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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Críticas de Peaky Boy
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
6
3 de julio de 2013
144 de 205 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que ha de decirse para arrojar luz sobre la obra de Marc Forster, es que la Z que aparece en el título, viene de Zombi. Dato que al parecer no ha debido quedar demasiado claro, dada la cantidad de críticas que se han hecho denunciando la falta de realismo de la historia.
Guerra Mundial Z, o Guerra Mundial Zombi para que no haya lugar a dudas, una superproducción con un presupuesto de doscientos millones de dólares y con Brad Pitt como protagonista. Indicadores más que suficientes de que no estamos ante una cinta independiente, con una serie de mensajes ocultos, diálogos con segundas intenciones, escenas fuera de cámara y sangre a borbotones, de eso ya se encargaron grandes obras del género como, Yo anduve con un zombie, 1943, del mítico director de serie B, o serie Z (esta ya no es por Zombi), Jaques Tourneur, en la que, como muchas otras, los zombis no eran mas que representaciones metafóricas de la podrida sociedad.
Este Blockbuster para toda la familia, que mezcla acción y terror light de forma muy efectiva, es la adaptación de la novela de Max Brooks, Guerra Mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi, donde poco queda de aquel mito haitiano, en el que un hechicero vudú, mediante una serie de ritos mágicos conseguiría resucitar a un muerto, que quedaría posteriormente a su disposición, obedeciendo su voluntad como esclavo.
Historia de tintes apocalípticos en la que el planeta Tierra se ve amenazado por un virus de muy rápida propagación, que va convirtiendo a sus habitantes en agresivos caníbales. Lejos quedaron aquellos seres torpes y lentos, con los que el cine siempre había representado a los muertos vivientes, recordemos aquella carismática interpretación de Bela Lugosi en la considerada como la primera película de zombis, La legión de los hombres sin alma, 1932. Los actuales monstruos son extremadamente fuertes y veloces, más parecidos a los representados por Francis Lawrence en Soy Leyenda, 2007. Con un panorama así, es imprescindible la intervención de un héroe que consiga la salivación del mundo (Estados Unidos), un Brad Pitt, que ha dejado de lado al chico cool y guaperas arrogante que, por otro lado, tanto nos gustaba, para empezar a aceptar que el paso del tiempo afecta a todo el mundo. Interpretando un papel mucho más maduro, que consigue una gran empatía con un espectador convencido de que nada de lo que pase en derredor tiene verdadera importancia, siempre y cuando Gerry Lane consiga escapar.
Gerry es un experto en zonas de conflicto que trabajaba para la ONU hasta que se retiró de forma voluntaria para dedicarse a su familia y a las tareas del hogar. Cuando la situación se complica, su antiguo jefe se pone en contacto con él para que lidere la misión de reestablecimiento del orden, a cambio de mantener a su familia a salvo en un refugio protegido y abastecido en medio del océano. Sólo un país, Israel, ha sido capaz de prever semejante ataque, con una explicación, cuando menos ingeniosa, y preparando la ciudad como si de una gran fortaleza se tratase, que pondrá a prueba a los violentos depredadotes (mucha atención pues aquí presenciaremos una de las escenas más espectaculares que se han visto en mucho tiempo)
El trabajo de Forster ha sido el esperado, poca opción ha tenido el realizador viendo la irrisoria lista de productores y productores ejecutivos que encontramos tras los créditos. Un director que comenzó haciendo cine independiente, pero que poco a poco se ha ido convirtiendo en el chico para todo de Hollywood, un hombre que pasa inadvertido, trabaja bien y de forma profesional, y al que no le importa dejar de lado su opinión artística en pro de las exigencias de grandes productoras.
El nivel de tensión mantenido durante todo el filme es bastante alto, Forster no da tregua al espectador mediante el uso de persecuciones trepidantes y un endiablado ritmo que solo se verá interrumpido en escenas del más absoluto silencio en las que, el pisar un cristal o el sonido de una lata rodando, mantendrán los nervios a flor de piel. La banda de rock británica MUSE, será la encargada de acompañar y marcar el ritmo de la acción, rompiendo con esos silencios incómodos.
