¿Alguien no se ha sentido alguna vez como Muriel?

¿Como una inútil, que no encaja, que no tiene éxito ni autonomía?

Porque, incluso este personaje tan torpe, con tan poca carisma y tan poca clase, tiene un encanto y transmite una mezcla de lástima y de esperanza. "¡Ánimo, Muriel!", aunque a veces llega a ser desesperante.

Junto con otras películas, el mensaje de crítica es claro, y lo mejor, lo presenta de una forma simple y alegórica: así como perseguimos el éxito, y nuestros sueños se basan en cimientos tan vacuos como la fama, el dinero o el matrimonio creyendo que son los medios para ser felices, Muriel espera tener una boda por todo lo alto... al precio que sea. Sin embargo, se ve fea, dependiente, sin gracia ni glamour. Y mientras la vida pasa y su alegría escapa por la ventana, se encierra en su cuarto escuchando música, como un ser condenado al fracaso.

Porque todos podemos sutituir ABBA por cualquier grupo que nos inspire melancolía y nostalgia por una realidad difusa que no hemos tenido, y que en realidad, no necesitamos para ser felices.

Una delicia de película. Una estética ochentera y una forma simpática de aplastar uno de los mayores mitos de la sociedad.

Son pocas las películas que, según mis criterios, pueden llevar un excelente en su nota, pero decididamente Amélie pertenece a una de ellas: una comedia romántica detallada e inteligente como pocas, un guión y un diálogo surrealista, cómico; el trazado de los diferentes personajes, su buen reparto y, sobre todo, la puesta en escena: el juego de luces y de colores, junto con la banda sonora hacen de Amélie una película bella, tanto en su mágica historia, como en los escenarios donde se combina y se contrasta el color y la música.

Aunque pienso que Michael Moore es bastante populista, y su sarcasmo a veces roza la demagogia (basándome en el libro "Stupid White men"), creo que es una figura necesaria y resplandeciente en una desinformada sociedad estadounidense, y sus documentales no dejan de ser cuanto menos, interesantes. En este último, Sicko, enfoca de una manera alarmante el precario sistema sanitario existente en norteamérica, la poca humanización tanto del personal médico como de la población en general, y, aunque de forma casi cómica y expuesta como idea secundaria, el esfuerzo de los de arriba por convencer a los americanos que Estados Unidos sigue siendo "el país de la libertad".

Como yo ignoraba por completo que el director se había copiado a sí mismo añadiendo la guinda americana, he visto este remake sin ningún tipo de espectativa. Es una de las pocas películas que me inspiran un sentimiento de asco, impotencia y rabia a la vez.

Las escenas transcurren lentas, a tiempo real sin ningún tipo de música (me recordaba al silencioso "Pájaros", de Hitchcock) creando un ambiente de suspense contrastado con el toque de humor negro de ambos golfistas. Y, por supuesto, la interacción con el propio espectador, "el que apoya a lo buenos y quiere que todo acabe bien", que no deja de ser un modo de introducirnos más en la historia como testigos mudos.

Ver como poco a poco un antiguo fósil del ejército estadounidense comprende que no hay grandes barreras ni diferencias entre unas culturas y otras me resulta fascinante. Y todavía lo es más el ver como paso a paso entabla una enorme unión y empatía hacia aquellos a los que tanto despreciaba. Aunque en mi opinión peca de ser un poco predecible, no por ello deja de ser gratificante observar como los muros del prejuicio van cayendo, incluso en las mentes más herméticamente cerradas.

Los comentarios ácidos de Wally y los motes desagradables que se tornan cómicos no tienen desperdicio.