Que curioso. He visto ya dos películas protagonizadas por Jonathan Pryce en las que interpreta a personajes parásitos (en este caso el de un escritor ganador de un premio Nobel y por el otro lado un nuevo Papa "The Wife" y "Two Popes") en los que a la larga sólo deben poner su personalidad y buen humor mientras que el contenido de su trabajo lo hacen otros (en este caso otra)

El poder de la sociedad en los individuos, hace que terminen honrando al núcleo por sobre sus valores intrínsecos. Glenn Close, en un papel formidable, representa a una mujer silenciada al vox populi, pero creativamente explotada por su "compañero de vida". Los seres se acostumbran y terminan aceptando. He ahí cuando aparece la serpiente del deseo (el biógrafo de Castleman) y el castillo de naipes comienza a tambalear. La mujer silenciada comienza a oírse mucho más de lo que venía haciendo. La mujer silenciada comienza a sentirse deseada, valorada. Pero la serpiente sólo es un gusano en comparación a la inmensidad del Castillo inquebrantable. El rey del castillo muere, pero la edificación seguirá latente, e incluso muchos más ladrillos vienen en camino para reforzarlo.

Un hijo, que simboliza el reflejo de un hombre prejuicioso y frustrado, que se nutre del reconocimiento y no de la construcción. Pero que sigue siendo otro ladrillo más. "Yo me dedico a construir reyes" resuena, y la monarquía responde con su atesorada realidad.

Dónde queda el valor de los individuos, aprisionados dentro de estas fortificaciones. Más allá del género, todos somos seres creativos y merecemos ser escuchado y leídos.

Excelente película.