A modo de conclusión, si sois aficionados al cine de acción, y os apetece pasar un rato entretenido, Guerra Mundial Z es vuestra película. Si por el contrario es el cine de autor lo que os gusta, entonces quedaros con George A. Romero.
Peaky Boy
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7
12 de mayo de 2013
69 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mud, un hombre capaz de todo por el amor de su infancia, se cruza con Ellis, un niño que pese a todos los problemas románticos que le rodean, sigue creyendo en el amor verdadero y está dispuesto a luchar por esa causa e implicarse hasta donde sea necesario por una pareja que no conoce. Un chico duro en apariencia, pero que en el interior tiene una sensibilidad especial, se verá inmerso en persecuciones de caza recompensas, ciénagas llenas de peligrosas serpientes, y todo tipo de aventuras por conseguir que su nuevo amigo consiga vencer todos los obstáculos que se interponen entre él y su novia, la guapa chica de largas piernas y pájaros en las manos.
Mud, cuyo temperamento hace honor a su nombre, tendrá que aprender una importante lección de madurez, paradójicamente impartida por un pre adolescente, y elegir entre continuar con su vida y pasar página, o seguir estancado en una infancia que se niega a abandonar.
Jeff Nichols, el director de Take Shelter, vuelve a golpearnos con historias de personas reales, centrándose por completo en el comportamiento humano ante situaciones de estrés, en concreto ahonda en la idiosincrasia de las familias sureñas de los Estados Unidos.
El cinematógrafo Adam Stone vuelve a repetir con Nichols, y ya van 3 de 3, componiendo nuevamente una fotografía bella basada en los espacios naturales, y a la vez siguiendo con su representativo estilo claustrofóbico con el que ya nos sorprendió en la mencionada Take Shelter, en la primera obra del director, Shotgun Stories, y en la sobrecogedora y más reciente cinta de Craig Zobel, Compliance.
También repite con el realizador, Michel Shannon, actor al que llevo ya tiempo siguiéndole la pista, desde que me sorprendiera con la cinta de Herzog, “My son my son, What have you done”, que aparece, ya no como protagonista, ni en su habitual rol desquiciado, sino en un papel mucho más modesto que, pese a ello, le da la oportunidad de dejar su huella en un par de escenas muy significativas. Por su parte Matthew McConaughey, completa una actuación muy aceptable cargada de carisma, aunque sin duda los verdaderos protagonistas del film son los dos chicos, Tye Sheridan y Jacob Lofland, dos jóvenes promesas que conmueven con su representación de la camaradería, el respeto y verdadera amistad.
Un nuevo acierto de un director que se niega a dejar de lado sus principios, y que empieza a ganarse un reconocimiento importante por parte de crítica y público.
Peaky Boy
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8
17 de diciembre de 2013
67 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mala gente que camina y va apestando la tierra...” Ya nos avisaba Antonio de que en todos los lugares del mundo hay gente que te buscará las cosquillas, te pisará cuando estés en el suelo, se tomará la molestia de indagar en tu interior para entonces, cuando bajes la guardia, atacarte con inquina, injuriarte y jactarse de ello. Si esa persona llega a ofendernos realmente, y dependiendo de cómo de alto tengamos el umbral de tolerancia, es posible que nuestra naturaleza más animal responda de forma violenta, otorgando una victoria inmediata a nuestro indeseable rival. Pero para algo existe la justicia poética, eso que sólo suele ocurrir en la ficción y que, como un karma irritado, transformará la sonrisa triunfal del canalla en una mueca de dolor, envidia y resentimiento mucho más satisfactoria que todos los golpes del mundo. Los pelos de punta, la sonrisa nerviosa y ese cosquilleo que recorre nuestro cuerpo indican que la magia del cine ha vuelto a lograr su cometido.
