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España España · Córdoba
Críticas de Ziryab
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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
5
4 de noviembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo mucho que añadir a lo que ya he leído por aquí pero no quiero dejar de decir algo. Lo primero: creo desde El orfanato que Bayona no tiene sensibilidad artística ninguna; tiene habilidad para manejar la cámara y tiene mucho dinero para sus películas, pero ya está. En realidad, con sólo eso no se necesita más para firmar una "gran" película, ni necesita una "gran" película sensibilidad artística para que se reconozcan sus méritos como producto comercial. Ahora bien, un creador, un artista, sabe que la imaginación, la sensibilidad y la sutileza pueden suplir con creces las carencias que provoca la ausencia de habilidad técnica y, sobre todo, de dinero. A Bayona eso le sube al pairo. Él tiene demasiado dinero a su disposición como para que eso le importe. El cine para él es un producto…, eso que acompaña a una buena ingesta de palomitas. ¿Beneficia eso al cine español? Seguro que sí. No lo dudo. Pero lo hace a costa de parecerse demasiado a lo menos interesante del cine americano.
Dicho esto, y admitiendo por tanto mis prejuicios hacia cualquier cosa firmada por Bayona, reconozco que iba a ver esta película con evidentes reticencias. Dos horas estuve pegado a la butaca sin pestañear, es cierto. También lo es que no se me escapó una sola lágrima. Y no soy de quienes no lloran con una película. Al contrario, me emociono con facilidad. Pero esta película es tan directa, burda, grosera, vulgar y descarada en sus intenciones exclusivamente lacrimógenas que no hace falta ni prevenirse contra ella. Va de frente en ese sentido. Más que de frente: va a saco. Me explico: si algo es carne de llanto sin necesidad de ir al cine es la situación de un niño de 12 años hijo de padres separados que no quiere que se muera su madre enferma terminal de cáncer. Es tan obvio que no tiene interés. Y desde luego Bayona no hace nada por explorar caminos paralelos a los de la obviedad. Que el árbol que se ve desde la ventana sea el pañuelo de lágrimas del chiquillo y de pronto "cobre vida" no es explorar caminos paralelos, es un pretexto para el despliegue de toda la pirotecnia de efectos especiales a la que realmente se terminan reduciendo estos productos.
En fin, no niego que se deja ver y está bien hecha. Pero que no quieran engañarnos: aquí no hay más que cartón. Y pornografía emocional.
Ziryab
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4
12 de octubre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra más de tiburones hambrientos sin nada nuevo que contar. Desde que Spielberg estigmatizara a los escualos como el terror de los bañistas, el subgénero de las pelis de tiburones ha ido perdiendo el norte hasta desembocar en la parodia más ridícula, y así pasó del voraz marrajo que amenaza la costa o cerca a unos desdichados abandonados en alta mar (magnífica aquella Open water) a historias progresivamente delirantes de grupos de tiburones genéticamente manipulados, o dotados de una inteligencia excepcional, o provistos de una voracidad fuera de lo común, y seguir con hallazgos desternillantes como el tiburón de dos cabezas, tiburones mutantes de los pantanos o tornados de tiburones. Se le agradece a Collet-Serra que su película abandone esta escalada delirante para recuperar la seriedad y regrese a los caminos de una cierta cordura. La protagonista es una surfera que escapa al ataque de un gran blanco y queda aislada en un arrecife cerca de la playa con el tiburón peinando la zona. Peli claustrofóbica, bien rodada, con un solo escenario y algunas imágenes potentes -la silueta del tiburón tras la ola que remonta Blake Lively con su tabla-, pero que termina sin imaginación imitando más de lo que parece a Spielberg y concluye de manera mucho menos convincente, resultando finalmente eso: más de lo mismo, nada nuevo. Para lucimiento de su protagonista femenina.
Ziryab
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5
11 de febrero de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconozco qué clase de trastorno tiene la protagonista de esta película porque no entiendo de psiquiatría, pero es evidente que lo tiene, y severo. Nadie en su sano juicio se autolesiona así. Ni en lo físico ni en lo emocional. El título hace referencia a ello en este doble sentido: la herida tras otra que Ana se inflige en su cuerpo y la herida interior que la desgarra por dentro y que desconocemos si está provocada por un trastorno infantil, aunque algunas pistas llevan a pensar que sí.
