Martyrs viene a ser una reflexión sobre los mecanismos de la opresión y sus consecuencias. En este sentido me recuerda un poco a Caché. En un primer bloque cuenta la venganza, la de Lucie, víctima en su infancia de unos abusos terribles y que milagrosamente logró escapar de su cautiverio. Los destinatarios de su violencia, después de quince años de búsqueda, no sólo son los que la martirizaron sino, obviamente, también sus hijos (el terror que siembran los oprimidos siempre es indiscriminado). La violencia que ejerce es cruda y descarnada igual que el sentimiento de culpa que carga por haber dejado a su suerte, en su escapada, a otra cautiva.

El segundo bloque cuenta cómo, en los sótanos de la casa donde se ha producido la matanza, es salvajemente torturada Anna, la compañera de Lucie, una especie de hermanita de la caridad. El espacio en que se desarrolla la película a continuación es como una metáfora de la opresión: abajo, muy abajo, en el profundo sótano, Anna es torturada de forma fría y constante por los que vienen de arriba, no conocemos exactamente los motivos. Lo que importa es que el sufrimiento de Anna, el sufrimiento humano, es causado con total indiferencia. La motivación de los torturadores se desvela al final, pero esa excusa pseudo-religiosa causante de toda la pesadilla carece de importancia, podría haber sido otra.

La película es muy violenta pero vista de esta manera cobra coherencia todo lo que nos muestra. Cine francés y de terror, la perspectiva siempre es atrayente.