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Estados Unidos Estados Unidos · Omaha, Nebraska
Críticas de Melón Blando
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
8
19 de abril de 2007
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Lirios rotos o El Hombre Amarillo y la chica": Una joven (Lillian Gish) vive en un claustrofóbico ambiente en el barrio londinense de Limehouse, brutalmente maltratada por su padre, un exboxeador alcohólico (Donald Crisp). En este sórdido lugar, vive una historia de amor con un noble chino, el Hombre Amarillo (Richard Barthelmess), que lejos de su hogar trata de aplicar su filosofía oriental de paz y harmonía, sin obtener muy buenos resultados. El drama se desencadena cuando el padre, sabedor de cierto contacto, se opone a cualquier tipo de relación entre el hombre chino y su hija.

En "Broken Blossoms" (1919), D.W. Griffith utilizó planos generales, descriptivos, elipsis temporales, primeros plano (por ejemplo, de los ojos furibundos del padre o de los asustadizos de la hija) o el montaje paralelo característico del director de "Intolerancia", llamado con razón el padre de la técnica cinematográfica. En esta ocasión, nos cuenta una tierna y conmovedora historia que, más allá de la relación intercultural que se plantea, supone una historia sentimental de gran fuerza. Con tres personajes principales: el Hombre Amarillo, noble chino, ahora modesto tendero en Londres; Battling Burrows, exboxeador alcohólico; y la hija de éste, Lucy, apalizada por su padre. Griffith recurre a tres "flashbacks" con tonalidades diferentes de color que se corresponden con cada uno de los personajes: el hombre chino recuerda el templo budista; Battling Burrows, su victoria como boxeador ante el Tigre de Limehouse; y Lucy, que recuerda los consejos de una mujer casada y los de unas prostitutas ("hagas lo que hagas, no te cases", "hagas lo que hagas, no hagas la calle", respectivamente). Griffith nos ha presentado ya los tres personajes protagonistas de la historia que está contando, y además, cierta perspectiva de sus vidas en el sórdido barrio londinense. Demostrando así su dominio de la sintaxis cinematográfica.

Otros elementos que cabe destacar de la película a mi entender son: el látigo con que Burrows castiga a su hija, los primeros plano de Lillian Gish, apaleada e indefensa (entre otros, cuando se ve reflejada en el espejo que le acerca el amable chino), y para terminar, el citado montaje paralelo con que transcurren dos acciones en paralelo: el combate de boxeo que sirve de revancha entre Burrows y el Tigre de Limehouse, y el acercamiento del hombre chino a la cama donde reposa la chica.
Melón Blando
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7
22 de agosto de 2005
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un reparto exquisito, James Ivory diseña y pinta un retrato de la alta sociedad de principios de siglo XX entre Italia, Inglaterra y América. Sus secretos, para mantener la estabilidad de su estructura, y sus convenciones de clase con el film de Scorsese, "La edad de la inocencia", en el recuerdo -en la Nueva York de 1870 aquél-. Cuando la partida de cartas en la casa alquilada de Adam Verver (Nick Nolte), Maggie, su hija, es la única que no participa porque no conoce el juego. Un juego de apariencias donde sobresale la poderosa imagen de la copa, aparentemente, perfecta que da pie al título de la película. La copa dorada que contrasta con la inserción de imágenes de archivo, en blanco y negro, que Ivory introduce a través de las fotos reales del futuro emplazamiento del museo del multimillonario Verver. Y es que ya lo dice el refranero popular: "no es oro todo lo que reluce".
Melón Blando
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8
22 de agosto de 2006
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escarabajo: insecto coleóptero de cuerpo ovalado, cabeza corta, color oscuro y fuertes élitros.

