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Críticas de Ángel de la Cruz
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
4
11 de junio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me hizo gracia El otro lado de la cama (2002) y también Los dos lados de la cama (2005), aunque ésta última menos. Me gustaron Las 13 rosas del mismo Martínez-Lázaro, a pesar del infame toque reconciliador y equidistante en algún pasaje de la cinta. Fui al cine y afronté Ocho apellidos vascos con ganas de reírme. Y lo hice, pero a ratos. De la hora y media de gags, coletillas, clichés y chistes fáciles solo funcionan algunas escenas sueltas. La narrativa es digna de cualquier telefilm de sobremesa o teleserie, pero cierto es que para el asunto tampoco hacía falta otra cosa (ni se le puede pedir). La historia en sí puede representar dos cosas: una manera sana de reírnos de nosotros mismos o la perpetuación en el imaginario colectivo de la visión absurda y trivial sobre las culturas andaluza y vasca. Aplaudo la posibilidad de lo primero por el contexto y el oportuno oportunismo (valga la redundancia), pero lo segundo seguiría arruinando la posibilidad de una convivencia sana y atractiva para todos. A mí no se me olvida que un político (o sea, un representante público) catalán dijo poco menos que los andaluces nos gastábamos las subvenciones en el bar. No obstante, defiendo que el cine es entretenimiento y que vale (casi) todo: no se puede ir al cine esperando que la película cumpla unos criterios deontológicos culturales, sociológicos, políticos, etc. Yo lo que le pido a una película de humor es que me haga reír, y me da exactamente igual cómo lo haga. Y el caso es que ésta apenas lo consiguió.

A todo esto, por si alguien no la ha visto. Una vasca (Clara Lago, que ha crecido mucho desde El viaje de Carol (Imanol Uribe, 2002) pero lamentablemente no ha cambiado mucho desde la infame Tengo ganas de ti (Fernando González, 2012), recién separada en plena despedida de soltera, se encuentra con un sevillano (el cómico Dani Rovira). Al final de una noche de tiranteces se acaban enrollando. La vasca sube a sus tierras pero se deja el bolso. El sevillano, todo un caballero enamorado, sube para arriba con la intención de camelarla con su arte andalú. Una vez allí, y como no puede ser de otra manera, la vasca pasa de él, pero por azares de la vida a ella le conviene que se haga pasar por su futuro marido ante su padre. De ahí al día de la boda pasará de todo. Entre medias aparecen Carmen Machi y el gran Karra Elejalde, sin duda el mejor y un magnífico actor secundario como demostró en También la lluvia (Icíar Bollaín, 2010), por ejemplo. No sé si será culpa de Carmen Machi o no, pero hay quienes dicen que Ocho apellidos vascos es algo parecido a Aída hecha película. He de confesar, ahora que no me escucha nadie, que me río con Aída. Pero eso no quita que sea consciente de que no es una buena serie, del mismo modo que el hecho de reírme a ratos con esta película no me impide creer que no es una buena película; que es una película mediocre entretenida que, eso sí, no defraudará a quien vaya con la intención de echarse un par de risas.

Humor fácil, clichés culturales, una campaña de marketing espectacular et voilà: la película española más taquillera de la historia, por delante de Lo imposible (Juan Antonio Bayona, 2012), aunque el resultado de ésta tiene más delito con ese impresionante presupuesto. En el Top 10 de esa misma lista están La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser, 2003) y las tres últimas ediciones de Torrente (Santiago Segura). Pues eso.

- ¿Te pongo una de Kortatu?

- No, con unas aceitunas tengo.
Ángel de la Cruz
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