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España España · Barcelona
Críticas de Hector
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante una obra mayor. Sólo en los 5 primeros minutos de visión, la maestría de dirección, la intensidad dramática de cada plano, y la fotografía preconizan una serie magnífica en lo cinematográfico. Además, el relato introductorio narrado en la primera escena, revela una novela ejemplar, cuya historia será trascendente.

El interés es máximo desde el inicio, y la segunda escena en la escuela es de inmensa emoción vital, apuntando que, lo que se va a narrar, será profundo, y se mantendrá en la memoria del espectador trascendiendo a sus personajes.

Así resulta. Los títulos introductorios y la presentación son ya de por sí un deleite: una banda sonora que envuelve la serie, creada expresamente para darle una original identidad musical, y unas impactantes fotografías de retratos realistas de los personajes que van a participar.

La historia se basa en la amistad entre dos chicas de caracteres y formas totalmente diferentes, y que configuran dos posturas vitales opuestas: la rebeldía, el instinto, la vitalidad, la pureza salvaje, la fuerza vital, la trasparencia y la valentía, en contraposición a la serenidad, los principios, la reserva, la timidez, la educación, el miedo, la reflexión y el saber estar. Pero ambas posturas son interpretadas a lo largo de la serie por dos personajes de igual capacidad e inteligencia, sobresalientes cada uno en su estilo.

Es omnipresente la presencia de Margherita en el papel de Elena Greco y de Gaia Girace en el papel de Lila Cerullo. Ellas son la serie; el resto de acontecimientos dramáticos funcionan en la medida en que aportan nuevos matices a su compleja relación, o la hacen evolucionar. Ambas actrices, no es que destaquen por su capacidad actoral, pero es el director el que las filma en función de un estilo arrebatador e hipnótico en el plano dramático. Elena sin mucho movimiento resulta hipnótica en su serenidad; Lila, al contrario, revoluciona todo con su aparición y su físico expresivamente salvaje. ¿Cómo se consigue este resultado? Sólo por la maestría de su director. El resto del elenco actoral se divide en personajes con cierto protagonismo, muy bien interpretados, como la madre de Elena y Estéfano, y otros secundarios con actores que no parecen profesionales.

La realización es excelente. Cada plano está estudiado en su detalle, en la aproximación de la cámara al rostro de los personajes, en los travellings y grúas que hace la cámara, en los silencios y pausas, en las miradas. El guion se compone contiene diálogos sencillos, directos pero tremendamente incisivos en el plano dramático. En su globalidad, estamos ante una historia cuyo desarrollo avanza consistentemente, aunque algunas subtramas tengan una aportación menor. El estilo de cine es neorrealista, caracterizando los personajes en un ambiente de miseria vital, en un entorno de lucha por la supervivencia.
El entorno en el pueblo también se hace entrañable y aporta unos exteriores e interiores que también identifica la serie de forma especial, siempre al servicio de todos los acontecimientos dramáticos.
En conclusión una serie excelente por su dirección, realización y guion, con un desarrollo dramático hipnótico, basado en la contraposición de dos posturas vitales opuestas, encarnadas por sus dos protagonistas.
Hector
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7
26 de mayo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer film que visiono de este director de culto.

Wong Kar-Wai mezcla dos tipos de cine, dos tipos de géneros, dos tipos de estéticas.

El primero la componen secuencias intermitentes cargadas de un tono de ciencia afición filosófico-romántica, desde mi punto de vista prescindible y donde la estética de videoclip poco aporta al drama. Aunque la estética futurista es correcta, es un tono de "cine de culto" pretencioso, pero sin alma verdadera. Esta parte resulta monótona y sin demasiado sentido fílmico apartándose del drama real.

