Buen manejo del color y la composición de las escenas y poco más. Narrativamente es más bien una rosa mustia, un despropósito que no va a ningún sitio y acaba resultando completamente olvidable. Por comparación con sus referentes inmediatos, palidece. Produce casi vergüenza ajena que alguien vuelva a insistir en la distopía floral después de haber visionado las versiones de Siegel y Kaufman. Quizá es que la directora no las ha visto o quizá es que le da igual, pero tras visionar la peli, la pregunta evidente es ¿ qué es exactamente lo que aporta esta nueva vuelta de tuerca?
Yo diría que absolutamente nada. Si se tratara de un capitulillo de Black Mirror , con su personajes raritos y su romance de laboratorio, todavía daría el pego, pero cinematográficamente sus precursoras se la comen con patatas.
El cine actual es un poco así, amigos. Lo primero es pillar las subvenciones y ponerse a rodar y luego ya la intentaremos colar en el catálogo de Filmin. Y al final te la cuelan, claro, en la colección " plantas y ultracuerpos " y te la ponen junto a musicales como " The little shop of horrors ", que eso sí que es una joya de película,y el becario de Filmin te explica entonces en la descripción salerosa esa que siempre tiene que redactar por decreto que hasta le han dado un premio en Cannes. Y vas tú y piensas: " Claro hombre: lo que tú digas".

Mejor que la primera y la primera ya era buena: un prodigio de luz, fotografía, música, escenario y actores, una mezcla cuasi perfecta de ligereza y dramatismo, de entretenimiento y profundidad, la prueba viviente de que cuando se quiere se puede hacer un culebrón de calidad. Maravilloso Murray Abraham como el abuelo chispeante, maravillosa la pareja de actrices italianas entrando y saliendo como Pedro por su casa del resort y maravillosa la tímida e insegura directora del hotel, maravillosa Jenniffer Coolidge como reina gay y también el chapero papafrita de Leeds. Qué grán trabajo de guión y qué lujo de banda sonora, que va alternando grandes clásicos italianos con el score de la propia serie y qué momentazos las inesperadas versiones en directo de Beatrice Granno al piano, qué exquisitez.

La serie viene a demostrar varias cosas de un modo impepinable:

- Un guión sólido y trabajado es el pilar de una serie.
- Una serie rodada con buen gusto en escenarios naturales y localizaciones in situ se come a cualquier cosa grabada en un estudio con croma.
- Una serie que no escatima el sexo ni lo esconde es una serie mejor.
- Una serie con piano bar juega en otra liga.

Le quito un punto por adoptar la costumbre que se ha ido imponiendo en la última década de tratar a los personajes masculinos con mayor condescendencia que a los femeninos. No es que aquí se note demasiado pero algo hay: los personajes masculinos son casi siempre más bobos, ridículos o ilusos que sus versiones femeninas.

En cualquier caso, un placer para los sentidos.

Tan divertida como el tiempo de deportes de Cuatro, tan épica como los debates de la Noria, tan moral como las discusiones de Supervivientes, tan adictiva como un programa de Mutantes en el mundo. Ideal para gente que disfruta de la farsa televisiva sin complejos. Un episodio de Bob Esponja al lado de esto, resulta inquietante. Arte que no existe, cine del que nos hace peores.

Un episodio de esos donde la hierba juega con tu mente y tu prometida del instituto te grita desde lejos : " no la escuches, aléjate de la hierba" o " esa que ves no es tu hija, tu hija pequeña está muerta: la atropelló el repartidor de Amazon, ¿recuerdas? ". Pero no: el maizal sigue ahí playing tricks with your mind lllenándote la sesera de ilusiones chungas y y remordimientos varios hasta que , con sus malas artes, te explota la caldera de la culpa, culpita. Es esta una netflixada exquisitamente producida y tan apasionante como cortarse las uñas de los pies. No resuelve nada porque no plantea nada. Después de dos horas de personajes afanándose por entrar y salir del latifundio, ni siquiera te enteras de a qué partido político representa semejante maizal.

Es curioso que el director de Alien haya acabado filmando esta romanada. Lo cual me lleva a pensar que la labor de los directores de cine está excesivamente sobrevalorada. El cine es un ejercicio coral y quizá ése sea el único modo de entender que directores que han realizado cintas tan brillantes en el pasado se dediquen ahora a firmar boñigas del calibre de la que nos ocupa. Lo que pasa es que a los espectadores, que somos mortales y vanidosos, nos seduce mucho la eufonía de ciertos apellidos. Kubrick, Scott, Truffaut, guau, mola. El cine de kurosawa, la mirada de Rohmer, la poesía de Medem, ahí va ese Haneke, ponme una de Fassbinder sin hielo.

El caso es que al amigo Scott en esta peli los astros le dieron la espalda. El cúmulo de circunstancias felices que hicieron que una peli destinada a la serie B - como era Alien - adquiriera trazos de obra mayor, aquí no pueden detectarse. Muy al contrario. Esta película lo tenía todo a su favor y acabó convertida, por otro cúmulo de circunstancias, en un verdadero despropósito. Un guión pobre, un héroe sin aristas, una acción que devora con su hiperrealismo cualquier sutileza, una música torpemente épica, un espectáculo, en general, bastante adolescente y risible. Después de Matrix, ésta debe de ser la película más perniciosa que se ha filmado en la última década. Porque su estilo pomposo y su acción ultrarrealista y épicotontuna ha sido imitada hasta la saciedad.

Ve uno Alien y después ve uno esto y luego se imagina uno al xenomorfo en el espacio con la música de La Roca persiguiendo a la tripulación y a la Weaver exclamando: ni nombre es Ellen Ripley, comandante de la Nostromo, fiel servidora de la compañía minera, y alcanzaré mi venganza en esta película o en la secuela. Y un par de hobbits haciendo chistes.