Justicia es lo que busca para sus personajes Alexander Payne, un director especialista en mostrar la cara más humana y patética de la sociedad; y la poesía es el vehículo utilizado en esta Road Movie que seguirá los pasos de Woody Grant y su hijo David, dos personajes tan entrañables como faltos de miras, sin un objetivo claro en la vida, en los que se puede ver perfectamente el paso del tiempo, como si ambos fueran la misma persona en diferentes épocas compartiendo un mismo escenario. Un escenario conformado por los maravillosos paisajes que aparecen a lo largo de los más de 1000 kilómetros que separan Montana de Nebraska. Y precisamente ahí es a donde se dirige nuestro protagonista para recoger el premio de un millón de dólares que ha ganado, o eso cree él. Decidido a llegar al lugar indicado aunque sea andando, no dejará que nadie lo detenga hasta lograr su cometido, despertando así la preocupación de su hijo que le acompañará en su disparatada travesía. Por el camino se detendrán en el pueblo donde se crió el anciano, un pueblo pequeño y poético, como todo en la película, que trae viejos recuerdos a la delicada mente del viajero, y hace recordar al espectador al sin par Miguel Hernández,
“La vejez en los pueblos. El corazón sin dueño. El amor sin objeto. La hierba, el polvo, el cuervo. ¿Y la juventud? En el ataúd.”
Película agridulce que aborda con inteligente y agradable humor un tema tan delicado como es el paso del tiempo y los estragos que deja en las personas. La parte dulce la pone la pareja protagonista, dos hombres muy simples y sin ninguna maldad que se preocupan, a su manera, el uno por el otro. La parte agria vendrá del resto de patéticos personajes, como la mujer de Woody, Kate, malhablada, envidiosa y cruel que, pese a las muchas atrocidades verbales que ponen de manifiesto su desagradable temperamento, blasona de practicar un catolicismo intachable. Ella, al igual que el hermano mayor de David, Ross, destaca por su frialdad y superficialidad aunque, en el fondo, ambos tengan un lado sensible y cariñoso.
Bruce Dern borda una interpretación magistral como Woody, un lacónico y alcohólico padre que comienza a notar cómo la inevitable guadaña se acerca causándole un miedo incontenible, no a la muerte en sí, sino al fracaso. Por ello intentará remediar con un millón de dólares las carencias afectivas que haya podido tener como padre. Un gigante de la gran pantalla que, con paso errático, tambaleante y sin prisa, tendría que alzarse con el Oscar al mejor actor en la próxima edición de los prestigiosos premios. De momento, su sensacional actuación ya le ha valido el premio al mejor actor del festival de cine de Cannes. June Squibb, que ya colaboró con Payne en la cinta A propósito de Schmidt, 2002, no se queda corta en el apartado interpretativo, ofreciendo una actuación no tan conmovedora, pero llena de fuerza y buen humor sarcástico, por lo que depositamos en ella nuestras esperanzas para la estatuilla a mejor actriz de reparto.
Con semejante elenco y dirección, el guion no podía ser menos y, en efecto, el estupendo libreto se disfruta de principio a fin. Un trabajo redondo que, por primera vez, no fue escrito por el propio director sino por Bob Nelson quien, centrándose en los protagonistas, no permitió a los elementos externos apoderarse de la obra. Claro ejemplo es el momento en el que se habla de la separación de David y su novia ya que, lejos de convertirse en una dramática historia de celos, desamor y melodramas varios, el escritor simplemente utiliza esa escena como refuerzo para resaltar la pusilánime personalidad del actor, olvidándose inmediatamente después, y por completo, de la chica en cuestión.
También nos habíamos olvidado, tras los primeros fotogramas, de que la película es en blanco y negro, imaginando a los personajes en esa tonalidad monocromática, sin concebir que en la vida real sean personas a todo color. Una fotografía, a cargo de Phedon Papamichael, tan elegante como natural, una belleza artística deslumbrante, amable y cruda a partes iguales que consigue una composición muy cuidada del retrato humano sin que resulte artificial, una belleza de contrastes entre la soledad interior y la unión familiar, el encanto e inocencia infantil bajo una triste mirada que tiempo ha que asumió el inevitable e impredecible momento de su marcha. Poética, descriptiva y melancólica fotografía que evoca al mismísimo Machado, “una pálida rama polvorienta sobre el encanto de la fuente limpia”.