Con un planteamiento como éste, una película así ya exige una sensibilidad por parte del espectador que le hace ganar la mitad de su consideración; lo malo es que no se gana con ello al gran público ni se garantiza desde luego la otra mitad de la consideración del espectador predispuesto. Y mucho más si, tras el planteamiento del drama interior de la chica, la película no da otra cosa que la observación detallada de su opresiva y sofocante rutina diaria. Salvo en alguna subtrama concreta, no hay evolución ninguna; la película podría terminar diez minutos antes o diez minutos después, y no se resentiría de nada…, o dicho de otro modo: se resentiría igual, ni más ni menos... Y cuando esto pasa algo falla en el engranaje.
Por eso me cuesta tanto valorarla, porque su intención es buena, porque es noble, elevada diría, porque cuesta no sensibilizarse con el personaje que le ha valido el Goya a Marian Álvarez, porque son necesarios este tipo de testimonios y el cine es un vehículo magnífico para mostrarlos..., que sé yo, por muchas cosas. El problema es que todas estas cosas residen no tanto en la película misma cuanto en la conciencia del espectador sensible. El cine –o el buen cine al menos– es algo más que simplemente un testimonio necesario, y ese algo más está ausente aquí, por muy respetable que sea –que lo es– el trabajo del tándem Álvarez-Franco.
Dicho lo cual tengo que reconocer que me cuesta muchísimo hacer esta crítica a una película que probablemente merece más puntos de los que le doy.
Ziryab
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6
25 de diciembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para quien ha perdido la inocencia (entendida en su sentido más amplio y no sólo como un patrimonio infantil) debe ser muy fácil poner a caer de un burro una película como ET. No les envidio en absoluto. En cambio, a quien al crecer ha desarrollado el sentido crítico sin perder por ello la inocencia le resulta difícil revisar esta película con ojos adultos. Porque le tiene un respeto reverencial... Porque no quiere desengañarse... Porque es la primera película que vimos muchos de nosotros; porque con ella descubrimos, con apenas 6, 7 u 8 años, qué es el cine, en qué consiste su magia y cómo podía hacernos pasar miedo, sonreír, llorar y en definitiva emocionarnos; porque no hemos olvidado nunca los nombres de ET ni de Elliot, porque "teléfono , mi casa" fue la primera frase que aprendimos de memoria como un mantra sin ser una lección del colegio…; porque todo ello forma parte de nuestro más arraigado patrimonio personal y emocional...; y porque si además es compartido por millones de personas entonces el hecho que lo provoca se convierte en objeto de culto por derecho. Pese a quien pese y al margen de valoraciones críticas sobre la película. Por todo ello, me parece que ET se hace digna de respeto y que no merece el desprecio que he leído por aquí.
Y sin embargo, no por ello negaré que, como producto artístico y al margen de consideraciones sentimentales, tiene limitaciones y peros que no repetiré porque ya se han comentado aquí. También tiene aciertos indudables, entre los que, para mí, el mejor es el contraste entre la naturalidad infantil y la obsesión adulta por la asepsia, presentado de forma rayana en lo surrealista con la irrupción de los hombres de la NASA; pero hay otros, también sobradamente comentados.
Quizá como película no sea notable. Pero como hecho cinematográfico es imprescindible. Y no puede valorarse algo así a la ligera por sesudas razones que se esgriman a favor o en contra. Por eso, lo menos, y quizá también lo más, que puede decirse de ella es que se trata de una obra interesante. Más allá de esto entran en juego ya las razones personales. Que también tienen su peso.
Ziryab
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6
4 de julio de 2015
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La historia de la conquista del árbol de la ciencia y el consiguiente “castigo divino” a la osadía y la soberbia humanas es más vieja que La Biblia. “El hombre con rayos X en los ojos” se acerca a este clásico de los mitos del hombre desde la perspectiva del científico que, llevado por un fin noble, acaba engullido por sus propios delirios de grandeza.
Con el objeto de alcanzar la infalibilidad en la diagnosis médica, el doctor James inventa de forma clandestina un suero que, aplicado a los ojos, dota a éstos de visión con rayos X. Ello le lleva a formular diagnósticos inequívocos, pero, obligado a guardar el secreto, sus compañeros de profesión le acaban repudiando por caprichoso e insubordinado. Y ahí comienza el principio del fin y su descenso al abismo... Tras el periplo que constituye el grueso de la película y que no relataré, el círculo se cierra -o se cuadra- con un mensaje evangélico: “Si lo que ven tus ojos te escandaliza, arráncatelos”. No digo más.
La “elipsis moral” no deja de ser interesante y la película tampoco, pese a su factura serie B, su flojo guión y sus carencias técnicas -que no le impiden lograr imágenes impactantes (los ojos de James al final o antes al caérsele las gafas en el casino llegan a aterrorizar). Más que interesante, diría que es un título imprescindible de la ciencia ficción.
Ziryab
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