con una dirección y guión que sin ser una maravilla tan poco están mal, que se puede perdonar la última media hora perdida sobre el césped del campo deportivo. Digna de verse.
jokinr
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10
23 de junio de 2017
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un tanto perverso, sino muestra de falta de luces, juzgar una obra de 1917 con los parámetros cinematográficos de cien años después, y resulta ya ridículo juzgar un burlesco como se estuviéramos ante una obra neorralista. Pues bien, esto es lo que hacen algunos participantes de este foro. Insinuar que esta obra está sobrevalorada, que el tratamiento de la drogadicción es burdo y sonrojante y que tiene toques moralistas porque se da una visión amable de las "misiones protestantes" es no enterarse, como se dice popularmente, "de qué va la película". Se puede discutir o no si este filme es una obra maestra, sobre todo porque casi nadie se pone de acuerdo en decidir qué es una obra maestra, pero lo que es más difícil de poner en duda es la calidad de esta cinta y sobre todo su influencia posterior, que es como decir la influencia de Chaplin, no sólo en el mundo del cinema sino en la cultura universal. No voy a desgranar técnica y ni artísticamente este filme (hay montones de libros donde nuestros "sagaces" rompemitos de 'Filmaffinity' pueden ilustrarse), pero fueron películas como esta (y otras como "El emigrante", "El chico", "Día de paga", "El balneario" y tantas otras de su época muda) con las que Chaplin forjó una de las obras más sólidas de la cinematografía. Y no sólo porque fuera un hábil "humorista" (limitar a ese papel al artista británico me parece un sarcasmo) sino porque entre otras muchas cosas fue un estupendo director de cine, un magnífico director de actores, un extraordinario productor, un actor excelso, un guionista sobresaliente y un insuperable organizador de cuadros, además de músico interesante. En fin, que Chaplin no es un cualquiera que pasaba por ahí y que quien no lo vea así que se pare un poquito a reflexionar sobre lo que es el cine y lo que son las películas de Charles Chaplin.
jokinr
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8
20 de marzo de 2015
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son conocidas de todos los buenos aficionados al cine las reiteradas intenciones del maestro Eisenstein de llevar a la pantalla “El capital” de Carlos Marx. Ese ambicioso proyecto no pudo ser llevado a cabo. Sin embargo, otros cineastas, a sabiendas o involuntariamente, contribuyeron a la ilustración cinematográfica de ese magno texto económico, si bien fragmentariamente. Uno de los filmes “marxistas” a pesar de sus autores probablemente, y a contrapelo seguramente de sus verdaderas intenciones (uno de sus guionistas, Borden Chase, se mostró siempre como un anticomunista furibundo), fue “Su majestad de los mares del Sur” dirigida por el infravalorado Byron Hoskin, en el que se nos narra cómo en la segunda mitad del siglo XIX las redes comerciales enredan a una sociedad primitiva hasta integrarla en el sistema y desfigurarla en función de las necesidades económicas de los países centrales del capitalismo (proceso descrito en la obra citada del pensador alemán). Otro es este “La clase obrera va al paraíso”, en que, esta vez sí conscientemente, Elio Petri y Ugo Pirro, nos muestran, no sin una dosis de humor que se agradece, cuál es el papel del trabajador en el modo de producción capitalista, más concretamente del clásico proletario de la gran industria: una mera mercancía que se convierte en una extensión de la máquina que acaba transformado, desde el punto de vista humano, en un ser alienado y cuasi embrutecido (tesis también de don Carlos). Pirro y Petri sitúan su historia en el contexto enloquecido de los años setenta italianos en el que los grupos comunistas más radicales intentaban, con muchas razones pero con éxito escaso, que los obreros se sumasen a la estrategia revolucionaria y abandonaran los compromisos de la línea oficial de los sindicatos mayoritarios (léase también del Partido Comunista Italiano) con la burguesía. Obra, por tanto, teórica sobre cómo funciona el capitalismo real y sobre el debate al que éste somete al movimiento obrero en el centro mismo del sistema (en el que la Italia de aquella época fue un laboratorio extremadamente complejo y ejemplar); y también documento de una época imprescindible para conocer la vida cotidiana de una parte de la clase obrera italiana.
Merecen mención no sólo la dirección y la fuerza de la propia historia, sino la organización de la misma, los personajes simbólicos que pueblan el guión y unas interpretaciones magistrales, entre las que destacan la de Gian María Volonté, en uno de sus mejores papeles, y la de Salvo Randone, en el papel de obrero enloquecido por las duras condiciones de trabajo y de lucha obrera en el interior de la fábrica.
En definitiva, cine grande, cine serio, cine trascendente, cine imprescindible.
jokinr
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