Peaky Boy
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8
6 de octubre de 2013
61 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la década de los noventa el cine negro sufrió un gran cambio, una transformación que lo alejó de la ingenuidad y lo sumió en una oscuridad mucho más asfixiante de la que estábamos acostumbrados, no sólo en la trama, sino también en los personajes. Los malos fueron totalmente deshumanizados, creando monstruos de la peor calaña con los que el diálogo no era una opción viable como recurso para entrar en su hermética mente, e intentar descifrar su retorcida personalidad. Lejos quedó la empatía que nos despertaba Orson Welles en El tercer hombre, 1949, cuando subido a la noria del parque de atracciones de Viena analizaba la hipocresía con la que se justifica el bien y el mal, o el famoso monólogo sobre la moralidad con el que Peter Lorre intentaba defenderse de un jurado popular que hacía tiempo había fallado en su contra en, M, el vampiro de Dusseldorf, 1931 “¡Y vosotros os atrevéis a juzgarme!”. Los buenos, por su parte, también han sufrido una evolución digna de todos aquellos que dejaron de salirse con la suya hace mucho tiempo. Las atrocidades a las que se enfrentan a diario les han hecho adoptar una personalidad mucho menos sociable, convirtiéndolos en lobos solitarios que viven esclavos de su trabajo ocultos tras la fría mirada de quien han contemplado el terror a los ojos y ha vivido para contarlo.
David Fincher se proclamó como uno de los precursores de este film noir de una intensidad casi opaca. Su obra Se7en, 1995, es un estudio de una de las mentes más enfermas de la historia, la de John Doe, que sirvió de precedente para muchos de los nuevos directores que hoy se enfrentan a los grandes miedos de la sociedad.
Denis Villeneuve se podría considerar como uno de los alumnos aventajados de este subgénero, el canadiense se dio a conocer internacionalmente cuando en 2009, ayudado por testimonios reales, reabrió las heridas de uno de los episodios más dramáticos del ámbito escolar, la matanza del instituto politécnico de Montreal, Polytechnique. Sin embargo, no fue hasta 2010 cuando maravillara y horrorizara a partes iguales con su filme Incendies, una pesadilla que asusta no sólo por sus aires de historia real, sino por lo técnicamente bien trazada que resultó. Una obra mayor, perturbadora como pocas.
Con Prisioneros, Villeneuve se estrena al otro lado del charco, y al contrario de lo que se pudiera pensar, el director se las ha ingeniado para adaptar Hollywood a su estilo y no al revés. El canadiense pone sus cartas boca arriba desde el comienzo de la cinta, mostrando un personaje solitario, que pasa la cena de acción de gracias sin ninguna compañía en un triste restaurante asiático, la personalidad sombría que, oculta tras los tatuajes de sus manos y cuello, no nos despierta mucha confianza, pero se convertirá en la mejor baza de dos familias que esa misma noche sufrirán la desaparición de dos niñas de seis años. Jake Gyllenhaal, quien ya hiciera de protagonista en la película de Fincher, Zodiac, 2007 y repite como personaje principal en solitario en la próxima cinta de Villeneuve, ya estrenada en el festival de San Sebastián, Enemigo, traza una magnífica actuación llena de fuerza, aportando a la trama una profundidad añadida gracias al temperamento distante de su personaje, un detective implacable con un porcentaje de casos resueltos del 100%. Compartiendo protagonismo con Gyllenhaal se encuentra Hugh Jackman, un actor que sabe adaptarse como nadie a cualquier situación y que consigue transmitir la empatía necesaria para que la carga melodramática simplemente aporte fuerza al filme, sin llegar a apoderarse por completo del mismo. Entre ambos, un reparto de secundarios estelar que estará a la altura de las circunstancias.