El segundo la componen tres historias de diferentes mujeres que pasan por la vida amorosa del protagonista masculino. Aquí Wong Kar-Wai consigue una penetrante narración entre erótica y romántica, cargada de un fondo dramático amoroso que impacta visualmente por la planificación y la estética que se transmite. Los personajes son filmados de forma elegante, seductora y bella. Los planos son visualmente impactantes, recreándose la cámara en las expresiones de los rostros mientras hablan desde un lado del plano y mirando fuera del mismo, hacia el otro personaje que se encuentra fuera de plano. La estética es moderna y con algún aire de videoclip, pero sin dejar de ser altamente cinematográfica. El guión engancha por diálogos y por la tensión erótica y amorosa, con duelos psicológicos de alta carga dramática. Los actores están perfectos, en especial las actrices femeninas, en cuyos planos se recrea el director. Se transmite una cierta melancolía y un pesimismo amoroso. No hay ternura ni corazón, sólo pasión auto-destructiva pero transmitida con fuerza visual y mano firme en la dirección.
Hector
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6
29 de mayo de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil disponerse a ver esta película para un admirador del film “Espartaco” e imposible de visionar sin que el anterior referente se despierte tarde o temprano en la memoria de un buen aficionado al cine. Gladiator quiere ser un film épico ambientado en la época romana con el objetivo de contar una historia “grande” y al mismo tiempo dar un espectáculo visual al espectador. Vayamos por partes.

La historia que hay detrás del film tiene efectivamente los ingredientes necesarios para ser un buen motor del drama que se presenta: desamor, ambición y traición en la usurpación del poder del nuevo “Cesar” y venganza de “Gladiator”. Ridley Scott, experto en la creación de ambientes especiales y en producciones de alto presupuesto, es sin embargo un director muy limitado en el plano emocional, y bastante incapaz de captar el alma de un personaje al narrar una historia. En el caso de Gladiator, sólo logra reflejar una caricatura en la configuración de los personajes protagonistas, sólo consigue pinceladas de rasgos, que en manos de otro director, hubieran tenido una profundidad y trascendencia de mayor calado. Cuando Kirk Douglas habla en Espartaco, Kubrick radiografía su alma con una fuerza expresiva única y veraz. Cuando Rusell Crow habla se dirige a un público menos exigente, que sólo quiere pasar un buen rato en un film de espectáculo y acción. Esa es la diferencia entre un maestro del cine en todos sus géneros y un creador de ambientes visuales cargados de personajes estereotipados.

Como espectáculo Gladiator funciona, está bien narrada, y entretiene. En la creación de escenarios si que Rydley Scott es un maestro. Sólo indicar la obsesión de los directores actuales de películas épicas por mostrar miembros destrozados y sangre saliendo a borbotones. No hace falta.

En cuanto a los actores, Joaqui Phoenix hace un papel totalmente respetable y que encaja tremendamente con si físico entre neurótico y melancólico. Rusell Crow aporta sólo su enorme presencia física y telegenia, funciona, aunque resulta incapaz de transmitir verdadera emoción tras su rostro siempre inexpresivo. El resto de personajes del film no perdurarán en la memoria del espectador porque la dirección no ha sido capaz de dotarles de una entidad suficientemente consistente. Ridley Scott, consigue por tanto un film muy respetable como espectáculo pero en la revisión del género se queda en eso: “quiero y no puedo”.
Hector
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9
14 de diciembre de 2023
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Hacer un film sobre la relación entre dos niños con una honda unión emocional, amistad, admiración y simbiosis total, donde la presencia mutua en todo momento es una necesidad vital, y hacerlo en la zona límite con la atracción sexual sin transgredirla, es un reto ambicioso y de alto riesgo.

Para un resultado redondo, es necesario en primer lugar que ambos protagonistas tengan alta capacidad de transmisión sólo con ser filmados. Es el caso: cada plano mudo, sin diálogo, tiene en si mismo la tremenda atracción de ambos rostros sólo por el mero hecho de contemplarlos.