El director taiwanés Tsai Ming-Liang, conocido por la mayoría desde "El sabor de la sandía", combina con maestría patetismo y lirismo en una historia con ecos kafkianos. Se trata de una perfecta narración, en el sentido matemático del término -cuenten si acaso los minutos que separan cada número musical- llena de largos silencios imbricados dentro de la atmósfera que nos cuenta Ming-Liang. Ésta, se caracteriza por el aislamiento y la soledad de sus personajes.
Por una parte, una ciudad acechada por un virus desconocido que convierte las personas en escarabajos. Por la otra, las canciones de Grace Chang, cuya razón de ser -como afirma Ming-Liang- es consolarnos.
Melón Blando
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7
23 de noviembre de 2006
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras "Kràmpack" y "En la ciudad", Cesc Gay nos presenta su nuevo film en la montaña catalana, donde, por cierto, también ambientaba Roger Gual su "Remake". En este caso, vemos Puigcerdà, en la Cerdanya.
En su inicio podemos observar cierta impostura en torno al personaje protagonista (un espléndido Eduard Fernández) que sirve de evidente "alter ego" de Cesc Gay, el director. Cierto aire de tristeza, de "crisis vital", envuelve buena parte del film, acechando a este director de cine que se desplaza hacia la casa de un amigo en la montaña. Justamente, el amigo en cuestión, encarnado por Javier Cámara, sirve de contrapunto (necesario) a "cierto aire de cine de Cesc Gay", acerca de la susodicha crisis vital de una generación de treintañeros.
Su "alter ego", interpretado por Eduard Fernández, hombre de ciudad, llega a la montaña. Curiosamente, al igual que otro film que narra una historia similar, la acción se localiza en un ambiente muy diferente al acostumbrado por sus protagonistas. Me refiero a "Lost in Translation" (2003, Sofia Coppola), en la cual Tokio era el lugar donde se encontraban los estadounidenses Charlotte (Scarlett Johansson) y Bob Harris (Bill Murray); Puigcerdà, donde se conocen los urbanitas Àlex (Eduard Fernández) y Mònica (Montse Germán) en "Ficció". Un juego de espejos entre realidad y ficción se configura entre la pareja de actores (Eduard y Montse) y el director (Cesc). Un juego de sutilezas, de silencios que quieren decir mucho.

Cabe señalar, por justicia, que el film fundacional de este tipo de historias, tal vez "Ficció", pudiera ser "Breve encuentro" (1945, David Lean).
Melón Blando
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7
14 de julio de 2006
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es "Arma letal", es la comedia argentina del año. Así se presenta "Tiempo de valientes", una recomendable y divertida comedia que se desenvuelve entre la comedia y el "thriller" policíaco. No en vano la protagoniza una pareja atípica: un experimentado policía y un psicólogo psicoanalista, interpretados por Luis Luque y Diego Peretti, respectivamente, cuyos destinos se entrecruzan en el momento que los servicios del psicológo son solicitados por el departamento de policía.
"Tiempo de valientes" está llena de diálogos ingeniosos y situaciones cómicas que son resueltas de forma inteligente. Lo que puede ocurrir cuando un gremio, el de psicólogos, se mezcla con otro, el de policías, y viceversa. Una inversión de papeles que en algunos momentos resulta sanísima -psicológicamente hablando, claro- jugando con esa convención que hemos acordado denominar roles sociales. Ahora soy policía, ahora psicoanalista.
No por casualidad, el cartel de promoción de la película señala que no se trata de "Arma letal". El director de "Tiempo de valientes", Damián Szifrón, parece jugar a deconstruir modelos incorporados a pies juntillas a nuestro imaginario (la película de Richard Donner, pero también "Mentiras arriesgadas", de James Cameron) para construir variaciones, con las cuales se identifica el espectador a través del sentido del humor. Una forma aguda de afrontar la aculturación en la cual nos encontramos, es decir, un intento encaminado a evitar, o al menos mitigar, los efectos de la asimilación de otros modelos culturales que no son los propios.
Deseo que los tiempos de policía brava y de gatillo fácil hayan desaparecido en Argentina (como en cualquier otro lugar) para ser sustituídos por estos otros tiempos valientes a los que se refiere la película. Justamente, en consonancia con su título, encuentro uno de los aciertos de "Tiempo de valientes" en su capacidad para encararse con humor (¿cómo si no?) ante un serio problema que gravita en nuestras sociedades: la corrupción. De películas estadounidenses que traten el tema de la corrupción hay muchas, muchísimas, pero ya menos con la humanidad que subyace de la mirada que nos ofrece Szifrón en ésta.
Melón Blando
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