La historia se centra en la figura de un padre, un ciudadano ejemplar, responsable y cauto que no escatima en precauciones frente a cualquier tipo de adversidad que pueda ocurrir con el fin de proteger a su familia, hasta que un día es atacado por algo contra lo que no estaba preparado. La investigación policial no parece avanzar, y su desesperada situación, en la que cada segundo que pasa juega en contra, le lleva a transformarse en una persona completamente diferente, una persona aterradora que no dudará en llegar hasta donde sea necesario por la salvación de aquello que más quiere en la vida. El director plantea muchas preguntas y dilemas morales que, llenados con silencios, el espectador deberá interpretar, algo muy raro en el cine de Hollywood donde suelen dárnoslo todo blanco y en botella.
Roger Deakins, colaborador asiduo de los hermanos Coen, se encarga de añadir tenebrosidad al apartado visual mediante la fantástica fotografía que, desde los primeros minutos de metraje, combinará algunos de los recursos más habituales y llamativos del cine negro, con otros más originales y propios del consagrado director de fotografía, como se demuestra en una de las primeras escenas en la que, al descubrir la caravana del primer sospechoso, la oscuridad de la noche cubierta por el filtro translúcido de la implacable lluvia, convertirá los faros y linternas de los agentes de policía en resplandecientes focos que, a contraluz, proyectarán trémulas sombras en la penumbra y convertirán desde ese momento a la imagen en uno de los mayores aliados de este ejercicio deslumbrantemente lóbrego.
La banda sonora acentuará la tensión en cada minuto de las fugaces dos horas y media de metraje, atrapándonos entre sus acordes y marcando el ritmo de nuestra respiración mientras nos sumerge de lleno en ese laberinto que compone la trama, como testigos presenciales de una de las historias más horribles de los últimos años.
Peaky Boy
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Samsara
Documental
Estados Unidos2011
8,2
3.947
Documental
9
2 de septiembre de 2012
56 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creación – destrucción; fabricación – consumo; imprescindible – reemplazable. El mayor acontecimiento audiovisual al que he asistido nunca en una sala de cine. Vuelve Ron Fricke 20 años después para dejarnos, una vez más, con la boca abierta. Siguiendo las pautas de su predecesora Baraka, nos abre las puertas de un mundo desconocido, un mundo por el que deambulamos a diario sin percatarnos de lo que alberga. Un despliegue de medios excepcional, rodada completamente en 70mm nos muestra de manera asombrosa el ciclo vital, el Samsara, palabra utilizada en la cultura India para referirse al ciclo de nacimiento, vida y muerte. Eso es lo que encontraremos en la cinta, un ciclo perfecto, que se cierra y a su vez se hace eterno, pues la eternidad es el principio y el final.
Llena de contrastes, en el contenido, el todo y la nada, el bien y el mal, riqueza y pobreza; y también en el ritmo que se muestra igual de irregular, calmado, apacible relajado por momentos, hasta que se vuelve trepidante, salvaje, descarnado.
El documental es mucho más cercano que la antes mencionada Baraka, llena de primeros planos, más centrada en interiores y grandes superficies, buscando siempre la armonía, armonía de colores, de sonidos y formas, armonía en las transiciones y saltos de plano. Espeluznante por momentos, nos abruma mostrándonos lo pequeño que es el ser humano en comparación con la magnitud de sus creaciones. Eso es algo que comparten todos los “no” protagonistas de esta obra, todos son una pequeña sombra de sus creaciones, tanto el que vive para su trabajo, como aquel que trabaja para poder vivir; hilarante en otros, nos colaremos en fábricas y lugares a los que jamás tendríamos acceso para comprobar lo peculiar de nuestro propio comportamiento. Hola Charles Chaplin.
Una hora y media de deleite sensorial, la narración inexistente hará que el transcurso sea lento, agradable y en definitiva, disfrutable, a menos que se tenga prisa, en ese caso, ésta no es tu película. No encontraremos acción, solamente imagen, sonido y la posible interpretación de un universo fascinante. Crítica, sagaz, irónica, resultado de 5 años de rodaje, más 100 lugares distintos en 25 países diferentes, muchos de los cuales se guardan bajo riguroso secreto. Un 10 para el director y para todo el equipo encargado de la localización geográfica de cada plano. Cada segundo vale la pena.
Peaky Boy
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