Esta película habla de cómo por mucho que pase el tiempo, el amor está presente. Se narran tres historias que expresan la espera y la esperanza de los amantes. Primero, los amantes atados, que son el presente; los amantes del pasado que vuelven a reencontrarse; y los amantes del futuro que aún no se conocen. Las tres historias comparten ese sentimiento de
tristeza, de un amor que hace daño, que hace sufrir.

Por otra parte hay que elogiar la escenografía, los colores, el tiempo tan pausado y tan acorde con el paisaje congelado. Y la banda sonora, que acompaña todo esto con la misma serenidad.

Llaman la atención recursos que no suelen darse en el cine, como fotogramas cortados a modo de flashfoward, incluídos a su vez en un flashback, que da una pista de lo que pasará o pasó. Porque aquí el tiempo no frena su transcurso, pero sí damos vueltas alrededor de él.

Hay que suponer que miremos a donde miremos, hay una metáfora. Pero no se acaba de comprender qué simbolizan dos personajes secundarios que aparecen en más de una ocasión: el niño en la silla de ruedas y su "súbdito atontado". En mi opinión restan belleza al resto del relato y no poseen una función contextualizadora.

No creo que esta película se merezca tanto reconocimiento. No cuenta nada, no te sientes identificado con los personajes e incluso llega a resultarte empalagosa tanta ñoñería. Ralentizar un plano de una chica corriendo hacia un lugar al que nunca llega, y al llegar cortar la secuencia, resulta carente de sentido desde mi punto de vista: carente tanto desde el punto de vista narrativo como desde el punto de vista poético. No hay sensaciones profundas más que una "tontería" adolescente que obsesiona a una chica de pueblo. No es enamoramiento, es obsesión absurda. Además la música resulta repetitiva.

Puede que esté siendo excesivamente crítica, pero entre tantas buenas impresiones veía oportuno poner otro punto de vista.

No, no es Ciudad de Dios. Pero las favelas son las mismas, y la película nace de una realidad que está ahi, en Brasil. Cautiva ver una historia lejos de los platós de Hollywood, donde podemos penetrar en un barrio al que nunca iremos y pocas veces se retrata en las noticias; en un mundo que no es ficción, que exite, y tenemos que conocer, aunque sea desde nuestro cómodo sillón. Aún desde éste, logran que sintamos ese calor bochornoso desde el primer minuto, el abandono de sus calles, la pobreza de sus habitantes y el riesgo que todos corren en el día a día.

Dentro de todo este contexto, se nos narra la historia de una amistad pura, donde dos chavales tienes que hacerse hombres y afrontar sus propios problemas mientras el mundo a su alrededor se va desmoronando.

Ciudad de los Hombres carece de la crudeza de Ciudad de Dios, así como de su espléndida dirección y montaje entre otras muchas cosas; pero porque aquella es, personalmente, una obra de arte, y ésta es, sencillamente, una buena película que da gusto ver, con su sencillez y su retrato de esa vergonzosa realidad a la que todos volvemos la cabeza.

Lo de los micros asomando me impactó más que la propia historia. Sin duda la interpretación del niño es lo mejor de toda la película. Sin embargo no me acaba de convencer el modo en que se profundiza en los personajes. Vemos a alguien profundamente trastornado que deambula de un lado para otro haciendo daño a quien le rodea. Pero nada más. No creo que sea una película de gran calidad técnica, ni tenga la suficiente fuerza que debería de tener para contar lo que realmente se quiso, en mi opinión, contar: la relación de amor-odio entre una madre y su hijo.

Pasan los años y ya hemos visto de todo. Sin embargo aún hoy esta película sigue sorprendiendo, dando un nuevo giro en la trama cada pocos minutos. Es una muestra estupenda de lo que es el buen cine, sustentado en un guión sólido. Entre suspense y suspense, la comedia, que deja respirar al espectador. Lo peor, diría yo que por obsoleto en los tiempos que corren, pero quizá acertado en su época, es la ñoñería de la protagonista enamorada de Cary Grant.