Tontería apocalíptica al ritmo solemne de una música épica que no se ajusta a lo que vemos. La película no transmite, en ningún momento, la sensación de estar frente a un mundo en extinción o peligro verdadero, sino ante un espectáculo de feria, con monstruos de feria y un miedo de "tren de la bruja".
Crea más tensión cualquier criminal sin escrúpulos de una buen thriller, que estos millones de zombis bailando a coro.
Prescindible.

Un gran número de películas de Bergman promueven la depresión pero ésta arrastra de lleno al espectador al vacío, pues eso es lo que muestra. Las obsesiones del autor no encuentran aquí una buena exposición y todo se reduce a una atmósfera asfixiante en lo formal y en lo espiritual. Confusa y deslavazada, autoindulgente y sin recorrido. Para incondicionales sin reparos.

Primorosa recreación de un tiempo de este país.
Excelente composición de personajes, con especial acierto en ese canalla romántico interpretado a la perfección por Oriol Pla.
Deja huella ese "Justo Gil", caradura, trepa, Pijoaparte, Lazarillo, de una España de cochambre y miedo en la que florecían los miserables y las flores del mal.
Magnífica envoltura musical para sumergirnos en la melancolía del pasado.
¿Lo he dicho ya? Estupenda.

Tal vez haya un discurso punzante sobre las relaciones de amor...ligeramente perversas. Tal vez haya una aguda reflexión sobre unas cuantas intimidades del corazón. Tal vez se diseccione un aspecto morboso del deseo. Tal vez brille una forma de manipulación de las relaciones personales. Pero, de lo que no hay duda, es de que el resultado es una película tediosa con una interesante obra de teatro en su interior.

Transparente como el espejo donde nos miramos cada mañana, dolorosa como una espina en el propio corazón, capaz de contagiar el amor como sólo pueden hacerlo los más bellos recuerdos de nuestro ayer, con alma en los personajes, traspasada de bondad y de esa rara cualidad que sólo atesoran las grandes obras, un halo espiritual que las hace cercanas, vivas, inolvidables.