Sin una buena dirección, sólo sería un ejercicio de voyerismo, pero en “Close” el lenguaje cinematográfico y la forma de dirigir de Lukas Dhont consiguen en cada escena radiografiar el interior de ambos personajes y transmitir al espectador lo que están sintiendo.

La sensibilidad en el tratamiento del complejo tema es de altos vuelos, sin ningún exceso, con ingredientes mínimos, pero envolviendo todo el film, y generando un drama emocional perfecto .

La realización está basada en multitud de primeros planos, la mayoría con un enfoque muy selectivo en el rostro, y en otros casos cámara en mano, en un estilo de cine moderno, alejado de convenciones clásicas, donde sobresale una buena planificación. Las escenas donde ambos corren en bicicleta en tranquila competición son magníficas y se quedan grabadas en la memoria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hector
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10
13 de noviembre de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Nos encontramos ante una obra mayor. Dos bazas fundamentales: la primera, una historia densa y profundamente hipnotizante que revela la grandeza de la novela original; la segunda, una magistral dirección de Raoul Ruiz, impregnando la narración con un estilo único, austero en el plano narrativo, ascético, sobrio, con presencia del plano visual y cuyos diálogos sólo acompañan en lo preciso. Desde este punto de vista cine puro, desprovisto de todo artilugio y brillante en su esencia.

Si tuviera que hacer cine lo haría con los mismos recursos de realización que se muestran en el film. Movimientos circulares suaves y precisos; movimientos lentos de cámara sólo al servicio de la plasticidad en la visualización de la escena, y que al mismo tiempo le confieren dinamismo. (Nada que ver con los movimientos de acercamiento continuo de algunas realizaciones, que sólo fuerzan un dinamismo pero carentes de estilo); otras escenas centradas, sin complejo, con leves movimientos de cámara; los travellings siempre justificados. Cuando nada es necesario, planos estáticos. Los movimientos de los personajes dentro de la escena perfectamente sincronizados con los movimientos de la cámara. Todo está estudiado y trabajado en detalle. En definitiva una puesta en escena magistral.

Muchos recursos a destacar presentes en el film. La iluminación en clave baja usada para las escenas de mayor dramatismo; la filmación de cuadros clásicos de pintura que acompaña a algunas escenas, como elementos añadidos de estética y dramatismo; en algunas escenas, unas con voz en off narrativa, y otras normales, se visualiza un teatrillo de cartón con personajes que simulan la representación de la escena que está ocurriendo, como en otro universo ficticio paralelo. Simplemente genial. En conclusión, Raoul Ruiz combina en su film otros mundos culturales diferentes al cinematográfico.

La música da el colofón, envolviendo todo el film de principio a final. Jorge Arriagada compone una fantástica banda sonora en total consonancia con la apuesta estilística y el drama narrado. Al igual que todos los demás elementos, solo al servicio de la historia. Sin alardes, y quizás sin una melodía que se quede para la historia, pero sin duda esencial para la concepción del film.

Los actores, quizás no aporten interpretaciones sobresalientes, pero son perfectos en su papel dentro de un entorno estilístico austero, y sobre todo están magistralmente dirigidos. Los personajes están bien configurados y perfilados, quedándose en la memoria del espectador, por su trascendencia dramática en la historia. Ninguno es superfluo. Quizás solo los bandidos son algo exagerados, aunque encajados en su época.

El guion es cinematográficamente excelente, no sobra nada, cada escena es una aportación deleitosa en la historia narrada. Sorprende, a pesar de la sencillez del hilo dramático, que en numerosas ocasiones el drama envuelve de tal manera que el espectador no entiende conscientemente algunos detalles del tempo narrativo y de lo personajes. Es un film que requiere de segundas visiones, ya que la atmósfera creada por Raoul Ruiz es tan elevada, que llega hasta despistar al espectador en algunos momentos dramáticos, pero es una confusión sólo onírica y de éxtasis estético.

Con todo ello, solo concluir que estamos, francamente, ante una obra única y magistral.
Hector
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