Quiero romper una lanza por el cine de silencios y emociones.
Por qué decimos cine de silencios y emociones?
Porque al actor no le hace falta decir nada para emocionarnos. Y Caleb lo logra. Lo logra. Pero no puedes mantener un film de casi dos horas en la mirada de este maravilloso muchacho. Porque por muy bueno que sea un actor en una película han de pasar cosas. Debemos conocer al personaje, o al menos imaginar como es. Y aunque en tu elenco tengas a un portentoso Laplaglia a una hermosa pasa, con todos mis respetos, Judy Davis y al mencionado Caleb de nada vale que no rellenes los huecos que tiene tu película, amigo Justin.

Y hablando de huecos,donde está el talento que tenías en tu primer film Snowtown?
Lo digo porque poco a poco lo has ido perdiendo entre peliculas de chichinabo.
Lo dicho, Justin.
Tú antes molaban.
Y a qué coñ* viene este seis y medio?

Alesksei Balabanov es injustamente catalogado como un director al estilo Ritchie o Tarantino.
Y pasando por alto locuras como sus zambullidas invernales en las playas de Gijón, pasará a la historia como un maldito, pero como un maldito que comprendió la esencia de la vida humana y consiguió dotar al autor de El Maestro y Margarita, ya que se basa en su autobiografía, de una entidad en su carne y hueso tan inmortal que no puede ser más demoledora.
Descanse en paz, Maestro.

Pocas veces en pantalla se ha podido ver un tipo tan reprobable moralmente como al protagonista de esta Red Rocket.
Sorprende ver el currículum de este magnífico actor, al que yo sólo recordaba por Scary Movie 3( por una escena particularmente desagradable a la par que descacharrante en un funeral).
Las bambalinas del nopor mostradas cuál ropa interior sucia en toda su crudeza, con un estilo indie muy fresco, ese tipo de cine escuela Wenstein que reinó con la bandera Miramax en los años noventa.
Película para mirarnos por dentro, y si no para reconocernos en las actuaciones de este miserable, sí para preguntarnos qué haríamos nosotros en su situación y hasta dónde llegaríamos por ser lo que una vez creímos ser. No lo que fuimos.

La verdad es que como fan y seguidor de la Velvet Underground desde hace ya más de 30 años, desde que compré el disco de la banana allá por 1994 en la afamada tienda Discos Ámsterdam, aquí en Valencia, me veo en el derecho y la obligación de escribir esta crónica.
Cómo se puede hacer algo tan vacío de algo tan significativo para tanta gente,señor Haynes?
Cumple usted la agenda de algún colectivo?
Porque lo que me quedó muy claro es que Lou era gay.
Poco más.
Y estamos hablando de un genio del rocanrol, aparte de muchas otras cosas (casi todas malas) que no a tenido ocasión de nombrar en estas 2 horasy pico de vacuidad.
Porque la VU fueron aquel grupo junto a The Doors que se atrevieron a desafiar con sus debut a la escena musical de los 60. Y ahora de po##avieja ya no considero sólo bueno lo que ellos hicieron. Llevo años disfrutando de The Mamás and the Papas, Yardbyrds, Byrds y demás bandas de entonces. Vamos, que me desperece y perdí toda esas angts adolescente de la que adolecemos antes de cumplir los 30.
El documental en sí sería valioso aunque sólo fuera por su material de archivo pero es tan tedioso y redundante todo lo demás que lo único que no han podido matar son las canciones. Heroin, Pale blue Eyes y Candy Says son inmortales. Ni siquiera pueden perecer en manos de estos oportunistas.
Y digo oportunistas y alguno me dirá que oportunistas de qué, si solo reivindican su legado.
Y un cuerno. Lo que hacen es agenciarse un discurso y además mal.
Porque ya podrían haber metido en el soundtrack New Age que es la precursora de nuestros tiempos.
Pero ay de la ignorancia del que habla de algo sin tener ni pajolera idea.

Para los que conocieron el lado salvaje al que cantaba Lou Reed pero supieron bajar a tiempo será un disfrute el saberse reconocido en situaciones tan vergonzosas como crueles.
Las interpretaciones de Karra, Morris y De Lira son de enmarcar. Durante los casi 120 minutos que dura el film eres el cuarto amigo de correrías. Un testigo tan culpable como cualquiera de ellos.
Y aún a pesar de otro tiempo y otro lugar puedes verte reflejado en sus hechos y fechorías. Esas travesuras que resultan simpáticas a los veinte son bochornosas a los cuarenta.
Si Jack London hubiese sido español y hubiera escrito sus memorias alcohólicas, Bartleycorn, de una noche de invierno en gallego, nadie las hubiera filmado mejor que Ignacio Vilar.